domingo, 19 de junio de 2016

El Jefe "1", Primera Temporada : Cap. 6; Autora Litlle Hoshi

El Jefe
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Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.
Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 19 de Junio del 2016.
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Capítulo 6
Todos tenemos las manos largas
Autora: Little Hoshi  

La fiesta de 15 cumpleaños de Olga fue fantástica, como había vaticinado Lucia, Olga parecía una princesa en su coronación. Ernesto y Victor no se lo pasaron tan mal como inicialmente habían pensado. Había mucha comida, la música era buena y estaban la mayoría de sus amigos.
Por su puesto fue entrañable tanto para Olga como para Lucia y Simón , el momento en que Simón entró con Olga del brazo al salón e hizo su presentación de largo. Simón tuvo que reconocer que también se emocionó un poco y eso que llevaba semanas diciéndole a su esposa  que aquello era una solemne payasada.
Después del cumpleaños todo volvió a la normalidad, la casa incluso estaba más tranquila que antes, con Ernesto castigado, Olga casi siempre fuera con sus amigas y Victor que se pasaba el día en la piscina (prácticamente solo subía para comer y dormir). Así que Simón disfrutó de unos días de paz y tranquilidad, pero fueron pocos. No hacían ni 10 días des del cumpleaños de Olga y Ernesto que Lucia empezó con lo de las vacaciones. Las harían la primera semana de septiembre, porque era la mejor época según Simón. Y aunque inicialmente habían hablado de ir al apartamento que tenían en la playa Lucia había empezado a mirar ofertas de viajes.
Simón al cabo de tres panfletos de agencias de viajes empezó a hacerse a la idea, ese año le iba  a tocar hacer turismo. Menudo año de gastos… menos mal que también había sido un buen año de ganancias. Pero Simón sabía que serían las primeras vacaciones en familia desde el accidente de Lucia y no quiso hacer el papel de malo. Así que solo la miraba y sonreía.
Cuando faltaba una semana para que el castigo de Ernesto se acabara, Ernesto empezó a relajarse. Ya no hacía las tareas anticipándose a que sus padres se lo dijeran y había empezado a llegar un poquito más tarde a la oficina y a alargar el descanso del medio día hasta mitad de la tarde. Simón no soportaba que le tomaran el pelo y al cuarto día de llegar a las tres después de almorzar en vez de a las dos, lo tomó por la oreja bien duro y le recordó cual eran los términos de su castigo. Y que si no estaba conforme siempre podían canjear los días que le restaban de castigo por zurras. Ernesto recordó los tres días siguientes a la noche en que lo castigaron y enseguida se puso de nuevo las pilas.
Lucía al oír las quejas de Simón sobre el cambio de actitud de los últimos días de Ernesto le recordó que 5 semanas son muchas semanas para estar castigado. Lo son sin tienes 15 años, es verano, está todo el mundo de vacaciones y todos tus planes se ven cancelados de la noche a la mañana. Simón tenía que ser más comprensible, los chicos no eran uno de sus empleados, aún eran solo críos, al fin y al cabo. Pero aunque intentaba mostrarse  más relajado con las cosas de los chicos había cosas que le costaban más. Como el hecho que Ernesto hubiera intentado hacer el holgazán en su castigo o que Olga no dijera ni donde iba, solo a qué hora estaría de regreso y que Victor hubiera empezado a hablar como Ernesto (de cada 4 palabras 2 eran una palabrota).
Como decía Simón intentaba relajarse más con los niños pero por mucho que lo intentara había cosas que le crispaban los nervios y aquel domingo Victor ya lo tenía frito con tanto  “joder” “puta mierda” y “puta madre”. Lo había llamado al atención varias veces y su madre otras cuantas, pero el chico solo se disculpaba y al cabo de unos minutos volvía a lo mismo.

  • ¡Hostia puta! ¿Has visto ese pase? – exclamó Victor dando un codazo a uno de sus amiguitos que se había quedado a ver el partido
  • Ya te digo, macho, ese Ruiz es el mejor jugador de todos –  dijo su amigo sin apartar la mirada de la pantalla
  • Victor, esa boca – resopló Simón porque hacía justo tres minutos que acababa de amonestarlo por decir “joder, chuta ya”
  • Sí, perdona papá – dijo Victor pero sin hacerle el más mínimo caso y siguieron viendo la tele –  joder, macho, pita esa puta falta es que estás ciego –  Victor se levantó y gritó a la tele porque el árbitro no había pitado una entrada durísima
  • Se acabó – y Simón  apagó el televisor –   si no eres capaz de ver la tele civilizadamente no la ves, a tu cuarto – le dijo poniéndose de píe y apuntando a la dirección donde estaba el cuarto de Victor y Ernesto
  • ¡Pero papá! ¡Qué haces! ¡Estábamos viendo el partido! –  protestó Victor al ver que habían apagado la tele
  • Ya me canse de llamarte la atención, no quiero iír ni una mala palabra más el resto del día y ahora a tu cuarto antes que vuelvas a abrir la boca y te ganes unos buenos azotes – le dijo enfadado por tener que explicárselo.  Victor se puso rojo de vergüenza porque su amigo estaba delante y su padre lo acababa de castigar a su cuarto y amenazado de darle unos azotes
  • ¡Te odio! – dijo rojo de rabia
  • Muy bien ahora ve a odiarme a tu cuarto ¡ah! y ya que estás allí aprovecha y la adecentas un poco y Victor… piensa bien en lo que te acabo de decir. Ni una palabrota más, hijo – dijo levantado el dedo y amenazándolo al estilo profesora de parvulario
  • Venga tío, vamos a tu cuarto, total el partido ya está ganado eso no hay quien lo remonte – dijo su amigo tirando de la camiseta de Victor para sacarlo de allí. Victor sin dejar de mirar a Simón con rabia siguió a su amigo hasta su habitación
  • Lo odio, es un imbécil ¿no sé qué cree quién es? Has visto como me trata? Como a un puto crío de pañales. Está todo el día vigilando lo que hago, seguro que cree que no sé ni atarme los cordones.
  • Tío, no te sulfures, todos los viejos son igual, mi vieja  incluso aún  me pregunta cada noche si he hecho cacotas –  dijo su amigo rodando los ojos, Simón no pudo evitar reírse al oír eso de “cacotas” – Ey! ¿De qué te ríes?, ¡idiota! – y empezaron una batalla de almohadones

Después que el amigo de Victor se fuera, Victor se quedó un buen rato en su dormitorio, no quería toparse con su padre, que ahora era el ser más infame de la tierra. Pero llegada la hora de la cena a Victor ya se le había pasado todo, Victor no era capaz de estar enfadado más de tres horas seguidas. Sus hermanos eran capaces a estar enfadados semanas enteras pero el enfado de Victor que más había durado fue uno que duró toda una mañana y parte de la tarde y fue cuando su madre le prohibió subirse al patinete de su hermano y entonces Victor contaba con 4 años.

  • ¿Qué hay de cenar, mami? – preguntó Victor abriendo la nevera de par en par
  • Hoy vamos al Frankfurt a cenar – dijo Lucia cerrando el laptop y mirando feliz la reacción de su pequeño
  • ¡De puta madre! – y le soltó dos besazos uno en cada mejilla a su madre  –   Voy a decírselo a Ernesto – y salió corriendo de la cocina, sin percatarse que Simón estaba entrando en esos momentos
  • ¡Victor Andrés Soto! – rugió Simón para que el chico se detuviera en el acto. Victor no solo se detuvo sino que también se le detuvo  la respiración, para nada se esperaba a Simón y menos llamándolo por el nombre completo ¿Cuándo se había chivado su madre de su horrible segundo nombre? – ¡Se acabó! Ya tuve suficiente – dijo arremangándose las mangas, Victor dio un paso atrás pero fue más instintivo que por querer salir corriendo. Simón lo agarró por la oreja y el niño empezó a gritar
  • Ayy auu ayy papi no auu ayy que me arrancas la oreja – decía mientras llevaba la mano a la oreja para intentar evitar que su padre se la arrancara
  • Llevo días avisándote hoy incluso te he tenido que mandar a tu cuarto, pero está claro que me no me tomas en serio cuando hablo –  dijo mientras lo arrastraba hasta el cuarto de baño de los chicos
  • Aaaaaaaaau ayyy ay no papi no, solo se me escapó, no lo hice adrede – Victor al ver que su padre lo metía en el baño pensó en aquella noche que Simón pegó a Ernesto con el cepillo y empezó a llorar con el corazón encogido – noooooo papi noooooo lo siento lo siento lo jurooooo ,
  • ¡Ahorrate esas lágrimas, señorito! – dijo Simón muy enfadado –   te voy a quitar yo esa manía que te ha dado ahora de hablar como un estibador – bajó la tapa del inodoro, se sentó, tiró de las bermudas del niño hacia abajo y lo colocó sobre su regazo
  • Papá por favor, no por favor noooo, seré bueno seré bueno, no volveré a decir una palabrota más en mi vida lo juro, lo juro –   suplicaba desesperado Victor
  • Ya te he dado muchas advertencias, hijo, demasiadas en verdad, y el tiempo  de las palabras ya pasó. Llevas días pidiendo está zurra a gritos, pues nada, hijo, aquí la tienes – y levantó la mano y la dejó caer. El ruido de la mano en el traserito de Victor resonó en el baño –   PLASS
  • AAAAAAAAAAAAAY – exclamó Victor, pero miró hacia atrás, su padre solo estaba usando la mano, y eso había dolido un montón ¿y si usaba el cepillo? –  noooooo nooooo – empezó a patalear para librarse del agarre de su padre
  • PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS –  Simon dejó caer 5 sonoras palmadas – déjalo ya Victor, que te lo has bien ganado PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS – dejó caer otras cinco un poco más duras pero aún soportables
  • Bwuaaaaaaaaaaaa bwuaaaaaaaaaaaaaaa no noo para, para, ya para, bwuaaaaaaaa
  • PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS Escúchame atentamente Victor, porque esto te conviene entenderlo lo antes posible. Si tu madre o yo te pedimos algo no es para oír cómo suena nuestra voz, es porque queremos que lo hagas. Y si tenemos la paciencia de repetirte que queremos que hagas esa cosa es porque TIENES que hacer esa cosa, pero si después de decírtelo y repetírtelo tú no lo haces entonces Tú y YO tendremos un problema MUY serio. PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS Y ya deberías saber que así es como arreglo YO los problemas serios   PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS – esas últimas 6 palmadas fueron a parar todas en la zona donde se une el muslo con el glúteo
  • AAAAAAAAAAAAAH AY AYA YA AUUUUUUUUUUUUU – Dios, como picaban las nalgadas ahí, Victor pensó que no podría sentarse nunca más en la vida
  • Levanta –  dijo Simón mientras lo tomaba del brazo y le ayudaba a levantarse de su regazo. Victor pensó que a continuación su padre iba a agarrar el cepillo como hizo con su hermano y se puso medio histérico
  • Nonono por favor noooo
  • Plass plas plass – le dio tres palmadas mientras forcejeaba con Victor – Córtalo ya, Victor Plass… que lo cortes, te pienso lavar la boca con jabón, te guste o no – lo sentencio – Victor o paras o mientras te lavo la boca con jabón te sigo dando nalgadas – le dijo cansado ya de luchar con el niño. Victor comprendió que su padre no tenía intención de usar el cepillo con él y se calmó un poco, Simón aprovechó que el niño parecía más tranquilo para coger una pastilla de jabón del armario de las toallas. Le quitó el celofán, la remojó en agua bien –  abre – le ordenó y Victor abrió la boca. Nunca antes le habían lavado la boca con jabón, amenazado muchas veces, pero jamás lo habían hecho. Simón pasó la pastilla jabonosa a conciencia por la lengua y labios de Victor
  • Puajjj puajjj – empezó a hacer muecas de asco
  • Ni se te ocurra escupir, si escupes te vuelvo a enjabonar y podemos estarnos así toda la noche – le advirtió Simón y Victor se puso ambas manos en la boca para frenar el instinto de escupir. Pasado 3 minutos Simón llenó un vaso de agua y se lo dio – Ya puedes aclararte – le dijo muy serio aún. Victor corrió a hacer gárgaras para quitarse ese horrible amargor – ¿te ha gustado el sabor del jabón? –Victor negó con contundencia – pues si no quieres verte así cada noche… ya sabes, mejor empiezas a  cuidar más tu vocabulario
  • Si papá, lo juro, hablaré bien a partir de ahora, siempre incluso cuando me dé un golpe en el pie con la cama – dijo muy solemne Victor. Simón aunque no quería reírse, se rió, porque precisamente tres días antes el mismo se había golpeado en el píe y soltó un joder. Pero no era por soltar una palabrota en un momento de  estrés era por utilizar un lenguaje soez para hablar que lo había castigado
  • Hijo, no es por una palabrota puntual, es porque desde que acabaran las clases de cada 4 palabras que dices 3 son palabrotas. Y esa no es manera de hablar, no para alguien que está recibiendo una educación ¿entiendes la diferencia? – le dijo mientras lo columpiaba sentado en su regazo
  • Sí, papá – dijo abrazado al cuello de su padre. Victor no soportaba que Simón se enfadara con él. Una cosa es que le diera gritos o le pusiera morros y otra distinta era que se enfadase de verdad y pensara que no era un niño bueno y después ya no lo quisiera más
  • Muy bien, caballero – dijo ayudándolo a ponerse en píe y a subirle las bermudas –  se acabaron las palabrotas ¿eh? ¿Qué tal si  ahora vamos a ayudar a tu hermano a poner la mesa para la cena, vale? –  le dijo Simón con una sonrisa
  • ¿Estoy castigado? – preguntó poniéndose triste otra vez
  • No, pero sería un bonito gesto ¿no crees? – Simón no pudo evitar la tentación de removerle el pelo

Y con aquella riña, la paz y tranquilidad reinó en casa de Simón y Lucia durante unos cuantos días, apenas 4. Pero que 4 días pensaron los padres. Llegó el día 16 y Ernesto iba a tomar su primer vuelo sin su madre, estaba tan contento que ni cabía en si mismo. Además su padre le había devuelto el teléfono aquella misma mañana y al fin podría dar pasaporte a aquella patata de teléfono que tenía. Lucia no estaba aún muy conforme con dejar a Ernesto ir una semana de vacaciones con los padres de Pascu. Pero eran buena gente, eran personas con dos dedos de frente y sabía que cuidarían bien de su hijo y Simón llevaba razón Ernesto ya tenía 15 años, ya tenía la suficiente cabeza para saber comportarse cuando ellos no estaban. Lucia poco a poco se hizo a la idea pero eso no quito que llorara en el aeropuerto cosa que hizo que Ernesto quisiera morirse de vergüenza pero que nadie le dio importancia, ni siquiera sus amigos.
Ernesto se portó a las mil maravillas según los padres de Pascu, y les dijeron que siempre que quisiera era bienvenido, que daba gusto viajar con él. Lucia se sintió muy orgullosa a la par que aliviada. Hasta Ernesto se sintió también orgulloso porque siempre sienta bien que los mayores digan cosas buenas de ti. Pero quien se sintió más bien fue  Simón porque si siente bien cuando dicen cosas buenas de ti, que las digan de tus hijos sienta un millón de veces mejor.

  • Bueno, ¿Ya sabemos a dónde vamos de vacaciones? – dijo Ernesto tirándose en el sofá donde estaban sentados Olga y Simón viendo un documental de eso de historia
  • Ni idea, mamá cambia de idea cada 3 minutos – le dijo Olga  empujándolo para que se sentara bien
  • Pues a mí no me importaría volver a alguna de las Islitas de Trabés – dijo Ernesto intentando de nuevo poner la cabeza sobre el regazo de su hermana, pero ella de muy malos modos la volvió a apartar
  • ¿Qué pasa hijo, no llevas en casa ni una semana y ya tienes síndrome post vacacional? – dijo Simón riéndose
  • Ohhh papá tenías que haber estado, era chulísimo, sabes que allí el  sol está hasta las nueve de la noche, era genial
  • Ya ya ya hemos visto las fotos y te hemos oído un millón de veces – dijo Olga rodando los ojos –   pero mejor te olvidas de la idea de la playa de aguas cristalinas.
  • ¿por? –  Ernesto la miró sin entender nada
  • Porque tu madre está fijándose en cosas un poco más culturales, ya sabes, para toda la familia – dijo Simón rápidamente para que no saliera el tema de la silla de ruedas de Lucia
  • Pfffff – resopló Ernesto
  • ¿Y tú de qué te quejas? Al menos tú ya has estado una semana fuera – dijo indignada Olga
  • No se puede tener todo hermanita. Tu quisiste la mega fiesta de cumpleaños, yo solo pedí poder ir de vacaciones una semana con Pascu y su familia – dijo sonriendo con malicia
  • No me arrepiento, fue genial – dijo Olga muy digna, Simón veía como esos dos empezaban como siempre a picarse.
  • Haya paz, chicos, en septiembre lo más seguro es que vayamos a Suiza
  • ¿A Suiza? ¿En verano? – exclamaron a al vez Olga y Ernesto  atónitos
  • Después podemos viajar a Italia, si os portáis bien – dijo Simón como quien no quiere la cosa, sabiendo que lo de Suiza no iba a hacerles mucha ilusión a priori.
  • Si si si si Italia, Italia – Olga empezó a aplaudir y a abrazarse a Simón
  • He dicho si os portáis bien – dijo intentando permanecer serio pero era muy bonito que Olga, con lo arisca que era,  lo abrazara y diera besos como si toda la vida hubieran estado juntos.

Estaban los tres disfrutando de un buen momento en familia cuando un grito espeluznante vino de la terraza. Era Victor, eso seguro pero el grito hizo a los tres saltar de golpe del sofá y correr a la terraza
Al entrar Victor estaba de rodillas en el suelo sujetándose una mano que sangraba a borbotones.

  • ¡Dios mío! ¿Victor que pasó? – dijo Simón corriendo a ver la mano del niño pero la cantidad de sangre no le dejaba ver bien, agarró una de las toallas de las timbonas y se la pudo alrededor de la mano –  vamos , hay que ir al hospital de inmediato – y tomando al niño en brazos salieron los tres corriendo hacia el hospital, Lucia estaba en rehabilitación así que no le contestaba al teléfono, Olga probó a llamar a Eva, a la tercera Eva al fin contestó, le contó que estaban en urgencias con Victor y que cuando salieran de rehabilitación en vez de ir a casa que bajaran a la zona de urgencias

Simón no dejó solo ni un segundo a su hijo que lloraba desconsoladamente, cuando los medico vieron el corte le comentaron que afortunadamente no había alcanzado ningún nervio y con unos puntos ya podrían irse a cas. Pero que había que averiguar con lo que se había hecho el corte para saber si era necesario poner la antitetánica.

  • Victor – le dijo un médico – necesitamos saber con qué te cortaste ¿era un cuchillo viejo, estaba sucio, oxidado tal vez?
  • ¿Un cuchillo? – preguntó extrañado Simón, porque cuando llegaron los niños puso las herramientas  bajo llaves y nunca dejaba que sacaran los cuchillos de la cocina. Victor estaba demasiado concentrado en el médico que le estaba poniendo puntos como para pensar en la reacción de su padre
  • Nooo estaba limpio, yo mismo lo limpié, mire – y se metió la mano en el bolsillo de las bermudas y sacó una navajita suiza –  está bien – dijo con orgullo dejando que el médico examinara la navaja
  • Parece que si, que está bien – devolviéndole la navaja pero no a Victor sino a Simón –  pero por si acaso vamos  a darte un pinchacito para que no cojas el tétanos – dijo el médico sonriéndole dulcemente para no asustar más al niño
  • Pero yo no quiero ninguna otra inyección, que duelen – protestó Victor, que la inyección para dormirle la mano ya le había dolido horrores
  • Será un pinchacito, venga si ya nos has demostrado a todos lo valiente y fuerte que eres – le dijo el médico
  • Papaaaaaaaaa – pidió ayuda a su padre, Simón tuvo que dejar a un lado el enfado que le estaba recomiendo por dentro y miró con ternura a su hijo
  • Venga, Victor, yo me quedo contigo puedes apretarme la mano todo lo fuerte que quieras
  • No quiero apretarte la mano, no quiero inyecciones y punto, la navaja estaba limpia –  Victor estaba  a punto de iniciar una rabieta
  • Hijo – Simón presintiendo lo que podía desatarse allí en el box de urgencias decidió intentar razonar con el niño – si resulta que no estaba del todo bien la hoja de esa navaja podrían darte unas fiebres muy altas, te pondrías muy enfermo y entonces mamá y yo nos pondríamos muy tristes, anda hijo, vamos a dejar que nos pongan esa vacunita ¿eh?
  • Papaaaaaaaaa –  dijo llorando y abrazándose a Simón
  • Lo sé hijo, lo sé, te ponen la vacuna y ya nos vamos para casa ¿Verdad doctor? – dijo Simón buscando el apoyo del médico
  • Si, y ya hasta dentro de 10 días para ver esa mano ya te libero de mi tortura jejeje – dijo el médico que al tratar a diario con un montón de niños tenía la mano rota
  • Vaaaale pero quiero un helado después – dijo Victor sin dejar de llorar, cosa que le sorprendió mucho a Simón
  • Si quieres te compro el helado aquí mismo, en la cafetería del hospital, pero tienes que dejar que te pongan la vacuna
  • Vaaaaale – dijo apretándose más fuerte a Simón, el médico aprovechó y le bajó un pelín las bermudas y el calzoncillo y le pincho – aaaaaaaaaay ufff bwuaaaaaaaaaaa bwuaaaaaaa –  Victor lloraba como un auténtico niño de párvulos
  • Es normal hasta algunos adultos lloran – le aclaró el médico viendo la cara de alucine de Simón – Y ahora a por ese helado, porque caballero se lo ha bien ganado – dijo sonriéndole el médico mientras volvía a poner la ropa en su sitio –  Nos vemos en 10 días, si la herida supura o le da fiebre me lo traen antes – dijo el médico estrechándole la mano a Simón
  • Así lo haremos, muchas gracias doctor – y Simón salió con Victor de la mano, en la sala de espera estaban ya todos, Lucia y Eva se les habían unido hacía ya 10 minutos – Ya está, le han puesto 12 puntos y le han puesto la antitetánica, se ha portado como todo un valiente – dijo sonriéndole a su hijo que ya estaba sentado sobre el regazo de su madre dejando que lo mimara. Simón decidió que por hoy ya habían tenido suficientes lágrimas y decidió que dejaría al niño descansar tranquilo, mañana ya hablarían de jugar con navajas

Ni que mencionar que Victor se dejó mimar a base de bien por toda la familia, hacía ya años que no era tratado como un tesoro nacional, más o menos desde que empezara a ir a la escuela, pero aún recordaba lo genial que era que todos estuvieran dispuestos a hacer de todo para tenerlo feliz.
Pero los chicos son chicos y son por naturaleza curiosos, así que Ernesto y Olga le preguntaron cómo se había hecho el corte. Victor sabía que si les contaba la verdad Olga y Ernesto se iban a enfadar muchísimo con él. Porque se suponía que había devuelto la navaja pero no lo hizo, les mintió haciéndoles creer que la había devuelto después de que organizaran toda aquella pantomima. Victor se mordió el labio y dijo lo primero que se le pasó por la cabeza. Les dijo que había agarrado uno de los cuchillos de la cocina porque quería trasplantar una de las planta grandotas a dos macetas más pequeñas para ponerla una en cada esquina de la terraza.
Simón escuchó atento lo que Victor estaba explicando a su madre y hermanos, y aquello le rechinó en lo más profundo de su ser. ¿Porque estaría mintiendo el niño con lo de la navaja?. No tenía sentido ¿A menos que la navaja fuera de Ernesto y se la hubiera cogido sin permiso?. Simón dudaba mucho que Ernesto le dejara una navaja así a su hermano. Ernesto no era mucho de compartir sus cosas con su hermano. Después que los niños al fin se acostaran Lucia y él se quedaron a solas hablando. Fue entonces que se dio cuenta que habían más cosas que olían mal en la historia de Simón. Porque según Lucia, Ernesto no tenía ninguna navaja suiza, si que se la había pedido en alguna ocasión, incluso las navidades pasadas fueron a verlas en el centro comercial, pero al ver el precio que tenían el mismo Ernesto se había quitado la idea de tener una. ¿Entonces de dónde había salido esa navaja? De un amigo del cole seguro que no, estaban de vacaciones, los chicos del bloque ¿quizás? Que niño de 10 años tiene una navaja suiza ¿A parte de su hijo, claro?
Aquella noche ni Lucia ni Simón lograron descansar, no paraban de darle vueltas a lo que había pasado y a Simón encima le venía una y otra vez la imagen del pequeño con sangre por todas partes.
A la mañana siguiente Simón se levantó mucho antes de que sonara el despertador. Aquel día Lucia al sentir como Simón se levantaba no se hizo la remolona como hacía cuando no tenía que ir a rehabilitación o tenía recados. Se puso la bata y subió a la silla de ruedas. Era estúpido seguir en la cama si sabía que no iba a poder volver a dormirse. Simón y lucia fueron a la cocina y empezaron a preparar un señor desayuno, era muy temprano y tenían tiempo de sobras. Las magadalenas se estaban horneando aún cuando Olga asomó su naricita por la cocina.

  • Huele delicioso ¿Qué celebramos? – al ver las sartenes y los cacharros de por medio
  • Nada, tu padre y yo que no podíamos dormir – dijo Lucia forzando una sonrisa
  • ¿por Victor? – preguntó fisgoneando más de cerca lo que se cocía en los fogones
  • Sí, en parte – dijo su madre
  •  – Anda siéntate, el zumo está recién exprimido – dijo Lucia sirviéndole un vaso – ¿Ensalada de frutas? – pero Simón que sabía que le gustaba mucho, se había adelantado a su esposa, y  ya se la estaba sirviendo a la niña
  • Jo mamá, esto es desayuno de hotel – dijo alegremente – ¿lo del horno es bizcocho de naranja?
  • No, madeleines, pero si que le he puesto un poco de naranja rayada.
  • Ummmm esto va mejorando. Es raro que con el olor de bacón Ernesto y Victor no estén ya aquí
  • Sí, realmente hubiera apostado por ellos primero dijo Simón sonriéndole a Olga
  • Bacoooon – entró al cabo de un rato Ernesto haciéndose el sonámbulo
  • Anda, siéntate, que aún le queda un minutillo, ahí está la  fruta y el zumo – dijo señalándole con la rasera donde estaban las cosas –   Me querer bacón –  dijo imitando a un indio de las películas del oeste
  • Bacon no estar todavía – dijo Lucia haciendo también el indio –   ¿querer tostadas, cereales, sándwich de pepino, de huevo…? Eso si estar – dijo Lucia aguantándose la risa
  • Huevo frito, bacón, salchichas y tostadas y eso que huelo son magdalenas, eso también – dijo Simón sentándose al lado de su hermana y agarrando los cubiertos
  • Ernesto no seas comodón, ¿A parte de cocinarte también esperas que te sirva? – Simón le dijo sonriente
  • Hombre no vas a hacer ese feo, total ya estás ahí de píe – dijo burlonamente Ernesto
  • Ernesto no seas gandul, anda, que incluso te sentaste en la mesa en pijama – le riñó su madre
  • No es un pijama son mis bóxers y una camiseta – le aclaró su hijo
  • ¿Dormiste con eso? – preguntó su madre alzando una ceja porque esa discusión la habían tenido miles de veces
  • Si – dijo con cara de pillín, porque tenían la misma discusión cada fin de semana
  • Pues es tu pijama –  dijo Lucia aguantándose la risa
  • Es verano, mamá, venga, desmelénate un poco –  dijo mientras le robaba 3 uvas a Olga y se las metía a la vez en la boca
  • Mamáaaaaa – protestó Olga pero Simón ya le estaba poniendo un cuenco de fruta delante los morros a su hijo que felizmente lo tomó
  • ¿Hay batido de chocolate? – preguntó Ernesto antes que su madre empezara a reñirlo de nuevo
  • ¡No! – contestaron a la vez Simón y Lucia
  • Aguafiestas – dijo cruzándose de brazos como si fuera un niño pequeño
  • ¿Oye, y el enano? ¿Lo ataste a la cama otra vez? – le preguntó con maldad su hermana
  • No, está frito, las pastillas que le dieron ayer lo tumbaron, pero tranqui, ese en cuanto oiga el ruido de los cubiertos, salta de la cama
  • Ernesto, quería preguntarte una cosa antes de que tu hermano se levantara – dijo Simón poniéndose un poco serio pero no mucho no quería que Ernesto se pusiera en plan defensivo
  • Uyyyy papá que misterioso – dijo Ernesto guaseándose que estaba de muy buen humor
  • jejeje quizás quiera saber si te has duchado desde que llegaste de casa de Pascu jejeje – dijo Olga con malicia –  hueles a choto, Ernie, dios, aléjate un poco jajajaja
  • Muy graciosa, no huelo mal, deben ser tus pies lo que estás oliendo  – dijo con malicia Ernesto
  • Mamá – llamó la atención Olga a su madre para que hiciera retractarse a Ernesto
  • No empecéis, además no interrumpas a tu padre cuando está hablando en serio – le dijo Lucia a ambos pero esto último lo dijo mirando a Olga
  • Ayer cuando fuimos a urgencias con vuestro hermano le dijo al médico que se había cortado con esto – y sacó la navaja del bolsillo y la puso encima de la mesa. La cara de Olga y Ernesto se transformaron en el acto. Lucia y Simón se percataron de la cara de enfado de ambos – Tu madre me ha dicho que tu queráis una de estas pero que al final te decantaste por unas zapatillas deportivas como las de ese jugador de baloncesto que tanto te gusta. Pero… ¿podría ser que te la hubieran regalado alguno de tus tíos o primos o amigos por tu cumpleaños? – preguntó Simón de forma delicada no quería que Ernesto pensara que lo estaba culpando de nada
  • No – dijo no muy seguro Ernesto mientras Olga apretaba fuerte la mandíbula y los puños
  • ¿Olga, hija, tienes algo que decir? – ´le preguntó Lucia que veía que su pequeña estaba a puntito de convertirse en el increíble Hulk en cualquier momento. Olga respiró hondo intentando no perder las formas y miró a su hermano, su hermano la miró a ella. Estuvieron intercambiándose miradas un buen rato hasta que Lucia tuvo suficiente  – ¡Olga! ¿Se puede saber qué sabéis de esa navaja? ¿Y porque tu padre y yo no sabíamos hasta ayer nada de ella?
  • El idiota la robó
  • ¡Ernesto! – Simón empezó a reñir a Ernesto
  • No esté idiota, el otro idiota – dijo Olga rodando los ojos – Victor la robó – Olga le  aclaró –  cuando mi cumpleaños… se la hicimos devolver pero nos engañó, pero nos engañó – Olga estaba tan enfadada que ni ordenaba sus pensamientos –  nos dijo que la había devuelto, pero no la devolvió. Y ayer el muy idiota va y se corta por jugar con la puñetera navajita.
  • Espera, espera, espera  – dijo Lucia enfadada –  ¿qué es todo eso que la robó y la hicisteis devolver? – Ernesto fulminó con la mirada a Olga y Olga le devolvió la mirada de odio a su hermano, pero ninguno de los dos decía nada. Lucía harta de tantas miraditas dio un manotazo en la mesa que hizo que todo temblase –  ¡Olga, contéstame! – ordenó su madre con ese tono que pocas veces usaba Lucia. Olga refunfuñó pero estaba tan cabreada con Victor que creía que bien se merecía una buena bronca de sus padres. Pero Ernesto solo veía que si su hermana se chivaba acabarían recibiendo ellos  también cosa que parecía que su hermana no entendía
  • Fue cuando mi cumpleaños. Simón agarró esa navajita de una caja de herramientas que alguno de los operarios se debió dejar allí, cuando Ernesto se enteró me lo dijo y decidimos que iríamos al día siguiente y que la devolvería antes que la echaran de menos. Entonces te dije lo del pendiente y mientras hacía que lo buscaba él tenía que devolverla ¡Pero me engañó! – dijo Olga apretando fuertemente los músculos de la mandíbula
  • ¿Te engañó? ¿Quieres decir como tú hiciste con tu madre cuando le dijiste lo del pendiente? – dijo Simón muy serio – después ya hablaremos de eso de mentirnos y de ir tapándole a vuestro hermano las cagadas ahora lo importante es que todo a quedado en un susto. Pero os dais cuenta que podría haberse cortado un dedo o algo peor…debiste asegurar que la devolvía.
  • ¿Qué es culpa mía?¿Es eso lo que dices? No, señor, por ahí no paso, es SOLO culpa de ese idiota – refiriéndose a Victor – él la robó, él nos engañó y solo él, sabiendo que no puede jugar con cuchillos, se puso a hacer dios sabe qué con la navaja – protestó muy enfadada Olga, Ernesto abrió mucho los ojos, no podía creer que su hermana le estuviera hablando así a Simón
  • Olga, baja ese tonito de inmediato, soy tu padre no uno de tus amiguitos de la escuela – dijo Simón muy serio, pero debía de reconocer que Olga llevaba algo de razón, aunque no toda. Olga resopló pero se mantuvo con la boca cerrada – Lo que intentaba decir es que nada de esto hubiera pasado si cuando os enterasteis que vuestro hermano había robado esa navaja nos lo hubierais contado a vuestra madre o a mí, en vez de ir a nuestras espaldas.
  • No te ofendas pero uno no se chiva de sus hermanos ¿tú te chivabas de los tuyos? – dijo un poco gallita
  • Pero si os pasáis la vida acusándoos los unos a los otros – protestó Lucia y aprovechó para meter baza porque veía que la cosa estaba subiendo de tono –  mamá mira lo que ha hecho éste, mira lo que me ha dicho ésta… –  dijo Lucia imitando a sus hijos
  • Pero de chorradas  – protestó Ernesto que quizás con Simón no se atreviera a replicar pero con su madre aun le quedaba algo de valor
  • Precisamente es de las chorradas que os podríais ahorrar las quejas, y de las cosas serias como ésta de la que deberíais informarnos, aquí los padre somos nosotros dos, no vosotros y si vuestro hermano hace algo malo, somos nosotros quienes tenemos que decidir qué hacer – dijo Simón. Olga y Ernesto pusieron morros pero no le replicaron nada y fue precisamente durante ese silencio tenso e incomodo que Simón decidió hacer su entrada en la cocina
  • Buenos días. Ummmmm huele estupendo – dijo feliz Simón con su manita vendada mientras se sentaba en la que era su silla – ¡Estoy famélico! – Simón respiró hondo y les echó una mirada a Ernesto y a Olga para que cerraran el pico
  • Bueno, ahora ya podemos desayunar todos –  dijo Lucia, poniéndole un plato delante  Simón con Fruta y tortitas –  
  • ¿Quieres magdalenas?
  • No, pero quiero bacón y salchichotas – dijo super feliz –  ¿Mamá, me las cortas no puedo? – enseñándole la mano, Lucia le sonrió con cariño y empezó a cortarte las tortitas. Simón no tardó mucho en darse cuenta que pasaba algo, sus hermanos estaban extrañamente callados y Simón estaba sentado en la mesa pero solo los miraba, no daba ni un mordisquito ni siquiera a una tostada –  ¿Qué  pasa? – preguntó Victor finalmente viendo que nadie decía nada. Viendo que nadie le respondía, miró a Ernesto – ¿Qué has hecho? – le dijo flojito. Pero antes que Ernesto pudiera contestar Lucia  se adelantó
  • Víctor, lo mejor es que te  preocupes de ti y dejes a tu hermano tranquilo ¿eh? – pero Victor no supo leer entre líneas, esa era una de las típicas cosas que su madre les decía cuando alguno de ellos estaba en problemas y los otros hacían mofa
  • Jooooo yo nunca me entero de nada – protestó pero siguió poniéndose salchichas en el plato
  • Hijo, deja ya las salchichas, no te vas a comer todas esas – le riñó su madre
  • Sí que lo haré me muero de hambre, además ayer perdí mucho sangre y he de recuperarme, lo dijo el doctor ¿a qué si papá? –   dijo felizmente Victor y aquella frescura fue demasiado para Simón que viendo que iba a perder los papeles, decidió tomar su café en la terraza y que el aire de la mañana lo calamara un poco. Victor se quedó boquiabierto al ver como su padre salía de la cocina con esas malas pulgas sin contestarle
  • Vale, no me lo digáis, pero sea lo que sea papá está que trina –   dijo burlonamente Victor y siguió comiendo, ahora fue Olga la que no aguantó más y se levantó de la mesa
  • Ya no tengo más hambre ¿Puedo irme a mi habitación? – le pregunto de una forma muy tosca a su madre. Lucia asintió y Olga sin detenerse a recoger sus cacharros como hacía siempre salió de allí refunfuñando algo
  • ¿puedo yo también? – dijo Ernesto tímidamente viendo que a su madre no le había hecho ni pizca de gracia los malos modos de Olga
  • Sí, hijo, puedes. Después ya hablaremos tu padre y yo con vosotros  – dijo Lucia un poco más calmada y Ernesto perdió el culo por salir de allí. Victor siguió desayunando felizmente mientras intentaba hacer conversación con su madre que aunque algo distraída le dio conversación hasta que Simón volvió a entrar en la cocina pasado un buen rato. Victor miró con disimulo a su padre, parecía lago más tranquilo pero aún s ele notaba que estaba molesto. Victor pensó que estando su padre de ese humor lo mejor sería cavar de desayunar en silencio. Y en cuanto acabó salir del punto de mira de su padre, y así hizo
  • Riquísimo mamá  –  y le dio un beso en la mejilla a su madre y miró su reloj – Me bajo con Pedro, que vamos a… – pero Victor no acabó la frase que Simón lo miró fijamente y sacando la navajita de su bolsillo nuevamente y poniéndola sobre la mesa para llamar su atención empezó a hablar
  • No tan rápido, tenemos que hablar de lo de ayer – dijo muy serio Simón y Victor empezó a temer que el enfado de su padre no era con Ernesto sino con él. Victor se puso muy tenso y ni se atrevía  a mirar a la cara a su padre – ¿cómo te acabaste cortando en la mano?  Porque al doctor y a mi nos contaste que fue con esta navaja – agarrando de nuevo la navaja – pero a tu madre y hermanos les dijiste que fue con un cuchillo de la cocina –  Victor tragó saliva
  • Fue con la navaja – dijo nervioso y mirando de reojo la reacción de su madre, pero Lucia no pareció enfadarse especialmente, con lo que respiró algo aliviado
  • ¿Y de dónde sacaste esa navaja? Porque no es de la casa
  • Es de un amigo
  • ¿qué amigo? – preguntó Simón sin dejarle casi tiempo a pensar
  • De uno, del parque
  • Su nombre – exigió Simón
  • Andrés – dijo el primer nombre que se le ocurrió y aquello hizo que Simón se enfadara aún más. Qué manía tenían los niños de intentar siempre primero mentirles y solo cuando se les pillaba en la mentira  reconocer la verdad. Victor se dio cuenta de inmediato que su padre estaba ahora aún más enojado y lo que era peor ahora también se veía enojada a su madre – creo –  dijo no muy seguro
  • ¿Crees? Te lo voy a preguntar solo una vez más Victor – Simón dijo como si en vez de su hijo de casi 10 años estuviera hablando con un competidor –  así que antes de respondernos, piénsalo bien y haz memoria –  eso era una amenaza más que un aviso y Victor lo sabía – ¿De dónde sacaste esa navaja?
  • Me la encontré – dijo en un hilito de voz y mirando de reojo a su padre para ver si esa respuesta lo había hecho cabrear más o por lo contrario se veía menos tenso
  • ¿Dónde? – dijo Lucia, viendo que Simón no era de los que le gustaba jugar al juego de las adivinanzas. Simón se encogió de hombros – hijo, te he preguntado dónde te la encontraste
  • No sé – dijo esta vez en voz alta
  • ¿Nos quieres hacer creer que no recuerdas donde encontraste una navaja tan bonita como esa? – Victor tragó saliva porque su madre pocas veces usaba la ironía ella era de preguntas directas. Victor empezó a llorar estaba claro que sus padres estaban enfadados con él por haber estado jugando con una navaja si se enteraban que la navaja era robada se iban a poner furiosos
  • No lo sé bwuaaaaaaaaa – y cuando Simón oyó el llanto de Victor ya no pudo más y saltó
  • ¿No lo sabes? ¡No lo sabes! –y en dos zancadas se puso al lado de su hijo lo garró por el brazo, lo sacó de su silla y lo zarandeó un par de veces – Victor deja ese berrinche porque te voy a dar yo razones de verdad para llorar. Tu madre te ha preguntado de donde sacaste la navaja, contéstale! – Victor notaba como su padre apretaba fuerte su agarre y aquello en vez de hacerle soltar la lengua hizo que empezara a llorar más fuerte – PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS – Simón tuvo ya suficiente de tanta tontería y le dio 6 duras palmadas – ¡RESPÓNDELE! –  le ordenó tras darle la sexta palmada
  • La agarré de una caja de herramientas en el salón de la fiesta de Olga bwuaaaaaaaaaaaaaa – dijo y corrió a abrazarse a su madre en busca de consuelo. Simón estaba siendo muy malo con él
  • ¿Agarraste, querrás decir robaste, no? – dijo aún más enfadado Simón mientras Lucia abrazaba a su hijo pero no lo consolaba solo intentaba mantenerse calmada y no estrangularlo allí mismo
  • Bwuaaaaaaaaaaaaaaa – Victor solo lloraba ocultando su cara en el hombro de su madre
  • Robaste esta navaja en la fiesta de Olga, pero de eso hace ya más de un mes, la has tenido escondida todo este tiempo ¿no? La escondiste porque sabías que estuvo mal robarla y porque sabías que ni tu madre ni yo te daríamos permiso para tener una navaja – dijo Simón sin apartar la mirada del niño aunque el niño no lo mirara a él
  • Hijo – Lucia empezó a separar un poco a su hijo para mirarlo a la cara y le levantó la barbilla para que la mirara a los ojos – ¿Robaste esa navaja? – Victor asintió con la cabeza entre sollozos – ¿Y la has tenido escondida todo este tiempo? –  Victor volvió a asentir  pero sin dejar de llorar – ¿Tus hermanos sabían algo de esto? – Lucia no esperaba que Victor delatase a sus hermanos, sabía que el pequeño tenía mucha lealtad con su hermano pero también era cierto que alguna vez para fastidiar se había chivado de ellos
  • Bwuaaaaaaaaa  – y Victor fue de nuevo a cobijarse entre los brazos de su madre pero esta vez Lucia no le dejó
  • Victor, te he hecho una pregunta ¿Tus hermanos sabían algo de esto? –  repitió su madre pero de una forma más dulce
  • Noooooo bwuaaaaaaaaaa –Y Victor pudo ver la cara de decepción de su madre, la había cagado estaba claro que sus padres lo sabían todo – al principio si, pero después no – decidió que lo mejor sería confesar, ya que al fin de cuentas, ya lo sabían todo
  • Explícate – intervino de nuevo Simón –  que quería oírlo de la boca de Victor.
  • Cuando cogí la navaja se la enseñé a Ernesto pero Ernesto se enfadó y me dijo que tenía que devolverla, y como estaba castigado y no podía salir le pidió a Olga que me acompañara a devolverla, pero era mía – protestó pero la protesta se ahogó al ver la mirada de su padre y de su madre – y yo le dije a Olga que la había devuelto pero me la escondí bwuaaaaaaaaaaaaa – y tras la confesión volvió a llorar a pleno pulmón
  • ¿y que estabas haciendo ayer para cortarte? – preguntó Simón que tras haber ido a tomar el café a la terraza se había hecho una pequeña idea de cómo se había acabado cortando Victor
  • Bwuaaaaaaaaaaa  – Victor lloraba pero no contestaba, sabía que estaba metido en un lío de pelotas y que su padre lo iba a castigar, y que no iba a ser como la última vez, esta vez iba a ser como con Ernesto
  • ¿Hijo, qué hacías? – probó esta vez su madre a ver si había más suerte con ella, pero Victor ya no oía que decían sus padres solo oía su propio llanto – por favor, hijo, deja de llorar y contéstame – dijo en un tono más apaciguador
  • Bwuaaaaaaaaaaaaa – ahora Victor estaba en pleno berrinche y sus padres lo sabían, no lograrían nada hasta que se calmara. Pero Simón estaba demasiado enfadado como para tener la paciencia de dejar que le chico se fuera apagando solo. Lo agarró de nuevo del brazo y arrastras lo llevó hasta la terraza. Allí lo puso a menos de un milímetro de uno de los dos limoneros que tenían en unos enormes macetones
  • ¿Esto? ¿Esto era lo que hacías, eh? – señalando el nombre grabado en el tronco del árbol – ¡Grabar tu nombre en el árbol! – hay que ser idiota, pensó Simón, encima había firmado su fechoría – ¡Te das cuenta que te podías haber cortado un dedo o algo peor solo por escribir tu nombre en el arbolito, eh! Plass Plass plass plass – y Simón se desquitó con las 4 palmadas más duras que había dado en su vida – Ahora estoy demasiado enfadado contigo, voy a dar unos largos a la piscina  a ver si me calmo y cuando regrese ya trataremos tu y yo lo de robar, mentir, y juagar con cuchillos. Quítate de mi vista porque no respondo – le dijo soltándolo y Victor empezó a llorar aun más fuerte, cosa que solo le valió para ganarse otra nalgada –  PLASS ya, Victor. Corta ya esa llorera.  Conmigo las lágrimas de cocodrilo no funcionan, PLASS  – y viendo que el niño no cortaba el berrinche le dio una palmada más – a tu cuarto – Victor salió de la terraza corriendo entre llantos

Lucia vio pasar llorando a su hijo y miró a su marido que estaba en la terraza intentando algún tipo de ejercicio respiratorio. Al cabo de unos segundos Simón entró de nuevo en el salón y le dijo a su esposa que bajaba a la piscina, necesitaba calmarse. Lucia también estaba demasiado enfadada así que decidió que mientras Simón se iba a nadar ella se pondría a mirar hoteles en Florencia y Boloña  por internet. A su marido le relajaba nadar a ella navegar por internet.
Cuando Victor entró en su cuarto rojo como un tomate, con la cara desencajada y llorando a pleno pulmón, Ernesto supuso que su padre lo había zurrado de lo lindo y empezó a consolarlo. Intentando hacerlo reír, eso siempre funcionaba con sus hermanos. Después de decir unas cuantas payasadas, Victor logró calmarse. Ernesto sabía que esa vez su hermano la había bien cagado y que Simón no había sido injusto castigándolo, Victor no se daba cuenta que podía haberse hecho algo peor que unos cuantos puntos y un pinchacito. Y Ernesto se sentía lago responsable y culpable por aquello, se decía así mismo que debió asegurarse mejor que el idiota de su hermano realmente había devuelto la navaja. No debió de confiar así, al fin y al cabo Victor eso solo un crio. No fue hasta que al cabo de unas horas escucharon la puerta que Ernesto supo que Simón aún no había castigado a su hermano. Y se enteró porque en cuanto escuchó la puerta empezó de nuevoa  llorar y a balbucear que “papá me va a pegar” entre llantos. Ernesto no sabía si darle un cocotazo para que dejara la pantomima o abrazarlo y consolarlo. Pero antes que pudiera decidirse, su padre los llamó a él y a su hermana. Victor se calló de golpe al oír a su padre chillar “¡Ernesto! ¡Olga! Al salón, ya!”y Ernesto puso una mueca de disgusto pero salió de la habitación no sin antes darle un consejo a su hermano “si papá te ve llorar así, se va a cabrear aún más, y no te conviene, tu cállate, pide perdón y reza porque nosotros le hayamos cansado la mano”. Victor miró a su hermano alucinado y pensó en lo que acababa de decir Ernesto. ¿También iba a pegarlos a ellos? Pero si ellos no habían hecho nada malo y esta vez las lágrimas que salieron no fueron de miedo sino de culpabilidad.
Olga y Ernesto se miraron mutuamente, sabían que Simón no estaba nada contento y su madre los miraba como si hubieran quitado el asiento a una ancianita. Ernesto se había puesto en lo peor, sabía que su padre no aprobaba lo que habían hecho Olga y él. Y no era idiota sabía que en el libro del buen hijo, estaba escrito en letra mayúscula y negrita que son los padres los que deben educar a los hijos, no los hermanos mayores.
Olga estaba aún enfadada con Victor, se sentía traicionada. Ese mocoso le había hecho mentirle a su madre para nada. No esquele preocupara mucho lo de mentir a su madre. Lo que le fastidiaba es que había puesto en peligro su fiesta de cumpleaños y el estúpido ese no solo no había devuelto aquello que nunca debió coger sino que encima le había mentido a la cara. Ella se había sacrificado y él la había engañado. Se podía esperar eso de Ernesto pero no de Victor. Andaba vendida con esos dos.
Lucia no sabía ni por dónde empezar, entendía que sus hijos no fueran unos acusicas, incluso aplaudía la decisión de hacerle devolver a su hermanito aquello que había robado robado lo que no le hacía tanta gracia es que siendo lago tan grave como es robar se lo hubieran ocultado a ella y a simón. Sobre todo a ella, para ser sinceros.
Simón después de más de 90 minutos de natación veía las cosas un poco más claras. Estaba mal ir a sus espaldas pero Olga llevaba razón, de estar en los zapatos de ellos hubiera hecho lo mismo. Pero ahora no estaba en los zapatos de Olga y Ernesto, estaba en los zapatos de sus padres, ahora era padre, no hijo o hermano. Y también tenía claro como hubieran tratado ese asunto sus padres. Tan malo es hacerlo como ocultarlo, que decía su madre. Y esa frase era la que le venía rondando desde que los vio sentados en el sofá esperando una buena bronca.

  • Los próximos 8 días no va haber ni teléfono, ni salidas, ni paga, ni televisión para ninguno de vosotros dos. A lo que dediquéis el tiempo es asunto vuestro pero ya me habéis oído nada de tele, teléfono, ordenador, videoconsolas, ni salidas en los próximos 8 días
  • ¿Qué? – protestó Olga – eso no solo es injusto sino que es super desproporcionado –  Ernesto se calló porque si solo era eso aún podía dar gracias, ya se esperaba que su padre le zurrara al igual que lo iba a hacer con Victor
  • Olga, hija, mejor te callas la boquita, que tu padre aún está siendo muy generoso con vosotros dos – dijo Lucia avisando a su hija, que no parecía darse cuenta que Simón no estaba con paciencia para discusiones
  • ¿Generoso? Estarás de broma, mamá – dijo indignada Olga que no se dio cuenta de la mirada que Ernesto le echó
  • Olga, mentiste a tu madre con lo del pendiente, la mentiste para ocultar algo mucho peor que una mentira, para ocultar un delito. A ti que te gusta tanto pleitear, ya deberías saber que Robar es un delito. Sé que Victor es vuestro hermano, pero también es nuestro hijo ¿qué pensaba que íbamos a hacer? ¿Llevarlo preso?
  • No – dijo Olga reticente. Tanto Ernesto como Olga sabían perfectamente que si lo hubieran dicho a sus padres Simón hubiera zurrado a Victor por robar y precisamente por evitarle esa zurra que no les habían dicho nada
  • Lo hubiéramos castigado, lo mismo que si hubierais sido vosotros los que hubierais robado esa navaja, robar está mal no solo porque s un delito sino porque es una falta de respeto a la propiedad de otro. A vosotros no os gastaría que os quitasen vuestras cosas ¿verdad? – ahí estaba Lucia sermoneándolos como si en vez de 15 años tuvieran 4, ambos chicos no pudieron evitar poner cara de aburrimiento, cosa que hizo que a Lucia se la llevaron los demonios
  • Aunque obrasteis con bastante acierto haciéndole devolver la navaja, No es vuestra labor educar a vuestro hermanito, esa es la nuestra. Y nosotros somos quienes decidimos como hacerlo. Y el hecho que Victor se acabara cortando demuestra precisamente eso, que aún no sois lo suficientemente maduros ni tenéis la suficiente experiencia para saber cómo educar a un niño –  Simón respiró hondo y los miró con menos dureza – Hacerle devolver la navaja estuvo bien, pero os quedó la parte de aseguraros, de que se disculpara y si, hijos, si, la que estáis pensando también, el castigo – dijo Simón alzando una ceja, ¿esos dos acaso pensaban que él nunca fue hijo o hermano o peor que ya era tan viejo que ni lo recordaba?
  • Como nuestra labor es educaros a los tres – haciendo hincapié en los 3 – no estaría bien que os diéramos la sensación que ocultarnos cosas está bien así que por eso se os castiga para reafirmar la lección.  Pero si no estás de acuerdo con el castigo hija, conozco otras formas de reafirmar la lección – dijo Simón remangándose las mangas
  • No, no, no – saltó Ernesto que se puso entre su hermana y su padre – ese castigo está bien, está genial, papá – dijo mirando fijamente a su hermana par que se bajara del burro. Simón alzó una ceja y miró fijamente a Olga esperando una respuesta
  • Está bien  – dijo flojito y sin mirarlo a la cara
  • No, si al final se nos dará bien esto de ser padres ¿eh, Lucia? –  dijo burlonamente Simón
  • No sé, no sé, que ellos estén de acuerdo suele indicar que estamos siendo blandos… – ahora era Lucia la que le tocaba tomarles un poco el pelo
  • No, mamá estáis siendo super severos, Eyyy recuerda que ni tan siquiera fuimos nosotros los que robamos y ya ves, castigados –   dijo Ernesto rápidamente porque sabía que Olga al igual que su madre era de mecha corta y podría saltar en cualquier momento y aún se llevarían una zurra por protestar – sois la repolla de duros, mamá
  • ¡Ernesto! Quizás no te ponga sobre mis rodillas pero aún te puedo lavar la boca como hizo tu padre con  tu hermano hace unos días ¿eh? – dijo Lucia cortando así el buen rollito
  • Lo siento – dijo Ernesto blanco rojo como un tomate
  • ¿Al menos puedo decirles a mis amigas que estaré castigada, que no piensen que soy una estúpida por no contestar a sus mensajes? – dijo Olga al darse por vencida pero aún manteniendo algo de dignidad
  • Ahora llamaremos a vuestro hermano y hablaremos con él –  Olga y Ernesto rodaron los ojos cuando Lucia dijo lo de “hablaremos” ambos sabían que iban a haber algo más que palabras – cuando hayamos acabado quiero ver vuestros teléfonos y demás aparatitos encima de la cama de nuestra habitación. Todos los aparatitos eléctricos ¿eh? – eso iba especialmente por Olga que siempre encontraba la forma de retorcer las palabras para hacerlas venir a su comodidad
  • El ordenador también, pesa mucho y… –  empezó a decir Ernesto medio riendo
  • El ordenador se puede quedar, con que me traigas el cable que lo conecta a la red ya me vale – dijo Simón que no era idiota. Ernesto borró la sonrisita y retorció el hocico molesto, pero no dijo nada –  Ahora iros, que vuestra madre y yo tenemos que hablar con Victor. Ernesto haz el favor de decirle a tu hermano que venga – dijo Simón antes que Ernesto Y Olga salieran del salón

Victor no se dio mucha prisa por aparecer por el salón, lo cierto es que Lucia estaba  apuntito de irlo a buscar ella misma cuando el niño pareció en el salón con los ojos hinchadísimos de hacerse dado un panzón de llorar. Nada más ver a sus padres y las caras de enfado que tenían hizo que Victor volviera a ponerse a llorar. Aquello le llevaba los demonios a Simón y a Lucia le hacía  sentirse fatal porque el crio se estaba llevando un disgustazo y después encima iba  llorar a gusto porque iban darle un buen escarmiento. Lucía sacó un pañuelo del bolsillo y se lo dio a su hijo para que se secara las lágrimas, Victor lo agarró pero fue peor el llanto aumento en vez de cortarse.

  • Hijo, no sé ni que decir. Desde pequeño que te he enseñado que no puedes coger aquello que no es tuyo. ¿no sé  que te ha hecho creer que coger esa navaja estaba bien? – dijo Lucia que no quería alargar aquello más – y después en vez de devolverlo cuando tuviste la ocasión engañaste a tus hermanos y te lo quedaste. Es que no lo entiendo, Victor, de verdad, no lo entiendo.
  • Mamá, yo, yo bwuaaaaaaaaa lo sientoooooooo
  • Ya hijo, eso me queda claro, no hay nada más que ver el disgusto que tienes – haciendo alusión a la cara congestionada y al llanto –  pero lo que sigue sorprendiéndome  es que no solo se te pasara por la cabeza robar algo sino que lo hicieras y que no quisieras enmendar tu error. No me cabe en la cabeza que mi Victor sea así.
  • Además está lo de jugar con cuchillos, tienes casi 10 años Victor ¿Hemos de empezar ahora a poner protección en los armarios? ¿he de comprar también protectores para los enchufes? – Simón se puso ambas manos en la cadera, eso significaba que estaba sin paciencia
  • Bwuaaa nooo no estaba jugando – dijo protestando un poco ofendido
  • ¿Ah no? ¿Y cómo lo llamas tú a lo de ahí fuera? – refiriéndose a lo de tallar su nombre en el arbolito de la terraza. Victor no sabía que nombre ponerle pero él no estaba jugando
  • Tu hermano de 15 años no lleva navajas, ¡por dios, solo los delincuentes llevan navajas! – dijo Lucia
  • Ernesto no lleva porque la navaja que le gustaba era muy cara, y los operarios también llevan navajas en…
  • Si los operarios que no han sido robados por un mocoso contestón, llevan navajas entre sus herramientas de trabajo – saltó Simón al ver que el niño le replicaba a su madre – Pero tú ni eres un operario ni tienes 15 años y el permiso de tu madre – Victor bajó la cabeza y se calló al ver que no tenía que decir a eso
  • ¿me vas a pegar? – preguntó otra vez con lágrimas al ver que ni su madre ni su padre decían nada más y solo lo miraba de arriba abajo fijamente
  • Oh y tanto que si – le confirmó Simón y a continuación respiró hondo y contó hasta 20. Y alzó un dedo – Has robado aún sabiendo que está mal robar  – alzó otro dedo – Cuando se te dio la oportunidad de arreglar tu error recurriste al engaño para quedarte con aquello que no era tuyo – alzó otro dedo – Has jugado con cuchillos cuando sabes que son muy peligrosos – y alzó otro dedo – Y has permitido  que tus hermanos nos mintiesen y se metieran en líos con nosotros para salvarte el culo. ¿Crees que ellos te hubieran dejado que te metieras en líos y nos mintieras por ellos? – Victor negó con la cabeza y un par de lágrimas se le escaparon de nuevo. Simón al menos respiró aliviado al ver que había lago de culpa en aquel pequeño ladronzuelo – Mírame a los ojos y dime que no te mereces que te dé unos buenos azotes – le dijo Simón muy serio. Victor se quedó un segundo pensando ¿y si le decía que no? ¿quizás no se los diese? Imposible sus padres estaban muy enfadados con él y seguramente solo lograría enfadarlos más
  • ¿Me vas a pegar con el cepillo? – fue la respuesta de Victor, que desde siempre aquel había sido su gran temor. Simón ni se había planteado como castigarlo. Sabía que el niño se había ganado una buena zurra pero no es como si en eso de castigar hubiera un libro de equivalencias o algo así. Simón miró a su esposa, buscando algo de ayuda
  • Cuando tenía más o menos tu edad le quité un goma de borrar con forma de ranita a mi prima Isabel, cuando mi madre lo descubrió me dio una buena tunda con su vieja alpargata. Hijo te aseguro que no volví a tocar nada que no fuera mío – dijo Lucia a su hijo pero en verdad se lo estaba diciendo a su marido. Victor en el pasado se había llevado algún que otro zapatillazo de su madre pero jamás más de 3 o 4 y algo le decía que esta vez serían muchos más. Así que al oír eso empezó de nuevo a llorar y a suplicar clemencia, perdón y auxilio. Simón al ver de nuevo todo aquel drama respiró hondo y negó con la cabeza. Ya tenía suficiente de tanto melodrama agarró al niño por el brazo, le bajó de un tirón las bermudas y tras sentarse en el sofá colocó al niño sobre su regazo y empezó a castigar el trasero de su hijo. Victor no había dejado de llorar ni un instante, primero por miedo, después para intentar que su padre sintiera pena por él y ya después porque dolía
  • PLASS PLASS PLASS – Simón no se estaba dando prisa, daba su tiempo entre nalgada y nalgada, había aprendido con Ernesto que si iba muy rápido para acabar antes era mucho más doloroso y el niño no aprendía nada solo sentía el dolor
  • Aaaaaaaaaaau bwuaaaaaaaaaaaaaaa bwuaaaaaa – Simón lloraba, pataleaba, y se retorcía como una culebrilla intentando escapar del agarre de su padre
  • PLASS PLASS PLASS Que sea la última vez que coges algo que no es tuyo PLASS PLASS PLASS no tienes necesidad alguna para robar PLASS PLASS PLASS y quizás a la persona a quien robaste si que pase necesidades a causa de tu robo PLASS PLASS PLASSPLASS PLASS PLASS robar no solo es un delito sino que es moralmente reprochable PLASS PLASS PLASS las cosas valen dinero y esfuerzo, y el dinero cuesta ganarlo y si fuera un recuerdo, el regalo de alguien muy apreciado ¿te gustarían que te quitaran tus tesoros? PLASS PLASS PLASSPLASS PLASS PLASS – Simón iba dándole un sermón a la vez que zurraba el culete de Victor. Simón tenía que centrarse en el discurso porque si se centraba en la zurra se le rompía la voluntad y dejaba sin castigo a su hijo
  • Aaaaaaaaaaaaau bwuaaaaaaaaaaaaaaa bwuaaaaaa lo sientooooo lo sientoooo papi, lo sientoooooo nunca más lo juro bwuaaaaaaaaaaaaaaaa – Victor empezaba a pensar que su padre iba a zurrarlo de por vida pero realmente apenas llevaba un minuto
  • PLASSPLASS PLASS PLASS 
  • Victor Andrés Soto si te vuelvo a pillar jugando con navajas o cuchillos créeme que esta zurra te va parecer un paseíto por el campo comparado con la que te daré PLASSPLASS PLASS PLASS. Los cuchillos cortan PLASSPLASS PLASS PLASS, se pueden clavar PLASSPLASS PLASS PLASS, no solo te pueden lastimar como lo hicieron PLASSPLASS PLASS PLASS, los cuchillos matan PLASSPLASS PLASS PLASS.
  • Aaaaaaaaaaaaau bwuaaaaaaaaaaaaaaa bwuaaaaaa lo sientooooo lo sientoooo papi, perdóname papa, perdón bwuaaaaaaaaaaa Nunca más bwuaaaaaaaa – ahora sí que dolía horrores no iba a poder sentarse en su vida y de repente su padre se detuvo, no solo se detuvo sino que dejó que se moviera y se levantara de su regazo. Cuando Victor fue a recoger las bermudas que con tanto pataleo habían acabado en el suelo su padre le agarró de la mano
  • Debajo de mi cama hay unas alpargatas marrón oscuro, tráeme una  – dijo Simón intentando sonar seguro y firme pero no aterrador. Difícil tarea  cuando estás diciendo tráeme una alpargata para que te zurre
  • Nooooooooooo – Y Victor se abrazó fuerte al cuello de su padre y lloró desconsoladamente. Esta vez Simón no tuvo que mirar a su esposa para pedir ayuda
  • Victor, tu padre te ha pedido que le traigas la zapatilla, obedece – le dijo Lucia pero Victor seguía aferrado al cuello de su padre como si fuera el último chaleco salvavidas. Lucia aguardó unos minutos pero el niño parecía adherido a su padre –  Victor, la zapatilla – dijo una vez más y esperó otro buen rato a ver si el niño se calmaba. Lucia conocía bien a sus hijos y sabía que ya  hacía buen rato que aquellas lágrimas eran de cocodrilo pero parecía que empezaban a afectar a Simón que la miraba con cara de cachorrito abandonado –  Victor si cuento hasta 3 y no has ido a por esa zapatilla, yo misma iré pero lo que agarre no será la zapatilla sino una correa de las de tu padre – y aquello pareció der una especie de abracadabra porque no solo el niño dejó de llorar, sino que se despegó del cuello de su padre y salió corriendo a por la zapatilla, en menos de 5 segundos Victor estaba de nuevo en el salón entregándole la zapatilla a su padre en mano. Lucia miró a su marido y rodó los ojos que seguía con la boca abierta. Lucia pensó que simón tenía suerte de no haberse tenido que enfrentar a Olga cuando tenía la edad de Victor. Victor se colocó solo sobre el regazo de su padre y agarró un cojín fuertemente como si con eso fuera a doler menos, aquella sumisión repentina hizo que Victor siguiera alucinando un poco más. Hasta el punto que Lucia tuvo que carraspear para sacarlo de su ensimismamiento
  • Solo serán DIEZ – después de oír eso Victor gustosamente lo hubiera mandado al infierno –  pero después de cada una quiero oír como dices NO ROBARÉ NI JUGARÉ CON COSAS QUE SEAN PELIGROSAS –  Simón decidió que lo haría así, cuando le hizo hacer lo mismo a Ernesto le dio la sensación que el chico se quedaba más con la letra de la canción que con el ritmo. Y eso es lo que buscaba ahora mismo con Victor
  • Bwuaaaaaaaaaaaa por favor papá, por favor, ya no más aprendí, ya aprendí, nunca más haré nada malo, seré el mejor hijo del mundo, nunca robaré, ni mentiré, ni haré cosas malas –  comenzó a decir Victor buscando una última oportunidad de reblandecer el corazón de su padre
  • ¿Victor? ¿Me has oído lo que te acabo de decir? después de cada azote dirás NO ROBARÉ NI JUGARÉ CON COSAS QUE SEAN PELIGROSAS
  • Bwuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
  • Victor voy a empezar ahora y si no oigo de tus labios NO ROBARÉ NI JUGARÉ CON COSAS QUE SEAN PELIGROSAS dejaré la zapatilla seguiré con la mano y cuando vea que entras en razón volveremos a probar lo de azote-replica, azote-replica – Simón esperaba que como había sucedido con Lucia la amenaza surgiera efecto. Afortunadamente Victor era como un libro abierto
  • Bwuaaaaaaaaaaaaa nooo, noooo , entendí – y ocultó la carita en el cojín
  • Plack – el primer zapatillazo cubrió la totalidad del trasero de Victor, Victor dio un pequeño respingo pero no perdió tiempo en dar la replica
  • NO ROBARÉ NI JUGARÉ CON COSAS QUE SEAN PELIGROSAS bwuaaaaa – pero el llanto no era tan alto esta vez no había nada de teatralidad en aquel llanto
  • Plack – Simón dejó caer el siguiente un poco más relajado, ya no sentía como si estuviera torturando a un bebé
  • NO ROBARÉ NI JUGARÉ CON COSAS QUE SEAN PELIGROSAS snif snif  – Victor dejó de exagerar los gritos y se resignó finalmente que iba a recibir esas últimas estocadas si o si. Su padre era un hombre hielo. Simón cumplió su palabra como era de esperar y Victor ya no opuso mucha resistencia en esas últimas nalgadas. En cuanto cayó la zapatilla por última vez sobre el ya más que rojo trasero de Victor, Simón dejó la zapatilla y corrió a abrazarlo y a consolarlo. Pero se quedó con tres palmos de narices cuando el niño una vez ya estuvo más tranquilo, se alejó de él y fue en búsqueda del consuelo y amor de su madre. Lucia miró a su marido y le sonrió
  • Shhh mi bebé shhh mami te tiene, shhhhhhh mi bebé ya está, yaaaaa – Victor estaba sobre el regazo de su madre en la silla de ruedas, no lloraba ya, solo estaba abrazado dejando que lo acariciara y le susurrara puras dulzuras. No fue hasta que sonó el teléfono que Victor salió de esa especie de trance y se percató que estaba sobre el regazo de su madre desnudo de cintura para abajo. De una forma muy cómica se bajó y corrió a ponerse las bermudas. Entonces se dio esa situación tan incómoda que se dá justo después que te han regañado y te tienes que quedar en el mismo salón que la persona que te regañó por un buen rato más
  • ¿Me puedo ir a mi habitación? – dijo finalmente Victor
  • Claro, hijo – dijo Simón intentando sonar lo más dulce posible
  • ¿Papá? ¿yo?, ¿Yo también estoy castigado? – preguntó aunque realmente no quería oír la respuesta
  • Hasta que nos vayamos a Suiza – dijo Simón sabiendo que sonaría como un monstruo y ya no quería ser el malo más. La primera reacción de Victor fue abrir mucho los ojos y mirarlo con horror, pero al cabo de unos segundos se hundió de hombros, suspiró y forzó una sonrisa
  • Supongo que es justo, Olga y Ernesto estarán 8 días ¿no?
  • ¿Nos has oído? – preguntó Simón que por lo visto se le había olvidado lo cotilla que era su hijo con todo lo relacionado con sus hermanos. Victor asintió con cara de pillín. Simón parpadeó varias veces, no podía creer que le niño acabara de mirarlo así, como si nada, Simón llegó a pensar por unos instantes que el niño lo odiaría de por vida
  • ¿Yo también tengo que dejarte mi videoconsola en vuestra cama?
  • Y la tablet – dijo Lucia apartándose un segundo del teléfono para volver de nuevo a la conversación
  • Ya has oído a tu madre.
  • Vaya mier…caca – dijo con cara de terror
  • Anda ve, y cuando los hayas dejados, vienes a la cocina y me ayudas a recoger –  le dijo su padre dulcemente como si no acabará de zurrarlo de lo lindo
  • ¿Yo solo? – recordando todo los cacharros que habían esta mañana
  • Yo te ayudo, además lo bueno de recoger la cocina es que puedes picotear de las sobras – y la cara de Victor se iluminó de repente al recordar todas las cosas ricas que habían sobrado y salió corriendo del salón para dejar sus juguetes sobre la cama de sus padres y “ayudar” a recoger la cocina. Victor en el fondo sabía que ser el pequeño tenía sus ventajas eso jamás se lo habrían ofrecido a ninguno de sus hermanos, ni a Olga




6 comentarios:

  1. MI querida Litlle, aunque me parece injusto que castiguen a Ernesto, jejejej... estoy de acuerdo que Olga se merecía el mismo trato, y el pequeño pago su deuda con creces.

    Me ha gustado mucho este capitulo, porque hubo de todo, mamá apoyando incondicional aunque también es una mente maligna al sugerir la alpargata, jejeje
    Ernesto y Olga pues que digo, la lealtad de hermanos con condiciones, no olvidemos la fiesta con baile obligado jjjj aun cuando EL JEFE los retee por ocultar el detalle, y no haya dicho mucho como felicitarlos por instar a actuar bien a su hermano, imagino que esta cálidamente sorprendido

    Un abrazo guapa, me encanto tu relato.

    Hasta la proxima aventura

    Marambra

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  2. Me encanto gracias por continuar esta historia

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  3. Yo que- habia quedado contenta de que victor se salve por lo de la navaja y va y mete la pata. Pobres los hermanos que salieron salpicados, aunque se lo merecian un poco despues de todos no era altruismo por lo que le taaron las cosas al hermanito sini para evitar poner a sus padres de malas cuando tenian ellos cosas en juego. Por lo menos la fista y el viaje salieron bien. Y claro victor no vuelve a decir una palabrota, a robar ni a jugar con cuchillos jejejej Muy buena actualización, aunque por ratos creo que se cambiaron los nombres de Simón y Víctor aún así se entiende perfecto.

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  4. Vaya...si que Victor es afortunado...jajajaja....realmente es un pillin. Y estoy de acuerdo en que castigara a sus hermanos por taparlo.
    Bueno a ver si se portan bien en su viaje
    Hasta pronto

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  5. ^Capitulo esquisito y la verdad en serio qeu me imaginaba que victor ya le iban a dar con el cinturon la verdad aunqeu sea uno o dos, please continua lo mas pronto el capi del jefe que me fascino

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  6. Ya era justo que le tocara a Víctor... Porque se pasa, todavía de que lo ayudan va y engaña a sus hermanos!!
    Que bueno saber que Ernesto no se quedó sin viaje!!!
    Estupenda actualización Little!!!!

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