martes, 8 de octubre de 2019

La apuesta: Microcorto 8; Autora Nicole

La apuesta
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Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 8 de Octubre del 2019.
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Microcorto 8
Después de la apuesta
Autora: Nicole

  • ¿Qué pensás hacer Brian? – preguntó Camilo todavía preocupado y es que su primo era impredecible la mayor parte del tiempo
  • Relajate pues ome, solo va a dormir un ratico – dijo con una sonrisa maliciosa en los labios
  • ¡¿Cómo?! Enserio estás  loco  parce. ¿Te imaginás que podría pasar en dónde mi tío te pille? – cuestionó muy preocupado Juan Ca, pero el esquizofrénico no le paro bolas
  • Fresco llave, que el cucho no despierta sino en una hora, así que tengo tiempo de cuadrar bien las cosas
  • ¿Qué vas a hacerle a mi tío? – Vicioso agachó la cabeza y comenzó a reírse.
  • No se me azare nea – No tenga temor quiso decir mientras pasaba el antebrazo por encima de su cuello – Más bien debe de estar contento mejor dicho emocionado, vea papi cuando corone el próximo negocio y me gane esa platica del primero que me voy a acordar es de vos, que pa eso somos amigos ¿o no? – menciono, pero Juan no dijo nada solo se limitó a escuchar – Póngale cuidao pues – le explicó que fuera a la pieza por un tarrito con un par de pastillas para dormir que tenía guardadas en el bolsillo trasero de su pantalón, Juan Camilo fue a hacer lo que le pidió su primo, total no perdía nada igual él no iría a la dichosa finca. Brian por su parte preparaba un jugo de lulo con la ayuda de una licuadora cuando llego el jovencito con el mandado, Brian agregó la droga previamente molida y revolvió el contenido
  • Listo socio con esto mi cuchito lindo va a descansar harto y yo tendré tiempo de hacer mis vueltas, vení pues parcero, alístese que nos vamos es de amanecida – anunció, Juan frunció el ceño y movió la cabeza con un gesto de negación – ¡¿Y a vos que te pasa home?! Dejá la escama – deja el miedo quiso decir – ¡¿o es que no confías en mi pues?! – lo miro serio, pero Camilo no estaba convencido, algo le decía que su primo no andaba en buenos pasos.
  • Brian es que todavía no comprendo por ejemplo ¿Qué le vas a decir a mi tío cuando regresés?
  • ¡Ehhhh Ave María! Vea primito yo vuelvo por ahí en dos semanas cuando a mi papá se le haya pasado la piedra, parce que Alexander se ha convertido en mi sombra me vigila todo el tiempo guevón, ¡ya está peor que la cucha ahj! –  Definitivamente Brian estaba demente pensaba Cami. Brian fue hasta el cuarto de su papá y  le llevo el juguito de lulo, este sin desconfiar nada se lo tomo todo, a los veinte minutos el señor se ofreció a comprar almuerzo en el restaurante de la esquina, pero el chiquillo al ver que su cucho bostezó en dos ocasiones seguidas, sonrió para dentro, pensado que su remedio finalmente estaba haciendo efecto por lo que  muy comedido le dijo que él se encargaba de hacer la diligencia, todo le estaba saliendo a la perfección don Alexander cayó dormido cual bebe de meses, el joven satisfecho salió a la entrada principal topándose con Anderson que venía en moto, aprovechó y se subió.
  • Brian… Brian no me vas a dejar embalado con tu papá…
  • No sé mijo, pues si no te querés quedar con Alexander, largáte entonces – contesto carcajeándose
  • Pero es que mi tío…
  • ¿Me copió? ¿O le hago un dibujito? – Volvió a burlarse, al ver que su primo seguía apendejado y añadió – ¡Ahj! Hace pues lo que te dé la gana. Nosotros nos vamos a gozar la chimba de día que nos espera – gritaron contentos ambos y se perdieron en el camino, dejando a Camilo tosiendo y desesperado ahora sí sin saber qué hacer

Pasaron las horas y ni rastro del Brian, cada vez se ponía más nervioso, como le iba a explicar a su tío, no podría mentir, pero tampoco quedar como sapo ante su primo, estaba entre la espada y la pared, el señor Piedrahita se había levantado desconcertado, lo primero que preguntó fue la hora, después dónde estaba su muchacho.

  • Tío, este… yo… bueno, no quería, no me hagás hablar, es que yo le dije al Brian, pero vos sabés como es y – Alexander sugirió a su sobrino que se tranquilizara y que contara todo porque en ese momento el señor estaba pensando que algo muy malo le había pasada a su hijo por ejemplo un secuestro, ya que salieron los dos a buscarlo por las calles del barrio, hasta que Juan Ca no aguanto más y contó toda la verdad, le dijo lo que tenía pensado, que el profesor Gutiérrez ni siquiera existía, que todos eran mentiras para reunirse en una finca con pelados extraños que él no conocía, pero que le daban la impresión de ser mala calaña. Él había escuchado a Ryan y a su primo hablar de esa gente y con solo unas cuantas palabras pronunciadas  acerca de ellos pudo darse cuenta que no eran manes serios.  El señor muy irritado le pidió a Camilo la dirección, pero este le dijo que de eso sí no tenía ni idea que tal vez Anderson podía darle los detalles, al escuchar ese nombre más molesto se puso porque ya le había prohibido a su primogénito que no saliera con ese niño, pero como no conocía al resto le toco llamar al Chef  y así lo hizo.
  • Halo Buenas tardes – saludo metiéndose en un cuarto de servicio
  • Anderson pasáme a Brian – le dijo sin rodeos
  • Ah, hola don Alexander como me le va, pues que le digo, pues… mire que Brian ahorita está, está  atendiendo un asuntico acá con el profe Gutiérrez, ¿qué le parece si lo llama como en media hora? – trato de distraerlo, pero no funciono
  • Que no entendiste culicagao, que me pasés a Brian, ya mismo
  • Pero señor le dije que…
  • Eh…  aparte de mentiroso resultaste desobediente con tus mayores, te doy dos opciones niño o me llamás a Brian o yo llamo a John Jairo y le digo dónde, con quien y que estás haciendo y no estoy jugando mocoso – con esa advertencia no le quedó otra que hacer lo que le pidió. Alexander le hablo seriamente al Brian que lo esperaba en la casa que le daba media hora para llegar, después de aquella conversación por teléfono el muchachito tragó saliva y se echó a temblar porque sabía y no se equivocaba que le iba a dar una buena tunda y le iba a poner el culo como un tomate
  • ¿Así que vas a estudiar a casa del profesor Gutiérrez porque te va muy mal en matemáticas? – preguntó Alexander con un tono de voz sarcástico
  • Papá yo – empezó a buscar escusas inútiles que Alexander escuchó pacientemente, pero no se creyó, en presencia de Camilo que todavía no se había ido a su casa le indicó con un gesto que entrará en su habitación. El sardino así lo hizo y cuando vio que el cucho se estaba quitando la correa ancha, gruesa, flexible y con una hebilla, ya adivinó lo que le esperaba
  • Prepara el culo – le dijo

Alexander se sentó encima de la cama, llamo a Brian que se acercó lentamente, cuando lo tuvo bien cerca, le desabrochó los botones de los blue jean, se los bajo, le subió la camiseta y le bajó de un tirón los calzoncillos luego lo tumbó boca abajo sobre sus rodillas y le sujeto con un brazo fuertemente la espalda para que no pudiese moverse.

  • Todavía tenés el culo colorado como un tomate y bien señalado de la pela que te di no más ayer, pero esto no va a evitar que te castigue como te merecés. Como no aprendés, habrá que volver a enseñarte – Brian ya daba por hecho, vista la experiencia, que el tener el culo así no lo  iba a librar de nada. Cogió la correa y de esta manera, con todo el culo al aire y bien expuesto para los azotes, se dispuso a darle una lección.

El mozalbete a pesar de sus dieciséis años, se echó a temblar y, aunque ya era muy frecuente cada que visitaba a su padre, que este le viera el rabo de todos los colores, al muchacho le daba harta pena estar en esa posición. Cuando empezaron a lloverle los primeros azotes dejó de pensar en eso. La correa no dejaba de golpear duramente su culo desnudo, abarcándolo completamente de izquierda a derecha y de arriba abajo, clavándose bien en todas las nalgas y produciendo un dolor, un ardor y un escozor insoportables. Después de darle una buena tanda de correazos en horizontal, le daba otra en diagonal y en los dos sentidos, en forma de equis, cruzándole todo el culo con la correa. En esos momentos, ya veía las estrellas y su cucho paraba un instante y luego continuaba de nuevo aún con más fuerza. A medida que iba avanzando la muenda,  la sensación  era todavía mucho peor. Cada vez le dolía más, los  azotes hacían vibrar ambos cachetes, el ardor era tal, que parecía que lo hubieran hecho sentar sobre una sartén con aceite caliente.  El chico hacía esfuerzos por no gritar y casi pudo conseguirlo del todo gracias a que, al tener la cabeza echada sobre la cama, mordía las cobijas, pero lloraba a moco tendido. Después de haber contado Alexander la cantidad de azotes que creyó necesarios aplicar, al verle la retaguardia en esas condiciones, decidió poner fin a su castigo. Ya le había calentado la cola bastante. Permaneció echado en su regazo durante un buen rato llorando y lanzando algún que otro grito de dolor. Mientras, le dijo que le había puesto el culo como un tomate, mucho más colorado de lo que lo tenía al principio, que se lo había dejado bien señalado y con unos cuantos cardenales, lo que el mocoso pudo contemplar al poco tiempo, que había sido muy duro con él, pero que, debido a su comportamiento, tenía que serlo por su bien y que seguiría siéndolo si fuera necesario. Al final, así tumbado boca abajo, después de haber contemplado con toda serie de detalles como le había puesto el culo, le dijo:

  • No te vas a poder sentar en una buena temporada – Y con la experiencia que había tenido con él, a base de tantas fueteras que le había dado, acertó sin lugar a ninguna duda. Lo puso de pie, le cogió la cara empapada de lágrimas entre sus manos y le dio un beso, diciéndole – Yo no te he subido los calzoncillos, así que no te los subás vos tampoco. Ahora ponete ahí castigado mirando a la pared.

Así lo hizo porque era una orden y no estaba en condiciones de discutir y además porque, visto lo ocurrido en otras ocasiones, sabía que no podía ponérselos en un plazo considerable de tiempo.
Avergonzado, dolorido, llorando aún, con el sentadero bien castigado, pero con el consuelo del beso que le había dado su padre, obedeció y permaneció  donde lo  había mandado y como lo había mandado durante un tiempo considerable. El señor Piedrahita se colocó el cinturón en su sitio luego se sentó en una silla  a  leer un manual técnico de mecánica al mismo tiempo que lo vigilaba. Menos mal estaba de vacaciones pensaba el apodado vicioso.
Mientras tanto Camilo en la sala de la casa, que había escuchado todo sintió pena por Brian, pero reflexionó; fue lo mejor que pudo hacer, era mejor que su primo tuviera las nalgas doloridas y amoratadas por una buena temporada a que terminará en la cárcel o muerto, y es que esquizofrénico no medía el peligro, actuaba sin pensar y eso podría traerle a futuro no solo problemas a él sino a sus familiares y a la gente que quería, sabía por experiencia propia que un severo escarmiento a tiempo podría beneficiarlo aunque eso trajera consecuencias no tan gratas. El mayor de los Correa seguía meditando y Brian Alexis estaba ahora sentado sobre las rodillas de su padre, quien lo inclinaba un poco sobre su regazo para que su cola no rozase con su pierna ni con nada y así, al quedar al aire libre, no chocaba con nada que pudiese hacerle daño. Pasado un rato, le ponía la mano en el trasero ardiente, diciendo:

  • Lo tenés bien caliente todavía, y lo que te va a durar.

Luego le ponía un almohadón debajo para que no le doliera todavía más el rabo. Así hablaba con él, regañándolo serenamente y haciéndolo reflexionar entre tanto le acariciaba los cabellos dándole un par de besos más, Brian no pudo evitar regresar las muestras de cariño que le daba el papá y se abrazó a él, terminando de darle un pico en la mejilla derecha.
Cuando Alexander lo levantó le volvió a poner  la mano en el culo, para comprobar su ardor, se lo miraba fijamente y le decía:

  • Vio cómo se lo tuve que poner. ¡Eh… ave María! – Brian se miraba en el espejo grande que allí había y de pronto sentía harta pena al verse totalmente desnudo de la cintura para abajo y con todo el sentadero rojo como un tomate de arriba abajo y de izquierda a derecha, todo lleno de señales de la correa. Se ruborizaba y empezaban a saltársele de nuevo las lágrimas – Portáte serio pues, y no voy a tener que repetir este castigo – dijo Alex ayudando a su hijo mayor a acostarse bocabajo para que descansara un poco, le indicó además que le traería el almuerzo tardío porque ya eran más de las dos. Cerró la puerta y se dirigió a la sala dónde se encontró con un nervioso Camilo
  • ¿Le diste muy duro al Brian? – A penas lo vio no pudo evitar cuestionarlo
  • Sí mijo a veces es necesario, venga me acompaña ahí al restaurantico que está aquí no más a dos cuadras – sugirió
  • Vení tío porque mejor no pedimos un domicilio, ya te busco el teléfono – dijo Cami y se apresuró a revisar su celular
  • Bueno pues como vos quieras – se sentó y dejó que el chico le colaborara



3 comentarios:

  1. Yo también amo está historia, la verdad que sí se lo busco, un castigo duro, pero merecido, es que este niño es muy rebelde un par de nalgaditas no hacen efecto en él, es mejor una buena tunda con el cinturón, yo el papá le doy unos cuantos con la hebilla así hacia el mío cuando me pasaba de lanza. Bueno me encanta porque tu si sabes escribir de adolescentes, francamente hay muchos que escriben y los hacen aniñados y encima los padres los tratan como escunicles de meses, aburren ese tipo de historias, pero bueno cada cual, solo comento porque me agrada leer algo diferente a lo que estamos acostumbrados en estos blog fresitas con mucha niñería para mi gusto.

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  2. Ah pero si le tocó con ganas al Brian pero es que se pasó porque ni siquiera sabía que efecto tendrían esas pastillas en su papá y luego dos!!
    Un castigo bien duro pobre pero se lo ganó a pulso!!
    Que te digo amiga me encanta tu estilo y los diálogos!!
    Me encanta encontrar capis tuyos!!

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