martes, 30 de junio de 2020

Odio amarte tanto: Cap. 5; Autora Nicole

¡Odio amarte tanto!
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Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.
Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 30 de Junio del 2020. 
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Capítulo 5
Y después de la borrachera…
una reflexión un tanto severa.
Autora: Nicole

Eran casi las once de la mañana en Lakewood; el lugar dónde estaba ubicada la mansión los Leagan, y Neil se había despertado con una terrible jaqueca, náuseas, además le dolía todo el cuerpo; por lo último parecía que hubiera salido de una pelea con varios contrincantes, siendo él, el más perjudicado, aquella sensación no se la deseaba ni a su peor enemigo, que horrible resaca la que estaba sufriendo debido a la borrachera de la noche anterior, con el poco ánimo que le quedaba, se levantó de la cama e inmediatamente se metió a la ducha, veinte minutos después se alisto y bajó a tomar su desayuno, su madre lo vio, pero no intervino de una vez como en otras ocasiones; ahora espero que terminara de comerse sus alimentos para avisarle que su padre lo esperaba en su despacho. Neil se frunció al escuchar las palabras de su señora madre, empezando a sudar nervioso, pero hizo un gran esfuerzo por ocultar sus emociones  aunque a Sarah jamás podría engañar; lo conocía tal como a la palma de su mano, sus reacciones, gestos, manías y demás eran las mismas que ella tenía. Neil por su parte, no tenía ni una pizca de ganas de enfrentar a su padre, estaba harto de sus recientes sermones, harto que su madre siempre se quejara de él por la mínima tontería, harto que siempre lo tratara de controlar, harto de todo el tiempo tener que complacerla, pero está vez no la iba a dejar que se metiera en su vida personal; él ya no era un mocoso, solo él podía decidir de quien se enamoraba, ella no tenía que venir a escogerle prometida, sí no le gustaba Candy, era su problema, él insistiría hasta conquistarla, esa era chica que quería para que fuera su esposa ninguna otra.
Neil tampoco entendía el comportamiento de sus padres, respecto a su conducta; lidiaron con eso antes o ¿acaso ya se habían olvidado cuando amanecía en la calle en medio de fiestas o estaba dando rienda suelta a sus vicios junto a amigos de igual perfil al suyo? Se cansaba de hacer lo que se le venía en gana y ninguno de los dos le había dado tanta importancia a su manera de proceder; desde pequeño ya era difícil, considerado por muchos la plaga de la familia; un problemático sin remedio, egoísta, un antipático; que carecía de remordimientos, demasiado caprichoso, que siempre fue consentido por su madre; sí quería algo por muy costoso que fuera; ella no escatimaba en gastos para complacerlo; a sus niños lo que ellos pidieran, conforme fue creciendo probó todo lo que un chico de su edad jamás tendría el privilegio de disfrutar, hacer, degustar e intentar en su vida; eso era la ventaja de ser hijo de una de las familias más ricas de la región, por esa razón Neil estaba acostumbrado a tener siempre todo lo que quería sin que implicara un esfuerzo de su padre y aparte de obtener lo que se le antojaba, le encantaba hacer alarde de ello, sus padres sobre todo la señora Leagan le pusieron todo en bandeja de plata sin saber el error que cometieron con su educación, Neil era un mocoso malcriado con letras mayúsculas y ahora estaba en la etapa más difícil de manejar en la vida de todo ser humano; la adolescencia.
Su progenitor, siempre había eludido sus responsabilidades, entonces  porqué de un momento a otro quería actuar como el padre preocupado que no era, reflexionaba el moreno en lo que caminaba a su destino, como por arte de magia dejó de dolerle el cuerpo, se alegró por eso, y siguió avanzando hacia el lugar dónde fue citado, de cualquier manera, estuviera de acuerdo o no con esa reunión, seguía siendo su padre él que lo había llamado, vivía bajo su techo y por muy incómodo que estuviera, tenía que ir sí o sí. Muy en el fondo le guardaba algo de respeto. Al fin y al cabo aún con todos los privilegios que tenía, nada era de él, pero que enfado le causaba que lo retaran, que le dijeran que hacer o no, que lo regañaran, que lo trataran como un niño, ¡cómo rayos no se daban cuenta, que ya había crecido!, apretaba los puños con fuerza de nuevo irritado y  habiendo llegado a su destino, sin dilación; tocó varias veces aquella puerta, el señor Leagan al darse cuenta de su presencia le indicó que entrara, el chico abrió la misma y pasó, pero guardó cierta distancia con su padre; acababa de entrar ahí y ya quería salirse. Su padre era una persona muy paciente y ecuánime, pero por alguna razón lo ponía muy inquieto, más cuando sabía que no había actuado de manera correcta, tenía que reconocer que sus actitudes no eran dignas de un muchacho de su categoría, sin embargo siendo sincero con él mismo, eso le importaba tan poco, y lo que pensaran los demás le chupaba un huevo. La vida era una y demasiado corta para detenerse a evaluar ese tipo de cosas. Gracias a su amada Candy se dio cuenta de lo que realmente era importante, pero en aquel momento el tono de su padre lo sacó de sus pensamientos.

  • Neil, tu madre me comunicó por segunda vez, que has vuelto a desobedecerla y también estuviste tomando licor hasta quedarte ebrio – Le decía serio, pero calmado; casi nunca perdía la compostura y Neil pensó: ¿Para esto he sido llamado? tanto lío por una puta borrachera, como si no lo hubiera hecho antes   Sabes muy bien que a tu edad no tienes permitido consumir bebidas alcohólicas, es más a partir de ahora no volverás a probar una sola copa en tu vida –  ¿Quién me lo va a impedir, tu querido padre?, solo eso me faltaba, que te pusieras dramático, volvió a pensar el jovencito riéndose por dentro mientras con ambas manos metidas en los bolsillos, le contestaba a su padre mirándolo desafiante.
  • En primer lugar, tenía un asunto muy importante que atender y en segundo, solo tome un trago, no veo porqué tanto problema por eso – ahora caminaba de un lado para otro, poniendo un brazo en alto; apuntando a su padre – Mamá es una exagerada, seguro alguna de las sirvientas chismosas fue a acusarme con ella; y como Sarah es de extremista – su padre frunció el cejo por lo irrespetuoso que era su hijo, pero le dejó pasar la falta – …terminó agregando de más. Sí, debe ser eso; no hay otra explicación – se había encogido de hombros, su costumbre de mentir era evidente, parecía presumir su deshonestidad, el señor Leagan no pudo más que contar números en su mente, método que en él, la mayor parte del tiempo funcionaba – No me he bebido más que un solo trago, ¿de acuerdo?
  • Hijo relájate – Le indicó amablemente al ver que su hijo había subido la voz al final, solo quería hablar, hacerle ver su mal actuar, no discutir con él – no tienes que ponerte a la defensiva conmigo, solo estoy diciendo los hechos de ayer, tú madre está muy preocupada con tu comportamiento de estos días  claro estaba más insoportable de lo usual o al menos eso era lo que pensaba su mamá – y solo quiero saber ¡¿Qué piensa hacer el jovencito al respecto?!
  • ¡¿No entiendo a qué te refieres?! Yo no he hecho nada malo, no sé ni para que me llamaste, ya te dije que simplemente tenía algo importante que hacer y luego decidí tomarme UN trago porque tengo derecho a relajarme después de estar sometido a tanto estrés – Su padre abrió mucho los ojos, sorprendido ¿Pero cuál estrés? Sí no tenía que preocuparse más que de sus estudios y ahora estaba de vacaciones, él sí que tenía estrés atendiendo sus negocios. Ay, que iba a hacer con ese niño, le resultaba tan complicado hasta sostener una conversación con él, pero no se rendiría, no señor; eso jamás, se había prometido llevarlo por el buen sendero y eso iba a hacer, utilizando su diplomacia por supuesto.
  • Creo que no me has comprendido hijo – Neil seguía mirándolo con rabia en sus ojos, ganas no le faltaban para mandarlo lejos, pero se contuvo apretando sus dientes, el sr. Leagan lo notó, pero también se lo dejo pasar; solo era rebeldía propia de la edad, así que continuo con la conversación – has estado actuando de manera irresponsable, desobedeciste a tu madre por segunda vez, aun después de lo que hablamos ayer en tu recámara, tomaste el carro sin autorización; cuando sabes muy bien, que eso no es legal, así  me digas que eres capaz de conducir mejor que cualquier adulto, simplemente no puedes hacerlo; sí ibas a salir le hubieses dicho a James – se refirió a uno de los choferes de la familia  y no Neil, no me vengas con ese cuento que solo fue un trago; tu solo aspecto te delata, está más que claro que te emborrachaste, ¿En que estabas pensando eh? Pudiste haber muerto intoxicado y todavía tienes el descaro de decir que solo fue un trago – suspiró con una mano en la cabeza, intentando controlarse porque de ser él, otro tipo de padre, ya le hubiera dado una buena cuera ahí mismo para enderezarlo, pero él no era esa clase de papás, odiaba tener que castigarlo; el señor Leagan no quería lastimar a su hijo, al final solo era un niño con problemas de conducta, que con un buen dialogo se podían corregir – hasta el señor Steward fue testigo de tu mal proceder hijo, comprende que esto no es fácil de asimilar para mi – Expreso sus sentimientos, ya más tranquilo a lo que Neil bufó y rodó los ojos, cruzado de brazos.
  • ¡¿No sé a dónde quieres llegar con todo esto?! –  cuestionó todavía con altivez – No es la primera vez que lo hago, siempre he tomado papá ¿Qué extraño que hasta ahora te hayas dado cuenta? Ah, cierto era de esperarse, te preocupas mucho por tu trabajo en lugar del bienestar de esta familia o quizás me equivoque. No sé, dime tú, como es que son las cosas – El señor Leagan solo suspiro obviando el tono sarcástico de su retoño mientras le comunicaba su castigo.
  • No, no te equivocas, los he descuidado, no solo a ti, también a Eliza y a tu madre y me arrepiento sinceramente por eso, pero no es el tema que estamos tratando ahora – hizo una pausa y siguió – Te seré muy franco y claro mi querido hijo – empezó él, acercándose más  al niño; Neil sudaba nervioso, pero trató de no demostrarlo – Estás castigado sin salir de tu cuarto hasta nuevo aviso – Neil abrió los ojos como plato, ¿Pero qué diablos le pasaba a su padre? ¿Cómo que castigado sin salir de su recámara? Él estaba de vacaciones, ¡no era justo! – No quiero saber que vuelves a ponerte ebrio como lo hiciste anoche porque sí me entero que lo haces, voy a castigarte muy duro hijo, te lo prometo. Ahora dame las llaves del carro – extendió la mano abierta en dirección al muchachito, sabía que Neil siempre las cargaba consigo.
  • ¡¿De qué estás hablando?! No me puedes hacer esto, yo no he hecho nada malo – reclamaba en lo que se iba apartando poco a poco de la cercanía de su padre.
  • Neil las llaves por favor – insistió el sr. Leagan siguiéndolo, pero su hijo negaba con la cabeza, sin la mínima intención de obedecer.
  • ¡No, no te daré nada! – replicó.
  • Neil no te lo estoy pidiendo y tampoco quiero ponerme a discutir, hazme el favor de obedecer y entrégame las llaves del carro ahora – enfatizó en el ahora, pero Neil parecía no entender.
  • No lo haré, ya te lo dije, no quiero hacerlo, no es justo – se enojó tanto que hasta temblaba, su padre lo noto, pero no iba a permitir que jugara con él, Neil tenía que obedecer cuando sus padres en este caso él, le hablaban.

Neil estaba acostumbrado a que todos cedieran ante sus caprichos, vivía en medio de la comodidad, lleno de lujos, como el niño rico que era, se valía de engaños para manipular a sus progenitores que muchas veces no se percataron de sus actos pues solía ser muy sutil para realizarlos. Se había convertido en un muchacho frívolo y engreído, por lo que su padre pensó que quitándole lo que más le gustaba, lo controlaría un poco y también Neil tenía que aprender que debía ganarse los privilegios. Su padre lo tomo con fuerza con ambas manos.

  • ¡Suéltame, me haces daño! ¿Qué, qué estás haciendo? –  se sobresaltó e intentó en vano zafarse de las manos de su progenitor.
  • Cálmate y dame las llaves por favor Neil, no estoy jugando – Le dijo su padre con seriedad, pero Neil estaba cerrado.
  • No te daré una mierda, es mi auto, no me jodas la vida – Neil  perdió los papeles y pateó a su padre con fuerza considerable en la tibia, el señor Leagan inmediatamente tuvo que soltarlo para poder sobarse el área afectada mientras Neil dándose cuenta lo que había hecho corrió hacia la puerta con la intención de salir, pero en medio del nerviosismo giraba la perilla en dirección contraria frustrando sus intentos de escape, terminando por pensar que estaban trancados por dentro.

Su padre ya recuperado iba tras su hijo con la intención de darle un buen escarmiento por faltarle el respeto de esa manera tan reprochable; está vez, sí  que  lo había sacado de sus casillas,  el castaño miró a su alrededor tratando de pensar cuál sería su siguiente movimiento, no podía permitir que su padre se aproximara a él ni un poco más, pues ya sabía lo que le pasaría, sí su progenitor lo hacía. Rápidamente miro que la única opción era la ventana abierta, pero jamás en su vida había saltado desde algún tipo de altura considerable y aquella era abismal o bueno por lo menos para él, sin embargo, contemplo en un lapso de segundos sus posibilidades, llegando a la conclusión que no eran tantas, y la opción más razonable era tirarse como sea; y como todo en la vida siempre había una primera vez, de tal manera que sin pensar más corrió como alma que lleva al diablo y alcanzó el alféizar de la ventana, pero cuando estuvo casi  a punto de lanzarse, fue detenido; su progenitor lo había agarrado, tirando por la borda su cometido, y sin perder el tiempo lo condujo hasta el sofá que allí había entre forcejeos, patadas, protestas y malas palabras de parte de su hijito.

  • ¡Déjame, déjame, no puedes pegarme! ¡Maldita sea, exijo que me dejes! – gritaba alterado el muchacho que ya sabía lo que iba a pasarle en unos minutos, pero se negaba a ese castigo tan humillante, se jalaba cada vez más decidido a librarse de tener que pasar otra vez por lo mismo, pero parecía que no iba a tener el resultado deseado – No te atrevas a ponerme una mano encima, no puedes, yo no hice nada – El señor Leagan lo había dominado y no prestando atención a sus protestas con un movimiento magistral desabrochó los pantalones del chiquillo, bajándoselos hasta las rodillas y sin más miramientos, empezó a azotar de abajo para arriba y con intensidad considerable las nalgas de su incorregible niño.
  • PLAF PLAF PLAF plaf plaf PLAF PLAF PLAF…
  • AU, AU, AUUUUUUU NOOOOO – Neil se tensó volviendo a luchar por salir de ahí, agitando sus caderas con gran ritmo, en lo que pataleaba con vehemencia, con la cara más colorada que un tomate y por supuesto sudando mucho, pensó en llamar a su mamita como solía hacerlo para que lo defendiera las pocas veces que le llamaron la atención, pero recordó que está vez, ella no estaba contenta con su comportamiento, y seguramente estaría agradecida con su padre porque finalmente había decidió reprenderlo como realmente se merecía,  de modo que tendría que vérselas él solo.
  • PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS…  Su padre continuo sin descanso aplicando otra tanda está vez en el final del culo, el adolescente apretó los dientes mientras sus puños golpeaban parte del sofá, se sentía impotente y humillado, su papá lo estaba corrigiendo con nalgadas como sí de un mocoso de kínder se tratara ¿Pero qué mierda tenía en la cabeza? Cuando logrará salir de esa situación, le iba a decir sus verdades, sí es que lograba soportar la severa zurra que le estaba propinando, sentía ya arder su trasero y eso que papá solo estaba usando su mano, como sería si le hubiera pegado con otra cosa; se le revolvía el estómago, del solo hecho de imaginarlo, pero aun con las emociones a tope y en la posición que se encontraba, no dejaba de ser endiabladamente recalcitrante.
  • ¡Ya es suficiente, déjame imbécil! – Exclamó Neil insultando a su padre; quien solo movió la cabeza con desaprobación, qué necesidad tenía ese chico de ser tan insolente; y vaya momento que escogía; le estaban  cocinando el culo, pero él no cerraba la boca. Siempre tan obstinado. El sr. Leagan, sin más tiró de los calzoncillos del chiquillo, consiguiendo que este se irritará más de lo que estaba, eso sí que no lo iba a permitir, intentaba aguantar que le azotara las nalgas, algo que ya le era muy difícil,  pero que le pegara sin protección alguna como a un niño de cuatro años, eso sí, era el colmo más grande ¡qué demonios estaba pasándole al idiota que tenía por padre! Debía estar drogado para atreverse a hacerle algo así, la cara se le calentó más, ya no solo de la vergüenza de verse a merced de su padre, sino también de la ira incontrolable que aumentó considerablemente, por lo que ese hecho le producía.
  • PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS…   Sonaron una buena cantidad de duras palmadas, abarcando el culo del jovencito por completo que a pesar de su reanudada brega por salvar la poca dignidad que le quedaba, no pudo evitar lo inevitable, lo único que podía hacer era maldecir en voz alta, provocando con eso, que hasta algunos de los del servicio se dieran cuenta que estaba recibiendo una buena azotaina, incluso la mayoría de ellos aplaudieron satisfechos con la excelente decisión que había tomado el patrón, domar al potro salvaje.
  • ¡Me lleva la puta mierda, ya deja de pegarme así! Yo no soy un maldito  mocoso – cada vez más desesperado el jovencito por huir de ese estúpido castigo, levantó un poco el torso, volviendo a mover las piernas enredando sus pantalones en los tobillos, haciendo volar uno de sus zapatos, pero sin conseguir ningún progreso en la intención de seguir batallando por su honor, su progenitor no decía nada pues no era mucho de hablar, en su lugar prefería actuar, así que lo acomodó mejor, elevando más su retaguardia y a la vez apresando sus extremidades inferiores con una de las suyas y siguió con la tunda, cambiando la forma en que aplicaba los azotes; ahora tres nalgadas en un cachete, luego  tres en el otro, cinco más en la unión del culo con los muslos; allí sí que lo hizo ver las estrellas, después le daba dos en el centro; lo sonó de esa manera, por unos minutos que para Neil fueron eternos, el niño sentía sus nalgas más calientes que nunca, ya no solo le picaba, le empezaba a doler y aunque trató de mantenerse estoico no lo pudo lograr, las lágrimas empezaron a caer incontrolables. 
  • PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS – Con esos últimos azotes dio por terminada la tunda; las nalgas del mocoso estaban de un tono rojo oscuro, todavía lloraba, su padre acarició su espalda intentarlo calmarlo, cuando ya el llanto se convirtió en sollozos, con cuidado le puso la ropa interior en su sitio, dejándole luego ponerse de pie; el niño ruborizado hasta las orejas y sin poder sostenerle la mirada a su padre, le pidió los pantalones que en el proceso se los había retirado. El señor Leagan se los paso y el adolescente torpemente se los colocó, después fue por el zapato que le faltaba y se lo calzó, y todavía sin mirar a su padre se dispuso a caminar hasta la puerta con la intención de marcharse, pero el sr. Leagan lo detuvo – ¡Ven aquí! – lo llamó siguiéndole el paso, el niño simplemente hizo caso omiso – Te cuesta obedecer, ¿verdad mocosito? plaf –  Le dijo su padre, tomándolo del brazo mientras le soltaba una nalgada, no tan fuerte, pero debido a la condición de su trasero vaya que la sintió.
  • ¡AUU! Me duele y no me llames así – protestó Neil en tono infantil haciendo un mohín y frotándose la retaguardia con una mano, su padre aprovechó su momento de distracción para limpiarle la nariz con un pañuelo y luego de eso lo abrazó, el chiquillo se dejó querer sollozando un poco.
  • Neil no quería llegar a esto, pero tus acciones me obligaron, no quiero que se te ocurra intentar hacer algo así más nunca en tu vida – se refería a saltar por la ventana desde esa altura – porque sí lo haces jovencito, te aseguro que no será mi mano la que te corrija nuevamente, sino esta que tengo aquí – se cogió la correa con ambas manos y Neil trago saliva en lo que asentía con la cabeza muy nervioso, sin pronunciar palabra – Verbal hijo – pidió su padre cogiéndole la barbilla con una mano para que lo mirara.
  • Sí señor, lo… siento – dijo respetuoso con los ojos aguados.
  • Es papá Neil, no soy un extraño para ti – le aclaró su padre, eso de señor fue como una patada al hígado, Neil lo comprendió y se corrigió inmediatamente.
  • De verdad, lo siento, siento todas las groserías que te dije, siento haber sido tan malo papito, pero me duele, duele mucho – se aferró a su padre, reanudando el llanto.
  • Lo sé pequeño y así tiene que ser, por eso es un castigo, ya todo está perdonado hijo, además tú no eres malo mi niño, solo te portas mal algunas veces, y no es algo que no se pueda corregir, así que no te preocupes – Le acarició los cabellos.
  • Gracias papá, pero sobre el dolor no me refiero solo a la paliza – El sr. Leagan se quedó perplejo ante ese comentario – También, me duele aquí – se tocó el corazón con una mano  y su padre entendió que su hijo tenía mal de amores, según lo que había hablado con su esposa, Neil estaba sufriendo por el rechazo de Candy, pensaba que ya lo había superado, pero era muy pronto para un adolescente.
  • Bueno hijo, que te puedo decir… Creo que no se puede obligar a las personas a que nos quieran, así no funciona la vida, el cariño por alguien surge de manera natural, no es forzado y es correspondido de la misma forma, además recuerda que debes sembrar para cosechar, sí sembraste buenos frutos, cosecharas buenos frutos, pero sí por el contrario sembraste malos frutos pues ya sabes… – le dijo su padre sin dejar de abrazarlo.
  • Pero yo la amo, sé que en el pasado fui muy malo con ella – reconoció sus errores – pero estoy arrepentido, enserio, aun así Candy solo me desprecia y eso me hace sentir muy mal papá.
  • Sí hijo comprendo tu sentir, pero Candy no es la última chica que hay en el mundo – dijo, separándose gentilmente de él – deben haber muchas otras chicas que te podrían interesar. Estoy pensando, que después que te levante el castigo deberías intentar salir con alguna de tus compañeras del colegio, date la oportunidad de conocer alguna otra señorita; tu madre me comento sobre esta chica, de nombre Daysi, sí creo que así se llama, dice que el otro día preguntó por ti ¿No te parece buena idea invitarla a salir? – sugirió cordialmente, pero Neil era empecinado cuando algo se le metía en la cabeza, o era la rubia pecosa o ninguna otra.
  • No, no quiero salir con esa mujer aburrida o cualquier otra, solo aceptare en mi vida a Candy; nadie es como ella, ¡¿entiendes papá?! ¡Nadie!
  • Está bien hijo, pero no te pongas así, te comprendo perfectamente, tampoco te voy a obligar a salir con quien no quieres, solo fue una simple sugerencia – se excusó el sr. Leagan, pensando que había metido la pata – pero hijo, sí ella no te corresponde, sería perder el tiempo y eso te hace más daño, y luego no me gustaría verte triste.
  • ¡No te preocupes papá! ¡Candy me amara, tanto como yo a ella! ¡Lo hará, tiene que hacerlo! – Decir eso y su padre se molestó de nuevo, esos sentimientos de obsesión no le agradaron para nada.
  • Hijo las personas no son objetos, y desde ya te digo no me gusta esa actitud que estás tomando, en lugar de querer obligarla a que te quiera, deberías ganarte primero su amistad, es mejor tenerla de amiga a ni siquiera eso ¿No te parece más razonable?
  • Está bien, como digas – le dio la razón, su padre no comprendía nada, y no iba a gastar más tiempo haciéndolo entender – ahora sí me retiro, ya me canse de estar aquí.
  • Un momento jovencito, todavía te hace falta algo…
  • ¿Qué cosa? –  Se hizo el desentendido.
  • Las llaves señor, las llaves – le pidió nuevamente, ya había perdido la cuenta, pero está vez su hijo no se negó.

Mientras tanto en el Hogar de Pony…

  • Señorita Pony, hermana María regreso antes de las siete de la noche – anunció Candy preparándose para salir en dirección a la mansión de los Leagan hoy sería el día que aclararía las cosas con cierto muchachito.
  • Bien Candy, cuídate en el camino – respondieron sus madres.
  • Prepárate Neil, te llegó tu hora, voy a dejarte las cosas muy claras, y no me importa sí está la señora Leagan o Eliza en el medio, de hoy no pasa que te diga lo que mereces escuchar, ahora soy yo la que va a insistir,  estoy realmente enfadada contigo pequeño reptil, eso sí, hablaremos por última vez en la vida, que te quede bien claro Neil Leagan – Declaró decidida ya bastante lejos de su casa, cualquiera que la escuchara diría que estaba loca por hablar sola, pero ella se entendía bien, seguía caminando hacia su destino con su maleta en una mano y su soga de enlazar en la otra.


N/A: Hola chiquillos (as) espero que les haya gustado este capi, que sé que algunos estaban esperando y yo igual, jeje. Bueno ya ven, que se van ajustando las cosas poco a poco o al menos eso es lo que yo creo. Una aclaración: olvidaba que el lugar dónde vive Neil es Lakewood, así que mis disculpas porque en la nota anterior mencioné Boston, pero es que en realidad tenía confusión con los sitios dónde se desarrollaba esta hermosa serie. De cualquier forma creo que me hice entender bien, muy pronto incluiré otros personajes para darle más emoción a esto, pero siempre de a poco. No quiero liarme con tanto nombre desde el inicio jajaja. Sin más nos leemos pronto.



2 comentarios:

  1. Se lo ganó a pulso ese castigo. Neil fue muy grosero con su papá y ese señor que es tan amable.

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  2. Jajajaja pobre Neil ahora sí le tocó que lo pusieran en su lugar!!
    Y está loco como se le ocurre querer saltar por la ventana sólo para salvarse de la tienda!!
    Estuvo muy bueno amiga lo disfruté mucho y esa Candy se hace la interesante y también quiere con él!!!

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