¡Odio amarte tanto!
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Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 30 de Junio del 2020.
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Capítulo 5
Capítulo 5
Y
después de la borrachera…
una
reflexión un tanto severa.
Autora:
Nicole
Eran casi las once de
la mañana en Lakewood; el lugar dónde estaba ubicada la mansión los Leagan, y
Neil se había despertado con una terrible jaqueca, náuseas, además le dolía
todo el cuerpo; por lo último parecía que hubiera salido de una pelea con
varios contrincantes, siendo él, el más perjudicado, aquella sensación no se la
deseaba ni a su peor enemigo, que horrible resaca la que estaba sufriendo
debido a la borrachera de la noche anterior, con el poco ánimo que le quedaba,
se levantó de la cama e inmediatamente se metió a la ducha, veinte minutos
después se alisto y bajó a tomar su desayuno, su madre lo vio, pero no
intervino de una vez como en otras ocasiones; ahora espero que terminara de
comerse sus alimentos para avisarle que su padre lo esperaba en su despacho.
Neil se frunció al escuchar las palabras de su señora madre, empezando a sudar
nervioso, pero hizo un gran esfuerzo por ocultar sus emociones aunque a Sarah jamás podría engañar; lo
conocía tal como a la palma de su mano, sus reacciones, gestos, manías y demás
eran las mismas que ella tenía. Neil por su parte, no tenía ni una pizca de
ganas de enfrentar a su padre, estaba harto de sus recientes sermones, harto
que su madre siempre se quejara de él por la mínima tontería, harto que siempre
lo tratara de controlar, harto de todo el tiempo tener que complacerla, pero
está vez no la iba a dejar que se metiera en su vida personal; él ya no era un
mocoso, solo él podía decidir de quien se enamoraba, ella no tenía que venir a
escogerle prometida, sí no le gustaba Candy, era su problema, él insistiría
hasta conquistarla, esa era chica que quería para que fuera su esposa ninguna
otra.
Neil tampoco entendía el comportamiento de sus
padres, respecto a su conducta; lidiaron con eso antes o ¿acaso ya se habían
olvidado cuando amanecía en la calle en medio de fiestas o estaba dando rienda
suelta a sus vicios junto a amigos de igual perfil al suyo? Se cansaba de hacer
lo que se le venía en gana y ninguno de los dos le había dado tanta importancia
a su manera de proceder; desde pequeño ya era difícil, considerado por muchos
la plaga de la familia; un problemático sin remedio, egoísta, un antipático;
que carecía de remordimientos, demasiado caprichoso, que siempre fue consentido
por su madre; sí quería algo por muy costoso que fuera; ella no escatimaba en
gastos para complacerlo; a sus niños lo que ellos pidieran, conforme fue
creciendo probó todo lo que un chico de su edad jamás tendría el privilegio de
disfrutar, hacer, degustar e intentar en su vida; eso era la ventaja de ser
hijo de una de las familias más ricas de la región, por esa razón Neil estaba
acostumbrado a tener siempre todo lo que quería sin que implicara un esfuerzo
de su padre y aparte de obtener lo que se le antojaba, le encantaba hacer
alarde de ello, sus padres sobre todo la señora Leagan le pusieron todo en
bandeja de plata sin saber el error que cometieron con su educación, Neil era
un mocoso malcriado con letras mayúsculas y ahora estaba en la etapa más
difícil de manejar en la vida de todo ser humano; la adolescencia.
Su progenitor, siempre había eludido sus
responsabilidades, entonces porqué de un
momento a otro quería actuar como el padre preocupado que no era, reflexionaba
el moreno en lo que caminaba a su destino, como por arte de magia dejó de
dolerle el cuerpo, se alegró por eso, y siguió avanzando hacia el lugar dónde
fue citado, de cualquier manera, estuviera de acuerdo o no con esa reunión,
seguía siendo su padre él que lo había llamado, vivía bajo su techo y por muy
incómodo que estuviera, tenía que ir sí o sí. Muy en el fondo le guardaba algo
de respeto. Al fin y al cabo aún con todos los privilegios que tenía, nada era
de él, pero que enfado le causaba que lo retaran, que le dijeran que hacer o
no, que lo regañaran, que lo trataran como un niño, ¡cómo rayos no se daban
cuenta, que ya había crecido!, apretaba los puños con fuerza de nuevo irritado
y habiendo llegado a su destino, sin
dilación; tocó varias veces aquella puerta, el señor Leagan al darse cuenta de
su presencia le indicó que entrara, el chico abrió la misma y pasó, pero guardó
cierta distancia con su padre; acababa de entrar ahí y ya quería salirse. Su
padre era una persona muy paciente y ecuánime, pero por alguna razón lo ponía
muy inquieto, más cuando sabía que no había actuado de manera correcta, tenía
que reconocer que sus actitudes no eran dignas de un muchacho de su categoría,
sin embargo siendo sincero con él mismo, eso le importaba tan poco, y lo que
pensaran los demás le chupaba un huevo. La vida era una y demasiado corta para
detenerse a evaluar ese tipo de cosas. Gracias a su amada Candy se dio cuenta
de lo que realmente era importante, pero en aquel momento el tono de su padre
lo sacó de sus pensamientos.
- Neil, tu madre me comunicó por segunda vez, que has vuelto a
desobedecerla y también estuviste tomando licor hasta quedarte ebrio – Le decía serio, pero calmado; casi nunca perdía la
compostura y Neil pensó: ¿Para esto he sido llamado? tanto lío por una puta
borrachera, como si no lo hubiera hecho antes – Sabes muy bien que a tu edad no tienes
permitido consumir bebidas alcohólicas, es más a partir de ahora no volverás a
probar una sola copa en tu vida – ¿Quién
me lo va a impedir, tu querido padre?, solo eso me faltaba, que te pusieras
dramático, volvió a pensar el jovencito riéndose por dentro mientras con ambas
manos metidas en los bolsillos, le contestaba a su padre mirándolo desafiante.
- En primer lugar, tenía un asunto muy importante que atender y en
segundo, solo tome un trago, no veo porqué tanto problema por eso – ahora caminaba de un lado para otro, poniendo un
brazo en alto; apuntando a su padre – Mamá es
una exagerada, seguro alguna de las sirvientas chismosas fue a acusarme con
ella; y como Sarah es de extremista – su padre frunció el cejo por lo
irrespetuoso que era su hijo, pero le dejó pasar la falta – …terminó agregando
de más. Sí, debe ser eso; no hay otra explicación – se había
encogido de hombros, su costumbre de mentir era evidente, parecía presumir su
deshonestidad, el señor Leagan no pudo más que contar números en su mente,
método que en él, la mayor parte del tiempo funcionaba – No me he bebido más que un solo trago, ¿de acuerdo?
- Hijo relájate – Le
indicó amablemente al ver que su hijo había subido la voz al final, solo quería
hablar, hacerle ver su mal actuar, no discutir con él – no tienes que ponerte a la defensiva conmigo, solo
estoy diciendo los hechos de ayer, tú madre está muy preocupada con tu
comportamiento de estos días – claro
estaba más insoportable de lo usual o al menos eso era lo que pensaba su mamá – y solo quiero saber ¡¿Qué piensa hacer el jovencito al
respecto?!
- ¡¿No entiendo a qué te refieres?! Yo no he hecho nada malo, no
sé ni para que me llamaste, ya te dije que simplemente tenía algo importante
que hacer y luego decidí tomarme UN trago porque tengo derecho a relajarme
después de estar sometido a tanto estrés – Su padre abrió mucho los ojos, sorprendido ¿Pero cuál estrés? Sí no tenía
que preocuparse más que de sus estudios y ahora estaba de vacaciones, él sí que
tenía estrés atendiendo sus negocios. Ay, que iba a hacer con ese niño, le
resultaba tan complicado hasta sostener una conversación con él, pero no se
rendiría, no señor; eso jamás, se había prometido llevarlo por el buen sendero
y eso iba a hacer, utilizando su diplomacia por supuesto.
- Creo que no me has comprendido hijo – Neil seguía mirándolo con rabia en sus ojos, ganas
no le faltaban para mandarlo lejos, pero se contuvo apretando sus dientes, el
sr. Leagan lo notó, pero también se lo dejo pasar; solo era rebeldía propia de
la edad, así que continuo con la conversación – has
estado actuando de manera irresponsable, desobedeciste a tu madre por segunda
vez, aun después de lo que hablamos ayer en tu recámara, tomaste el carro sin
autorización; cuando sabes muy bien, que eso no es legal, así me digas que eres capaz de conducir mejor que
cualquier adulto, simplemente no puedes hacerlo; sí ibas a salir le hubieses
dicho a James – se refirió a uno de los choferes de la familia – y no Neil, no me
vengas con ese cuento que solo fue un trago; tu solo aspecto te delata, está
más que claro que te emborrachaste, ¿En que estabas pensando eh? Pudiste haber
muerto intoxicado y todavía tienes el descaro de decir que solo fue un trago – suspiró
con una mano en la cabeza, intentando controlarse porque de ser él, otro tipo
de padre, ya le hubiera dado una buena cuera ahí mismo para enderezarlo, pero
él no era esa clase de papás, odiaba tener que castigarlo; el señor Leagan no
quería lastimar a su hijo, al final solo era un niño con problemas de conducta,
que con un buen dialogo se podían corregir – hasta
el señor Steward fue testigo de tu mal proceder hijo, comprende que esto no es
fácil de asimilar para mi – Expreso sus sentimientos, ya más
tranquilo a lo que Neil bufó y rodó los ojos, cruzado de brazos.
- ¡¿No sé a dónde quieres llegar con todo esto?! – cuestionó
todavía con altivez – No es la primera vez que
lo hago, siempre he tomado papá ¿Qué extraño que hasta ahora te hayas dado
cuenta? Ah, cierto era de esperarse, te preocupas mucho por tu trabajo en lugar
del bienestar de esta familia o quizás me equivoque. No sé, dime tú, como es
que son las cosas – El señor Leagan solo suspiro obviando el tono
sarcástico de su retoño mientras le comunicaba su castigo.
- No, no te equivocas, los he descuidado, no solo a ti, también a
Eliza y a tu madre y me arrepiento sinceramente por eso, pero no es el tema que
estamos tratando ahora – hizo una
pausa y siguió – Te seré muy franco y claro mi
querido hijo – empezó él, acercándose más al niño; Neil sudaba nervioso, pero trató de
no demostrarlo – Estás castigado sin salir de tu
cuarto hasta nuevo aviso – Neil abrió los ojos como plato, ¿Pero qué
diablos le pasaba a su padre? ¿Cómo que castigado sin salir de su recámara? Él
estaba de vacaciones, ¡no era justo! – No quiero
saber que vuelves a ponerte ebrio como lo hiciste anoche porque sí me entero
que lo haces, voy a castigarte muy duro hijo, te lo prometo. Ahora dame las
llaves del carro – extendió la mano abierta en dirección al
muchachito, sabía que Neil siempre las cargaba consigo.
- ¡¿De qué estás hablando?! No me puedes hacer esto, yo no he
hecho nada malo – reclamaba en lo
que se iba apartando poco a poco de la cercanía de su padre.
- Neil las llaves por favor – insistió el sr. Leagan siguiéndolo, pero su hijo negaba con la cabeza,
sin la mínima intención de obedecer.
- ¡No, no te daré nada! – replicó.
- Neil no te lo estoy pidiendo y tampoco quiero ponerme a
discutir, hazme el favor de obedecer y entrégame las llaves del carro ahora – enfatizó en el ahora, pero Neil parecía no entender.
- No lo haré, ya te lo dije, no quiero hacerlo, no es justo – se enojó tanto que hasta temblaba, su padre lo noto,
pero no iba a permitir que jugara con él, Neil tenía que obedecer cuando sus
padres en este caso él, le hablaban.
Neil estaba acostumbrado a que todos cedieran ante
sus caprichos, vivía en medio de la comodidad, lleno de lujos, como el niño
rico que era, se valía de engaños para manipular a sus progenitores que muchas
veces no se percataron de sus actos pues solía ser muy sutil para realizarlos.
Se había convertido en un muchacho frívolo y engreído, por lo que su padre
pensó que quitándole lo que más le gustaba, lo controlaría un poco y también
Neil tenía que aprender que debía ganarse los privilegios. Su padre lo tomo con
fuerza con ambas manos.
- ¡Suéltame, me haces daño! ¿Qué, qué estás haciendo? – se
sobresaltó e intentó en vano zafarse de las manos de su progenitor.
- Cálmate y dame las llaves por favor Neil, no estoy jugando – Le dijo su padre con seriedad, pero Neil estaba
cerrado.
- No te daré una mierda, es mi auto, no me jodas la vida – Neil perdió
los papeles y pateó a su padre con fuerza considerable en la tibia, el señor
Leagan inmediatamente tuvo que soltarlo para poder sobarse el área afectada
mientras Neil dándose cuenta lo que había hecho corrió hacia la puerta con la
intención de salir, pero en medio del nerviosismo giraba la perilla en
dirección contraria frustrando sus intentos de escape, terminando por pensar
que estaban trancados por dentro.
Su padre ya recuperado iba tras su hijo con la
intención de darle un buen escarmiento por faltarle el respeto de esa manera
tan reprochable; está vez, sí que lo había sacado de sus casillas, el castaño miró a su alrededor tratando de
pensar cuál sería su siguiente movimiento, no podía permitir que su padre se
aproximara a él ni un poco más, pues ya sabía lo que le pasaría, sí su
progenitor lo hacía. Rápidamente miro que la única opción era la ventana
abierta, pero jamás en su vida había saltado desde algún tipo de altura
considerable y aquella era abismal o bueno por lo menos para él, sin embargo,
contemplo en un lapso de segundos sus posibilidades, llegando a la conclusión
que no eran tantas, y la opción más razonable era tirarse como sea; y como todo
en la vida siempre había una primera vez, de tal manera que sin pensar más
corrió como alma que lleva al diablo y alcanzó el alféizar de la ventana, pero
cuando estuvo casi a punto de lanzarse,
fue detenido; su progenitor lo había agarrado, tirando por la borda su
cometido, y sin perder el tiempo lo condujo hasta el sofá que allí había entre
forcejeos, patadas, protestas y malas palabras de parte de su hijito.
- ¡Déjame, déjame, no puedes pegarme! ¡Maldita sea, exijo que me
dejes! – gritaba alterado el muchacho
que ya sabía lo que iba a pasarle en unos minutos, pero se negaba a ese castigo
tan humillante, se jalaba cada vez más decidido a librarse de tener que pasar
otra vez por lo mismo, pero parecía que no iba a tener el resultado deseado – No te atrevas a ponerme una mano encima, no puedes, yo
no hice nada – El señor Leagan lo había dominado y no prestando
atención a sus protestas con un movimiento magistral desabrochó los pantalones
del chiquillo, bajándoselos hasta las rodillas y sin más miramientos, empezó a
azotar de abajo para arriba y con intensidad considerable las nalgas de su
incorregible niño.
- PLAF PLAF PLAF plaf plaf PLAF PLAF PLAF…
- AU, AU, AUUUUUUU NOOOOO – Neil se tensó volviendo a luchar por salir de ahí, agitando sus caderas
con gran ritmo, en lo que pataleaba con vehemencia, con la cara más colorada
que un tomate y por supuesto sudando mucho, pensó en llamar a su mamita como
solía hacerlo para que lo defendiera las pocas veces que le llamaron la
atención, pero recordó que está vez, ella no estaba contenta con su
comportamiento, y seguramente estaría agradecida con su padre porque finalmente
había decidió reprenderlo como realmente se merecía, de modo que tendría que vérselas él solo.
- PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS… – Su
padre continuo sin descanso aplicando otra tanda está vez en el final del culo,
el adolescente apretó los dientes mientras sus puños golpeaban parte del sofá,
se sentía impotente y humillado, su papá lo estaba corrigiendo con nalgadas
como sí de un mocoso de kínder se tratara ¿Pero qué mierda tenía en la cabeza?
Cuando logrará salir de esa situación, le iba a decir sus verdades, sí es que
lograba soportar la severa zurra que le estaba propinando, sentía ya arder su
trasero y eso que papá solo estaba usando su mano, como sería si le hubiera pegado
con otra cosa; se le revolvía el estómago, del solo hecho de imaginarlo, pero
aun con las emociones a tope y en la posición que se encontraba, no dejaba de
ser endiabladamente recalcitrante.
- ¡Ya es suficiente, déjame imbécil! – Exclamó Neil insultando a su padre; quien solo movió
la cabeza con desaprobación, qué necesidad tenía ese chico de ser tan
insolente; y vaya momento que escogía; le estaban cocinando el culo, pero él no cerraba la boca.
Siempre tan obstinado. El sr. Leagan, sin más tiró de los calzoncillos del
chiquillo, consiguiendo que este se irritará más de lo que estaba, eso sí que
no lo iba a permitir, intentaba aguantar que le azotara las nalgas, algo que ya
le era muy difícil, pero que le pegara
sin protección alguna como a un niño de cuatro años, eso sí, era el colmo más
grande ¡qué demonios estaba pasándole al idiota que tenía por padre! Debía
estar drogado para atreverse a hacerle algo así, la cara se le calentó más, ya
no solo de la vergüenza de verse a merced de su padre, sino también de la ira
incontrolable que aumentó considerablemente, por lo que ese hecho le producía.
- PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS… – Sonaron una buena cantidad de duras palmadas,
abarcando el culo del jovencito por completo que a pesar de su reanudada brega
por salvar la poca dignidad que le quedaba, no pudo evitar lo inevitable, lo
único que podía hacer era maldecir en voz alta, provocando con eso, que hasta
algunos de los del servicio se dieran cuenta que estaba recibiendo una buena
azotaina, incluso la mayoría de ellos aplaudieron satisfechos con la excelente
decisión que había tomado el patrón, domar al potro salvaje.
- ¡Me lleva la puta mierda, ya deja de pegarme así! Yo no soy un
maldito mocoso – cada vez más desesperado el jovencito por huir de
ese estúpido castigo, levantó un poco el torso, volviendo a mover las piernas
enredando sus pantalones en los tobillos, haciendo volar uno de sus zapatos,
pero sin conseguir ningún progreso en la intención de seguir batallando por su
honor, su progenitor no decía nada pues no era mucho de hablar, en su lugar
prefería actuar, así que lo acomodó mejor, elevando más su retaguardia y a la
vez apresando sus extremidades inferiores con una de las suyas y siguió con la
tunda, cambiando la forma en que aplicaba los azotes; ahora tres nalgadas en un
cachete, luego tres en el otro, cinco
más en la unión del culo con los muslos; allí sí que lo hizo ver las estrellas,
después le daba dos en el centro; lo sonó de esa manera, por unos minutos que
para Neil fueron eternos, el niño sentía sus nalgas más calientes que nunca, ya
no solo le picaba, le empezaba a doler y aunque trató de mantenerse estoico no
lo pudo lograr, las lágrimas empezaron a caer incontrolables.
- PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS – Con esos últimos azotes dio por terminada la tunda;
las nalgas del mocoso estaban de un tono rojo oscuro, todavía lloraba, su padre
acarició su espalda intentarlo calmarlo, cuando ya el llanto se convirtió en
sollozos, con cuidado le puso la ropa interior en su sitio, dejándole luego
ponerse de pie; el niño ruborizado hasta las orejas y sin poder sostenerle la
mirada a su padre, le pidió los pantalones que en el proceso se los había
retirado. El señor Leagan se los paso y el adolescente torpemente se los
colocó, después fue por el zapato que le faltaba y se lo calzó, y todavía sin
mirar a su padre se dispuso a caminar hasta la puerta con la intención de
marcharse, pero el sr. Leagan lo detuvo – ¡Ven
aquí! – lo llamó siguiéndole el paso, el niño simplemente hizo caso
omiso – Te cuesta obedecer, ¿verdad mocosito? plaf – Le
dijo su padre, tomándolo del brazo mientras le soltaba una nalgada, no tan
fuerte, pero debido a la condición de su trasero vaya que la sintió.
- ¡AUU! Me duele y no me llames así – protestó Neil en tono infantil haciendo un mohín y
frotándose la retaguardia con una mano, su padre aprovechó su momento de
distracción para limpiarle la nariz con un pañuelo y luego de eso lo abrazó, el
chiquillo se dejó querer sollozando un poco.
- Neil no quería llegar a esto, pero tus acciones me obligaron, no
quiero que se te ocurra intentar hacer algo así más nunca en tu vida – se refería a saltar por la ventana desde esa altura – porque sí lo haces jovencito, te aseguro que no será
mi mano la que te corrija nuevamente, sino esta que tengo aquí – se
cogió la correa con ambas manos y Neil trago saliva en lo que asentía con la
cabeza muy nervioso, sin pronunciar palabra – Verbal
hijo – pidió su padre cogiéndole la barbilla con una mano para que
lo mirara.
- Sí señor, lo… siento – dijo
respetuoso con los ojos aguados.
- Es papá Neil, no soy un extraño para ti – le aclaró su padre, eso de señor fue como una patada
al hígado, Neil lo comprendió y se corrigió inmediatamente.
- De verdad, lo siento, siento todas las groserías que te dije,
siento haber sido tan malo papito, pero me duele, duele mucho – se aferró a su padre, reanudando el llanto.
- Lo sé pequeño y así tiene que ser, por eso es un castigo, ya
todo está perdonado hijo, además tú no eres malo mi niño, solo te portas mal
algunas veces, y no es algo que no se pueda corregir, así que no te preocupes –
Le acarició los cabellos.
- Gracias papá, pero sobre el dolor no me refiero solo a la paliza
– El sr. Leagan se quedó perplejo ante ese comentario
– También, me duele aquí – se tocó el
corazón con una mano y su padre entendió
que su hijo tenía mal de amores, según lo que había hablado con su esposa, Neil
estaba sufriendo por el rechazo de Candy, pensaba que ya lo había superado,
pero era muy pronto para un adolescente.
- Bueno hijo, que te puedo decir… Creo que no se puede obligar a
las personas a que nos quieran, así no funciona la vida, el cariño por alguien
surge de manera natural, no es forzado y es correspondido de la misma forma,
además recuerda que debes sembrar para cosechar, sí sembraste buenos frutos,
cosecharas buenos frutos, pero sí por el contrario sembraste malos frutos pues
ya sabes… – le dijo su padre
sin dejar de abrazarlo.
- Pero yo la amo, sé que en el pasado fui muy malo con ella – reconoció sus errores –
pero estoy arrepentido, enserio, aun así Candy solo me desprecia y eso me hace
sentir muy mal papá.
- Sí hijo comprendo tu sentir, pero Candy no es la última chica
que hay en el mundo – dijo,
separándose gentilmente de él – deben haber
muchas otras chicas que te podrían interesar. Estoy pensando, que después que
te levante el castigo deberías intentar salir con alguna de tus compañeras del
colegio, date la oportunidad de conocer alguna otra señorita; tu madre me comento
sobre esta chica, de nombre Daysi, sí creo que así se llama, dice que el otro
día preguntó por ti ¿No te parece buena idea invitarla a salir? – sugirió
cordialmente, pero Neil era empecinado cuando algo se le metía en la cabeza, o
era la rubia pecosa o ninguna otra.
- No, no quiero salir con esa mujer aburrida o cualquier otra, solo aceptare en mi vida a Candy; nadie es como ella, ¡¿entiendes papá?! ¡Nadie!
- Está bien hijo, pero no te pongas así, te comprendo
perfectamente, tampoco te voy a obligar a salir con quien no quieres, solo fue
una simple sugerencia – se excusó el
sr. Leagan, pensando que había metido la pata –
pero hijo, sí ella no te corresponde, sería perder el tiempo y eso te hace más
daño, y luego no me gustaría verte triste.
- ¡No te preocupes papá! ¡Candy me amara, tanto como yo a ella!
¡Lo hará, tiene que hacerlo! – Decir
eso y su padre se molestó de nuevo, esos sentimientos de obsesión no le
agradaron para nada.
- Hijo las personas no son objetos, y desde ya te digo no me gusta esa actitud que estás tomando, en lugar de querer obligarla a que te quiera, deberías ganarte primero su amistad, es mejor tenerla de amiga a ni siquiera eso ¿No te parece más razonable?
- Está bien, como digas – le
dio la razón, su padre no comprendía nada, y no iba a gastar más tiempo
haciéndolo entender – ahora sí me retiro, ya me
canse de estar aquí.
- Un momento jovencito, todavía te hace falta algo…
- ¿Qué cosa? – Se hizo el desentendido.
- Las llaves señor, las llaves – le pidió nuevamente, ya había perdido la cuenta, pero
está vez su hijo no se negó.
Mientras tanto en el Hogar de Pony…
- Señorita Pony, hermana María regreso antes de las siete de la
noche – anunció Candy preparándose
para salir en dirección a la mansión de los Leagan hoy sería el día que
aclararía las cosas con cierto muchachito.
- Bien Candy, cuídate en el camino – respondieron sus madres.
- Prepárate Neil, te llegó tu hora, voy a dejarte las cosas muy
claras, y no me importa sí está la señora Leagan o Eliza en el medio, de hoy no
pasa que te diga lo que mereces escuchar, ahora soy yo la que va a
insistir, estoy realmente enfadada
contigo pequeño reptil, eso sí, hablaremos por última vez en la vida, que te
quede bien claro Neil Leagan – Declaró
decidida ya bastante lejos de su casa, cualquiera que la escuchara diría que
estaba loca por hablar sola, pero ella se entendía bien, seguía caminando hacia
su destino con su maleta en una mano y su soga de enlazar en la otra.
N/A: Hola
chiquillos (as) espero que les haya gustado este capi, que sé que algunos
estaban esperando y yo igual, jeje. Bueno ya ven, que se van ajustando las
cosas poco a poco o al menos eso es lo que yo creo. Una aclaración: olvidaba
que el lugar dónde vive Neil es Lakewood, así que mis disculpas porque en la
nota anterior mencioné Boston, pero es que en realidad tenía confusión con los
sitios dónde se desarrollaba esta hermosa serie. De cualquier forma creo que me
hice entender bien, muy pronto incluiré otros personajes para darle más emoción
a esto, pero siempre de a poco. No quiero liarme con tanto nombre desde el
inicio jajaja. Sin más nos leemos pronto.
Se lo ganó a pulso ese castigo. Neil fue muy grosero con su papá y ese señor que es tan amable.
ResponderEliminarJajajaja pobre Neil ahora sí le tocó que lo pusieran en su lugar!!
ResponderEliminarY está loco como se le ocurre querer saltar por la ventana sólo para salvarse de la tienda!!
Estuvo muy bueno amiga lo disfruté mucho y esa Candy se hace la interesante y también quiere con él!!!