¡Odio amarte tanto!
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Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 3 de Julio del 2020.
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Capítulo 6
Capítulo 6
En cautiverio
Autora:
Nicole
Neil estaba parado
cerca de la ventana de su cuarto sin saber qué hacer, aburrido y a la vez
molesto por el castigo impuesto por su padre; sobándose con insistencia el área
afectada, y es que el tratamiento que le acababa de dar su papá no fueron
caricias precisamente, antes jamás había sido tan estricto con él, pero parecía
que esos tiempos ya no volverían y tendría que adaptarse a las nuevas reglas
así no le gustaran para nada o tal vez terminara por hacer lo contrario como el
cabeza dura que era.
- ¡Maldición, se atrevió a volverme a castigar como a un estúpido
mocoso! ¡Qué humillación! – exclamaba
el muchacho golpeando con el puño cerrado la madera de la ventana. Todavía no
aceptaba los métodos que estaba usando su progenitor para corregirlo; ladeó su
cabeza hacia un lado apretando sus dientes con fuerza y colocando el dedo
índice y pulgar de su mano derecha cerca del mentón –
Esta loco, sí piensa que va a cambiar mi manera de ser con ese puto castigo de
mierda, la próxima que intente ponerme una mano encima, lo voy a acusar con… – Pensó por un momento el nombre que
iba a pronunciar para luego negar con la cabeza recordando su reciente pasado,
hablando consigo mismo – ¿Cómo demonios puedes
pensar que esa señora podría ayudarte después de la última grosería que le
hiciste en la cena familiar? Bueno, pero eso fue hace como un mes y medio. Por
favor Neil, si sabes perfectamente que la tía Elroy es la persona más rencorosa
que puede existir, incluso mucho más que tu propia madre o hermana. Soy yo el
que tiene que empezar a comportarse como un hombre y resolver mis asuntos sin
ayuda de terceros…
Luego de seguir cuestionando y analizando un rato
más su situación actual, decidió caminar por varios minutos alrededor de toda
su habitación para quitarse un poco el tedio; él estaba acostumbrado a ir de
aquí para allá, ya fuera en carro por la ciudad o bien paseando con alguno de
los caballos por los alrededores, aparte de eso, extrañaba los momentos de
juerga con sus amigos; realmente echaba de menos esa vida de libertinaje que
había estado llevando desde hace un par de años, pero por alguna razón en las
últimas semanas no habían sido tan recientes sus saliditas nocturnas y quizás
en la posición que se encontraba ahora, sería un tanto complicado regresar a
sus viejos hábitos, pues tendría que actuar con mayor cautela, pero también por su cabeza pasó el
gustarle de cierta manera que su padre se preocupara por él porque nunca
antes lo sintió tan cercano como el día de hoy, a pesar que esa reciente
cercanía tuvo que implicar primero una buena tunda que todavía le incomodaba,
bueno fue el precio que tuvo que haber pagado para aclarar las cosas con su
padre. Lo importante era que se pudo desahogar y ya no se sentía tan solo.
Por otra parte, el permanecer en su habitación; cumpliendo
su sanción, le hacía sentir como preso en la casa de sus progenitores y lo peor
es que no sabía hasta que tiempo su padre lo mantendría en confinamiento.
Se cansó de dar vueltas en círculos, saliendo al
mirador para apreciar el paisaje. El cielo estaba hermoso, el día estaba fresco
como para una buena caminata, cabalgar o ir por el lago en canoa; se creó
imágenes mentales de él y la rubia pecosa, realizando esas actividades junto a
ella, perdiéndose de nuevo en sus
pensamientos. ¡¿Por qué rayos cuando la tenía frente a su vista no podía
tratarla bien o mejor dicho mantener la cortesía con ella que había sido tan
buena con él a pesar de todas sus maldades?! Y él seguía comportándose como una
completa bestia aunque según él, no era tan malo como lo parecía; culpa de su
mal genio tal vez, el muchacho
solía ser cariñoso y de repente
pelaba el cobre dejando confundida a la pecas que se turbaba con esos arranques
repentinos; simplemente Candy siempre
sacaba lo mejor y lo peor de su persona.
Que la rubia lo odiara con todas sus fuerzas no era
nuevo para él, pero como dolía cuando se lo decía verbalmente y más todavía, sí
esas palabras iban acompañadas de menosprecio porque él lo
sentía de parte la pecosa cada vez que sus bellos ojos verdes lo miraban
fijamente. Candy era tan intensa como lo era él con sus emociones; podía ser
tan dulce sí te ganabas su corazón o tan áspera sí la lastimabas seriamente;
Neil había y seguía sembrando odio, hostilidad, desprecio entre otros
sentimientos de naturaleza errada y estaba cosechando sus malos frutos; la ley
de causa y efecto estaba actuando en él, dándole a tomar en exceso de su propia
medicina, y solo él, era el único responsable de su propia desdicha. Candice no
lo soportaba, lo odiaba por muchas razones, y él no podía hacer nada al
respecto, sin embargo esa verdad lo enfermaba; prácticamente consumiéndolo, sus
días y sus noches no eran las mismas, dejó de ser ese chico que aunque vil, era
feliz a su manera, ahora no solo seguía
siendo un canalla de primera, también vivía resentido; peleándose con el mundo;
realmente inaguantable incluso para sus más cercanos, y todo por no saber
manejar sus sentimientos de la manera más apropiada, Neil no podía tolerar que
alguien lo despreciara, mucho menos, sí ese alguien, era la persona que lo
traía por la izquierda, eso hería su orgullo enormemente y le lastimaba el
corazón.
Su madre y su hermana habían salido de compras, su
padre seguía en su despacho trabajando en unos documentos. Un ruido producido
por algo que cayó de la parte de arriba de su armario hacia el suelo, sacó a
Neil de su ensimismamiento, dando paso
a sus
intensas ganas de salir; tanto era su deseo que estaba a punto de caer
en ansiedad, necesitaba algo que se lo quitara, y él sabía perfectamente de que
se trataba eso que tanto deseaba, pero encerrado como permanecía, era misión
imposible conseguirlo, y sí seguía así un solo minuto más, iba a morir
literalmente, de igual manera sabía que no debía tentar su suerte, su padre le
había advertido lo que le pasaría sí volvía a incidir en lo mismo, pero su
vicio era más grande que él, pensó en escapar de ahí rumbo a otro lugar dónde
nadie le negara un traguito de vodka, ya fuera en casa de sus primos o bien
comprarlo en alguna tienda de licores porque el dinero no era una limitante, el
moreno pensó en saltar desde el balcón dónde todavía estaba; mirando la altura
sudando un tanto nervioso, quería tirarse como la acrobática Candy, quien tenía
una habilidad envidiable para brincar de un extremo a otro con la ayuda de una
soga que casi siempre llevaba consigo, ya aprendería él, tenía que vencer su
miedo a caer, no importaba si sufría de vértigo, lo intentaría algún día, o
mejor dicho en un par de minutos no muy lejanos, se dijo internamente mientras
volvía a echar un vistazo hacia abajo en lo que
tragaba saliva; cambiando de idea, tal vez mejor bajaba al bar que
estaba cerca de la sala, ¿para qué atormentarse sí tenía lo que necesitaba de
la ceja al ojo?, así que, iba más que
dispuesto a tomarse un traguito; solo
uno, tampoco era como sí necesitara la
botella completa, pero ¿Qué tal si era pillado infraganti?, evaluó esa
posibilidad cruzado ahora de brazos. Pero eso jamás pasaría, no tendría por
qué, cuando su padre se encerraba a trabajar le tomaba muchas horas incluso
madrugaba en eso, y ni siquiera asomaba la cabeza, no si antes no terminaba lo
que tenía previsto, luego de pensar un poco, se acercó a la puerta, sin embargo
antes de abrirla una variedad de pensamientos frenaron su intención; que sí
alguna mucama o alguien del servicio lo veía y corría con el chisme; no sabía
por qué, pero siempre pensaba que toda esa gente que trabajaba para ellos eran
unos entrometidos, que lo único que buscaban era que él purgara todos sus
pecados y de la peor manera. Retrocedió unos pasos pensando ahora en dirección
contraria, sí alguno de los domésticos lo descubrían, él los amenazaría. Sí,
eso haría, menos darles oportunidad de meterse dónde los llamaban, pero ¿y sí
su madre llegaba en cualquier momento?, tenía esa costumbre; con ella como
testigo no podría hacer mucho, se contradijo nuevamente, estaba al borde de una
crisis nerviosa. No sabiendo ni por qué se sentía con miedo que su progenitor
se diera cuenta. Total, él había afirmado hace un momento que no le permitiría
que lo volviera a castigar de esa forma tan ridícula y sin sentido, sin embargo
sincerándose él mismo, tenía pánico de la reacción de su padre, ¡diablos que
dilema!, exclama subiendo la voz, y sin decidirse ni a blanco, ni a negro, Neil
una vez más, caminó en círculos.
Y en otro lado, Sarah conversaba con una amiga que
no había visto en mucho tiempo.
- ¿Y cómo está Neil? ¿Ya cuantos años tiene? ¿A qué se dedica? – Empezó el cuestionario de la señora Smith con su
hija al lado, quien estaba igual de curiosa que su madre. Hacía ya años que no
sabían nada de los Leagan.
- ¡Mamá! ¡Mamá! – gritaba
Eliza saliendo del vestidor, se acaba de probar un vestido muy elegante.
- ¿Qué pasa Eliza? ¿Por qué gritas así? – reprendió la señora Leagan a su hija.
- ¿Cómo me queda – preguntó,
haciendo oídos sordos al regaño de su madre.
- ¡Señorita! Que no ves que estoy conversando – Eliza miró a la amiga de su madre junto a su hija,
una hermosa rubia de cabello largo lacio y enormes ojos azules.
- Lo siento – se disculpó
haciendo una leve venia – Solo quería que mamá
me diera el visto bueno, ¿Verdad que es hermoso este vestido? – volvió
a preguntar dándose la vuelta completa.
- ¡Te queda precioso! – Exclamaron
la señora Smith y su hija, elevando el ego de la presumida a mil – Tu debes ser
Eliza, ¡qué grande estás!, cuando te vi la última vez, tenías tan solo cinco
años. ¿Cuántos son ahora?
- Tengo dieciséis – respondió
ella – Madre ¿qué te parece este modelito? Me
gustaría conocer tu opinión.
- Es hermoso hija, a ti todo te luce muy bien, sabes que eres bonita
y muy elegante – la halago su
madre como siempre y Eliza sonrió con suficiencia. Amaba ser el centro de
atención.
- Es cierto, eres muy bonita, debes tener muchos pretendientes detrás de ti – comentaron las otras dos femeninas.
- Oh sí, no me alcanzan los dedos de la mano, ni de los pies para
contarlos – presumió la chica
esbozando ahora una sonrisa de medio lado.
- Que afortunada es la señorita…
- ¡Por supuesto que lo soy! – Exclamó muy segura de ello y luego se acordó de algo sumamente relevante,
no podía irse a casa sin ese algo que le faltaba y que resaltaba aún más su belleza – Madre,
vengo enseguida – se retiró a mirar unos sombreros que a ella le
gustaba lucir con sus vestidos, lo que aprovechó la señora Smith para cambiar
el tema e insistir en lo que realmente le interesaba; saber todo el presente
del jovencito Leagan.
- Bien, en dónde estábamos… ah sí, ¿qué está haciendo Neil? ¿Qué
tan guapo luce? ¿Qué edad tiene? – insistió
con el interrogatorio la amiga de Sarah.
- Mi hijo querido está cada día más guapo – expresó Sarah orgullosa de la belleza de su niño
obviando la primera pregunta y mostrándole una fotografía del susodicho – ¡Míralo! ¿Qué te parece?
- Pues sí que está cambiado; mucho más bonito que la última vez
que lo vi – Admitió la señora
y luego le dijo a su hija – puede ser un buen
partido para ti Samanta ¿No lo crees?
- A ver, déjame verlo bien madre – le arrebató la foto, opinó y siguió cuestionando – Pues
físicamente no me gusta, me encanta, está como quiere – su
madre la miró con el ceño fruncido mientras Sarah ponía los ojos como plato, y
la joven sonrojada decidió mejor cuestionar sobre el temperamento y carácter
del adolescente – Ay perdón, no pude evitarlo,
pero ¿cómo es él? Es decir, me refiero a cómo es su personalidad por ejemplo,
para mí es muy importante saberlo ¿Es estudioso? ¿Educado? ¿Tiene buenos
hábitos? ¿Detallista?...
- Por el amor de Dios hija, esas cosas no se preguntan todavía,
¡qué vergüenza! – manifestó la señora Smith y Sarah sonrió contenta
por el interés efusivo de esa niña en su hijo, pero en el fondo era lo que ella
quería, que su niño se fijara en otra chica que no fuera la harapienta de
Candy; no la soportaba y jamás lo haría, no se imaginaba una nuera como la
mugrosa pecosa. Sí eso iba a pasar, prefería morirse antes de ser testigo de
ello.
- Ninguna vergüenza madre, tengo que saber cómo va a hacer mi
futuro esposo. Ni creas que voy a iniciar una relación con un chico solo porque
tiene la cara bonita. Madre tu más que nadie sabes que casarse no es tirar
conejos al aire, es una decisión muy importante en la vida de todo ser humano –
dijo haciendo una pausa, tomando un poco de aire
para continuar luego, Sarah no le quitaba la vista de encima y su madre cada
vez más incómoda – por lo tanto
quiero saber todo sobre Neil Leagan. No es lo mismo a cuando tenía cuatro años
a ahora que tiene…
- Nadie está hablando de matrimonio todavía, solo queremos que se
conozcan – interrumpió la
mujer perdiendo la paciencia, colorada por la pena que le estaba haciendo pasar
su hija con sus comentarios que encontró fuera de lugar.
- Yo solo quiero saber madre porque Neil sí me interesa y mucho – siguió en lo mismo – ¿Cuántos años tiene?
- Quince años – dijo Sarah.
- Que bien, solo es dos años más joven que yo. Señora Leagan
necesito que también responda a mis anteriores preguntas, así sabré sí Neil me
conviene como esposo. Hágame ese favor, se lo agradecería muchísimo – le pidió cortésmente y a la madre de Eliza no le
quedo de otra que ceder.
- Bueno – aclaró su
garganta y dijo – Neil se porta muy bien,
ahorita está estudiando en el Real Colegio San Pablo y tiene el mejor promedio
en su clase, es muy obediente, caballeroso, honesto, respetuoso, serio, pero
amable; en fin que más te puedo decir, sí te contara lo correcto que es mi hijo
en todos los sentidos, no acabaríamos nunca, así que para resumírtelo,
Neil es un buen niño. Estoy segura que no te arrepentirás de
comprometerte con él en un noviazgo formal mi querida Samanta.
- Por su puesto que no me arrepentiré de nada con Neil, con toda esa descripción que me ha dado, muero de ganas por ser su novia desde hoy. ¿Podría ser eso posible?
- Claro, en la noche a la hora de la cena, las espero y trae a tu
esposo – sugirió Sarah a la señora
Smith.
- De acuerdo, así vamos a hacer – dijeron ambas al unísono.
Mientras Eliza recorría la tienda en busca de
accesorios para seguir alardeando a los cuatro vientos, Sarah y la señora Smith
decidían el futuro de sus hijos, Candy ya había llegado a la residencia de los
Leagan, tuvo la suerte de encontrarse con su amigo Tom que se ofreció
amablemente a llevarla aunque a ella le gustaba caminar, la verdad era que no
quería llegar acalorada. Agradecía enormemente a Dios que sus amigos siempre
aparecían en el momento preciso para sacarla de apuros.
La rubia entro por el portón principal que estaba
abierto, casi siempre solía estar de esa manera, aceleró el paso, levantó la
mirada hacia la habitación del odioso chico, del hombre, sí es que así le podía
llamar, que ella más detestaba en el mundo, empezando a recordar su primer
encuentro con él; como la recibió con un baldazo de agua fría; movió su cabeza
de lado a lado con disgusto, pero decidió dejar eso de lado, no estaba ahí para
traer a su mente esos desagradables acontecimientos. Había regresado a esa casa
con un solo propósito, poner en su lugar a ese grosero, estaba segura que
después de la insultada que le iba dar, lo dejaría con el rabo entre las
piernas. Quizás la odiaría más de lo que lo hacía actualmente o lo dejaría
emocionalmente mucho más lastimado que la última vez que se vieron a pesar que
fue él, el que comenzó con sus agresiones verbales y hasta se atrevió a
faltarle al respeto.
Tenía que pagarlas todas porque era malo siempre con
ella y eso la tenía harta. Era el momento que aprendiera, así fuera a base de
ofensas. No había otra forma de tratar a los patanes como él. Sería su último
encuentro pues no iba a volver a acercársele más nunca en la vida, por esa razón, no dejaría escapar la ocasión
para destruirlo psicológicamente porque ese nefasto ser solo se merecía lo
peor. ¡En su vida sintió tanto odio por alguien como el que sentía por ese
maldito imbécil! Neil grandísimo animal, cobarde, esa lagartija de los demonios, ser ruin y… y…
lo que seas menos nada positivo, decía Candy golpeando con violencia la puerta
que tenía frente a ella. Hasta que una de las chicas del servicio le abrió, muy
extrañada por su visita, pero la hizo pasar.
La pecosa pidió hablar con Neil a lo que la señorita
le informó que el joven tenía prohibido salir de su cuarto hasta nueva orden,
algo que sorprendió muchísimo a la muchacha, pues lo que menos se imaginó era a
un Neil castigado y mucho menos de parte del señor Leagan como le había
explicado la chica. A la pecas siempre le pareció que el papá de los chicos, en
alguna medida era el único justo y de agradable temperamento en esa familia,
por lo que sonrió divertida con el hecho de enterarse que al fin alguien le
ponía un alto a ese niño consentido.
- Tengo que hablar con él y no puedo esperar otro día – habló Candy ahora poniéndose muy seria.
- Bueno señorita, sí usted quiere le digo al señorito Neil que
usted lo busca para que pueda visitarlo en su habitación – Le
dijo amablemente la sirvienta.
- No hace falta tanto protocolo, además no voy a tardar, solo le
diré un par de palabras al señorito Neil – dijo Candy decidida poniendo énfasis en las últimas dos palabras – así que excúseme – agregó y subió apurada
las escaleras hacia el cuarto del
moreno.
- Señorita espere… – trató
de detenerla pero no pudo, Candy se perdió en
el pasillo.
Ya en el segundo piso, la rubia pecosa tocó con
fuerza la puerta, el muchacho se encogió en su sitio pues pensó que era su
padre el que llamaba a la puerta como Candy no abría la boca para nada, seguro
que lo volvería a reprender, como sí no
hubiera tenido ya suficiente con semejante paliza que le propinó, de verdad que
aunque solo uso su mano, sí que se ensañó con su retaguardia, todavía le dolía
y no quería una segunda sesión de lo mismo, menos en esos momentos, además no
había hecho nada malo que él recordara, es que ni siquiera bajo por su trago;
sí le pegaban por segunda vez en el día, sí que sería la mayor de las
injusticias o tal vez podía ser un castigo del Señor de los cielos por todos
los pecados que había cometido en el pasado y todavía en su actual presente,
comenzó a pedir perdón mentalmente; nunca antes había tenido tanto temor y
remordimiento de conciencia, lo que incrementó su miedo y desesperación,
terminando de agarrarse la cabeza con ambas manos.
Me encanta como está quedando tu historia. Me gusta este Neil que describe, se ve que de verdad ama a Candy. Y la mamá quiere comprometerlo ya quiero saber como va a reaccionar Neil al saber de eso. Y Candy toda brava por otro lado. Van a volver más loco al chico de lo que ya esta!!!
ResponderEliminarJajajaja que horror que alguien ajeno se entera cuando estás castigado jajaja pero esa sirvienta se pasó de chismosa!!
ResponderEliminarY la Candy me cae muy mal como si sólo importara lo que ella opina 😒...
Aunque no hay muchos diálogos me gusta tu historia amiga!!