viernes, 3 de julio de 2020

Odio amarte tanto: Cap.6 ; Autora Nicole

¡Odio amarte tanto!
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Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.
Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 3 de Julio del 2020. 
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Capítulo 6
En cautiverio
Autora: Nicole

Neil estaba parado cerca de la ventana de su cuarto sin saber qué hacer, aburrido y a la vez molesto por el castigo impuesto por su padre; sobándose con insistencia el área afectada, y es que el tratamiento que le acababa de dar su papá no fueron caricias precisamente, antes jamás había sido tan estricto con él, pero parecía que esos tiempos ya no volverían y tendría que adaptarse a las nuevas reglas así no le gustaran para nada o tal vez terminara por hacer lo contrario como el cabeza dura que era.

  • ¡Maldición, se atrevió a volverme a castigar como a un estúpido mocoso! ¡Qué humillación! – exclamaba el muchacho golpeando con el puño cerrado la madera de la ventana. Todavía no aceptaba los métodos que estaba usando su progenitor para corregirlo; ladeó su cabeza hacia un lado apretando sus dientes con fuerza y colocando el dedo índice y pulgar de su mano derecha cerca del mentón – Esta loco, sí piensa que va a cambiar mi manera de ser con ese puto castigo de mierda, la próxima que intente ponerme una mano encima, lo voy a acusar con… –  Pensó por un momento el nombre que iba a pronunciar para luego negar con la cabeza recordando su reciente pasado, hablando consigo mismo – ¿Cómo demonios puedes pensar que esa señora podría ayudarte después de la última grosería que le hiciste en la cena familiar? Bueno, pero eso fue hace como un mes y medio. Por favor Neil, si sabes perfectamente que la tía Elroy es la persona más rencorosa que puede existir, incluso mucho más que tu propia madre o hermana. Soy yo el que tiene que empezar a comportarse como un hombre y resolver mis asuntos sin ayuda de terceros…

Luego de seguir cuestionando y analizando un rato más su situación actual, decidió caminar por varios minutos alrededor de toda su habitación para quitarse un poco el tedio; él estaba acostumbrado a ir de aquí para allá, ya fuera en carro por la ciudad o bien paseando con alguno de los caballos por los alrededores, aparte de eso, extrañaba los momentos de juerga con sus amigos; realmente echaba de menos esa vida de libertinaje que había estado llevando desde hace un par de años, pero por alguna razón en las últimas semanas no habían sido tan recientes sus saliditas nocturnas y quizás en la posición que se encontraba ahora, sería un tanto complicado regresar a sus viejos hábitos, pues tendría que actuar con mayor cautela, pero  también por su cabeza pasó  el  gustarle de cierta manera que su padre se preocupara por él porque nunca antes lo sintió tan cercano como el día de hoy, a pesar que esa reciente cercanía tuvo que implicar primero una buena tunda que todavía le incomodaba, bueno fue el precio que tuvo que haber pagado para aclarar las cosas con su padre. Lo importante era que se pudo desahogar y ya no se sentía tan solo.
Por otra parte, el permanecer en su habitación; cumpliendo su sanción, le hacía sentir como preso en la casa de sus progenitores y lo peor es que no sabía hasta que tiempo su padre lo mantendría en confinamiento.
Se cansó de dar vueltas en círculos, saliendo al mirador para apreciar el paisaje. El cielo estaba hermoso, el día estaba fresco como para una buena caminata, cabalgar o ir por el lago en canoa; se creó imágenes mentales de él y la rubia pecosa, realizando esas actividades junto a ella,  perdiéndose de nuevo en sus pensamientos. ¡¿Por qué rayos cuando la tenía frente a su vista no podía tratarla bien o mejor dicho mantener la cortesía con ella que había sido tan buena con él a pesar de todas sus maldades?! Y él seguía comportándose como una completa bestia aunque según él, no era tan malo como lo parecía; culpa de su mal genio tal vez, el muchacho  solía  ser cariñoso y de repente pelaba el cobre dejando confundida a la pecas que se turbaba con esos arranques repentinos; simplemente Candy  siempre sacaba lo mejor y lo peor de su persona.
Que la rubia lo odiara con todas sus fuerzas no era nuevo para él, pero como dolía cuando se lo decía verbalmente y más todavía, sí esas palabras iban acompañadas de menosprecio porque él  lo  sentía de parte la pecosa cada vez que sus bellos ojos verdes lo miraban fijamente. Candy era tan intensa como lo era él con sus emociones; podía ser tan dulce sí te ganabas su corazón o tan áspera sí la lastimabas seriamente; Neil había y seguía sembrando odio, hostilidad, desprecio entre otros sentimientos de naturaleza errada y estaba cosechando sus malos frutos; la ley de causa y efecto estaba actuando en él, dándole a tomar en exceso de su propia medicina, y solo él, era el único responsable de su propia desdicha. Candice no lo soportaba, lo odiaba por muchas razones, y él no podía hacer nada al respecto, sin embargo esa verdad lo enfermaba; prácticamente consumiéndolo, sus días y sus noches no eran las mismas, dejó de ser ese chico que aunque vil, era feliz a su manera, ahora no solo  seguía siendo un canalla de primera, también vivía resentido; peleándose con el mundo; realmente inaguantable incluso para sus más cercanos, y todo por no saber manejar sus sentimientos de la manera más apropiada, Neil no podía tolerar que alguien lo despreciara, mucho menos, sí ese alguien, era la persona que lo traía por la izquierda,  eso hería  su orgullo enormemente y le lastimaba el corazón.
Su madre y su hermana habían salido de compras, su padre seguía en su despacho trabajando en unos documentos. Un ruido producido por algo que cayó de la parte de arriba de su armario hacia el suelo, sacó a Neil de su ensimismamiento, dando  paso a  sus  intensas ganas de salir; tanto era su deseo que estaba a punto de caer en ansiedad, necesitaba algo que se lo quitara, y él sabía perfectamente de que se trataba eso que tanto deseaba, pero encerrado como permanecía, era misión imposible conseguirlo, y sí seguía así un solo minuto más, iba a morir literalmente, de igual manera sabía que no debía tentar su suerte, su padre le había advertido lo que le pasaría sí volvía a incidir en lo mismo, pero su vicio era más grande que él, pensó en escapar de ahí rumbo a otro lugar dónde nadie le negara un traguito de vodka, ya fuera en casa de sus primos o bien comprarlo en alguna tienda de licores porque el dinero no era una limitante, el moreno pensó en saltar desde el balcón dónde todavía estaba; mirando la altura sudando un tanto nervioso, quería tirarse como la acrobática Candy, quien tenía una habilidad envidiable para brincar de un extremo a otro con la ayuda de una soga que casi siempre llevaba consigo, ya aprendería él, tenía que vencer su miedo a caer, no importaba si sufría de vértigo, lo intentaría algún día, o mejor dicho en un par de minutos no muy lejanos, se dijo internamente mientras volvía a echar un vistazo hacia abajo en lo que  tragaba saliva; cambiando de idea, tal vez mejor bajaba al bar que estaba cerca de la sala, ¿para qué atormentarse sí tenía lo que necesitaba de la ceja al ojo?, así que,  iba más que dispuesto  a tomarse un traguito; solo uno,  tampoco era como sí necesitara la botella completa, pero ¿Qué tal si era pillado infraganti?, evaluó esa posibilidad cruzado ahora de brazos. Pero eso jamás pasaría, no tendría por qué, cuando su padre se encerraba a trabajar le tomaba muchas horas incluso madrugaba en eso, y ni siquiera asomaba la cabeza, no si antes no terminaba lo que tenía previsto, luego de pensar un poco, se acercó a la puerta, sin embargo antes de abrirla una variedad de pensamientos frenaron su intención; que sí alguna mucama o alguien del servicio lo veía y corría con el chisme; no sabía por qué, pero siempre pensaba que toda esa gente que trabajaba para ellos eran unos entrometidos, que lo único que buscaban era que él purgara todos sus pecados y de la peor manera. Retrocedió unos pasos pensando ahora en dirección contraria, sí alguno de los domésticos lo descubrían, él los amenazaría. Sí, eso haría, menos darles oportunidad de meterse dónde los llamaban, pero ¿y sí su madre llegaba en cualquier momento?, tenía esa costumbre; con ella como testigo no podría hacer mucho, se contradijo nuevamente, estaba al borde de una crisis nerviosa. No sabiendo ni por qué se sentía con miedo que su progenitor se diera cuenta. Total, él había afirmado hace un momento que no le permitiría que lo volviera a castigar de esa forma tan ridícula y sin sentido, sin embargo sincerándose él mismo, tenía pánico de la reacción de su padre, ¡diablos que dilema!, exclama subiendo la voz, y sin decidirse ni a blanco, ni a negro, Neil una vez más, caminó en círculos.
Y en otro lado, Sarah conversaba con una amiga que no había visto en mucho tiempo.

  • ¿Y cómo está Neil? ¿Ya cuantos años tiene? ¿A qué se dedica? – Empezó el cuestionario de la señora Smith con su hija al lado, quien estaba igual de curiosa que su madre. Hacía ya años que no sabían nada de los Leagan.
  • ¡Mamá! ¡Mamá! – gritaba Eliza saliendo del vestidor, se acaba de probar un vestido muy elegante.
  • ¿Qué pasa Eliza? ¿Por qué gritas así? – reprendió la señora Leagan a su hija.
  • ¿Cómo me queda – preguntó, haciendo oídos sordos al regaño de su madre.
  • ¡Señorita! Que no ves que estoy conversando – Eliza miró a la amiga de su madre junto a su hija, una hermosa rubia de cabello largo lacio y enormes ojos azules.
  • Lo siento – se disculpó haciendo una leve venia – Solo quería que mamá me diera el visto bueno, ¿Verdad que es hermoso este vestido? – volvió a preguntar dándose la vuelta completa.
  • ¡Te queda precioso! – Exclamaron la señora Smith y su hija, elevando el ego de la presumida a mil  – Tu debes ser Eliza, ¡qué grande estás!, cuando te vi la última vez, tenías tan solo cinco años. ¿Cuántos son ahora?
  • Tengo dieciséis – respondió ella – Madre ¿qué te parece este modelito? Me gustaría conocer tu opinión.
  • Es hermoso hija, a ti todo te luce muy bien, sabes que eres bonita y muy elegante – la halago su madre como siempre y Eliza sonrió con suficiencia. Amaba ser el centro de atención.
  • Es cierto, eres muy bonita, debes tener muchos pretendientes detrás de ti – comentaron las otras dos femeninas.
  • Oh sí, no me alcanzan los dedos de la mano, ni de los pies para contarlos – presumió la chica esbozando ahora una sonrisa de medio lado.
  • Que afortunada es la señorita…
  • ¡Por supuesto que lo soy! – Exclamó muy segura de ello y luego se acordó de algo sumamente relevante, no podía irse a casa sin ese algo que le faltaba y que resaltaba aún más  su belleza – Madre, vengo enseguida – se retiró a mirar unos sombreros que a ella le gustaba lucir con sus vestidos, lo que aprovechó la señora Smith para cambiar el tema e insistir en lo que realmente le interesaba; saber todo el presente del jovencito Leagan.
  • Bien, en dónde estábamos… ah sí, ¿qué está haciendo Neil? ¿Qué tan guapo luce? ¿Qué edad tiene? – insistió con el interrogatorio la amiga de Sarah.
  • Mi hijo querido está cada día más guapo – expresó Sarah orgullosa de la belleza de su niño obviando la primera pregunta y mostrándole una fotografía del susodicho – ¡Míralo! ¿Qué te parece?
  • Pues sí que está cambiado; mucho más bonito que la última vez que lo vi – Admitió la señora y luego le dijo a su hija – puede ser un buen partido para ti Samanta ¿No lo crees?
  • A ver, déjame verlo bien madre – le arrebató la foto, opinó y siguió cuestionando Pues físicamente no me gusta, me encanta, está como quiere   su madre la miró con el ceño fruncido mientras Sarah ponía los ojos como plato, y la joven sonrojada decidió mejor cuestionar sobre el temperamento y carácter del adolescente – Ay perdón, no pude evitarlo, pero ¿cómo es él? Es decir, me refiero a cómo es su personalidad por ejemplo, para mí es muy importante saberlo ¿Es estudioso? ¿Educado? ¿Tiene buenos hábitos? ¿Detallista?...
  • Por el amor de Dios hija, esas cosas no se preguntan todavía, ¡qué vergüenza! –  manifestó la señora Smith y Sarah sonrió contenta por el interés efusivo de esa niña en su hijo, pero en el fondo era lo que ella quería, que su niño se fijara en otra chica que no fuera la harapienta de Candy; no la soportaba y jamás lo haría, no se imaginaba una nuera como la mugrosa pecosa. Sí eso iba a pasar, prefería morirse antes de ser testigo de ello.
  • Ninguna vergüenza madre, tengo que saber cómo va a hacer mi futuro esposo. Ni creas que voy a iniciar una relación con un chico solo porque tiene la cara bonita. Madre tu más que nadie sabes que casarse no es tirar conejos al aire, es una decisión muy importante en la vida de todo ser humano – dijo haciendo una pausa, tomando un poco de aire para continuar luego, Sarah no le quitaba la vista de encima y su madre cada vez más incómoda   por lo tanto quiero saber todo sobre Neil Leagan. No es lo mismo a cuando tenía cuatro años a ahora que tiene…
  • Nadie está hablando de matrimonio todavía, solo queremos que se conozcan – interrumpió la mujer perdiendo la paciencia, colorada por la pena que le estaba haciendo pasar su hija con sus comentarios que encontró fuera de lugar.
  • Yo solo quiero saber madre porque Neil sí me interesa y mucho   siguió en lo mismo   ¿Cuántos años tiene?
  • Quince años  dijo Sarah.
  • Que bien, solo es dos años más joven que yo. Señora Leagan necesito que también responda a mis anteriores preguntas, así sabré sí Neil me conviene como esposo. Hágame ese favor, se lo agradecería muchísimo   le pidió cortésmente y a la madre de Eliza no le quedo de otra que ceder.
  • Bueno – aclaró su garganta y dijo – Neil se porta muy bien, ahorita está estudiando en el Real Colegio San Pablo y tiene el mejor promedio en su clase, es muy obediente, caballeroso, honesto, respetuoso, serio, pero amable; en fin que más te puedo decir, sí te contara lo correcto que es mi hijo en todos los sentidos, no acabaríamos nunca, así que para resumírtelo, Neil  es un buen niño.  Estoy segura que no te arrepentirás de comprometerte con él en un noviazgo formal mi querida Samanta.
  • Por su puesto que no me arrepentiré de nada con Neil, con toda esa descripción que me ha dado, muero de ganas por ser su novia desde hoy. ¿Podría ser eso posible?
  • Claro, en la noche a la hora de la cena, las espero y trae a tu esposo – sugirió Sarah a la señora Smith.
  • De acuerdo, así vamos a hacer – dijeron ambas al unísono.

Mientras Eliza recorría la tienda en busca de accesorios para seguir alardeando a los cuatro vientos, Sarah y la señora Smith decidían el futuro de sus hijos, Candy ya había llegado a la residencia de los Leagan, tuvo la suerte de encontrarse con su amigo Tom que se ofreció amablemente a llevarla aunque a ella le gustaba caminar, la verdad era que no quería llegar acalorada. Agradecía enormemente a Dios que sus amigos siempre aparecían en el momento preciso para sacarla de apuros.
La rubia entro por el portón principal que estaba abierto, casi siempre solía estar de esa manera, aceleró el paso, levantó la mirada hacia la habitación del odioso chico, del hombre, sí es que así le podía llamar, que ella más detestaba en el mundo, empezando a recordar su primer encuentro con él; como la recibió con un baldazo de agua fría; movió su cabeza de lado a lado con disgusto, pero decidió dejar eso de lado, no estaba ahí para traer a su mente esos desagradables acontecimientos. Había regresado a esa casa con un solo propósito, poner en su lugar a ese grosero, estaba segura que después de la insultada que le iba dar, lo dejaría con el rabo entre las piernas. Quizás la odiaría más de lo que lo hacía actualmente o lo dejaría emocionalmente mucho más lastimado que la última vez que se vieron a pesar que fue él, el que comenzó con sus agresiones verbales y hasta se atrevió a faltarle al respeto.
Tenía que pagarlas todas porque era malo siempre con ella y eso la tenía harta. Era el momento que aprendiera, así fuera a base de ofensas. No había otra forma de tratar a los patanes como él. Sería su último encuentro pues no iba a volver a acercársele más nunca en la vida,  por esa razón, no dejaría escapar la ocasión para destruirlo psicológicamente porque ese nefasto ser solo se merecía lo peor. ¡En su vida sintió tanto odio por alguien como el que sentía por ese maldito imbécil! Neil grandísimo animal, cobarde,  esa lagartija de los demonios, ser ruin y… y… lo que seas menos nada positivo, decía Candy golpeando con violencia la puerta que tenía frente a ella. Hasta que una de las chicas del servicio le abrió, muy extrañada por su visita, pero la hizo pasar.
La pecosa pidió hablar con Neil a lo que la señorita le informó que el joven tenía prohibido salir de su cuarto hasta nueva orden, algo que sorprendió muchísimo a la muchacha, pues lo que menos se imaginó era a un Neil castigado y mucho menos de parte del señor Leagan como le había explicado la chica. A la pecas siempre le pareció que el papá de los chicos, en alguna medida era el único justo y de agradable temperamento en esa familia, por lo que sonrió divertida con el hecho de enterarse que al fin alguien le ponía un alto a ese niño consentido.

  • Tengo que hablar con él y no puedo esperar otro día – habló Candy ahora poniéndose muy seria.
  • Bueno señorita, sí usted quiere le digo al señorito Neil que usted lo busca para que pueda visitarlo en su habitación  Le dijo amablemente la sirvienta.
  • No hace falta tanto protocolo, además no voy a tardar, solo le diré un par de palabras al señorito Neil – dijo Candy decidida poniendo énfasis en las últimas dos palabras – así que excúseme – agregó y subió apurada las escaleras  hacia el cuarto del moreno.
  • Señorita espere… – trató de detenerla pero no pudo, Candy se perdió en  el pasillo.

Ya en el segundo piso, la rubia pecosa tocó con fuerza la puerta, el muchacho se encogió en su sitio pues pensó que era su padre el que llamaba a la puerta como Candy no abría la boca para nada, seguro que  lo volvería a reprender, como sí no hubiera tenido ya suficiente con semejante paliza que le propinó, de verdad que aunque solo uso su mano, sí que se ensañó con su retaguardia, todavía le dolía y no quería una segunda sesión de lo mismo, menos en esos momentos, además no había hecho nada malo que él recordara, es que ni siquiera bajo por su trago; sí le pegaban por segunda vez en el día, sí que sería la mayor de las injusticias o tal vez podía ser un castigo del Señor de los cielos por todos los pecados que había cometido en el pasado y todavía en su actual presente, comenzó a pedir perdón mentalmente; nunca antes había tenido tanto temor y remordimiento de conciencia, lo que incrementó su miedo y desesperación, terminando de agarrarse la cabeza con ambas manos.


2 comentarios:

  1. Me encanta como está quedando tu historia. Me gusta este Neil que describe, se ve que de verdad ama a Candy. Y la mamá quiere comprometerlo ya quiero saber como va a reaccionar Neil al saber de eso. Y Candy toda brava por otro lado. Van a volver más loco al chico de lo que ya esta!!!

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  2. Jajajaja que horror que alguien ajeno se entera cuando estás castigado jajaja pero esa sirvienta se pasó de chismosa!!
    Y la Candy me cae muy mal como si sólo importara lo que ella opina 😒...
    Aunque no hay muchos diálogos me gusta tu historia amiga!!

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