martes, 7 de julio de 2020

Odio amarte tanto: Cap. 7; Autora Nicole

¡Odio amarte tanto!
一一一一一一一一一一一一一一一
Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.
Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 3 de Julio del 2020. 
一一一一一一一一一一一一一一一
Capítulo 6
Lo que siente Candy

Autora: Nicole
ADVERTENCIA: estilo gore; violencia y sangre, si no es lo tuyo pasa página, no sea que vayas a herir tu sensibilidad, naaa es broma solo lenguaje soez y despectivo XD.

  • ¿Qué… que estás haciendo tu aquí? – tartamudeó el chico apenas abrió la puerta, finalmente se había decidido; después de lanzar su moneda de oro al aire, la cual había encontrado en el suelo al lado de sus zapatos favoritos. Cayó en su mano sello en lugar de cara, y como se prometió así mismo, de ser la primera opción enfrentaría la situación que fuera; que en este caso sería el enfado de su padre por algo que él no recordaba haber hecho, pensó el muchacho, pero se equivocó, no era su papá el que lo visitaba en su recámara, era otra persona; alguien que él  conocía muy bien.
Sí, era ella, de quien se trataba la famosa silueta; su rubia obsesión, definitivamente no la esperaba, por supuesto que él estaba en el cielo solo con mirarla y sentirla cerca, así ella no sintiera más que desprecio por él.
Neil la adoraba con todos sus sentidos, de una manera excéntrica tal vez, pero como siempre decía, era su manera de expresarse, sin embargo en esos momentos sabía que la presencia  de  la  pecosa no le haría nada bien sobre todo cuando notó su semblante agresivo, pensando que sí las miradas mataran, seguramente él estaría en el otro mundo, sus hermosos ojos verdes siempre tan dulces ahora se clavaban sobre los suyos inyectándole rencor y el aura que desprendía su cuerpo no era menos áspera.  
La adolescente le apartó la vista con desdén, entrando como dueña y señora de ese espacio, seguida de su enemigo, sin embargo ambos guardaron las distancias. Candy porque no deseaba ni el mínimo contacto con ese idiota y Neil por miedo, estaba claro que la dama de establo enojada a ese nivel lo intimidaba, así se negara a reconocerlo.
La rubia dejó su maleta y su soga en una esquina y recorrió el cuarto como se le antojo, bueno no era como sí no conociera cada rincón de ese intimo lugar; la mayoría de los enfrentamientos que sostuvo con el moreno, se dieron ahí. Neil continuaba caminando detrás de ella muy ansioso, sin saber cómo reaccionar o que responder, tragando saliva varias veces intentando tranquilizarse sin éxito, él solo quería que ella dijera lo que tenía que decirle y terminara con el teatrito; no soportaba la espera en ningún aspecto de la vida mucho menos cuando era algo que tenía que ver con Candy. Y algo le decía que la señorita iba dispuesta a todo con él y no de la manera que él quisiera,  tampoco  podía culparla, ella tenía todo el derecho a recriminarle como se le diera la gana su comportamiento es que después de como la trató la última vez, no merecía ninguna indulgencia, pero esa chica era una salvaje de primera y más cuando la hacían enojar y más todavía cuando el causante de su ira era él, siempre terminaba con el cuerpo adolorido cada vez que esa muchacha lo tiraba contra el piso y lo doblegaba siendo más pequeña de estatura que él, pero que fuerza tenía, tal como un muchacho, y lo jalaba del cuello con todas las ganas, gritándole todo tipo de improperios y él solamente se limitaba a llamar a su mamita para que saliera a defenderlo y retara a esa Candy que era como una yegua descontrolada cuando se le subía el apellido en aquel tiempo solo White, y es que jamás una mujer lo había tratado tan mal, ni su madre le había puesto un dedo encima en su corta vida, ya que Sarah no pasaba de regañarlo hasta el cansancio sin conseguir que Neil siguiera al pie de la letra sus demandas, por lo menos de niño le hacía un poco de caso aunque fuera por mero cinismo, y ahora como adolescente era como sí su mamá hablara con la pared; a este punto discutiendo, mintiendo o ninguna de las anteriores, terminaba haciendo lo que se le salía del forro sin importarle nada ni nadie.
Pero con Candy las cosas funcionaban de otra manera, había algo en esa chica que lo hacía recapacitar por su mal actuar e incluso arrepentirse sinceramente, algo que le pasaba desde que descubrió sus verdaderos sentimientos por ella. Aprendió a tener un poco de bondad y humildad dentro de su corazón, ayudando así a mejorar su carácter.
Parece que fue ayer cuando por primera vez  lo había puesto en su sitio, a pesar de que en aquel entonces no quiso admitir su falta, ella no tuvo reparos de darle una buena lección; todavía recuerda como atrapó su brazo desde el presente balcón; utilizando su soga, sí no llega su mamá a tiempo hubiera terminado muy mal.
Candice lo miró de pies a cabeza y sin quitar la severidad en su mirada exclamó, sacándolo de sus recuerdos.

  • ¡Ni creas que estoy aquí por ti Neil!
  • ¡Y una vez más haciéndose la  difícil!, ¿Sí no es por mí, entonces a que ha venido? –  se preguntó para sí mismo, con burla y siguió en silencio – Como sí yo no conociera ya tus intenciones Candy. 

A pesar que de momento, le entraron ganas de argumentar con ella, decidió que está vez la escucharía. Recientemente había leído en un libro que a la mayoría de las chicas les gustaba que les tuvieran la debida consideración y como casi siempre estaba rodeado de mujeres; entre algunas de ellas; su señora madre, su hermanita Eliza y la bruja de su ex novia Daisy Dillman. Debía haber aprendido algo sobre tratar con las femeninas, que siempre pensó que todas eran iguales de escandalosas y se molestaban por nimiedades, pero al final ninguna era igual a la otra y eso recientemente lo acababa de descubrir hace un par de días atrás.

  • Y tampoco pienso demorar en decir lo que mereces escuchar, así que presta mucha atención, que se te grabe bien en ese cerebro tuyo, sí es que aun te queda alguna neurona servible – No podían faltar sus insultos, ahora aparte de odioso y malo, era un subnormal según la señorita pecosa –  En primer lugar, quiero que de una vez por todas, me dejes la vida en paz. No me busques más, ni en Chicago, ni en el hogar de Pony, ni en casa de la tía abuela. No me gustas para nada Neil; entiéndelo de una vez,  jamás en mi vida me comprometería con alguien como tú, ni como amigo me interesas porque no quiero tener el menor contacto con alguien tan despótico y tan enfermo como tú. Para mí serás la misma rata cobarde de siempre…

Candy se dispuso decir todo lo que había guardado en su corazón desde su último encuentro con él, reviviendo otros amargos momentos que el moreno le hizo pasar. Ella seguía con las ofensas sin importarle esta vez como estaría Neil por dentro, pero era lo único que ese muchacho  le provocaba.
Alguna vez pasó por su cabeza, que tal vez, sí en el pasado ese chico hubiera sido bueno con ella, las cosas podrían haber sido distintas, sin embargo como se lo dijo al propio Neil; no se puede llorar sobre el agua derramada aunque Candy sabía, que no estaba nada bien que lo odiara porque aquello era lo más insano que una chica de naturaleza noble como ella pudiera sentir, pero tampoco podía mentirle, eso sería lo último que haría. Tenía que resaltar de igual manera, que las malas acciones de Neil la llevaban a eso, incrementando su ira en demasía. Claro, reconociendo que ella era la única responsable de lo que le pasaba, pues permitía que la acosara, que la agrediera verbalmente, que le faltara el respeto; nunca puso un alto al nocivo comportamiento que Neil mostraba con ella desde que la conoció, no bastaba solo con atacarlo físicamente; tenía que pararlo con mayor temple, pues Candy había sido demasiado benévola y buena con él a pesar de todas sus tetras, ella siempre volvía a darle segundas oportunidades, esperando tal vez que el señorito egoísta cambiaría en algún momento, lo que no paso; Neil siguió importunándola en diferentes vías cada vez de formas más agresivas, y fue entonces cuando  tuvieron que interferir terceros en su defensa, pero ya no era más una niña, ahora era una adolescente en camino a ser una mujer, debía enfrentar sus propios problemas ella sola y no se trataba que le diera una paliza como cuando eran niños y luego como sí nada él seguía siendo un verdadero fraude quedando ella siempre envuelta en todos sus enredos, que le ocasionaron un sinfín de problemas, que no valían la pena recordar.
El ciclo se repitió una y otra vez y ahora le pasaba algo similar, pero eso se tenía que acabar y sería ahora, no podían seguir peleando como perro y gato cada vez que se veían y después hacerse los locos, eso era simplemente un comportamiento infantil y muy chocante de parte de ambos, uno de los dos tenía que tomar la decisión y sería ella, le diría sus verdades porque Neil lo necesitaba y tenía que entender, ya basta de ser tan condescendiente con ese niño mimado, era hora de ponerlo en su lugar, está vez de una manera congruente, pero y a pesar del odio que le tenía, de repente empezaba a sentir remordimientos por haberle proferido semejantes insultos; no comprendía su propio juicio pues no era la típica sensación de culpabilidad que un ser humano siente cuando ha  hecho algo malo, esto era diferente.
Sin poder interpretarlo, miró detenidamente los marrones ojos del chiquillo, los cuales se estaban  tornando húmedos, vaya desde que había cancelado su boda, lo había visto llorar en varias ocasiones a parte de esa primera vez, y francamente no podía evitar sentir pena por el pobre chico, así que cambió levemente su adusta expresión; ella solía ser bonachona con todos y no sabía porque lo era aún más con él, y aunque en ese preciso instante, quisiera hacerse la dura, le estaba costando y mucho, así que antes de intentar de nuevo poner su postura más hosca, analizó en su cerebro las situaciones por las que había pasado el muchacho, así tuviera la reputación de mocoso rico e inmaduro, no era del todo culpa de él, debía considerar que el ambiente en el cual se vio envuelto en sus primeros años de desarrollo influyeron mucho en su carácter y  personalidad, después de todo, al final solo era el reflejo de su propia madre, ella le enseño a comportarse así.
También entendía que en su mayoría los chicos crecían un poco más tarde que las chicas ¿Por qué no darle una oportunidad?, lo considero la pecosa, total ese muchacho actuaba sin pensar la mayor parte del tiempo, pero en realidad no parecía tener intención de insultar por gusto, repensó nuevamente. Simplemente no podía pedirle a alguien como Neil que amara de la forma correcta, cuando él mismo jamás había conocido el significado de esa palabra llamada amor. ¿Pero por qué rayos ella estaba sintiéndose así por él? ¿Para qué se preocupaba por él? ¿Qué diablos tenía ese chico que la hacía variar tanto en sus pensamientos? ¿Qué hacía ella todavía en su cuarto? Discutiendo diría, para justificarse, pero ¿Qué no había asegurado antes de entrar, que solo le diría un par de palabras? ¿Entonces por qué no se salía de una vez, de esa habitación? ¿Acaso estaba dándole esperanzas para que al final, algo entre ellos se diera?
¡¿Qué es lo que buscas Candy?! ¡Un beso de ese mocoso engreído! ¡¿Esperas que ese, se comporte como un príncipe y tú como la princesa de los cuentos de hadas?! ¡Por favor Candice White Ardley, ya estás bastante grandecita como para vivir en un mundo de fantasías!, se recriminaba la rubia. ¡Ni muerta buscaría algo tan asqueroso como eso! Aunque no está nada feo el mocoso presumido ¡¿Y ahora qué diablos estoy pensando?!, terminó contradiciéndose una vez más.
Estaba más que claro, que Neil en el fondo le atraía, y de una manera quizás demasiado retorcida para su gusto, finalmente lo admitió; ella no podía negar que el muchacho tenía lo suyo, su belleza masculina, sus  enormes ojos color café tirando a miel especialmente con la luz del sol, los cuales la miraban penetrantes, esa perversa sonrisa de medio lado que ponía siempre acompañada de su actitud altanera, sin saber por qué la encontraba endemoniadamente sexy y todavía más cuando cada vez que sonreía apretaba los dientes mostrando su maldad y desfachatez  mientras se cruzaba de brazos y se tocaba el mentón, hablando sobre sus perversos planes, al tiempo que elaboraba otros  en su mente siniestra todavía más maquiavélicos por supuesto la mayor parte del tiempo en contra de ella, que era su blanco perfecto.
Candy podía apostar que lo conocía más que Eliza o incluso su propia madre, había observado con detenimiento sus modales, su forma de caminar, de comer, de hablar; cuando estaba feliz, preocupado, nervioso, triste o enfadado. Su desparpajo; esa fue una de las características de su personalidad que más le llamó la atención, y en más de una ocasión.  Nunca en su corta vida conoció otro chico que a esa edad y encima viniendo de una familia “con clase” fuera tan descarado como lo era Neil, y no sabía cómo diablos se las arreglaba para salir ileso de casi todos los líos que él mismo protagonizaba; era un artista del escape y la mentira, en lugar de estudiar en un colegio religioso debería estar en una academia para formar delincuentes, incluso sí se hubiera ido a la guerra como amenazó aquella vez que iría al frente sino se casaba con ella, sin cumplir al final su chantaje, sin embargo era seguro que de irse,  primero se mueren sus enemigos antes de atacarlo, sus artimañas hubieran servido en cada enfrentamiento, además ya decía el conocido refrán; yerba mala nunca muere, sonaban un poco exageradas las apreciaciones de la pecosa, pero la verdad es hija de Dios y Neil es todo menos un niño bueno, todavía revivía en su memoria haber sido víctima de cada una de sus trampas con o sin su hermanita de por medio. 
La autosuficiencia; esa sí que la traía a flor de piel y lo hacía caer en la más majadera de las arrogancias, a veces su nivel de idiotez era peor que la de un retrasado mental; más de una vez, cuando estuvo hundiéndose en el fango, ella lo salvaba y él no podía ser menos grosero, ¡Diablos no gracias, yo me curo solo!, ¡Nadie te pidió que me ayudaras! o ¡No te metas dónde no te llamaron!, ¡Si esperas que te agradezca el favor, olvídate que no lo hare!, eran sus frases más utilizadas. Necesidad de control y dominación. Tenía que hacer todo lo que quería y tener todo lo que se le antojaba y sí no era así, era mejor prepararse porque era capaz de cometer contra quien se le anteponía la peor de las atrocidades con tal de satisfacer sus deseos por muy irracionales que estos fueran. Para él, el poder lo era todo.  
Candy había estudiado cada aspecto de su temperamento, personalidad y carácter, y sin darse cuenta o quererlo, poco a poco fue enloqueciéndose, permitiéndose descubrir una parte irreverente de su personalidad que había permanecido encerrada durante mucho tiempo. No había sentido eso por su Anthony o por Terry. Con ellos siempre fue distinto, su amor por el rubio siempre fue algo puro e intachable, pero ya no existía más, no podía pasarse la vida enamorada de un muerto como le solía decir Terrance y ahora se lo repetía Neil.
Candy recordaba con cariño a sus dos amores, el cultivador de rosas, que ya no estaba más en físico y el caballero inglés, con este último fue muy intenso lo que vivió, lo amaba y todavía no lo había olvidado completamente, tal vez por eso no se daba otra oportunidad, pero  también reconocía  que debía esforzarse por sacarlo de su cabeza y de su corazón, ya él tenía otro amor, no podía aferrarse a algo que jamás sería. Razón tenía Neil al referirse a ella como una imbécil o estúpida por seguir llorando por alguien que se había decidido por otra, y aunque le dolieran esas palabras, eran la pura verdad. Eso era algo que también le gustaba de Neil, era franco por lo menos lo había aprendido a ser con ella, más aun cuando estaban a solas, pero respecto a sus demás particularidades, él era él, allá dónde iba. Sí era pedante; lo reconocía, sí era presumido; tenía derecho a serlo, con qué y con quienes presumir. Era rico, guapo y con varios talentos, las chicas se le pegaban como moscas, y sí algo era cierto era lo siguiente: más valía ser un arrogante, que ser un falso humilde. Aparte, culpa de nacer en cuna de oro, no era suya, nadie elige sus orígenes en el inicio de su vida, lo cierto era, que cada día podía mejorar sí trabajaba en él.
Pero con todos sus defectos y virtudes ya tenía atrapada a la pecosa, que últimamente se la  pasaba pensando más en él que en sus propias pecas. El chico ya no le era indiferente, le estaba empezando a gustar todo de él incluso su maldad y el hecho que hiciera alarde de la misma porque cada vez que actuaba de forma perversa, lo aceptaba de igual manera que los anteriores aspectos de su personalidad, llegó a decir con sarcasmo, que la bondad era algo que tenía muy en el fondo de su corazón. En el pasado, él le dijo a la propia Candy que amaba molestarla, que eran los momentos más felices cuando era perverso y divertido con ella, le aclaró que era parte de un juego que tenían él y su hermanita en contra de ella ¡Qué bárbaro!, exclamaba la rubia con la boca abierta y los ojos como platos, sorprendida con el comportamiento sádico de ese niño tan maníaco.
 ¡¿Y con eso qué?! Sí ella se dejaba, siempre soportó eso y más, cada que pronunciaba esas palabras en presencia de Archie, Stear o de algún otro de sus pretendientes protectores se carcajeaba con ganas, satisfecho de sus hazañas, y más de una vez se ganó un par de golpes de parte de sus primos mayores por burlarse de la rubia.
Candice no podía ignorar a Neil, así lo deseara con todas las fuerzas de su ser, se le había metido en sus pensamientos, no sabe ni cómo, ni cuando, ni por dónde, pero era la realidad y lo peor es que esa; su ahora realidad, le gustaba, aun siendo consciente que la mayor parte de sus pensamientos eran pecaminosos con letras mayúsculas, pero que le iba a hacer, ese era el hecho, y la verdad no se podía negar. Neil le apetecía y no sabía cuánto más podría aguantar las ganas de no lanzarse como una potranca en celo sobre él y comérselo a besos, sintió que se quemaba por dentro solo de pensarlo, pero si no se controlaba, terminaría de darle el gusto de verla actuar como una potrilla desenfrenada tal como él la quería y solía llamarla cariñosamente.
Maldito pequeño demonio con esa carita de niño bueno que está poniendo ahora igualita a  la que le ponía a su mamita cada vez que quería acusarme de sus propias fechorías para que ella lo viniera a defender y mimar. Niñito caprichoso, creído, estúpido, egocéntrico, insolente,  infantil, egoísta, depravado, molesto, cruel, elegante, guapo, consentido… Ay como odio quererte tanto Neil Leagan, se decía la chica para sí, observando con detenimiento la anatomía del muchacho a través de su ropa blanca. 
Tenía un cuerpo varonil y bien formado, a pesar que jamás había realizado ningún trabajo pesado, de hecho jamás en su vida había doblado el lomo y no tenía la necesidad, él lo tenía todo como el niño rico que era, pero  afortunadamente la genética lo beneficiaba y la Candy no era ciega, ni tonta para no darse cuenta.
¡Me enloqueces chico egoísta! ¿Cómo puedo llamarle a esto que estoy sintiendo? ¿Mariposas en el estómago será?.  Todavía no lo descubría.  Y más preguntas llenaban su mente hasta el tope, repitiéndose al mismo tiempo negativas. No, no, no, Neil no significa nada para ti Candy, reacciona y ya sácalo de tu mente, siempre ha sido malo contigo, es una escoria, en tu corazón no puede, ni habrá espacio para él. Porque ella en otros casos simplemente lo habría ignorado, ahora tenía la necesidad de verlo tanto como nunca pensó que algo así se le cruzara por la cabeza, Neil era malo, eso lo tenía claro, no iba ni en sus peores pesadillas a ser su novia, primero muerta. Eso era lo que ella a fuerzas quería hacerse creer a sí misma, pero el corazón le palpitaba con gran velocidad, quería acariciar ese cuerpo, apropiarse de esos deliciosos labios que cada vez que se pegaban a los de ella la hacían arder la piel  permitiéndole experimentar la más enferma de las  pasiones, también quería sentir las manos de él acariciando bruscamente su cuerpo.
¿Qué rayos le había hecho lucifer? Sí, no había mejor apodo para el pequeño diabólico que ella necesitaba tanto, si bien no sabía sí lo amaba o no, le atraía en más de un sentido, deseándolo de la manera más corrupta; los pensamientos indecentes seguían su curso alrededor de cada parte de su cerebro  haciéndole perder su frialdad, a tal punto de ansiar que Neil  fuera el  dueño de su cuerpo y al mismo tiempo sacudía la cabeza por el hecho de tener esos arrebatos de chica cachonda, queriendo estrellarlo contra el suelo por ser el culpable de desquiciarla, se quedó con lo último, para eso estaba ella ahí, para mandarlo por un tubo, estaba segura que detestaba a ese chico que además de ruin, tenía fama de ser un mocoso mimado e inmaduro; se repetía para sí lo mismo una y otra vez,  luchando con sus sentimientos opuestos, volviendo a tratar de fingir demencia pretendiendo haber olvidado todo para aceptar su propuesta, quería pensar que podía amarlo tanto como él decía que la amaba a ella.
¿Serían ciertas esas declaraciones de amor que le hacía, cada momento que tenía oportunidad? Porque ya había perdido la cuenta del sin fin de cartas, poemas de amor escritos por él mismo, que le enviaba a cada hora, la gran cantidad de  regalos que le había comprado y ella con ingratitud solo los devolvía, de las canciones de amor que algunas veces le dedicó, de sus declaraciones verbales; que si la quería, que sin ella se moría, que lo perdonara, que no volvería a tratarla mal más nunca, que ella era su todo, que sí ella era su vida, Bah palabrerías barata… Es un mentiroso este chico… al final la rubia, escogió su lado odioso.

  • ¿Así que según tú, yo soy una perra? pues está perra como tú me llamaste ayer, no va a abrirte las piernas solo porque a ti se te da la gana, yo no soy ese tipo de chicas que estás acostumbrado a frecuentar, conmigo no funcionan ninguno de tus engaños, a mí no me vas a comprar con rositas, ni saliditas, ni juguetitos, ni con tus promesas que parecen serias, no señor, yo jamás pasaría una noche contigo –  se puso roja por decir ese último comentario y se corrigió inmediatamente –  es decir no sería tu prometida nunca, que te quede bien claro señorito presumido, además… además tampoco voy a soportar que me sigas maltratando a tu antojo, yo soy un objeto, ni una yegua a la que puedas someter…
  • Candy yo…
  • No, tu tiempo de hablar expiró hace rato,  ahora vas a escucharme tu a mí – Interrumpió la rubia acercándose al chico cada vez más causando que este se pusiera más nervioso de lo que estaba –  ¿Qué querías hacer conmigo Neil? ¿Pretendías obligarme a estar contigo? –  cuestiono furiosa y Neil tragó en seco, una vez más –  Sigues siendo un maldito cobarde y aprovechado, una escoria de la vida, una alimaña, una rata inmunda, eres… –  no pudo terminar porque Neil se le acercó y tomándola con firmeza la atrajo hacía él y la comenzó a besar hasta hacerla estremecer de placer que rico que se sentían aquellos labios sobre los de ella, y aunque quisiera alejarse simplemente no podía y era lo que estaba esperando que el Leagan hiciera desde que la vio así se negara a admitirlo ante él, pero en ese momento no le importaba más que sentirse poseída por esa boca que prácticamente la devoraba y se perdió en eso, volviendo a revivir las mismas sensaciones que sintió en aquel callejón sin salida, cuando Neil con su boca recorrió su cuello y con rudeza la tomaba por la cintura mientras daba rienda suelta a su atrevimiento, las piernas volvieron a temblarle, la piel la tenía completamente erizada, su deseo por más se incrementaba ¡Dónde carajos había aprendido ese niño a besar tan bien!

Pasaron dos largos minutos en el idílico momento, hasta que la chica ya sin aliento, se soltó bruscamente, dejando a un Neil extrañado.

  • No vuelvas a tocarme en tu vida, ni… ni… a besarme imbécil – después de pronunciar su enojo, sonó una cachetada en el rostro de Neil y rápidamente alzo su maleta junto a su soga y salió precipitada  hacia la planta baja.
  • Candy espera un momento –  se frotó la marca con la mano y añadió gritando en lo que la seguía, pero la chica no le prestaba la más mínima atención – regresa aquí…




N/A: Hola chic@s espero estén genial como yo, no saben lo que me costó terminar de escribir esté intenso capi tal como el tres y el cuatro, pero esté considero que me agotó un poco, espero que les guste a quienes siguen esta historia, ya sé que va mucho drama y solo van siete capis, pero es necesario esto para que sea más creíble lo romántico y sensual que vendrá luego. Sin más dejen sus comentarios que me ayudan a seguir, es decir sus ideas de lo que quieren ver en los próximos capis. Sin más un besote y nos leemos.

5 comentarios:

  1. Bueno no pude dejar ningun comentario antes, pero que te digo Nicole, que esta de pelos esta historia, primero la paliza al pobre Neil que a decir verdad no parece tan malo y segundo que creo que Candy esta enamorada de él solo que aun no se da cuenta.
    Porque tanto odio solo deriva de un gran amor, jajajja
    Gracias por tu colaboración bonita

    ResponderEliminar
  2. Lo sabía Candy está enamorada de Neil. Y espero que ya se le declare. Me gustaría leer un Neil más amable con Candy ya que en todos los fics lo tratan mal siempre como le dice Candy como rata. Por fa dale la oportunidad al chico que se redima. Pero igual seguiré amando tu historia. La acabo de terminar de leer enrrw ayer y hoy.

    ResponderEliminar
  3. Neil va a ir cambiando poco a poco, muy en el fondo no es tan malo el niño y sí a Candy le gusta Neil, pero con todo lo que paso entre ellos en el pasado pues está con un poco de recelo. Y sí, yo también leí algunos fics dónde Neil lo describen como lo peor o bueno depende del punto de cada quien, pero sí que es obsesivo, posesivo y dominante, y un poquito pervert, eso no se lo puedo quitar, pero he leído barbaridades que me han dejado con el ojo cuadrado. Sobre lo de rata. Hay un capi en la serie, dónde ellos son niños y Neil no quería disculparse por algo que le hizo a la rubia y si confesaba quedaba liberada, no recuerdo que fue exactamente, pero el punto es que ella lo desafia y le pregunta: Eres un hombre o un ratón? y ahí todo nervioso, ella desde niños ya le movia el piso.

    ResponderEliminar
  4. Me encanta está historia y la descripción de Candy sobre Neil. Se nota que lo conoce bien en todo, no solo en apariencia. Y le doy toda la razón, Neil es muy guapo para mi el más guapo de todos los personajes masculinos de Candy. Se me hace sexy el moreno, así sea el mismo diablo. Gracias por actualizar. Pd: Me impresionó que Neil disfrutara maltratando a Candy en el pasado, que retorcido.

    ResponderEliminar
  5. Amiga en la nota de arriba creo que debiste poner mucha descripción muy poco diálogo 😑
    Jajajaja bueno ya lo leí y esa chica está loca se hace la ofendida con el beso y de eso pedía su limosna 🙄..
    mm no creo que sea buena idea que la siga porque su papá lo tiene castigado en el cuarto y si se sale lo está desobedeciendo y mira que su mano ya debe haber recuperado fuerzas jajajaja

    ResponderEliminar