martes, 21 de julio de 2020

Odio amarte tanto: Cap. 8; Autora Nicole

¡Odio amarte tanto!
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Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.
Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 22 de Julio del 2020. 
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Capítulo 8
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Autora: Nicole

  • ¡CANDY! – finalmente pudo alcanzarla y le tironeo con fuerza.
  • ¡SUELTAME! Ya te dije todo lo que tenías que escuchar – se liberó cual fiera soltando sus cosas al piso, mientras se sobaba el brazo, ese Neil siempre tan brusco, es que nadie le había enseñado como tratar a una dama; animal de monte, pensaba la jovencita, sin voltearlo a mirar.

Después de lo que acababa de pasar en esa recámara, se dio cuenta que no podía sostenerle la mirada.

  • Eres una pésima actriz porque no creo una sola de tus palabras – insistió el moreno, la conocía muy bien, sabía que él no le era del todo indiferente, no por gusto había venido a verlo con la típica excusa de insultarlo, sí como no, a otro tonto con ese cuento. Ella realmente quería estar con él e iba hacer que lo reconociera.

Ese jueguito de me dejo besar, después te pego y  luego me voy sin decir una sílaba, lo estaba sacando de quicio, pero hoy pondría punto y final a esa situación como que se llamaba Neil Leagan.
  • Pues es tu problema, no hay más nada que tengamos que discutir, así que no me molestes más – dijo la pecosa cogiendo sus pertenencias, y acelerando el paso.
  • No estoy de acuerdo y de aquí no sales hasta que aclaremos lo que paso en mi cuarto y será ahora mismo – insistió demandante detrás de ella, pero alguien del servicio intervino.
  • Joven disculpe mi imprudencia, pero no puede salir, recuerde que…
  • No se preocupe yo sé lo que hago – interrumpió él, levantando una mano abierta cortando cualquier otro argumento de parte de aquella chica, sin embargo ella perseveró en lo mismo, creyendo que lo ayudaba.
  • Pero es que su padre me dio estrictas órdenes de…  la frase volvió a quedar en el aire.
  • Hágame el favor de ocuparse en sus asuntos y no se meta dónde nadie la ha llamado – espetó el adolescente, lo que hizo que la muchacha se retirara de ahí definitivamente.

Neil salió por la puerta hacia el patio delantero de su residencia y una vez más comenzó a perseguir a la rubia que antes había aprovechado la intromisión de la empleada y la distracción del Leagan con ella para intentar salir del terreno enemigo.
Neil respiró aliviado apenas la vio a distancia considerable pues por su cabeza se cruzó el pensamiento que su Candy se le había vuelto a esfumar tal como en su último encuentro.
Neil había sido más rápido que de costumbre, pero cuando casi estaba a solo un par de milímetros de Candy, esta comenzó a correr precipitada por todo el lugar, como sí la vida se le fuera en ello con el Leagan detrás buscando detenerla. La pecosa no sabía ya que hacer o dónde meterse, ese chico iba a destrozar sus nervios, esperaba alcanzar el árbol más cercano a su vista lo antes posible para treparlo y librarse por fin de su querido tormento; que sí algo tenía ese muchacho era una determinación inquebrantable, cuando se le metía algo en la cabeza, no descansaba hasta que se convirtiera en su realidad, y como ella sabía que no se rendiría tan fácilmente y por supuesto agotada tanto física como mentalmente, decidió aceptar conversar con él por última vez, pero está vez, sí sería la última o al menos eso fue lo que pensó en ese instante.

  • Está bien, tú ganas – se detuvo hablando algo agitada – Hablaremos de nuevo, y esta vez, sí es la última, pero no aquí, vamos al establo – eso sí, puso sus condiciones, cosa que a Neil no le importó, total una vez más había conseguido lo que quería.
  • Cómo quieras – dijo él, siguiéndola.

Ya dentro de la caballeriza, Candy colocó sus cosas en una esquina para empezar a dialogar con su enemigo.

  • ¿Y bien? – preguntó ella cruzada de brazos poniendo su postura más intimidante tratando de desafiarlo con la mirada como cuando eran niños, pero parecía que está vez no le iba a ser posible.

Neil amaba que lo mirara de esa manera, esa chica tenía un magnetismo único, algo que la hacía diferente al resto, su carácter era fuerte, pero noble, sin embargo ahora estaba tan distinta, su mirada era entre confundida y preocupada como sí le ocultara algo, como sí tuviera dudas o miedos de confesar lo que estaba pasando por su mente, pero Neil tenía que aclarar todo, era ahora o nunca, no le gustaban las verdades o incluso mentiras a medias, siendo radical siempre que le convenía; o es sí, o es no, o es blanco o es negro, o me quiere lejos o me quiere cerca, que se decida de una vez porque francamente su actitud lo estaba colmando, así que él fue quien soltó la segunda pregunta concreta y al grano.

  • Candy ¡¿Qué demonios te pasa conmigo?! ¡¿Sí me odias tanto como dices por qué dejas que te bese y después te haces la ofendida?!
  • ¿A qué te refieres? – se hizo la desentendida, ahora desviando la mirada.
  • No te hagas la loca, y respóndeme. ¡Quiero la verdad! – siguió él buscando desesperado sus ojos – ¡Y mírame cuando te hablo! – añadió exigente.
  • Estás alucinando, si crees que me ha gustado que me besaras, por favor deja ya de presumir tanto, después de la cachetada que te di, debió haberte quedado muy en claro mis sentimientos, te odio Neil, eso es lo único que siento por ti y no me da la gana verte a la cara –  toda esa declaración la dijo en medio de titubeos.
  • ¡No te creo nada!, ¡eres una mentirosa! Anda repíteme que me odias, vamos dilo, pero viéndome a la cara –  le cogió las mejillas con la mano, haciendo que la rubia levantara la vista, al tiempo que se las  apretaba con su dedo índice y pulgar.
  • Neil suéltame por favor – sacudía su cabeza débilmente, Neil bajó la mano, pero la había cogido con firmeza por los hombros.
  • No, no lo haré, quiero escuchar de tus labios que me odias mientras me miras. Cuando me lo repitas de esa forma, te dejaré y no volveré a molestarte más nunca Candy, más nunca, te lo juro por mi propia vida – La pecosa se estremeció en su lugar, y está vez no vio en la mirada de él odio, ni amenaza, más bien aquellos ojos reflejaban un sentimiento de profunda tristeza. Ella tragó saliva, y decidió confesarse, ya para que mentir además siempre le había gritado a los cuatro vientos a él mismo, que actuar así era de cobardes por lo que  tenía que dar el ejemplo y ser congruente con lo que decía y pensaba. Eran los valores que sus madres le habían inculcado desde pequeña.
  • Está bien Neil, te lo voy a decir – habló de nuevo, y está vez Neil la soltó – La verdad es que desde hace un tiempo que estás en mis pensamientos, no sé cómo explicarlo me duele mucho lo que me hiciste en el pasado, pero también quisiera estar a tu lado. Sí, parece que estoy loca, pero es lo que siento cada vez que te tengo cerca, cada vez que te miro a la cara aunque algunas veces te comportas como un verdadero imbécil y eso me hace enojar mucho – él medio ensanchó los ojos y se le quedó mirando a punto de cortarla, pero se contuvo, ahora menos que nunca arruinaría ese momento, se sintió feliz de saber que al menos estaba en la mente de Candy, de su Candy, eso ya era un comienzo. Ella dio un largo suspiro y soltó lo que se había empeñado en ocultar desde que empezó a atraerle ese chico – Neil la verdad es que tú… tú me gustas, me gustas mucho – se quedó un momento en silencio lo que el moreno aprovechó para hablar.
  • ¡Candy! Eso era lo que esperaba escuchar – dijo contento con la intención de besarla, pero ella lo detuvo negando con la cabeza.
  • Me gustas mucho, pero eso no quiere decir que te amo y tampoco quiero ser tu novia yo solo quería decirte la verdad sobre mis sentimientos, no más y ahora sí me retiro – anunció tomando otra vez su maleta junto con su soga, pero en lo que iba dar el primer paso, Neil se colocó en el portón impidiéndole salir.
  • Candy no importa, me esforzaré para que me ames tanto como yo a ti, Candy por favor, déjame ser al menos tu amigo – pidió el chico ahora sin exigencias, recordando el consejo de su padre, lo que sorprendió a la muchacha porque está vez ese chico no quería poseer su cuerpo como sintió en los otros momentos en los que cruzaron palabras, algo que a ella, no le molestaba del todo, y aunque lo negara de boca para afuera, aquello era más falso que la honestidad de Eliza, pero también quería que su chico fuera un caballero, eso sí que era hermoso por lo que tenía que irse con cuidado con ese muchacho, enseñarle primero como tratar a una dama y luego ir soltando su pasión poco a poco; ella no era cualquier chica, es cierto podía ser ruda y aventurera, pero jamás fácil – Te prometo que no volveré a cometer los mismos errores – y la pecosa bajo la cabeza mientras botaba el aire, siendo sincera con ella misma, mucho, mucho no le creía – O bueno, al menos déjame intentarlo.
  • Está bien Neil, igual yo también me canse de andar peleando contigo, así que seamos amigos – cedió ella una vez más y le extendió la mano, Neil imitó el gesto en lo que sonreía – Bueno ahora sí, déjame pasar. Me marcho a mi hogar. 
  • Me apartaré, si primero me das un beso – Candy movió la cabeza de lado a lado, ese chico era un caso perdido.
  • ¡Eres un chantajista! – exclamó haciéndose la enojada.
  • Pero así te gusto – esbozó su típica sonrisa de medio lado.
  • Está bien, señorito presumido, pero solo uno y luego me dejaras ir.
  • Si, solo uno, con ese me basta y me sobra – dijo él cerrando los ojos para sentir mejor los labios que estaban a punto de devorarlo, Neil sí que ponía a trabajar su imaginación.
  • ¡Bien! Aquí voy entonces – ella acercó sus labios hasta el cachete derecho del muchacho y le dio un besito.
  • ¡¿Qué rayos fue eso?! – abrió los ojos mientras protestaba torciendo la boca  – Ese beso se lo das a un amigo.
  • Pues es lo que somos ¿o no? – se puso las manos en la cintura encogiéndose de hombros.
  • Sí amigos y ojala con ventaja  pronunció el niño.
  • ¿Qué dijiste Neil?
  • Que es una gran ventaja ser tu amigo Candy – Ya me las pagaras por hacerte de rogar, pensaba el moreno.
  • A mí también me agrada la idea ¿Cuándo me enseñaras a manejar un auto? – preguntó la muchacha con entusiasmo.
  • Cuando quieras – mencionó olvidándose que tenía prohibido conducir hasta nuevo aviso – pero antes quiero que me enseñes tú algunas cosas. Muero de ganas de aprender a trepar árboles, a enlazar y a tirarme por las ventanas de los cuartos de la misma forma que tú lo haces – decía el Leagan emocionado.
  • ¿Y por qué de repente quieres hacer todo eso? – cuestiono extrañada y divertida a la vez, con gusto le enseñaría, esa eran las actividades que más amaba la pecosa.
  • Bueno me interesa, es que mamá no me dejaba hacer eso de pequeño, pero creo que nunca es tarde para aprender además…

Mientras Neil y Candy seguían encerrados con los caballos, Eliza y su madre acababan de llegar, lo primero que hizo la señora Leagan fue ir  por su hijo para darle las debidas indicaciones sobre la reunión que tendrían a la hora de la cena con la familia Smith. Eliza al verla distraída dando vueltas alrededor de la entrada,  aprovechó  la oportunidad de pedir permiso para “salir un rato con su supuesto novio”, su madre como siempre le consintió aquello porque el chico le caía bien, era de una familia de alcurnia como ellos, no como la sucia de Candy, a quien su hijo no había podido borrar de sus pensamientos y que ya la tenía harta de tanta necedad e insistencia por conquistarla, definitivamente su hijo no tenía dignidad, esa mugrosa se dio el lujo de rechazarlo en frente de mucha gente de alta sociedad y él como si nada seguía rebajándose ante ella. ¡Como odiaba a esa Candy! Neil debería aprender de su hermana Eliza, que sí  tuvo  buen gusto para elegir a su prometido, pensaba la señora ahora en la planta alta y en medio del desespero, pues su hijo no estaba en su recámara, dónde debía estar por órdenes de su padre, salió de ahí a revisar el resto de las habitaciones y nada, en ninguna de ellas estaba el niño, bajó rápidamente hacia la planta baja; entrando a los cuartos de los sirvientes, recordando en el proceso, las veces que  les  había prohibido a sus hijos que se mezclaran con los empleados, pero ahora, ya no sabía que pensar o esperar de Neil, últimamente estaba demasiado imprevisible, y aunque todavía dudaba  encontrarlo por esos espacios, era mejor despejar sus sospechas, así que abrió cada una de las puertas con las que a su paso se cruzaba sin resultado alguno, fue a los baños, a la cocina, atravesó el comedor, salió de nuevo; recorrió todo el patio, de adelante para atrás y viceversa, entró otra vez, reanudando la búsqueda, y el chiquillo por ningún lado de la mansión. Sarah no pudo evitar enfadarse, cogiéndose la frente con una mano; ese mocoso la iba a matar. ¿A quién demonios salía tan problemático y desobediente?, se preguntaba una y otra vez dirigiéndose al despacho de su marido, y apenas cruzó aquella puerta lo atacó con preguntas.

  • ¿Por qué Neil no está cumpliendo su castigo en su habitación como le ordenaste? Tienes que ser más estricto con él – hablaba ella alterada, su marido la miraba con su semblante impasible, algo que la hacía rabiar aún más, a veces parecía que no le preocupaba nada más que estar encerrado ahí revisando papeles.
  • Mujer relájate, se te podría subir la presión – sugirió él antes de continuar – He estado muy ocupado concretando algunos negocios – Dejó de lado lo que estaba revisando para atender bien a su señora – pero le había advertido a Neil que no se moviera de su cuarto, seguro está en la cocina o en algún otro lugar. No sé, la verdad no he podido moverme de aquí, aun no termino de trabajar – sin importarle sí había terminado o no sus obligaciones, siguió reclamándole.
  • De nada sirve que le adviertas las cosas, siempre es lo mismo, pasa por encima de ti y hace lo que se le da la gana, ya lo busqué por toda la casa y no está por ningún lado – aseguró ella.
  • Cariño tranquilízate. ¿No será que está con la tía Elroy?
  • No lo creo, la relación entre ellos no está bien desde la última vez,  y no me pidas que me tranquilice – Se cruzó de brazos, vaya su mujer tenía las mismas actitudes que el niño, pensó el señor Leagan observándola detenidamente, y dejó que terminara de hablar – Sí tu no vas a hacer nada, yo esperaré hasta que ese descarado se digne en aparecer y te juro que se va a enterar ¡¿Quién rayos se cree ese niño para querer hacer siempre su santa voluntad?! –  Su marido suspiró un tanto preocupado.
  • Creo que deberías conversar con él antes, no sabemos que lo motivo a salir – dijo el señor Leagan tan solemne como siempre.
  • Ya estoy cansada de repetirle lo mismo y ese niño no entiende con palabras.
  • Está bien querida, haz lo que creas necesario. Por cierto, te informó que estaré fuera por dos semanas aproximadamente – terminó de hablar regresando a sus documentos.
  • Está bien ¿Cuándo sales? – preguntó ya más serena.
  • En veinte minutos…  respondió decidiendo mejor guardar los papeles en una carpeta que tenía a la mano.
  • Definitivamente en ese momento no se podía concentrar, ya terminaría aquello en cuanto volviera.
  • Tendremos una reunión a la hora de la cena – Lo mantuvo al tanto de los acontecimientos.
  • Es una pena no poder estar ¿Quién vendrá?
  • La familia Smith…

Mientras los señores Leagan continuaban conversando en otro lado de Lakewood la rubia le daba la primera clase de acrobacias a su ex – enemigo ajenos ambos a la presencia de Eliza que hace rato se había dado cuenta que Neil estaba con la huérfana, lo del permiso de ver a su novio era mera excusa, ella tenía que averiguar las andadas de su incorregible hermanito, de manera que una vez fue autorizada para salir, se fue derechito al establo, lugar que le faltó a su madre por revisar, pero Eliza  parecía o más bien era una completa bruja; presintiendo todo antes que el resto, así que estando en dicho sitio, se mantuvo silenciosa y cuando los vio salir, decidió seguirlos. Apoyaría a su madre, tenían que detener a Neil  como fuera, estaba completamente loco por esa, que rabia le daba verlo detrás de ella, una maldita harapienta, y ahora para colmo hasta compartían gustos. Según Eliza, Candy siempre le quitaba todo, primero a Anthony, luego a Terry y ahora a su hermano, no era justo porque todos la querían a ella, ¡¿qué demonios le hacía a los hombres que todos caían rendidos a sus pies?! Se decía la señorita Leagan mentalmente, produciendo más y más odio ¡Estúpida Candy! Cuanta envidia y de la mala, le tenía. La chica frunció el ceño encolerizada y con cautela se apartó del lugar, cuando estuvo lo suficientemente lejos corrió hasta su residencia a contarle todo con lujo de detalles a su madre.
Desde que Neil empezó a enloquecer por Candy, la relación de verdaderos  hermanos que habían llevado durante años, a pesar de no estar siempre de acuerdo en todo o de pelearse o discutir incluso la pecosa llegó a presenciar varias veces muchas de sus altercados, sin embargo con todo y sus situaciones, defectos y virtudes, eran como si hubieran nacido mellizos, siempre se apoyaron; la prueba estaba que aun por conveniencia, Eliza fue la primera en estar de acuerdo con el casamiento de Neil aunque detestaba a Candy, en aquel momento vio beneficios no solo para ella, sino también para él.
Los hermanos Leagan eran uña y carne, cuantas veces no se defendieron, llegando a meter las manos en el fuego, el uno por el otro y jamás se delataron entre ellos, ambos igual de perversos, astutos, egoístas, presumidos, inmaduros, caprichosos, mentirosos, hábiles, arrogantes,  pero entre ellos eran los mejores amigos; en las buenas y en las malas,  y ahora por culpa de esa sucia sirvienta, su mejor relación se había deteriorado, ya las cosas entre ellos no eran las mismas, y quizás nunca más lo iban a ser, aquella complicidad, el perfecto dúo que hacían, la mente maestra que eran, todo eso se había terminado, por eso estaba dispuesta a todo, ahora más que nunca, no le importaba si con ello,  traicionaba a su único hermano, lo haría por su bien y por el bien de la familia Leagan.

  • ¡Observa muy bien Neil! – habló Candy y empezó a escalar uno de los  árboles que estaba en un bosque antes de la colina detrás de la mansión de los Leagan, un atajo que le había mostrado Archie la primera vez que lo conoció.

Neil la observaba con detenimiento, que chica tan hábil, ya había alcanzado una altura considerable y no le temblaban para nada las piernas, se colgaba de rama en rama algunas veces sosteniéndose con sus pies de modo que su cabeza quedaba hacia abajo y sonreía tan natural y auténtica como siempre mientras a él, el corazón se le quería salir de la emoción de verla así tan libre y fresca y también de la preocupación, no queriendo imaginar que en algún momento ella  pierda  el equilibrio y pudiera lastimarse seriamente por lo que con todo el miedo del mundo opto por decirle que era su turno.

  • ¡Me toca a mí Candy! – exclamó él, elevando una mano.
  • ¡Ya bajo! ¡Solo déjame practicar un poco de equilibrio! – dijo ella balanceándose en una rama asuntando más al chico cuando parecía que la muchacha había perdido balance y el creyó que se venía abajo, pero resultó ser una broma de ella, así que él tuvo que cobrársela inmediatamente.
  • Candy se te ve la ropa interior, que buena vista tengo – gritó él con cara de pervertido, lo que hizo que la chica más roja que un tomate maduro bajara inmediatamente hasta el suelo y comenzará a reclamarle el atrevimiento como de costumbre.
  • ¡Eres un descarado! – lo medio empujo haciéndolo trastabillar un poco, pero sin llegar a caerse.
  • También era broma – mencionó él enderezándose y riéndose con tantas ganas, que ella terminó imitándolo – Que linda te vez cuando te sonrojas potrilla.
  • Soy Candy White Aldrey, no soy ningún animal.
  • Bueno, bueno lo siento muñeca. ¿Puedo llamarte así? – preguntó él un tanto nervioso porque Candy lo miraba muy seria.
  • ¡No! llámame Candy porque no respondo a ningún tipo de apodo y menos si no son de mi agrado – Le aclaró con ambas manos en las caderas.
  • Está bien Candy como tú digas – se resignó haciendo una mueca, la rubia solo levantó las cejas haciendo su típica mirada de extrañeza que la hacía ver más inocente de lo que en realidad era.
  • Bien, ahora te toca a ti trepar. ¿Estás listo? – Típico de ella, en un momento molesta, luego divertida, después distraída y a la final enérgica como me encanta, pensaba el Leagan.
  • Sí, eso creo – terminó pensando las dos últimas palabras, pero tenía que ser valiente y portarse como todo un hombre.

Y en un lugar no muy alejado de ambos aventureros…

  • Madre, acabo de ver a Neil en el bosque antes de la colina y estaba con Candy – decía acelerada la señorita una vez dio con su progenitora.
  • ¡¿De qué diablos estás hablando Eliza?! ¡¿Pero tú no estabas con tu novio?! – cuestionó lo último poniéndose muy seria, le había asegurado que saldría a la ciudad con él, que el muchacho vendría en carruaje por ella, y ahora su niña le salía con otra cosa.

Sí, agradecía que le colaborara con informarle dónde se encontraba su hijo menor, pero lo que no aceptaba eran las mentiras, claro, solo detestaba ese hecho cuándo resultaba ella o algún miembro de elevado rango dentro la familia, los engañados. Eliza lo sabía a la perfección, así que rápidamente tuvo que inventarse una buena excusa para no ser descubierta.

  • Madre, mi prometido si vino  y el chofer estacionó su carruaje afuera, pero solo me informó que no podríamos salir y que tendría que retirarse  porque se le presentó una urgencia; resulta que su abuelita se enfermó desde hace ya tres días; tiene una gripe terrible y como no había nadie que la cuidara, él se ofreció a atenderla hasta que recobrara la salud la pobrecita, yo lo comprendo madre, tengo que apoyar a mí futuro esposo, es lo que una señorita de sociedad debe hacer, tú siempre me lo has dicho – Sarah asintió dándole la razón a su hija, la verdad es que le resultó muy convincente su argumento.
  • Te creo mi muchachita, no te preocupes – Eliza correspondió con una leve sonrisa “de niña buena” pero al fin era una sonrisa muy falsa, típica de ella cuando engañaba a la gente,  sin embargo su madre se volvió a enfocar en su hijo, no iba a quedarse tranquila hasta encontrarlo – Entonces… ¿Dices que has visto a Neil en el bosque?
  • Así es querida madre, cuando mi prometido se fue, decidí dar una vuelta al bosque, respirar aire puro para relajarme, ya sabes, luego de recibir esa noticia, quede profundamente afectada – dramatizó la situación, ella sí sabía hacer teatro y del bueno porque su mamá volvió a caer en sus inventos – y encontré a mi hermanito con esa mugrosa de Candy.
  • ¡Neil es el colmo verdaderamente! – exclamó irritada  – Hasta cuando tendré que soportar esto, ¡tu hermano solo me da dolores de cabeza!
  • Madre, Neil no entiende razones; está desquiciado por Candy, tenemos que hacer algo y pronto. No podemos permitir que esa estúpida nos siga humillando porque ella solo quiere aprovecharse de mi pobre e inocente hermanito. Candy es mala madre muy mala, por el bien de Neil y por el honor de los Leagan tenemos que apartar a esa zarrapastrosa de Neil.
  • Eliza llévame inmediatamente a dónde están ellos.
  • Por supuesto madre – y ambas partieron al mencionado lugar.

Regresando al bosque…

  • Cuidado Neil, así no, trata de mantener el equilibrio, no te despegues del tronco todavía, sí dale, vamos, tu puedes – Eran las palabras que salían de la boca de la pecosa intentando guiar a su estudiante que se había caído ya varias veces haciéndose un par de moretones en varias partes de su cuerpo, pero aún no se daba por vencido. Candy sonreía, amaba su determinación.
  • Ya casi lo consigo mírame Candy, ya me puedo sostener – decía, luego de haber subido una vez más, la verdad ya había perdido la cuenta de tantos intentos que realizó, pero estaba más emocionado que mono en feria. Había conseguido un progreso.
  • ¡Sí, es sorprendente! – asintió la pecosa sonriente, no sabía que además de dotes de enfermería, también era una buena profesora de actividad física, se podría decir – Aprendes muy rápido, creo que por hoy es suficiente, otro día seguimos, ya casi está oscureciendo y le dije a la hermana María y a la señorita Pony que regresaría antes de las siete – faltaba bastante para la hora que ella había avisado que regresaría, pero era mejor ganar tiempo, el camino no estaba cerquita y sí llovía o algo, mejor se devolvía un poco antes, qué bueno que Neil comprendió.
  • Está bien, así será, pero mañana quiero que me enseñes a sostenerme con los pies como tú lo haces, también quiero brincar de un árbol a otro, aprender a usar la soga y… – hablaba sin parar jamás se lo había visto así, pero eso le llenaba de más ánimos a la pecas, que bien estar así con él, compartiendo gustos y sin pelear.
  • Sí, pero ya baja por favor – pidió ella de verdad tenía que apresurarse no quería preocupar a sus madres a diferencia de su pretendiente, ella no era para nada arbitraría, al menos no con sus mayores o personas que la apreciaran, que eran la mayoría.

Neil hizo sin rechistar lo que su amor le solicitó porque está vez quería complacerla y porque sabía el respeto que ella le tenía a las nombradas.

  • Gracias por tus clases Candy – mencionó él sonriendo caminando ahora  al lado de Candy.Jamás pensó que él estaría así con la rubia de sus sueños, lo había visualizado ya tantas veces y finalmente era una realidad, aunque solo fuera uno más en la lista de sus amigos, al menos era un comienzo. Ya no la trataría mal, sería un mejor Neil, uno más maduro.
  • A la orden siempre, me alegra tanto verte feliz –  Ella, le devolvió la sonrisa.
  • ¿Quieres que te acompañe al hogar de Pony? – Él se ofreció amablemente.
  • No te preocupes conozco el camino además debes volver, ya estás metido en muchos problemas solo con el hecho de salir de tu cuarto – dijo ella acordándose de ese detalle con preocupación en su tono de voz.
  • No te preocupes, mi padre debe estar muy ocupado en sus negocios como para andar vigilándome – Candy volvió a mover la cabeza con desaprobación, que chico tan despreocupado.
  • Eres increíble, en fin, así como eres me gustas mucho – terminando la frase se ruborizo por completo.
  • ¡Tú a mi mucho más! – sonrojado de igual manera – y eres tan increíble o más que yo, ¿entonces te puedo acompañar? – insistió.
  • No mejor voy sola, igual conozco el camino.
  • ¡Qué terca eres!
  • ¡Tú también lo eres!
  • Sí, pero…  fue interrumpido abruptamente.
  • ¡Neil! ¡¿Qué demonios estás haciendo con esta mocosa?! – El chico se giró con el corazón latiéndole, lo que menos esperaba era que su madre lo pillara y no quería enfrentarla en frente de Candy, la señora Leagan estaba más que molesta, eso se notaba en su semblante y además lo sentía a través de su aura, pero él se mantendría firme.
  • ¡Esa mocosa como tú la llamas tiene nombre y es Candy! – replicó el moreno ahora desafiándola con la mirada, enfadando más a su madre.
  • Neil por favor – pidió amablemente la pecosa, lo que menos quería es que el muchacho se peleara con su familia.
  • No Candy, no voy a permitir que se refieran a ti de forma despectiva, no tienen ningún derecho a hacerlo  insistió el jovencito.
  • Y todavía te atreves a defenderla, que bajo has caído hijo – mencionó indignada la señora.
  • Hermanito, mamita y yo, no estamos de acuerdo con tus recientes decisiones de ver a esta mugrienta – se metió Eliza.
  • Me tiene sin cuidado lo que ustedes piensen, sobre todo tú Eliza, que eres la menos indicada para meterte en mi vida, tú eres una maldita traidora. Desde ya les digo para que les quede bien claro a ambas Candy y yo somos… somos amigos y voy a pasar a su lado todo el tiempo que yo quiera, y cuando se me antoje – apretó los puños con fuerza, temblando con una mezcla de miedo por enfrentar a su madre como nunca antes lo había hecho y también de enojo, algo que solía pasarle a menudo cuando alguien así fuera su propia madre intentaba prohibirle algo, decidiendo que era lo que le convenía. Candy solo rezaba mentalmente porque vislumbraba una tormenta mientras Eliza miraba a su hermano y a la rubia de manera fija y penetrante.
  • Neil ven inmediatamente, en casa hablaremos sobre esto – habló nuevamente Sarah ignorando todo lo dicho por el muchacho.
  • Hazle caso a mamita o te irá mal hermanito – pronunció la chica esbozando una sonrisa cínica.
  • ¡Tú cierra la boca víbora! – Le gritó a Eliza, su madre lo reprendió subiendo el tono de voz  por hablarle de esa manera a su hermana, Candy abrió la boca sorprendida, no esperaba que Neil ofendiera a su hermanita, no de esa forma y Eliza mostró su semblante más adusto – Y no madre, no voy a regresar, pierdes tu tiempo en insistir porque acá me voy a quedar a dormir y tampoco voy a hablar contigo, así que déjame tranquilo – No daría su brazo a torcer, sí ellas eran tercas, él lo era mucho más.
  • ¡Neil Leagan! Te di una orden – grito exasperada, que chico tan porfiado. ¿Qué había hecho ella tan malo, para que su hijo le pagara de esa manera?
  • ¡Y yo no la pienso seguir! – Sarah apretó los dientes y frunció el cejo, Neil hizo lo mismo, era una batalla de miradas dominantes y fulminantes.
  • ¡Neil haz caso a tu mamá! – Ahora fue Candy, la que intervino, cada vez más intranquila.
  • Tú no te metas en lo que no te incumbe sirvienta asquerosa – insultó Eliza metiéndose por tercera vez.
  • Cuida tus palabras Eliza – Neil estaba llenándose de ira, intentando inútilmente controlarse, no quería cometer una locura.
  • Tranquilo Neil, mira mejor has caso a tu mamá, hazlo por mí, por favor – Volvió a lo mismo la rubia agarrándolo de la mano, mostrándole su apoyo y ese gesto lo hizo ceder.
  • Está bien, pero que quede claro que solo lo hago porque tú me lo pediste – dijo él, acentuando el  tú,  para fastidiar a su madre y a Eliza, lanzándoles de nuevo esa mirada detonante, luego regreso a mirar a la pecosa para despedirse de ella, dándole un tierno beso en la mejilla ante la mirada de repulsión de las otras dos femeninas, finalmente caminó junto a ellas, en dirección a su residencia.

Cuando la muchacha vio que la familia Leagan se alejaba, ella apresuró el paso con destino a su hogar. Ya solo faltaba una hora para las siete, era asombroso como el tiempo se le fue volando junto a Neil, pero a decir verdad no se arrepentía de nada, le gustaba ese lado amable del moreno, muy diferente al que ella conocía de niño caprichoso y malcriado. Ojalá siempre se comportará así tan tierno.
En fin, no era momento de fantasear, mejor apuraba el paso antes que la cogiera la media noche, ya que al parecer tendría que regresar a pie, ni sus luces de su hermano Tom para que le hiciera el favor de llevarla en su carreta, así que prácticamente corría a su destino porque sabía, que  sí se aparecía justo a la hora acordada o unos minutos más tarde, era más que seguro que la retarían y con ganas, conocía como eran sus madres de sobreprotectoras, ya imaginaba sus caras a penas cruzara la puerta del hogar de Pony.
En lo que Candy iba apurada y pensando mucho, las cosas en la mansión Leagan se están poniendo turbias para cierto jovencito que se había pasado de irrespetuoso con su mamá, pero Sarah no podía culparlo, ese chico era igual a ella de altanero, y aunque no dejaba de sorprenderse por las groserías que salían de su boca, ella era consciente que su hijo no era un angelito precisamente, sin embargo nunca se había comportado así antes, por lo menos no con ella, él siempre la había respetado, podía ser déspota con el resto incluso pelearse en ocasiones con Eliza, pero no con ella, que era su madre y a una madre un hijo por muy ruin que fuera, no le faltaría al respeto, y por supuesto ella se lo tenía que hacer ver, se repetía mentalmente, era momento de actuar y al parecer era la única forma de meterlo en cintura, ya que los retos por si solos,  no servían con él.

  • No busco una mierda, no me da la gana, estás loca…

Salieron más palabras malsonantes de la boca del chico cuando su madre le ordenó ir por el cepillo de pelo porque por primera vez iba ella a darle una buena azotaina al majadero que tenía por hijo, diciéndose mentalmente que fue algo que debió haber hecho hace mucho tiempo. Neil no se movió del sofá dónde estaba echado prácticamente, no traería nada,  ¿y quien en su sano juicio lo haría? Sarah estaba al borde de perder los nervios por enésima vez, sin embargo persistió en lo mismo varias veces más, sin conseguir que su hijo hiciera caso, se cansó y subió a su cuarto mientras Neil sonrió satisfecho pues pensó que había vencido a su madre. El adolescente  subió  las  escaleras y se fue directo a su recámara, se duchó en un santiamén, luego se colocó el pijama y se tiró a la cama; las clases de su amada rubia lo dejaron exhausto, así que no demoró en dormirse.
Sarah estuvo al tanto de cada uno de sus movimientos, y antes de salir por segunda ocasión de su pieza, cogió el cepillo que estaba en la cómoda y con sigilo se metió en la habitación de Neil, quien tenía la costumbre de dejar la puerta ajustada, ventaja que aprovecho la señora Leagan para ejecutar lo que tenía en mente, está vez, sí  le enseñaría una buena lección de respeto, iba a castigar a Neil como nunca antes lo había hecho y ahí estaba su niño, en el quinto sueño por lo que no había sentido su presencia.
Sin perder el tiempo dejó el cepillo en la cama y con brusquedad  le  jaló  las cobijas, sobresaltándolo. Tremendo susto que se llevó el chico al ver a su madre tan cerca de él, demasiado cerca para su gusto y lo peor no era eso, sino la cara de pocos amigos que cargaba encima. Neil retrocedió unos pasos sudando nervioso y sin pensarlo dos veces, corrió precipitado hacia la puerta con claras intenciones de escapar de ahí, pero fue en vano; su madre se le atravesó primero, cerrándole el paso, el muchacho se quedó paralizado, sin saber que decir o hacer, el miedo lo estaba devorando por dentro. Sarah como si llevara años en el oficio lo arreó en dirección a la cama y en un par de minutos más, lo puso en posición idónea para recibir su merecido. Neil recién reaccionó volviendo a sentirse vulnerable, con el rostro ruborizado hasta las orejas, a merced en este caso de su mamá que estaba más que dispuesta a hacerse respetar a como diera lugar.
El jovencito se movía con desespero sin conseguir liberarse del agarre de su madre, que lo tenía bien sostenido y bien colocado; parecía que había aprendido técnicas de sumisión, Neil incluso sintió, que no tendría oportunidad ni de tratar de huir, así bregara con todas las ganas por lo que prefirió resignarse. Sarah no tardó mucho en coger el cepillo y le bajó el pantalón del pijama hasta las rodillas. Neil no se lo creía, su mamita, la que nunca antes le había tocado un pelo en su corta vida, ahora lo iba a corregir, y de la manera que más le fastidiaba; le iba a dar una tunda con el culo al aire, que humillante, se arrepintió de no usar ropa interior  debajo aunque para nada la iba a necesitar, después de lo desobediente y contestón que se había portado en el bosque y lo deslenguado que se puso en la sala; definitivamente había colmado a Sarah, quien para rematar era de mecha corta,  así que de igual forma, ella la haría a un lado, siguiendo también las recomendaciones de la tía abuela, quien siempre decía que una buena paliza era siempre a culo visto. Neil sintió su cara arder de la vergüenza tan terrible que le provocaba su actual realidad, dando paso al pavor por lo que se le venía encima y fue en ese instante mientras pensaba, cuando sin previo aviso  recibió el primer azote en pleno centro de las nalgas, y a ese le siguieron más, uno detrás de otro en el mismo sitio, al llegar su madre al número veinticinco Neil empezó a morder las sabanas para aguantar estoico la tunda que Sarah le estaba propinando, y la señora sin inmutarse continuo azotando, haciendo vibrar las dos mejillas de ese culo, a Neil le empezaba a doler, escocer y arder,  se retorcía en las piernas de su madre mordiendo ahora uno de los cojines que tenía al frente porque no quería gritar, no quería que los sirvientes o Eliza se volvieran a enterar, que en menos de veinticuatro horas le estaban pegando por segunda ocasión, sin embargo a pesar de sus esfuerzos no podía resistir emitir algunos quejidos mientras las lágrimas le recorrían desde el rabillo del ojo hasta la barbilla. Su madre fue muy severa, le había puesto todo el trasero de un rojo rabioso. Terminó la azotaina y lo hizo levantar, mandándolo a colocarse en una esquina de la habitación, el adolescente se subió el pantalón  poniendo una mueca de dolor, y sin rechistar fue a colocarse dónde su madre quería, pero se moría de dolor y de vergüenza, por la azotaina, por ser castigado en el rincón y todavía más porque su madre lo haya visto desnudo, cuando le estaba pegando y luego cuando lo puso de pie, ya que no solo le vio el culo, sino también sus partes íntimas, quería que la tierra se lo tragara, pero le tocó obedecer, entendiendo que no estaba en posición de llevarle la contraria, ella se sentó en la cama a esperar que el tiempo de sanción concluyera, Neil por momentos se sobaba el área afectada, cuando pasó el último minuto de espera, le avisó que en media hora tendrían invitados para la cena, le dio todos los detalles de la familia Smith y como tenía que comportarse y pobre de él si la hacía quedar mal, pero Neil no quería presentarse, no tenía ánimos, solo quería descansar, de manera que incluso con el trasero ardiente y más colorado que un tomate, tuvo la osadía de protestar.
  • No quiero asistir, prefiero cenar aquí.
  • Vas a ir, y no quiero empezar a discutir. ¡Irás, te guste o no porque así lo he decidido! ¿Te quedó claro? –  demandó ella, haciendo énfasis en la pregunta, esperando una respuesta obediente de parte de su hijo, pero obtuvo lo contrario.
  • Le diré a papá que me quieres obligar a ver gente que a mí no me interesa – replicó de nuevo esta vez con los ojos llenos de agua, con ganas de reanudar el llanto.
  • Tu padre se ha ido a Nueva York, pero le informaré sobre tu mal comportamiento por carta, ahora ve a arreglarte, te espero abajo – anunció exigente, retirándose luego de la habitación.
  • ¡No iré a esa estúpida reunión! –  Molesto  le dio una patada a una de las patas de su cama al tiempo que  se  colocaba  una mano en el culo, empezando a frotarlo con cuidado, su madre le había pegado sin compasión alguna, como le había puesto las nalgas, y eso que era la  primera vez que le daba una zurra, no quería ni pensar, sí le volvía a pegar por segunda vez.

Neil se fue al armario y sacó un espejo de tamaño considerable y lo puso en una esquina del cuarto, después se paró al frente del mismo, se bajó el pantalón y se miró bien las caricias que su madre le había hecho, muy sorprendido.


N/A: Hola chic@s, finalmente el capi 8, me quedo algo largo, pero era lo que tenía en mente para está historia, de la cuál estoy muy inspirada y me encanta escribirla, bueno ya ven ni yo, ni Candy podemos ser tan malucas con Neil, fue malo, pero hay que darle una oportunidad de redimirse, es cierto, y por lo menos con Candy se está portando mejor  ¿verdad? Háganmelo saber en los comentarios que opinan, sobre el castigo, enserio fue complicado hacer que Sarah castigara a su niño, pero es que tenía que ser sí o sí, su madre no es el mejor ejemplo, pero es su madre y respeto ante todo. Vamos a ver cómo le va al señorito Leagan, tengo más ideas, de ponerlo en varias facetas, es que el personaje de Neil tiene muchos ángulos en su personalidad. Lo que sí les aseguro es que habrá más de Fm en otros capis, pero ya no les adelanto más. Quería que Sarah usara la zapatilla de esparto, pero no tengo idea si ese calzado existía en esa época, alguien me podría informar, igual el tema de las llaves de los carros, que solo servían para empujarlo un poco, me parece así porque buscando info por la web me enteré que por esos años habían unas llaves antiguas y que se usaban de esa manera, por eso mencione ese detalle en el capi 5, que es cuando Neil habla con su padre,  sin más un abrazote y nos leemos.

6 comentarios:

  1. Pobre Neil, no se esperaba esa reacción de su mami. Pero he disfrutado un montón este capi. Adoro cuando Neil se comporta gentil con Candy aunque empezó un poco hostil, pero hasta que por fin, no es el malo del cuento porque las Albertfans o Terryfans en la mayoría de los escritos lo tratan super mal. Ya quiero saber que se viene. Está muy interesante esta historia.

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    1. Pues él se lo buscó, quien lo manda de grosero, te confieso que algo así debió pasar en la serie, si la señora Leagan lo hubiera castigado así, Neil no se hubería portado tan hostil y caprichoso, me gusta el personaje, pero las cosas como son!! Yo ya he leído hartos fics con Neil redimido, pero sigue siendo impulsivo, arrogante y posesivo, pero más maduro, eso sí también e leído otros como villano, pero ninguno involucra está temática, y no pienso que lo traten mal, lo que pasa es que el chico tiene la pinta para ser el demonio del cuento, siempre he pensado que es su sexappeal. Ahora acá tendra varias facetas para que no sea tan repetitivo el tema, todo dependera de mi musa como este que por ratos le entra la locura.

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  2. Nunca vi la serie pero he disfrutado mucho esta muy interesante

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    1. Que bueno que te guste, la serie es algo antigua, pero trato de conservar las personalidades de los personajes.

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  3. Pobre chico dos tundas el mismo día uuff si que debe estar muy adolorido jajaja pobre no se esperaba la visita de su mamá en su cuarto y esta llegó bien armada 🙊...
    Mm pues hasta que me cayó un poco bien la Candy porque ahora sí fue sincera con él y le dijo que también le movía el tapete jajaja...
    Pero a mi tocaya Eliza si que le corroe la maldad y sobre todo la hipocresía 🤦
    Estuvo bueno el capi Amiga!!

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    1. Sí dos tundas, pero bien ganadas, bueno por lo menos la Candy acepto ser su amiga jejeje, ya es un gran paso y la chica no es mala, es solo que Neil le hizo mucho daño en el pasado por eso no le creía sus intenciones y aparte Neil también y su manera de ser tan altanero y dominante, es que lo malcriaron mucho de chiquito jajaja. Sí Eliza es malvada, va a hacer su aparición en algunos capis, ella detesta a Candy y es capaz de lo que sea para verla mal parada jajaja. Me alegro que te haya gustado y como ves, este tuvo muchos diálogos.

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