¡Odio amarte tanto!
Capítulo
10
¡Candy
y Neil, ya no son amigos!
Autora:
Nicole
Pasaron los días después
del accidente de Neil por supuesto provocado por él mismo, afortunadamente no
pasó a mayores la situación que tuvo que vivir durante ese tiempo, pues el
jovencito se mejoró tal como el mayordomo había asegurado que lo haría, y el moreno agradeció a Dios y a los cuidados
del jardinero y del sirviente principal de la casa, quienes colaboraron durante su proceso de
recuperación, ya que gracias a su ayuda, no tuvo que ir con el médico… algo que
para nada le agradaba; ni los doctores, ni los hospitales.
El chico regresó a su reciente y aburrida rutina
diaria, lo único que lo mantenía vivo era sumirse en sus agradables
pensamientos porque a cada momento su rubia pecosa reaparecía en los mismos.
Neil tenía, ahora más que nunca; muchas ganas de
escapar del encierro dónde aún permanecía porque quería volver a
verla aunque solo fuera por unos cortos minutos, no importaba
ese hecho, el solo mirar sus ojos verdes
y su sonrisa encantadora que terminaba de llenar su existencia, con eso le
bastaba, pero ¿cómo salirse?, si parecía que las cuatro paredes tenían oídos y
ahora no solo estaba vigilado y castigado hasta nuevo aviso, sino que además su
madre había cumplido su promesa de poner la puerta bajo llave y cerrar la
ventana por completo, así que de esta
manera el muchacho ahora sí estaba viviendo el
verdadero cautiverio, recibía sus alimentos en su recamara, pero no
podía siquiera asomar la cara, esa decisión tan radical la había tomado Sarah,
después de descubrir la razón por la cual se tiró del balcón, pero ya hablaría
con su marido cuando este regresara, y le contaría sobre su irreflexivo acto,
había amenazado a Neil que solo tragó en seco recordando las palabras de
advertencia de su padre en la última reunión que tuvieron en su despacho. Sarah tenía que detener a Neil como fuera,
así fuera a fuerzas, su hijo estaba
enloquecido por esa Candy, ah, pero en cuanto la tuviera
frente a ella, le iba a aclarar las ideas, nunca la perdonaría, mucho menos
después que su hijo hubo querido atentar contra su propia vida porque fue eso
lo que pensó la señora Leagan habían sido las intenciones de su hijo y este no
pudo desmentirla, no podía hacerlo, su madre estaba reacia a escucharlo, así
que una vez más prefirió callar tirándole la soga al cuello a la chica, se
maldijo por eso, por comportarse una vez más como un cobarde, pero entendía que
no podía rebelarse, vivía bajo su techo, todas las comodidades que disfrutaban
al final eran de sus padres, no era una excusa, era su realidad.
La semana transcurrió con normalidad para el resto
excepto para Neil que estaba acostumbrado al movimiento, su desesperación
crecía con cada minuto, sintiendo que su castigo, era el peor que tenía que
soportar, ni siquiera tenía el balcón a su disposición para por lo menos
entretenerse viendo el panorama, ¡como odiaba su situación actual!, se repetía
una y otra vez, llenándose de ansiedad; y renacieron sus intensas ganas por la
bebida, tan solo necesitaba tomarse un traguito, ya que según él, era lo único que lo calmaba en ese tipo de
situaciones, sin embargo estaba lejos de satisfacer su vicio.
Neil se sentó en la cama por un momento mientras
movía uno de sus pies, golpeando con su zapato el suelo hasta que se cansó del
ruido que hubo ocasionado, levantándose; está vez dando vueltas alrededor de la
amplia habitación, luego fue a orinar, regresó al cuarto, duplicando el ciclo varias veces en lo que maldecía,
gritaba, pateaba su armario
encolerizado, pero después recordaba lo que había prometido, sin embargo
le parecía difícil cambiar, pues su genio no mejoraba en lo absoluto.
El chico pasó una hora experimentando diferentes
estados de ánimos hasta que decidió acostarse, tal vez conciliar el sueño
podría ayudarle a borrar todo lo que por su mente reaparecía, quería eliminar
aquellos pensamientos, excepto los de su bella rubia, ella era la única que lo
alegraba, su razón principal para ser otro, no echaría todo a perder por una
simple rabieta, no señor, mejor se dormía,
pero se dio cuenta, que era relativamente temprano, aun así lo intento
sin conseguir ningún resultado al final.
Volvió a sentarse, pensando esta vez en un plan para
huir de casa, no le daría gusto a su madre, ella no tenía derecho a encerrarlo
de esa forma, él estaba de vacaciones, tenía que apresurarse y pronto porque el
tiempo se les estaba yendo con cada segundo que pasaba y a él, le hacía falta
respirar aire puro, salir a distraerse, y sobre todo le hacía falta su rubia
adorada, se decía para sí el muchacho
que se consideraba así mismo un alma libre, que no se permitía seguir órdenes,
sí actualmente lo hacía era porque le
tocaba y tampoco era como si tuviera más opciones, pero su espíritu le gritaba
por momentos el ser indócil e irreverente; en la mayoría de los sentidos
ya que esa era su esencia; así
siempre había sido, fue y era él, si no hacía su voluntad, no era Neil Leagan.
Él era muy
distinto a sus primos, no solo por su color de piel, también en actitudes, la
gente es diferente eso lo tenía muy claro, pero su caso ya caía en el extremo,
parecía que estaba mal hecho, mal hecho para el mundo que lo vio nacer, él no
tenía clase, ni educación, él lo único que tenía en su mente era buscar nuevas
maneras de hacer el mal o bien ofender a las personas, llegó a pensar en más de
una ocasión, que definitivamente no tenía arreglo, pero recientemente, era como
si dentro de él viviera otra personalidad, una muy distinta a la que solía
mostrar, ahora no solo tenía ideas
pecaminosas, malsanas, y de odio en su cerebro, sino que había descubierto el
amor, la bondad, el sentido de justicia, entre otras más.
Neil se detuvo a analizar, su reciente cambio porque
ni él mismo se lo terminaba de creer, sin embargo aunque estaba satisfecho con
la leve mejora de sus actitudes, siempre había algo en él, que lo impulsaba a
volver a su forma de ser del pasado, ir contra la corriente, era lo que su
conciencia le pedía a gritos por lo que sin pensárselo dos veces buscó, la
manera de deshacerse del obstáculo impuesto por Sarah, consiguiendo la
colaboración de Witman, el jardinero, que había ido a llevarle el almuerzo.
Neil le aclaró que él, asumiría todos los riesgos, de su madre enterarse, le
repetía al ver la cara de preocupación del señor porque su puesto peligraba y
él tenía una familia que dependían de su salario ciento por ciento, algo que
comprendió Neil por lo que se aseguró de cuidar cada detalle en la ejecución de
su nuevo propósito para ver a Candy,
aprovechando que Eliza pasaría en casa de Louisa, una amiga del colegio
y no vendría hasta en dos días; eso había dicho la muchacha justo una semana
antes de salir de vacaciones y Neil lo recordaba, sí algo tenía era su
excelente memoria, pero también sabía lo imprevisible que era su hermana, así
que mejor se asegura bien, buscando las
llaves en el cuarto del mayordomo porque sabía que podía regresar en cualquier
momento, o quizás era el presentimiento
que invadió su mente.
Por otro lado, su madre tampoco estaba dentro de la
mansión, había viajado a Chicago, a última hora; algo inesperado, una amiga
suya tenía una situación relevante que atender y Sarah era la única que conocía
sobre el asunto. Neil la había escuchado
hablar acerca de ese tema con Steward, además de las instrucciones que
le había indicado, de no dejarlo por nada del mundo salir de su cuarto, en
aquel momento, el jovencito no estaba todavía
encerrado bajo llave por lo que salió sigiloso, caminó por el pasillo,
bajó las escaleras con sumo cuidado e iba en dirección a la cocina, pero al
notar la presencia de su mamá, se escondió detrás de la escalera y así fue
como se dio cuenta de todos sus planes y
dónde estaban las llaves escondidas, que era lo único que necesitaba para
cumplir con lo que tenía en mente, el mayordomo controlaba todo en su
residencia, cuando su padres no estaban en casa, él era el responsable de
mantener el orden y ver que todo se cumpliera a cabalidad, era él empleado de
más confianza que tenían sus papás, entonces él le daba una copia, de las
varias que tenía bajo su poder, de la llave original al sirviente que le
correspondía en ese momento atender a Neil, pero ese doméstico tenía que
cumplir con su función al pie de la letra, es decir, entrar, hacer lo que le
tocaba; llevar comida o preguntar, sí el señorito quería algo, salir, volver a
trancar y devolver la llave a Steward.
Pero ese día, no se hizo como debió ser. Witman
quiso seguir todo lo indicado, a pesar que le daba un poco de pena la situación
en la que se encontraba el chico, su objetivo era obedecer las reglas pues él,
era mandado como el resto, eso lo tenía claro, pero Neil se valió de su poder
de convencimiento y el buen jardinero acabó cediendo, cómo iba a negarle algo a
su patroncito, total se había ganado su apreció y después de los grandes jefes,
el mocoso era el que seguía en la lista. Así que se había decidido. Eso
sí, temblando de nervios por muchos
votos de confianza que le diera Neil, sabía que lo que iba a hacer no iba a
terminar muy bien, y no es que era pájaro de mal agüero, pero era muy difícil
distraer a Steaward.
Neil por su parte, sabía que lo que necesitaba
estaba en el cuarto del mayordomo, también conocía que era un plan muy simple,
se podría decir que el más simple de los que había ejecutado, la mayor parte de
ellos, contra su rubia amada, reflexionaba el moreno, queriendo borrar esos
pensamientos invasores que de repente se colaban en su mente y concentrarse en
el presente, lo cual era, tener el
manojo de llaves en sus manos. Sí, iba a
cerrar su habitación, pero no podía darse el lujo de dejarlas dónde las había
cogido porque, sí aparecieran su madre o
Eliza, estaba claro que irían tras las mismas para confirmar, sí estaba
cumpliendo su condena.
Y todo salió a la perfección, tal como el señorito
Leagan lo había planeado, después de haber tomado lo que quería mientras Witman
distraía al mayordomo. Neil ahora en su cuarto empezó a poner varios almohadones
en su cama para seguidamente cubrirlos con unas gruesas cobijas, por sí
las moscas, algunas veces pensaba que las dos mujeres de la familia eran
brujas, así sí en última instancia, se atrevieran a tirar la puerta luego de
llamarlo tantas veces y él no responder, al entrar se encontrarán con tal bulto
que simularía su silueta, como sí él, durmiera
profundamente, entonces Witman saldría a su rescate, afirmando que estaba
enfermo, y que pedía que lo dejaran descansar hasta que se recuperara, era lo
más insensato y estúpido que se le podía ocurrir, él lo sabía, pero la cabeza
no le daba para más, de todas maneras, lo último era en casos extremos que
esperara que no llegará a suceder, de lo contrario, su madre lo llevaría al
patíbulo, tragó saliva solo de imaginarse la trágica escena.
Neil se había encargado de explicarle a Witman que
tenía que aprenderse al pie de la letra cada palabra del elaborado discurso; el
señor solo asentía todavía confundido, repitiendo todo lo que su jefe hablaba,
pero de forma titubeante, por lo
que Neil no parecía estar ni
satisfecho, ni convencido
con lo que
decía su más
reciente aliado, de manera que
una vez guardó silencio el señor, el muchacho decidió poner por escrito toda la
retahíla, tratando de ser lo más claro y conciso, diciendo al final, que le
daba tres horas para que lo memorizara lo mejor que pudiera. Witman aceptó,
igual tenía que esforzarse porque ese argumento iría dirigido tanto a la
patrona como a su hija que siempre estaba al lado de su madre, así que esa nota
era la salvación del joven, cuando preguntaran por él, sí llegaban antes que
él, lo cual podía ser lo más probable, ya que al señorito se le iba el tiempo
sin darse cuenta de ello, cada vez que se veía con Candy, pero Witman no le
podía fallar por nada del mundo, analizaba la situación; sintiendo, que aquella
era la tarea más difícil que pudieron haberle encomendado mientras Neil lo
encontraba demasiado fácil pues él estaba acostumbrado a las trampas y las
mentiras, pero el pobre jardinero, era la primera vez que participaba en un
delito siendo el principal y único cómplice en la operación.
Luego de las tres horas, Neil repasó la tarea con
él, diez veces seguidas hasta que Witman lo repitiera como un papa gallo,
cuando eso paso, el jovencito se alistó como sí se fuera a casar un catorce de
febrero, lucía muy guapo, se puso sus mejores ropas, y la mejor de sus
lociones, se despidió de su alcahuete y partió a su destino, recordándole su
misión por supuesto, definitivamente no podía dejar de dar órdenes, al parecer
ese aspecto seguiría inherente en su personalidad.
Neil atravesó la sala hacia el patio delantero,
Steward tuvo que salir a hacer una diligencia, lo que el joven agradeció al
señor de los cielos porque todo le estaba resultado más que perfecto, no podía
estar bendecido con tanta suerte, los demás sirvientes no le preocupaban en lo
absoluto aunque muchas veces pecaron de chismosos, jamás lo delataron, preferían
guardarse sus comentarios, así que al ver que el principal no estaba, una idea
le llegó a su cabecita loca. Sí, antes de escaparse, iría por la llaves al cuarto de sus padres
para usar su carro favorito, pensaba invitar a salir a su rubia pecosa, quería
tener otra cita con ella, está vez de la forma correcta, la había tratado muy
mal el día que hablaron en el restaurante y ahora estaba decidido a corregir
ese grave error, que no le dejaba la conciencia tranquila, y procedió a hacerlo
sin meditar nada, se fue a la pieza de sus progenitores, registró todos los cajones que ahí habían
hasta que dio con lo que buscaba, y sin perder el tiempo fue al garaje de la
mansión, se subió al auto, arrancó el mismo en lo que se reía con malicia,
finalmente había quedado en libertad.
Un rato más tarde, Neil había llegado al hogar de
Pony, dejó su carro estacionado en la entrada y se bajó, quedándose parado en
la pequeña cerca que había en dicho lugar, los niños del orfanato se asomaron
por la ventana, pero su curiosidad por saber quién era quien los visitaba fue
mayor que salieron disparados asustando a la hermana María, la señorita Pony y
a la rubia de rizos, las cuales
terminaron uniéndose a ellos porque también querían saber de quien se
trataba la visita, a lo mejor alguien quería adoptar a uno de los niños fue lo
que pasó por el pensamiento de las tres.
- ¡Usted, aquí de nuevo! – exclamó
la monja, ya afuera, acercándose en dirección a Neil – Niños por favor vayan adentro – ordenó ella, los
chiquillos se metieron sin rechistar.
- Así es hermana María, vine por Candy – dijo él mientras la rubia caminaba junto a la
señorita Pony, quienes también decidieron aproximarse.
- ¿Qué sucede Neil? ¿Ocurrió algo? – cuestionó con preocupación la jovencita, esa visita
tan repentina, no se la esperaba.
- ¡Candy, necesito decirte algo muy importante, pero quiero que me
acompañes, te prometo que no tardamos más de dos horas! – La señorita Pony y la monja lo miraron sorprendidas.
- Bueno, pero… es que… – miraba
a Neil y luego a sus madres, esperando que estás últimas le dieran el permiso,
realmente estaba curiosa por volver a escuchar al moreno.
- Tranquila Candy puedes ir, nosotras confiamos en ti, sabemos que
te sabes cuidar sola – ambas le
dieron su voto de confianza, pero le lanzaron una mirada de advertencia al
adolescente que solo se limitó a tragar saliva, poniendo luego su mejor cara de
niño bueno.
- Gracias señorita Pony y hermana María – se abrazó a cada una de ellas contenta, dándoles un
beso de despedida, Neil observaba tranquilo la escena con un sentimiento de
satisfacción, de ver a su amor feliz.
Después que ambas les dieron la bendición a los adolescentes, estos partieron en el auto de Neil a un restaurante
en la ciudad. Candy estaba muy emocionada porque parecía que había pasado mucho
tiempo desde la última vez que se vieron, aquella vez había sido tan divertido,
alegre y sobre todo muy agradable su convivencia, que deseaba que se repitieran
esos momentos.
Neil iba feliz detrás del volante, de repente elevó
la velocidad, algo que estaba acostumbrado a hacer, pero puso muy nerviosa a su
rubia pecosa que no demoro en regañarlo, a lo que él respondía, que no quería perder ni un minuto.
Finalmente llegaron al lugar, era un sitio hermoso
al que solo acudía gente pudiente, Neil pidió el mejor lugar; uno dónde estaban
alejados del resto de clientes.
El mesero les trajo la carta; Candy al observar la
lista de los manjares que estaban escritos, se asombró mucho por el precio de
cada uno, todo lo encontraba demasiado costoso, pero Neil, le decía que no se
preocupara, que hoy estaba para complacer todos sus deseos, ella asintió e hizo
su pedido, él la imitó, y el sirviente
no demoró en traer las ordenes e inmediatamente ambos chicos empezaron a
prácticamente devorar las delicias que tenían frente a sus ojos, la pecosa se
quedó boquiabierta al verlo comer así, pues era la primera que se comportaba de
esa manera cuando estaba sentado a la mesa, ya que él generalmente actuaba
conforme a las reglas de etiqueta, sin embargo le gustaba verlo ser él mismo,
actuar con naturalidad, sin complejos o caretas de ningún tipo, se le veía
distinto, feliz y sonriente, parecía otra persona.
Terminando de comer el postre, se fueron a recorrer
las calles mientras conversaban sobre diversos temas, entre ellos el seguir
pasando más tiempo juntos porque tenían que conocerse más, aquello se lo
propuso Neil pues él, sí que deseaba tener a esa chica las veinticuatro horas
del día, pero también comprendía que no podía actuar como el tipo posesivo que
solía ser cuándo intentó acercársele la primera vez, ella necesitaba su
espacio, así que decidieron que se verían cuatro días a la semana durante tres
horas, las que utilizarían para
compartir gustos y diferencias. Candy aceptó positiva la sugerencia de su
amigo.
Las horas se agotaban visitando lugares de interés y tiendas de
ropa, Neil le compró un hermoso vestido color verde junto con un collar de
perlas y unos pendientes de oro a Candy, y
esperaba que se los volviera a colocar la próxima vez que se volvieran a
ver porque luego de probárselo en el vestidor, realmente lucía como una
princesa de los cuentos de hadas, ese fue el comentario del Leagan, cuando sus
ojos la contemplaron.
Ya estaba oscureciendo, Neil sabía que debía
regresar a casa para no levantar sospechas y Candy también, quien además se
había pasado del toque de queda impuesto por él mismo, así que entre
conversación y atenciones caballerosas, hizo lo que correspondía y la regresó a
casa y de ahí se dirigió a la suya. Cuando llegó, se alegró que todo estuviera
tranquilo, había conseguido lo quería y sabía que en los siguientes días vería
a Candy otra vez, pero de repente sintió un fuerte deseo por tomar alcohol por
lo que llamó al jardinero para que le hiciera el favor de ir a la residencia de
sus primos por una botella de vodka, el señor dudo un momento, aquello no le
hacía nada bien al muchacho, pero aunque trató de negarse, al final como
siempre acabó cumpliéndole el capricho a Neil, que una vez con ello en la mano
se dispuso a tomar, trago tras trago, no sabiendo el porqué, le era imposible
parar, quedando completamente ebrio como en la última ocasión.
Witman con mucho esfuerzo lo ayudó hasta su
habitación, sumamente preocupado, deseando que al día siguiente amaneciera sano
y salvo, una vez lo hubo dejado acostado en su cama, se fue a su cuarto a
tratar de conciliar el sueño.
Amaneció y Neil se despertó tardísimo con una resaca
terrible, y así con la ropa del día anterior, alcanzó el comedor, y llegó
ordenando de mala forma a los sirvientes que estaban presentes en ese momento,
que le preparan un caldo de pollo pues no aguantaba el dolor en todo el cuerpo
sobre todo en la cabeza, la cual parecía que le iba a explotar, además estaba
con un humor del demonio.
Una hora más tarde, el chico estaba alistándose para
salir, se sentía un poco mejor, su madre y su hermana no se reportaban y el
mayordomo tuvo que salir con urgencia desde ayer a visitar a su hermana que
tenía bronquitis y no mejoraba por lo que Neil una vez más tuvo el camino
despejado para cumplir con sus planes.
Está vez esperaría a su rubia preciosa en el bosque
detrás de la colina de su mansión porque quería seguir con las clases para
aprender a trepar arboles como los monos y hacer algunas acrobacias, estaba tan
feliz y a la vez impaciente porque Candy tardaba mucho. ¿Le habría pasado algo
en el camino? ¿Será que se arrepintió de venir a último momento? Eran las
preguntas que asaltaban su loca mente mientras camina de un lado para otro con
las manos metidas en los bolsillos y luego se recostaba en un árbol, cruzado de
brazos, haciendo un puchero pensativo hasta que su adorada chica apareció
acelerada con una soga colgando de uno de sus hombros, explicándole a Neil que
la carreta dónde venía la había dejado muy lejos del área y que le había tocado
caminar muchísimo, se disculpaba con naturalidad, Neil la abrazó e intentó
darle un beso en los labios, pero se contuvo, y se lo dio en el cachete, las
mejillas de la chica se sonrojaron levemente, Neil aprovechó para tomarla de
mano y le reclamó porque no se colocó el vestido verde que le había regalado
con las joyas, con el mismo puesto se veía más hermosa de lo que ya era, pero
la nena le dijo que no quería ensuciarlo, que mejor lo guardaba para una
ocasión más formal. Neil se extrañó con esa respuesta, pensando: desde cuando
ella le daba tanta importancia al formalismo, pero decidió no discutir, para
que gastar tiempo en eso, así que siguieron caminando, metiéndose cada vez más adentro, y cuando alcanzaron el lugar que
más les apetecía, empezaron con la segunda lección para Neil, que por sus venas
recorría la adrenalina de una forma impresionante. Como la primera vez, la
rubia empezó primero, como siempre sorprendiendo al moreno con su habilidad
innata casi perfecta, se sostenía con destreza de rama en rama, de diferentes
maneras, no por gusto su primo Stear, la había llamado muchachito en alguna
ocasión y es que era muy buena para todo lo que requería esfuerzo físico,
cuando se cansó de hacer piruetas en medio del montón de árboles, le indicó a
su acompañante, que era su turno de imitar lo que ella había realizado, Neil
tragó saliva por lo que tenía que hacer, está vez era un reto mayor, los
árboles se veían mucho más altos que el primero que había escalado aquella vez,
pero sabía que no se podía echar para atrás, menos ahora que se había prometido
convertirse en todo un hombre para su amada por lo que se apresuró a cumplir el
mandato de Candy sin rechistar, y ahí teníamos al Leagan haciendo actividades
al aire libre, las cuales antes no eran de su agrado, pero recientemente le
cogió el gusto al asunto y entre caídas y algunos rapones poco a poco fue
ganando confianza y aunque aún le faltaba mucho por mejorar, para ser su
segunda clase no estaba nada mal. Candy sonreía orgullosa de su estudiante, que
a pesar de no tener la mejor técnica para ejecutar dichas acciones, jamás se
rendía, intentando repetir los métodos enseñado por la alegre señorita, que no
dejaba de motivarlo en ningún momento.
Cayó la noche y cada quien se fue a su hogar, Neil
feliz como un mono en feria por pasar momentos tan divertidos con su rubia
dulce y hermosa, su madre no había informado cuando vendría y Eliza seguía en
casa de su amiga, las cosas no podían estar mejor para él, ya había acordado
con Candice volverse a encontrar en el mismo sitio de hoy, pero luego la
invitaría a dar un paseo a caballo por los alrededores, pensaba en eso mientras
cenaba, una vez hubo terminado de comer, se metió a la ducha y después se
colocó el pijama y se durmió profundamente, es que esas sesiones con la pecas
le consumían más energía de la que él pudiese gastar.
Apareció el sol, este día Neil se levantó lo más
temprano que pudo, desayunó en su cuarto para no levantar sospechas pues se dio
cuenta que Steward había vuelto y lo que menos quería, era que acabara enterándose de sus andadas, sabía y no se equivocaba que
era capaz de delatarlo con su madre y eso solo podía significar una cosa, de
pensarlo sintió sus mejillas arder de vergüenza y el miedo, por el hecho que
esa escena en su recamara pudiera volver a repetirse, decidió no pensar en eso
y le pidió a la chica que le había traído el desayuno que necesitaba a Witman
con urgencia, la muchacha cumplió con la orden y fue por el jardinero, una vez
el mencionado llegó, el señorito elaboró un plan para volver a salir de casa,
él señor le advirtió que su madre había mandado una carta que recibió el
mayordomo, en dónde ponía que volvía a las siete de la tarde.
- No hay ningún inconveniente, estaré aquí mucho antes de esa hora
– aseguró el muchacho, pero el señor no estaba para
nada convencido, sin embargo una vez más le siguió la corriente.
Las cosas parecían ir de la mejor manera, pero ambos
no contaban con la presencia sigilosa de Steward, quien lo había observado
todo, una vez se fue Neil al bosque a esperar a su amada, llamó aparte al jardinero y le recriminó su
comportamiento, que no era correcto seguirle el juego a ese niño, que por qué
se había dejado manipular, que sí había resultado ser un alcahuete, y más reclamos
que Witman tuvo que aguantarse con la boca cerrada, ya que sabía que sí lo
contradecía, empeoraría las cosas, de manera que lo único que le pidió fue que
no lo echara de cabeza con la patrona, que él no quería, ni podía perder su
empleo.
Mientras el par de adultos hablaban, Neil y Candy se
habían encontrado en el mismo lugar de ayer. La rubia decidió que está vez
empezaría el moreno a trepar para que repasara la última lección, Neil estaba
feliz de iniciar él, porque le demostraría a Candy que era un excelente
estudiante y también porque actuando a la primera, el miedo se esfumaba más
rápido, de manera que inició con ganas un tanto nervioso, mostrando progreso en
el inicio, pero en medio de los ejercicios las dudas lo volvieron a atacar y
terminó dándose contra el césped, Candice se aproximó a ayudarlo y volvió ella
a explicar con la paciencia y ánimo que la caracterizaba, Neil escuchaba
atentamente cada palabra que salía de boca de la señorita, ahora Candy trepaba
un árbol y luego se lanzaba hacía a otro y así sucesivamente, le recomendó al
Leagan que hiciera ejercicios de respiración para ayudar a relajarse.
El jovencito siguió las instrucciones al pie de la
letra y de nuevo lo intentó, sin
conseguir el resultado deseado, lo hizo un par de veces más, fracasando otra
vez en el intento, estaba sudoroso y agotado, pero lo último que haría sería
rendirse.
Candy le decía que no fuera tan duro consigo mismo,
que no se impacientara, que todo era poco a poco, que no sería la última clase
que recibiría; le aseguraba agachada de frente a él, que estaba sentado en el
pasto, en lo que ella le secaba con cariño el sudor de las sienes, haciendo uso
de un pañuelo bordado con su nombre en la esquina muy parecido a la toallita
que ella había colocado en su mano, cuando tuvo aquel accidente automovilístico
y el cual Neil tenía guardado bajo llave en la gaveta de su escritorio porque
era un tesoro para él.
Mientras la joven seguía secando su sudor que
recorría también su cuello, el chico la miraba con ternura, tan buena chica que
era con él, a pesar de cómo se había comportado con ella en el pasado, Candy
simplemente lo había olvidado todo; tenía un corazón de oro tan dulce como la
miel, eso era lo que más lo enamoraba, su personalidad irreal y nobleza de
carácter, jamás pensó que alguien como esa muchacha pudiese haber marcado tanto
su vida. Agradecía a Dios, el haberla conocido porque era una bendición, con
ella a su lado, no tenía dudas sobre su mejoramiento integral.
De repente, sus miradas volvieron a encontrarse,
haciendo que en un instante ambos se sonrojaran, Neil no quería pecar de
impulsivo, pero su mente no razonaba o mejor dicho no quería hacerlo, sus
labios anhelaban los de Candy con
desespero; probar otra vez el manjar que eran, era lo único que reaparecía una
y otra vez en su cerebro, y así con sus deseos a flor de piel y el corazón
latiéndole fuerte, no pudo aguantarse más, por lo que mientras la miraba,
involuntariamente la tomó de los hombros y le robo un beso apasionado, que ella
no pudo evitar corresponder.
Ahora ambas bocas juntas atravesaban por distintas y
placenteras sensaciones que recorrían sus adolescentes cuerpos, la rubia sentía
quemarse por dentro, le gustaba la
manera como él, la besaba; ella
decidió acomodarse mejor y también dio rienda a sus ganas de sentir más y más
de esa boca que había invadido la suya y que prácticamente, la estaba devorando, y así en la posición que
se encontraba, colocó sus manos alrededor del cuello de Neil, acariciando por
momentos su cabello castaño. Neil se erizó por completo bajando lentamente su
mano por la cintura estrecha de la chica, pasaron tres largos minutos entre
caricias y besos cada vez más atrevidos, por un momento por la mente del
muchacho pasó el querer ir un poco más de lo debido, pero se arrepintió a
tiempo; repitiéndose mentalmente, que la respetaría hasta que ella le diera una
oportunidad y por supuesto que ella fuera quien decidiera hasta dónde
quería llegar con él, porque no quería a
Candy solo para la ocasión, aunque era obvio, que se moría de ganas por estar
con ella, por conocer que era intimar con una mujer; la que él había elegido.
A pesar de fama que tenía de mujeriego, nunca se
había acostado con ninguna chica, ni siquiera le provocaba hacerlo, y es que la
mayoría de sus pasadas relaciones fueron arregladas por su madre, no valía la
pena hacer el amor con ninguna de ellas, a las cuales consideraba, insípidas,
sin gracia, tontas y aburridas, además
de ninguna gusto tanto como de la rubia pecosa que tenía ahora en sus brazos, a
ninguna amo tanto como a la encantadora Candy, ninguna era tan deseable,
atractiva en todos los sentidos y hermosa como su rubia alegre por eso deseaba
tener su primera vez con ella, que era a quien realmente amaba con el alma y
con quien quería compartir su vida entera, así que meditando lo anterior, se
separó de ella y se puso de pie, dejándola desconcertada con su repentina
reacción.
- ¿Qué te sucede Neil? – cuestionó
ella todavía confundida, levantándose también mientras el moreno la tomaba de
ambas manos y le decía sin rodeos:
- Candy, ¿quieres ser mi novia?
- Neil yo, te dije que… – Ella
no sabía que responder y eso desesperó al chico, pero es que la había tomado
por sorpresa.
- Escúchame Candy, quiero algo serio contigo porque te amo, ahora
dime sí aceptas, vamos di sí o no – exigió él apretándola un poco y continuó – pero no te me quedes mirando con esa cara, ni te me
pongas nerviosa, esa no es la Candy que yo conozco, me gustaba más cuándo me
desafiabas con la mirada. ¡Ahora respóndeme! – insistió por segunda
vez, Candy suspiro profundamente, ordenó sus pensamientos rápidamente y
finalmente le dijo:
- Está bien Neil, voy a darme una oportunidad contigo porque en
los últimos días me has demostrado que puedes ser un buen chico, así que, sí
Neil, acepto ser tu novia – El moreno no se lo creía, pero estaba feliz con esa respuesta
de Candy.
- ¿Es enserio Candy? – preguntó
por si las dudas, otra vez la tenía agarrada de los hombros, ahora
sacudiéndola.
- Sí Neil, sí quiero ser tu novia, pero por favor contrólate – repitió ella y el la soltó.
- Escúchame Candy, ahora eres mi novia, ya no puedes echarte para
atrás – le decía con seriedad en su
mirada – Me
ha costado mucho conquistarte y no pienso perderte nunca, y tampoco quiero que
nadie te mire o se te acerque – Sintió celos de los exnovios y
pretendientes de su rubia, que podrían estar al acecho, eso lo aterraba en
sobremanera – ¿Me has entendido Candy? ERES MÍA…
es decir ERES mi novia y de nadie más que te quede claro.
- Te quiero Neil, me gustas y mucho, pero no eres mi dueño, así
que desde este momento, vamos a dejar las cosas bien claras – Esas maneras no le gustaron para nada a la pecosa y
se lo hizo ver inmediatamente.
Al final discutieron un poco como de costumbre
porque la Candy no era para nada sumisa y no iba a darle el gusto a Neil de
querer controlarla, eso no era un noviazgo sano y el muchacho tenía que
comprender, luego de aclarar ambos sus puntos de vista y calmar sus ánimos,
decidieron cabalgar, fueron hasta el establo de la mansión del jovencito para
tomar a Cesar y Cleopatra; los caballos de la familia, Candy escogió a la yegua
y su novio la contraparte.
Pasearon por los alrededores, primero a trote y
después hicieron un par de carreras, compitiendo a ver quién alcanzaba el
primer lugar, Neil ganó la primera, pero Candy lo vapuleó con tres victorias
seguidas y como si vencerlo no fuera suficiente; se burló en su cara, y con su
dedo índice tiró hacia abajo el parpado
inferior de uno de sus ojos, al tiempo que le sacaba la lengua, Neil la
correteó por todo el lugar, ella se cansó y él la agarro y le empezó a hacer cosquillas
hasta que tuvo que pedir clemencia porque pensaba que se iba a morir de la
risa.
El tiempo voló, eran más de las siete, pero Neil no
lo sabía, Candy ni siquiera cargaba un reloj con ella, no quería cortarla, pero
tenía un mal presentimiento, así que le dijo a su novia que la vería mañana o
le enviaría una carta cualquier cosa, no pudiera salir, ella comprensiva como
siempre acepto, ambos regresaron a las cabellerizas, hicieron lo
correspondiente, y luego Candy antes de despedirse le dio a su novio un rápido
beso, pero Neil no conforme con el mismo, y antes que la pecosa diera un paso,
tiró de ella y la atrajo por la cintura, pegándola a su cuerpo y le plantó un
beso nada casto que la dejó sin aliento.
Luego del maravilloso beso, la rubia se retiró y
Neil caminó hasta la entrada de su residencia, con la intensión de alcanzar su
cuarto, encerrarse y aquí no ha pasado nada inusual, tal como lo había hecho en
anteriores ocasiones, pero ocurrió todo lo contrario, nada más entrar su madre
lo estaba esperando con una mirada adusta en el rostro, Neil palideció y como si leyera la mente, supo que
su mamá ya se había enterado de todo, y también adivinó lo que le esperaba en
poco tiempo. Su madre ni se inmuto en preguntar de dónde venía, después de
escuchar al mayordomo, las cosas le quedaron más claras que el agua. Steward
contó los incidentes, tal como él, los había percibido, omitiendo solamente, el
hecho que Witman había sido cómplice del señorito, para que no lo despidieran;
Steward tuvo que inventarse una
historia, que al final no era tan falsa porque, sí que visitó a su hermana
enferma, pero agregó más detalles para salvar al jardinero.
El empleado principal de la familia siempre tan
precavido, cargaba consigo una de las llaves, que fue la que utilizó para abrir
el cuarto y mostrarle a la patrona el engaño de su hijo, y cuando la señora
entró a la habitación, y vio la cama con la clásica estrategia, se enfadó
todavía más, mandó a poner todo en su lugar y se fue a la entrada principal a
esperar que su hijo apareciera porque estaba claro que le iba a dar unos buenos
azotes, como no había aprendido bien su lección, tendría que volver a
enseñarle.
Y ahí teníamos a Neil con la cara blanca como papel,
llena de sudor por los nervios. Sarah le indicó, que la esperara en una esquina
de su cuarto que iba enseguida. Neil
siguió su mandato sin protestar, y
mientras caminaba a su destino; creyó que su mamá había ido por cepillo,
y que lo volvería a usar para corregir sus faltas como la primera vez, de nuevo
recibiría una tunda de aquellas que hacen historia, con esa rígida cosa, y con
todo el culo al aire, se echó a temblar del miedo y al mismo tiempo se le
enrojecía la cara de la vergüenza. Solo de pensar en el castigo y en cómo le
iba a dejar el trasero, pero lo que él
desconocía era que iba a probar algo más duro que el cepillo, la
terrible sandalia de esparto.
La señora Leagan no demoró sino unos cuantos minutos
en encontrar el calzado, aquel que le habían obsequiado junto con su par, una
amiga suya que vivía en Europa, y que Sarah no había utilizado, porque no le
gustaba para nada como le quedaban, pero ahora había decidido estrenar y vaya
de qué forma, así que una vez con eso en la mano, entró a la habitación de su
hijo menor, se situó cerca de la cama, puso la sandalia sobre las sábanas y lo
llamó. Neil que sabía lo que se le venía encima, no podía hacer más que
obedecer las órdenes de su madre porque cuando
ella le hablaba temblaba cada parte de su cuerpo. Le
tenía mucho temor, por eso casi siempre
terminaba cediendo ante sus imposiciones, además el resistirse solo haría que
la zurra fuera más severa que la que su madre tenía planeada. Ella cuando
quería podía ser más estricta que su padre, que al menos le daba la oportunidad
de explicarse, así que Neil camino en dirección a su mamá y cuando estuvo
cerca, ella lo cogió del brazo;
poniéndolo frente a ella, se sentó en la cama, le bajó los pantalones, los interiores hasta los
pies, le subió la camisa e inmediatamente lo tumbó encima de sus rodillas,
sosteniéndolo con fuerza y apresando con sus piernas las de él, para evitar que
se moviera en el proceso o intentara huir; con Neil nunca sabía a qué atenerse,
así que más valía asegurarse desde el inicio, y le colocó el culo bien en alto
y en posición de vérselo bien para darle su merecido.
- Plof plof plof plof plof PLOF PLOF plof plof PLOF – Cogió
la zapatilla de esparto, y de esa manera con todo el culo al aire comenzó a
golpear con firmeza ambas mejillas del culo, en tantas de diez y doce azotes,
cada una y también en el centro y en los lados de su adolescente trasero
mientras le reñía – PLOF PLOF PLOF plof plof plof plof plof PLOF plof plof PLOF –
- Uuuyyy mmm dieciocho… diecinueve… – Neil contó
hasta el número veinticinco, y luego solo podía pensar en el dolor
que estaban produciendo los azotes en su trasero desnudo,
porque la suela de aquel zapato se marcaban en sus carnes sin piedad escociendo a rabiar
- plof plof PLOF plof plof PLOF plof plof PLOF – a decir
verdad no sabía cuántos le habrá dado en esta ocasión, pero estaba seguro que
fue una cantidad considerable pues su madre no paró hasta haberse asegurado que
él quedara bien escarmentado
Y en medio de la azotaina, la vergüenza de Neil fue
en aumento, por el hecho que su madre haya visto su trasero de todos los
colores, primero moreno, luego rojo, rojo como un tomate, rojo rabioso y al
final de la tunda morado. Su madre lo había zurrado bien, le dejó el culo
castigado a tope desde el final de la espalda hasta el inicio de los muslos, el
chico lloraba a moco tendido; los lagrimones se deslizaban por toda la cara.
Permaneció un rato más en el regazo de su madre
hasta que el llanto se convirtió en sollozos, después ella le quitó los zapatos
y le sacó definitivamente los pantalones y la ropa interior, lo ayudó a
levantarse y le indicó que se colocara cara a la pared por media hora y luego a
la cama. Neil adolorido, con el culo lleno de señales de la zapatilla y con
mucha vergüenza obedeció y se colocó dónde su madre quería a cumplir el resto
del castigo mientras ella le recordaba, que se merecía el escarmiento que le
había dado y que sí volvía a incidir en lo mismo, le daría otra buena azotaina,
pero que la próxima vez, sería el doble de severa. Neil tembló de miedo solo de
imaginarse la escena y de vez en cuando con cuidado colocaba una mano en su
culo, tratando de buscar algo de alivio, pero dejó de hacerlo al darse cuenta
que eso incrementaba más el ardor.
Sarah le advirtió que por su bien mejorara su
conducta e hiciera caso, lo último que le dijo antes de retirarse a su
habitación, fue que le informaría sobre
los recientes acontecimientos y su mal proceder a su padre.
N/A: Hola chicos y chicas, acá les traigo el capi diez
de esta historia, creí que no lo iba a terminar, no porque se me haya hecho
tedioso escribirlo, sino porque he tenido problemas con el teclado en un
inicio, eso y luego la pc ha estado super lenta, pero gracias a Dios que esta
medio mejorcito el sistema por el momento lol.
Bueno espero que les guste como va quedando este
relato, que lo he hecho algo extenso; me refiero a cada capi porque está
historia me gusta mucho y no quiero escribirla por escribirla, quiero plasmar
muchas cosas porque como les he dicho en comentarios anteriores Neil x Candy o
Candy x Neil es mi actual pareja
favorita y Neil es mi placer culposo y de toda la serie de Candy-Candy,
considero, que es quien más necesito un buen castigo, como estos que leemos
acá, y la época en que está narrada está historia se presta para este tipo de
correctivos; que eran el pan de cada día en todo el mundo, así que al
chiquillo, le esperan un par de sesiones más, esperemos que Sarah no me lo vaya
a dejar sin potito al pobre, (que para desgracia de Neil, la zapatilla, sandalia
de esparto, alpargata o como se llame, ya existía en esa época y es la favorita
de las mamás y como ya saben amo el Fm, me encantaría que le dieran más
participación a los personajes femeninos, veo que siempre los dejan de lado)
pero es que también es incorregible, con Candy o no de por medio, pero también
lo veremos en otras facetas porque es lo que tengo en mente, denme ideas para
seguirle que uno se bloquea por momentos. Y para Estrella, sé que te gustan los
diálogos y en este hay escasos, pero por ahí más adelante te prometo meter más
de ellos, es que me dio flojera jajaja. Un abrazo y nos leemos pronto.
Me gusta mucho tu historia, está muy bien narrada y haces tuyo los personajes, no es fácil escribir de animes, la gente es muy crítica al respecto. A mi en lo personal me gusta más la narración que el dialogo, no sé para mi conversaciones entre personaje, solo es un complemento, la narrativa hace que te metas en la lectura, no te preocupes por eso. Igual en el resto de tus relatos abundan los diálogos jeje. Ahora sobre tu escrito está buenísimo, ya los chicos de novios y Sarah trae cortito a Neil. Vaya segunda paliza y ya le promete una tercera. Saludos
ResponderEliminarJajaja cuando leo estos comentarios, no sé que hacer luego, pero a mi me gustan ambas cosas tanto narraciones como dialogos, aunque es cierto casi todas mis historias tienen abundacia de conversaciones y más porque manejo muuuchos personajes, pero en está la verdad va a ser en algunos capis bien narrativa porque estoy metida en la misma, me encanta y quiero plasmar muchas cosas de esta parejita, de hecho al final hasta el castigo era narración, pero marambra edito tipo dialogo lol, a ella le gusta leer el sonido de los azotes jajaja. En fin los dialogos los pondré para complacer a mi fan Estrella que lee todo lo que escribo sin exepción, y narración para ti que te tomas el tiempo de leer, creo que me has dejado una nota en cada episodio y eso se agradece, y así quedamos todos contento, gracias por leer.
EliminarAy amiga tardé mucho leyendo esto es que no encontraba los diálogos jajajaja..
ResponderEliminarY es que en primera yo no ví este anime.. entonces no le entiendo
Pero como lo explicas muy bien pues me ayudas a entenderlo..
Pero como no tiene diálogos me distraígo con otras cosas y después leo otro pedacito!! 😅
Ah mira entonces ahora si estuvo bien que Marambra le metiera mano a la historia jajajaja porque por lo menos me regaló unos diálogos jajajaja
Y si amiga soy tu mega fan.. (nota: mis favoritos son los futbolistas 🙃🤭)