Sorpresas de la vida
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Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 9 de Diciembre del 2019.
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Capitulo 2
Capitulo 2
Coescrita: Terry y Kateri
Facundo no
podía creer lo nervioso que se sentía. Estaba parado, mirando con asombro cada
uno de los pequeños rostros que corrían por el enorme orfanato, sin poder
encontrar aquel par de ojitos que lo habían hipnotizado el día anterior.
La conferencia de prensa había
sido todo un éxito y realmente estaba más que agradecido con todo lo que le
sucedió. Su carrera sin dudas iría viento en popa de ahora en más, sin embargo,
había algo que faltaba para que aquél momento fuera perfecto. Se dio cuenta de
ello apenas miró hacia la multitud y al observar entre la gente no encontró el
mismo asombro que observó en Leonardo; por eso, bien se vio librado de las
preguntas de los periodistas, buscó un taxi y se dirigió a una juguetería.
Quería llevarle un presente a los niños del orfanato y en especial a Leo. Una
vez que compró algunos sets de pinturas, lápices de colores, pinceles y muchas
hojas, volvió al taxi y le pidió que lo llevara a la asociación "Nuevo Fututo".
Tras un largo viaje, Facundo
al fin se encontraba en la puerta de entrada del enorme edificio. Una bonita
residencia, aunque algo anticuada para la zona en que se encontraba, rodeada de
árboles, flores y plantas, constituía el hogar provisorio de decenas de niños
de distintas edades. Al ver a los chicos correr o caminar por los pasillos, el
pintor sintió que había llegado con muy poco entre las manos. Pero no tuvo
tiempo de pensar en nada más cuando una de las encargadas del lugar lo llamó.
- Buenos días, señor. ¿Se le ofrece
algo? – Preguntó
la muchacha con amabilidad, Facundo se giró hacia la derecha para quedar frente
a ella
- Buenos días. Yo... vine a ver a los niños… bueno, a uno en
especial... Verá, ayer algunos de los chicos asistieron a mi exposición y... – Y aunque jamás había sido
tímido, el hombre no supo por qué no podía coordinar las palabras, La encargada
sonrió
- ¿Usted es quien envió la
invitación para los niños? Uhmm… ¿Facundo Fernández? – Preguntó y Facundo asintió – Gusto en conocerlo, soy Lupita, estoy encargada de los más pequeños
del hogar; pero mis niños no pudieron asistir porque son muy jóvenes aún y algo
traviesitos también – Explicó con dulzura – Pero los chicos
de Etel fueron, ¿pasó algo? – De la nada empezó a ponerse nerviosa,
pensando que tal vez uno de los niños hubiera ensuciado o roto alguno de los
cuadros, si eso hubiera ocurrido, las salidas se iban a terminar, la directora
lo había dejado muy claro
- No, no, nada... Sólo que en unos
días debo volver a mi país pero antes me apetecía conocer éste lugar y a los
niños. Traje un regalo, pero creo que no será suficiente para todos – comento mostrándole las cajas
- Qué amable de su parte. Y dígame,
¿a qué niño quiere ver? – Le dijo con una sonrisa
- A Leonardo – Respondió Facundo – Sí, así me dijo que se llamaba – La mujer de inmediato
perdió su sonrisa
- ¿Qué intenciones tiene Ud. con el
niño? – Facundo
abrió los ojos por la sorpresa de su pregunta, ¿qué se pensaba esa mujer, que
era un degenerado?
- No sé qué está pensando usted de
mí, pero... – Lupita lo cortó rápidamente porque se dio cuenta que no formuló bien su
pregunta
- Lo siento, no quise decir eso. Lo
que quiero decir es que usted se ve joven para hacerse cargo de un pre
adolescente y no quiero que ese niño vuelva a sufrir de nuevo – Explicó, pero se quedó
callada, sin atreverse a seguir hablando porque no sabía si Facundo venía con
la intención de ver al niño para adoptarlo
- ¿A qué se refiere con que no
quiere verlo sufrir de nuevo? – Facundo estaba perdido, no sabía qué le quería decir esa
mujer
- Verá, el niño quedó aquí porque
sus padres biológicos murieron – Comentó – Cuando Leonardo tenía ocho años
lo adoptaron, pero cuando cumplió diez años la mamá murió de cáncer y el papá
entró en una gran depresión y tuvo que ser internado, como no estaba en
condiciones de cuidar de él lo trajeron a este lugar de manera temporal, pero
ya no volvió a buscarlo, no sé si es porque no mejoró o porque ya no quiso
saber nada de él. El caso es que Leonardo, a raíz de eso, se puso muy rebelde –
Eso a Facundo le conmovió aún más. Se tomó unos segundos para
acomodar sus pensamientos. Era como si una discusión silenciosa se estuviera
dando entre su corazón y su cerebro. Ése niño necesitaba muchas cosas… cariño y
un hogar donde estuvieran pendientes de sus necesidades. Pero ¿estaría él a la
altura?, ¿sabría darle la atención que el niño necesitaba? No estaba seguro de
aquello, pero de lo que sí estaba seguro es que ya no podía dejarlo solo.
- A qué se refiere con rebelde? – La muchacha sonrió
- La verdad no sé si como rebelde o
berrinchudo, o solo travieso. Yo creo que una mezcla de todo. Lo que quiero
decir es que el niño dulce se escondió y su cuidadora no tiene mucha paciencia
– Facundo así mismo se dijo que
de eso ya se dio cuenta y soltó un bufido
- La verdad esa mujer no debe
reprender de esa forma al chico – Le dijo reviviendo la escena en que la cuidadora le daba
la bofetada al niño.
Sin querer, la rabia le vino
al cuerpo cuando recordó la cara del Leonardo. El niño ni siquiera se había
quejado, pero su carita no podía ocultar el dolor que seguramente le había
causado ese golpe dado con la palma abierta. Facundo estaba seguro de que, de
haber recibido él ese chirlo, las lágrimas le hubieran saltado como ríos. Sin
dudas, el pequeño tenía un espíritu fuerte, pero no dejaba de ser un niño que
necesitaba de alguien que lo acompañara, que lo cuidara, que lo mimara y que lo
quisiera como él se lo merecía.
- Sé que no debe hacerlo, pero no
todos tienen la misma paciencia. Además, son muchos niños y... – Pero la muchacha no tenía
muchas ganas de defender a su compañera. A ella siempre le había molestado que
Etel maltratara a los chicos. Después de todo, la vida no había sido muy justa
con ellos como para traerles más dolor. Lupita se veía joven, atenta y cariñosa
y con una mirada que transmitía una bondad que podías verla desde lejos. Todo
lo contrario a Etel, que, aunque era responsable, parecía pensar que estaba
tratando con soldados y no con niños.
- Esa no es excusa. Si no le gustan
los niños, puede renunciar – Respondió Facundo, ganándose una mirada incrédula por
parte de Lupita. A la edad de Etel, no consigues trabajo a la vuelta de la
esquina
- A veces las cosas no son como uno
las ve... – Murmuro – y cambiando de tema, que le parece si mejor
lo llevo a ver a los chicos. Seguro que Leo se pondrá feliz de saber que le
trajo un regalo, y no se preocupe por los demás, aquí todos saben compartir – Explicó
Facundo asintió y se dejó
llevar hasta un patio que estaba lleno de chicos jugando a la pelota. Sus ojos
parecían afanados en encontrar a su pequeño travieso, pero al parecer no estaba
allí.
- Seguro que Leonardo está en algún
lugar mirando a sus amigos. A él no le gusta mucho este deporte, es más del
arte – Le
comento
Mientras continuaban
recorriendo el extenso edificio, llegaron a una zona donde habían muchas
puertas seguidas. Era el área de los dormitorios le dijo Lupita, pero cuando
pasaron por una que tenía la puerta cerrada, escucharon un grito seguido de un
llanto.
- Auuuu, ¡perdoooón! – Se oyó la queja que Facundo
identificó como la de un niño
Habría sido un impulso tal
vez, o un instinto que no sabía que tenía, pero Facundo no pudo contener a sus
piernas de ir en busca del dueño de ese lamento, seguido muy de cerca por
Lupita.
- Oh, no – Murmuró la chica, cuando se
escuchó un segundo quejido, tras sentir un ruido seco, que se repetía de manera
pausada.
Facundo abrió una puerta
cualquiera, sólo para encontrar a Leonardo boca abajo en la cama, con el
pantalón por el piso y su trasero elevado sobre almohadas. A un lado del niño,
Etel se había quedado de piedra, con el brazo elevado y el cinturón en esa
mano.
- ¡Suelte eso ahora mismo! – Ordeno Facundo y cuando
Leonardo escuchó su voz, se dio la vuelta para comprobar si aquel hombre era
real o su mente le estaba jugando una broma – ¿Se ha vuelto loca?,
¿Cómo puede hacer esto con el niño? – Gritó sin contenerse, yendo
donde el niño, levantándolo y pegándolo a su pecho en un abrazo, dejando a Etel
con la boca abierta. Pero no sólo ella había sido sorprendida, sino que el
mismo Facundo se quedaba sorprendido por lo que hacía ¿por qué tenía ése
instinto de proteger al niño? – No sé lo que tiene usted en la
cabeza, pero una cosa le digo, si no voy a denunciar ahora mismo esta situación
es por la cara de Lupita, porque sino en éste instante estaría haciendo una
declaración ante un juez – La mujer rodó los ojos
- Pero ¡qué exagerado es!, si sólo
lo castigaba, se portó mal y tiene que aprender que los hechos tienen
consecuencias, si lo dejo ser un malcriado ahora mañana será un delincuente! – Aseguro con demasiada frescura,
Facundo no podía contener la rabia. Si era un nene, ¡por todos los cielos!
- Sea lo que sea que haya hecho
Leonardo, no puede castigarlo de esa manera – Facundo de poder meterle un
puñete a esa mujer lo hacía, pero su educación le dictaba otra cosa – ¡por el amor de Dios! Sólo tiene trece años…
- Mire, usted es joven y cree que
con hablar con él, el niño va aprender, pero no es así – Aquella horrible mujer se
creía dueña de la verdad absoluta y Facundo la miró, negando con la cabeza, no
tenía caso discutir con esa fea persona
- Se equivoca, mi padre también era
de la vieja escuela, pero no me castigaba con la violencia que usted lo hizo – La carita de Leonardo al
enterarse de eso fue digna de filmar por la sorpresa de aquella confesión – Además ya me cansé de su
superioridad, ahora mismo me llevo al niño conmigo mientras dure mi estancia
aquí, de lo contrario, tendré que denunciar si no me dejan que me lo lleve. Y
no se equivoque que estaré pendiente de si esto sucede con otros niños o niñas
de esta instalación – A Lupita le quedo claro que aquel hombre no se
dejaría intimidar, pero Etel ya estaba harta de las amenazas de Facundo
- Mira, jovencito, lo único que
sucede aquí es que se merece que lo pongan en su lugar como yo estaba poniendo
a Leonardo – Facundo abrió los ojos por la sorpresa y la cara se le puso roja
- ¡Cómo se atreve! – Murmuró el artista, dando un
paso hacia adelante. Pero antes de que la cosa acabara, mal intervino Lupita
- Bueno, Etel, creo que será mejor
que hablemos con la directora. Porque la que puede salir mal parada eres tú – La cuidadora se dio cuenta que
si Facundo decidía denunciar, no sólo podía ser despedida sino que podría estar
en grandes problemas con la justicia, así que decidió mejor ir a hablar con la
directora
- Leonardo, cariño – Le dijo Lupita – ¿por qué no vas a tu habitación y preparas una maleta con tus
cosas?! – La chica estaba segura de que la directora accedería,
porque ella no iba a querer que la casa hogar se viera envuelta en juicios y
menos por maltrato. Leonardo en ese momento se dio cuenta que tenía aún la ropa
abajo y se apresuró a subírsela, separándose del abrazo de Facundo, éste le retiró
los restos de lágrimas y le dio un beso en la frente
- Ahora vuelvo – Afirmó, pero cuando Facundo
estaba saliendo de la habitación, Leonardo corrió a tomarlo de la mano
- Espera – Le dijo, jalándolo
- ¿Qué pasa, Leo? – Preguntó Facundo, algo
preocupado porque la carita del niño se había inclinado hacia abajo, como
temiendo algo
- ¿De veras me vas a llevar? – Fue solo un susurro, pero a
Facundo le bastó para sentir la inseguridad de ese pequeño como propia, y no
pudo evitar compadecerse de él. Leonardo no merecía estar allí. Era injusto que
la vida le hubiera arrancado sus dos familias y eso hizo que en su pecho se acrecentara
aún más el deseo de protegerlo
- Claro que sí.... Al menos mientras
dure mi estadía. Pero te prometo que voy a hacer lo necesario para que te
vengás conmigo para Argentina – Le aseguró, causando una intensa mirada en el niño
Jamás se había sentido tan
analizado en su vida como en aquél momento, Leonardo parecía estar buscando el
más pequeño rastro de engaño en su rostro, pero no iba a encontrarlo porque
Facundo era un hombre de palabra.
- ¿Y si no dejan que me vaya? – Y a las palabras se sumaron
unas lágrimas que realmente no pudo detener, a Facundo le faltó tiempo para
envolverlo rápidamente en sus brazos
- Shhhh, no llorés, Leo. Vas a ver que
sí te dejan... Confiá en mí – Afirmó, besándole la frente – Ahora andá a
hacer lo que te dijo Lupita. Yo vuelvo en un ratito – Y lo despacho dándole la vuelta para dejarlo
frente a la puerta y soltando una palmadita floja en la cola del niño, que se
quejó de inmediato
- Auuu – A Leo las lágrimas se le
llenaban en los ojos mientras se quejó con un triste puchero. Etel no le había
dado tantos como solía hacerlo, pero sí le había pegado fuerte y su colita
estaba resentida aún. La palmada, por más leve que había querido ser, sólo
logró reencender el fuego que sentía en sus glúteos
- Leo, ¿estás bien? – La preocupación fue evidente
en Facundo – Disculpáme, no quise darte fuerte sólo... – Y se quedó callado por unos segundos. No debió
hacerlo y punto – ¿Te duele mucho? – Preguntó a la cabecita
inclinada que asintió lentamente – ¿Me dejás ver si no te hizo
alguna herida que necesite atención? – Preguntó cauteloso. Después de todo, Leonardo ya tenía
12 años y él recordaba que a esa edad odiaba que su padre le viera el trasero
Pero Leonardo, a pesar de ser
un pre adolescente, no tenía pudor de su cuerpo. Después de todo, vivía en un
lugar lleno de niños que compartían cuarto, baño y prácticamente todo, y estaba
acostumbrado. Así que su respuesta fue fruncir los hombros en señal de que le
daba igual.
El artista le dio una media
sonrisa, le tomó de la manito y lo llevó hasta la cama donde se sentó y, con
cuidado, tomó del elástico tanto del pantalón deportivo que Leo llevaba puesto,
como del calzoncillo, descubriendo un par de franjas rojas, que mostraban
cierto relieve sobre la piel. Esa mujer.. Pensó con rabia Facundo, mientras le
subía la ropa al niño.
- ¿Leo? Decime la verdad, ¿ésta
mujer siempre te pega así? – Preguntó, acomodando al chico parado entre sus piernas
para que lo mirara a la cara
- Es que yo me porto mal – Leonardo agachó la cabeza,
pensando que con esa confesión ya no quiera llevárselo. Facundo le levantó el
mentón para que lo mirara a los ojos
- No te estoy preguntando cómo te
portás, te estoy preguntando si esa mujer siempre es así de dura – Leonardo afirmó con la cabeza
y Facundo lo abrazó para reconfortarlo, pensando que eso lo iba a utilizar a su
favor cuando hablara con la directora.
Mientras lo sostenía entre sus
brazos, el joven no pudo evitar recordar aquél día cuando su papá le castigó
con el cinturón por primera vez. Fue a los diecisiete años, y fue por ir a una
fiesta sin que sus padres lo supieran y encima se le ocurrió aparecer bastante
tomado. Ése día, su papá solo lo ayudó a meterse en la cama, pero al día
siguiente sí que lo castigó como nunca lo había hecho. Utilizó el cinturón
incluso, pero aún así no había sido tan violento como esa mujer lo estaba
siendo con Leonardo.
- ¿Señor? – Lo llamó Lupita – La directora lo espera
Pobre chico, se nota que ha sufrido mucho, pero con respecto a la paliza que le dio la tal Etel que se ve que poca paciencia tiene, hay que ver que ha hecho para que le estuviera pegando a cada rato, bueno vamos a ver como sigue esto y sí Facundo se lo lleva a vivir al país del Tango.
ResponderEliminarvamos a ver que pasa
EliminarEsta muy hermosa esta historia, espero que la continúes muy pronto. Felicitaciones
ResponderEliminarCathBlueRed
Gracias la seguiremos pronto
EliminarMe gusta mucho, espero la sigan pronto 😉
ResponderEliminarGracias amiga😘
EliminarQue interesante se está poniendo!!
ResponderEliminarEspero seguir encontrando más capis de esta historia!!