¡Odio amarte tanto!
Capítulo 11
Doblemente castigado
Autora: Nicole
Habían
pasado tres días
de la azotaina
que le dio
su madre, y Neil todavía no podía
sentarse con comodidad, la severidad de dicho escarmiento, hizo que por el
momento, al muchacho se le quitaran las ganas de desobedecer, y trató de comportarse lo mejor que pudo pues
con su madre cerca, no tenía más opciones y estaba claro que sí cometía el
mínimo error, sus pobres nalgas la pagarían caro, ella lo tenía bien
advertido, pero a pesar de todo lo que
le había tocado vivir en carne propia, mantenía su deseo de ver a Candy, cumplir con lo que le había
propuesto; pasar tiempo con ella, abrazarla con fuerza; era lo que él más
anhelaba, esa chica era la única persona que lo comprendía, ellos eran polos
opuestos; él era un incorregible por naturaleza, el demonio en persona según su
propia apreciación y la de muchos; la propia Candice se lo repitió en más de
una ocasión y seguramente lo seguía pensando; creía Neil, que prácticamente le
leía los pensamientos a la muchacha; esa que le quitaba el sueño, la que tenía
un corazón de oro puro, a veces demasiado bonachona para su gusto; pero era su
complemento perfecto, la amaba de pies a cabeza. Con el corazón latiéndole a
mil, por ella era capaz de atravesar todo; pero la razón le decía que tenía que
ser prudente; reflexionaba en dos vías, caminado de un lado a otro con la
intención de aclarar sus ideas, ya que él no podía obviar su realidad; era
menor de edad, vivía con sus padres, que le decían que hacer y que no, sobre
todo la señora Leagan que había decido moldearlo a su manera y aunque él
la mayor parte del tiempo era muy listo para conseguir lo que quería sin
dejar huellas que lo inculparan, en los recientes días todo se le había volteado,
era como si la suerte que tuvo en sus años de niño y pre-adolescente se hubiera
esfumado para siempre, parecía que los años de adolescente hecho y derecho le
estaban restando experiencia; sonrió con
ironía cuando esa reflexión cruzó su cabeza, sin embargo estaría dispuesto a
volver a pagar el precio que representaba el solo hecho de encontrarse con su
chica y comerle la boca a besos hasta hacerla perder el aliento; tenía tantas
ganas de ella, que muchas veces peco de lascivo imaginándose lo que no debía;
sus pensamientos volvieron a chocarse en el momento que una mano fue a parar a
su culo y empezaba a sobárselo con insistencia mientras recordaba las palabras
de aviso de Sarah.
Parecía desquiciado con tanta ambivalencia en su
mente, pero así era Neil, tan contradictorio con sus sentimientos, más ahora que su parte medio buena salía a
flote, de modo que se debatía en cumplir los mandatos de su exigente madre y
olvidarse de Candy o luchar por su primer y único amor, aquel que le
hacía arder el alma de la pasión que sentía
cada vez que la tenía cerca. Solo eso le bastaba, no necesitaba nada más
para pelear contra todos por ella, e
incansablemente ya lo había hecho en algún sentido; la prueba más
ferviente, era que la
pecosa lo aceptó como su prometido después de tantos
intentos; algunos llenos de odio y obsesión, otros siendo
amable y detallista o la mezcla de cada uno de ellos. Muchos pensaron que había
perdido la razón, pero es que el pobre chico no había aprendido otra forma de
expresar sus sentimientos, nadie le enseño que era amar, lo bueno es que Candy
finalmente lo correspondía aunque el reto más grande para él ahora, era lograr
que ella lo amara tanto como él la amaba a ella, pero tener la oportunidad de
ser su novio por el momento, era suficiente para soportarlo todo, incluso
sabía y no se equivocaba que sí su madre volvía a pillarlo en la mentira
y desobediencia iba a pasar de nuevo
por mucho dolor y vergüenza, el joven Leagan se
estremecía solo de imaginarse la escena
porque más que respeto, le tenía miedo a su progenitora, pero por otra
parte su rubia encantadora reaparecía otra vez en medio de sus reflexiones
logrando que lo anterior pasara a segundo plano, por la señorita White Ardley, haría hasta lo
impensable, daría hasta su vida misma de
ser necesario; no era una broma, pensaba que la odiaba, pero sin darse cuenta
se había enamorado de ella con locura, Candy se había convertido en la chica de
sus sueños, por quien suspiraba, por quien había mejorado su conducta aunque
solo fuera un poco, la única razón que lo mantenía contento y también la que lo
hacía llorar cuando le privaban verla; y las lágrimas comenzaron a acumularse
en sus hermosos ojos rojos-chocolates hasta que no pudo más y se deslizaron
incontrolables por toda la cara, al mismo tiempo recordaba su posición; estaba
más castigado que antes, reanudando la
caminata alrededor de las cuatro paredes, cada
vez más desesperado sin poder cortar el llanto, por
momentos se echaba bocabajo en su cama,
pero no pasaba mucho tiempo y ya estaba de pie, mirando desde el balcón hacía
el horizonte, el pobre no tenía
permitido salir a ningún lado; encerrado por completo en su dormitorio, ni
siquiera podía acercarse a la sala sin el consentimiento de Sarah, que está vez había actuado de manera
más drástica.
El tiempo para Neil, era el mismo que para un
enfermo dentro de un hospital o un privado de libertad condenado a cadena
perpetua; pasaba lento, haciendo tediosos, cada uno de sus días.
La señora Leagan por su parte se preparaba para
recibir por segunda ocasión a la familia Smith, en lo que Eliza había salido
con su novio a la ciudad a comprar un vestido para lucir al medio día, tenía
tantos en su armario; los cuales aún no había estrenado, pero como siempre, no
estaba satisfecha con ninguno, así que sí o sí, tendría que presumir uno nuevo
y sobre todo lujoso para ser el centro de admiración.
Neil estaba informado de los planes de su madre, no
queriendo presentarse a otra estúpida reunioncita, pero sabía que intentara,
dijera o hiciese algo para no asistir, Sarah lo obligaría, y sería por las
malas, así que se preparó mentalmente
para hacer acto de presencia, sumiéndose en sus pensamientos, una vez más.
Mientras tanto la alegre rubia jugaba con los niños
del hogar de Pony al tiempo que recordaba al señorito Leagan, preocupada por no
recibir noticias de él. Solo habían pasado un par de días juntos, y ya se había
acostumbrado a verlo con frecuencia, como sí llevaran un año de novios, no
podía concentrarse en sus actividades diarias por andar pensando en el moreno
de ojos rojos-cafés, que por momentos se tornan ambarinos, tan cambiantes como
sus modos, pero así lo quería, así le gustaba y quizás algo más que eso.
- ¡¿Le habrá pasado algo?! – se preguntaba para sí cuando Jimmy, uno de los
chicos le gritó.
- ¡¿Qué rayos te sucede Jefe?! – Se había acercado a ella, sacudiéndola con fuerza de
la muñeca para que regresara a tiempo presente.
- Discúlpame Jimmy, me distraje pensando en algo… – mencionó Candy regresando a la realidad.
- Sí, me di cuenta… ¿Por qué mejor no te acuestas un rato Jefe? – sugirió el chico y añadió – Tu mirada se nota muy cansada.
- Eh… – de nuevo ida, lo que Jimmy aprovechó para
molestarla.
- Que digo, que deberías dormir un rato, tienes cara de
trasnochada, pero claro, era de esperarse, ahora ya no quieres pasar tiempo con
nosotros, por eso te la pasas fuera la mayor parte del tiempo – Le decía haciéndose el dolido primero y luego le
sonreía con picardía, Candy no lo noto, era tan despistada y en esos momentos
más todavía, lo que usó como ventaja el niño, que terminó añadiendo tres
preguntas maliciosas – ¡¿En dónde estabas metida
todos estos días, eh jefe?! ¡¿Y que estabas haciendo?! ¡¿O mejor dicho con
quién te viste picarona?! – A Candy aquello no le agradó para nada,
desde cuando Jimmy era tan entrometido y atrevido, se disgustó con él, y corrió
a meterse en la casa.
- Jefe no te enojes… solo tenía curiosidad – la siguió, e intentó meterse a su habitación, pero
la rubia le tiró la puerta – ¡Rayos jefe pareces
menopaúsica! ¡Ni quien te aguante, estás loca e insoportable!
Exclamaba, elevando el tono de voz para que Candice
se le gravaran sus palabras en el cerebro, su intención no era sonar brusco, pero
se dejó llevar por sus emociones, después de todo era solo un niño.
- ¡¿Qué sucede Jimmy?! ¡¿Por qué le hablas así a Candy?! – preguntó perpleja la señorita Pony acercándose a él,
quien puso mirada de pánico, se había olvidado de la encargada del lugar, quien
había salido de su oficina la cual estaba muy cerca de la habitación de la
pecosa y no tenía argumentos de peso para salir del paso.
- Lo siento… es que… bueno Candy está muy rara – fue lo único que pudo decir y salió huyendo al patio
dejando a la señorita Pony más desconcertada de lo que ya estaba.
- Candy… Candy… ¡¿Te sientes mal?! – empezó a tocar.
- Estoy un poco cansada, no se preocupe señorita Pony – aseguró la rubia, sentada en el borde de su cama.
- Bueno cualquier cosa que necesites, no dudes en llamar – se ofreció amablemente como solía ser.
- Está bien… – respondió
ella ahora de bruces en su cama con la barbilla sobre sus brazos.
Mientras la pecas se mantenía en su cuarto, sin
poder dejar de pensar en su novio, presintiendo que algo difícil le iba a
pasar, Neil seguía en su habitación, ya alistado para recibir a la tan
mencionada familia. Su hermana Eliza, que ya tenía puesto el vestido que
acababa de comprar en una tienda prestigiosa de la ciudad, entró precipitada a
su habitación, para apurarlo, que según ella ya casi, llegaban los Smith, mejor
dicho ya estaban sentados en el comedor esperando por él. Neil frunció el cejo,
haciendo un gesto de fastidio nada más oír el nombre de esa estúpida familia y
todavía más molesto con hermana, porque llegaba así de buenas a primeras y con
exigencias. ¡¿Pero quién rayos se creía?! ¡¿Y por qué demonios no tocaba antes,
que acaso no tenía ni una pizca de educación?! Pero responsable él, que
olvidaba cerrarse con seguro, bueno en aquellos momentos hasta su privacidad
había perdido por decisión de su propia madre, sin embargo, las actitudes de
Eliza, cada vez lo ponían de peor humor. El chico quería decirle unas cuantas
verdades a su hermanita, pero sabía que eso solo podría ocasionar una discusión
y meterlo en un lio grueso porque tanto Sarah como su hija se habían unido para
hacerle la vida imposible.
Neil se tragó su enojo y bajo con ella, a hacer acto
de presencia. Al alcanzar el comedor vio a un nuevo integrante de tal familia
esa; el señor Smith padre de Samanta, un tipo que le pareció un completo
ridículo, no lo conocía bien, pero ni falta que hacía, podía de una vez, sacar
sus propias conclusiones porque se notaba a leguas, que se dejaba manipular por
su mujer, pues quien en su sano juicio iba a ceder ante un compromiso obligado,
solo por capricho.
El señorito estaba molesto, sin embargo hizo un
esfuerzo enorme para esconder su personalidad y lo consiguió; actuaba conforme
a cómo su madre quería, sin embargo aunque el propio Leagan se conocía muy bien
y la mayor parte del tiempo estaba seguro que sus mentiras resultaban realistas
y que podía sostenerlas incluso por un plazo considerable de tiempo, en
aquellos instantes definitivamente no sabría
hasta qué punto
sería capaz de
mantener la farsa, y mientras pensaba, no podía
evitar moverse constantemente en su
asiento, pero como su madre lo había salvado de una vergüenza pública;
inventando un cuento chino en la primera reunión, las damas no preguntaron nada
al respecto, y el señor Smith casi no
habló, Neil en su sitio agradeció internamente a Dios por eso, ya que no tenía
el ánimo de andar dando explicaciones sobre su vida privada y forma de ser a
unos completos extraños para él.
El almuerzo trascurrió con normalidad, luego que
todos acabaron y reposaron los alimentos, Sarah y Eliza le propusieron a Neil y
Samanta que salieran a caminar un rato para que se conocieran mejor, a la rubia
le emocionó la idea; era una perfecta oportunidad para ella, el señorito por su
parte frunció el ceño torciendo levemente la boca, la sola idea le parecía un
completo fastidio, la chica no le
agradaba para nada, pero tenía que ceder a los mandatos de las mujeres de su
familia como solía hacer para mantenerlas contentas, sobre todo a Sarah; su
mamá, que no tuvo más que dedicarle una
severa mirada para que cambiara la cara que traía frente a la señorita Smith,
la madre de esta última sonreía alegre, ya que lo que más quería era que los
chicos compartieran juntos porque sí el muchachito resultaba ser como la señora
Leagan lo había descrito, sería el esposo indicado para su hija; educado, guapo
y rico, que más podía pedir, es cierto que en la tienda dónde se encontraron,
le había dicho a Samanta, que todavía era pronto para hablar de boda, que se lo
pensara bien y tal, sin embargo lo
cierto era que los Leagan eran una de
las familias más prestigiosas de la región y lo último que haría sería
desperdiciar una gran oportunidad como esa; casar a su hija inmediatamente, era
su objetivo y tenía total certeza que la propia Samanta se lo agradecería,
aparte se notaba de lejos lo loquita que la traía Neil.
Neil en su posición, no solo no le agradaba la sola
presencia de la muchacha, además no tenía interés en conocerla, lo único que
quería era que lo dejara tranquilo, empalagosa y necia; pensó cuando se le
colgó del cuello la lanzada. El Leagan creyó que perdería la cabeza en el
momento que ella se atrevió a hacer eso porque aunque no fue brusca como su
Candy cuando peleaba con él, que lo aventaba al suelo y se le trepaba encima,
zarandeándolo del cuello como quería, estaba claro que hubiera deseado eso a
tener a esa loca como un chicle por muy tierna que tratara de comportarse;
el moreno estuvo a punto de mandarla a
la China, pero se abstuvo, que más podía hacer, sí ni siquiera tenía derecho a opinar o decidir sobre lo que
sentía, ya estaba más que advertido, o
cedía ante las imposiciones de su
señora madre o pagaría las consecuencias, reflexionaba para sí, en lo que
caminaba por los alrededores del lugar
con la aparecida a su lado, que ahora lo jalaba del brazo, de un momento
a otro a la chica le entraron ganas de pasear a caballo, pero el jovencito se
negó, primero porque todavía
traía el culo
maltrecho, detalle que evidentemente no le dijo, poniendo como excusa
que estaba un poco agotado porque en la mañana había montado todo el día junto
a su hermana y para su suerte Samanta lo comprendió, pero igual Neil no quería
hacer nada con esa chica, él solo podía
pensar en su novia, en las ganas que tenía de abrazarla, besarla y salir a
pasear con ella, era a su Candy a quien
realmente amaba, a la que quería hablarle y con quien deseaba estar, no con esa completa desconocida, la cual su
madre quería meterle por los ojos de todas maneras.
- ¿Qué pasa cariño? ¿Siempre eres así de distante? – cuestionó ella, todavía con la mano encima de él, Neil automáticamente la
apartó de manera brusca, haciendo que la rubia frunciera el ceño desconcertada
por su repentino cambio.
- No estoy bien, lo siento Samanta, regresemos – dijo él, realmente estaba harto de todo ese teatro y
no quería ser grosero con esa muchacha, al final, aunque no le agradaba, no era
su culpa, sino de sus estúpidos padres y por supuesto de Sarah y lo mejor era
volver antes que se le saliera el cobre.
- ¡Pero, sí estamos bien aquí, quiero conocerte mejor cariño! – insistió ella
volviendo a tomarlo del brazo y esta vez ocurrió lo que el moreno había estado
tratando de evitar.
- ¡Pero yo no! – exclamó
soltándose violentamente – Y SÍ QUIERES
PUEDES QUEDARTE A DAR VUELTAS SOLA, ALREDEDOR DE LA MANSIÓN COMO LA LOCA QUE
ERES. YO ME REGRESO, ADIÓS…
- Neil ¡¿Cómo te atreves a hablarme así?! Detente inmediatamente,
esto es el colmo – lo siguió
mientras le reclamaba de mil maneras, pero el moreno con ambas manos en las
orejas la dejó muy atrás.
El señorito había llegado a la puerta principal,
entrando furioso y sin mirar a nadie; aceleró el paso hasta su recámara, luego
tiró la puerta con violencia; antes su madre le había llamado, pero él había
hecho caso omiso gritándole un montón de barbaridades en el camino, los padres
de Samanta abrieron los ojos como plato ante tal reacción, ¡Ese muchacho era el
mismísimo satanás! ¡Qué irrespetuoso con su propia madre! ¡Sí así le hablaba a
quien le dio la vida, como sería con su pobre hija Samanta! Jamás habíamos presenciado un comportamiento tan reprochable;
decían en voz alta para que tanto Eliza como Sarah escucharan lo que parecía
ser un reclamo de ambos señores; las mujeres de la familia Leagan querían
desaparecer, sintiendo mucha vergüenza por culpa de la oveja negra de la
familia, y para colmo Samanta llegó llorando mares,
expresando sus emociones, que sí Neil había sido un grosero, que sí la había
dejado sola, algunas cosas que sonaban más a
invento que a otra cosa, pero al final, ella llevaba las de ganar en
toda la situación; de lo último que se quejó la señorita Smith, fue de la falta
de cortesía de Neil. ¡Qué clase de prometido actuaba así! ¡Me siento muy
engañada y lo peor es que yo lo quiero! Exclamaba de forma dramática, sus padres junto a ella la consolaban y tanto
Eliza como su madre trataban de explicar de mil maneras el comportamiento del
muchacho, pero lo único que consiguieron fue irritar más a los presentes, que
le dijeron a Sarah que su hijo era un maleducado, que por su bien y el honor de
su familia, tenía que ser más estricta con él,
y no permitir ese tipo de conductas tan lamentables, que los muchachos
groseros como él, terminaban por malos caminos volviéndose delincuentes, Sarah
no podía sino asentir y darle la razón a todo lo que de la boca de esos señores
salía, después de todo Neil la había hecho quedar muy mal y lo peor, le había
faltado al respeto delante de ellos al gritarle semejantes palabrotas aun
cuando no se las dijo de frente, para ella el hecho era grave, y ahora llena de
vergüenza, sin un solo argumento convincente para defenderse de las acusaciones
que los Smith le estaban haciendo, cuando se cansaron de reclamar, la jefa de
la casa los despidió, de todas formas era lo que también ellos desearon.
Un par de minutos más tarde, la señora subió al
cuarto de su hijo, no sin antes coger la correa ancha de cuero con hebilla de
metal, que en la mañana el mayordomo le había entregado, la misma se había
quedado en el carro que usó para salir a buscar a Neil, un día que el
susodicho, había ido detrás de Candy.
Una vez alcanzó el cuarto de su hijo tocó la puerta
con acostumbrada exigencia, y Neil como siempre acabo abriéndole, igual no era
como si fuera tan fácil para él negarse.
Nada más entrar, Sarah le mandó que se quitara los
zapatos, los pantalones, los interiores y dejarlos encima de una silla, después
que se inclinara en el pupitre; la tunda iba por que iba, enfadada como estaba
no había otras alternativas para el maleducado y desobediente señorito. Neil no
se lo creía; su madre era la persona más injusta en el mundo, venir a pegarle
solo porque él no quería estar con esa tonta de Samanta, sabía que había sido
un verdadero patán con la chica, que al igual que él estaba siendo forzada a
contraer matrimonio, pero no lo hizo adrede, la señorita se pasó de fastidiosa
y lo había sacado de quicio. Su madre lo conocía muy bien, sabía de sobra que
algo así iba a pasar en cualquier momento, por lo que le resultaba demasiado
radical las futuras intenciones de Sarah,
tampoco creía que lo que había hecho, era algo tan grave para recibir una azotaina, mucho menos con el
cinturón, pero para Sarah sí, lo que había hecho, efectivamente no era tan
grave, pero sí grave, no solo la dejó mal frente a sus invitados, además le
había contestado de mala manera, así
que no se
iba a escapar de
unos buenos azotes, de eso estaba
más que segura, con ella no jugaba y no le
iba a permitir que le faltara el
respeto jamás, y como no aprendía, tenía que volver a enseñarle. Neil tragó saliva y enrojeció de nuevo con el
solo hecho de pensar en los azotes y como se los daría, sin dejar de
justificarse sobre el tema de Samanta omitiendo las groserías que había dicho a
su mamá; él ya había actuado así con las
anteriores prometidas que su madre le había obligado a conocer con el fin de
ver cuál le interesaba para llevarla al altar, y así se
olvidara de la
pecas de una vez por todas porque Sarah estaba empeñada en borrar de la
vida de su hijo los recuerdos con esa dama de establo.
La señora Leagan estaba muy enojada con el
comportamiento de Neil, que en está ocasión, no tendría piedad con él, quien,
ante sus acostumbrados arranques, siempre pasaba página y a la semana le traía
otra chica para que conociera.
Metro y medio de distancia, separaban a Neil de su
mamá, el chico lucia sudoroso, con una mezcla de miedo, enojo; seguía analizando el trago amargo por el que
tendría que pasar, y más miedo que no
paraba de recorrer todo su cuerpo, se
apoderó de él porque
el pobre moreno, desde el primer momento que le había abierto la puerta a su
madre, tembló de pavor, es que verla
así de imponente
con la correa
en la mano, no
era para menos, ya había adivinado lo que se le
vendría encima unos minutos más tarde, pero sin poder evitarlo volvió a fijar
la vista en el cuero que sostenía su madre y luego la miró a los ojos y de
nuevo al cuero, repitió esa acción al menos un par de veces hasta que cerró los
ojos por un momento; volviendo a crearse un montón de imagines cada cual más
terrible.
Sarah lo sacó de su ensimismamiento; insistiéndole
en lo mismo, cada vez más severa. El
joven Leagan sin más opciones, vencido
como en ocasiones anteriores, y a pesar
de la vergüenza que le daba quedarse en
esa situación, hizo lo que la señora le pidió;
y así doblado sobre el escritorio
con los brazos al frente, el culo en pompa, totalmente al aire, volvió a cerrar
los ojos mientras escuchaba a su madre decirle fuerte y claro que levantara más
el culo, el mocoso cumplió con el mandato, esperando así
su condena, y
antes que Sarah levantara el cinturón para iniciar con la reprimenda, el
señorito Leagan dejó escapar la primera de muchas lágrimas que vendrían a
continuación porque igual como la primera y la segunda, la tercera zurra que ya
le estaba propinando su madre, era muy dura, sin embargo Neil juraba para sí
que había sido peor, tal como ella le había asegurado que sería, el chico
sentía que su trasero iba a explotar en mil pedazos, le había
dejado la piel de las nalgas en carne viva, trato de mantenerse estoico
desde el inicio, pero le resultó imposible porque la señora Leagan no le daba
la oportunidad de procesar los azotes, simplemente castigaba con el enojo a
flor de piel, el pobre chico procuraba no gritar, para poder hacerlo tenía que
morderse los puños de la camisa, pero lloraba a moco tendido porque le dolía
mucho y eso ya no se podía evitar, sin embargo aún con todos sus esfuerzos, uno
que otro gemido se le escapo resonando con fuerza en aquellas cuatro paredes. Neil se retorcía, levantaba los pies, hasta
llegó a llevarse ambas manos a su retaguardia, lo que le impedía a su madre
castigarlo cómodamente. Sarah se cansó de repetirle que mantuviera su posición y
tiró la correa al piso, total ya le había
marcado las nalgas a su antojo, sí el mocoso no escarmentaba con tal
lección, ya no lo haría. Neil en su
sitio creyó que todo había acabado, pero
su señora madre se acercó a él, lo agarró fuertemente por la cintura con su
brazo izquierdo para que no pudiese moverse, dejando su culo bien expuesto, más
que rojo, casi morado y vuelto una pena, le dio una buena tanda de azotes, esta
vez con la mano, pero bien fuertes ya con su trasero bastante dolorido, que lo
hicieron dar uno que otro gemido, cuando sonó el último azote de los que había
prometido, lo ayudó a estabilizarse, ya que el chico casi no podía y mientras
ella lo llevaba a la esquina para colocarlo cara a la pared, Neil se llevó
ambas manos a su culo una vez más, muerto de dolor y de la vergüenza que le
provocaba el hecho que su madre le haya vuelto a ver el culo
antes, durante y al final de la zurra, y todavía más vergonzoso para él,
era tener que enseñarle sus partes delanteras, quería que la tierra se lo
tragara, y lo peor es que no sacaba sus manos de las nalgas, eso sí, sin
atreverse a frotarse, ya que pensaba que al hacerlo, podía escocerle la piel
más todavía.
Sarah recogió el cinturón del suelo y se retiró,
dejando al adolescente encerrado en su habitación a terminar de cumplir la penitencia.
La señora Legan llegó a la cocina y tomó un par de
pastillas calmantes que estaban cerca de la cubierta con un gran vaso de agua,
tenía mucho dolor de cabeza producto del enfado que según ella le había
provocado el menor de sus hijos, era preciso que tomará medidas más serias,
Neil se le estaba saliendo de control por culpa de esa harapienta de Candy, o
lo casaba pronto o no sabía hasta dónde lo podría mantener a raya. Era un potro
mal domado, un rebelde sin causa; reflexionaba molesta porque sabía que ella
era la mayor responsable en su comportamiento, aunque no lo quisiera admitir
ante nadie.
Que su hijo contrajera matrimonio no solo era la
opción más segura, era la única según ella
para salir de problemas, Samanta es una buena chica, su familia es
pudiente como los Leagan, analizaba Sarah que no veía defectos en los Smith,
pero necesitaba lo más importante, la aprobación de su esposo para realizar la
boda, luego traería a la chica a vivir
con ellos, ya que lo más probable era que Neil siguiera los pasos de su padre
trabajando a su lado en los negocios de las familia sí o sí, ya ella había decidido el destino del
adolescente, a la vez que sonreía
satisfecha deseando el pronto regreso de su marido para ponerle fecha al
casamiento, que lo más acertado sería antes que Neil regresara al colegio San
Pablo.
Las horas pasaban lentas para Neil en su cuarto, ya
había cumplido su tiempo en la esquina y ahora estaba de bruces en la cama con
una mano puesta en una nalga frotándola un poco para ver sí así aliviaba el
área, pero lo único que conseguía era reanudar el llanto.
Pasaron cinco días y Neil seguía cumpliendo el
castigo impuesto por su madre; preso en su recámara, por momentos se miraba el culo en el espejo
grande que tenía dentro de su armario, con la esperanza de encontrar aunque
fuera una leve mejoría, se atrevería a
apostar que su aspecto cada vez era peor, todavía se notaban morados sobre
algunas marcas que le dejó el cuero, sin embargo lo que más le preocupaba no
era su aspecto, sino que le seguía doliendo imposibilitándole sentarse con
comodidad, agacharse o hacer cualquier cosa relacionada a esa vulnerable área.
Candy por su parte no paraba de pensar, sentada en
una rama del Padre árbol, muy preocupada por no saber nada del señorito Leagan,
es que luego de la gran cantidad de cartas que le había enviado a su residencia
haciendo uso de una paloma mensajera que ambos conocían muy bien y que según
ellos, era muy inteligente, pero Neil no había contestado una sola, algo muy
raro estaba pasando; algo demasiado raro en un Neil, que era de los que no dilataba sus respuestas, y
menos aún si se trataba de ella. Lo que no sabía la rubia, es que en los días
que mandó sus correspondencias, el balcón de Neil estuvo asegurado al igual que
su puerta como si fuera un reo en su propio cuarto y obviamente al llegar el
ave a dicho sitio, quizás se devolvió al punto de partida o fue a parar a otro
lado.
¡¿Será que estoy siendo muy absorbente e invasiva
con el tiempo de mi novio?! Se cuestionaba la rubia de risos al tiempo que se
regañaba; tenía que calmarse, ya que
jamás actuó así con ninguno de sus anteriores novios, pero algo tenía Neil que
la hacía perder la cabeza y ahí estaba la alegre rubia, ahora en la cocina de la casa Pony intentando ayudar a la
hermana María, pero lo cierto era que estaba en cuerpo solamente porque su alma
y su mente las tenía en júpiter, no se
podía concentrar en nada aunque lo intentara mil veces, se le cayó el tazón de
vidrio repleto de ensalada de vegetales y cuando intentó ayudar a limpiar el
desastre tropezó con un balde de agua que había puesto la hermana María porque
el techo estaba goteando.
- Mejor ve a descansar un rato Candy, yo me ocupo – le dijo la monja amablemente, la chica aceptó y se retiró a su
habitación.
Pero dentro de su cuarto, seguía igual y sí no sabía algo por mínimo que fuera sobre Neil
se iba a morir de la angustia, se
mentalizaba dando vueltas alrededor del colchón hasta que la señorita Pony la
llamó, la pecosa sonrió creyendo que finalmente serían noticias sobre Neil;
agradeció al Señor de los cielos por eso, pero nada tenía que ver con sus
deseos; una vez la señorita entró, lo único que hizo fue entregarle una
invitación de parte de Archie; en dónde ponía que se comprometería formalmente
con Annie, no era lo que esperaba, pero se alegraba por ellos y sí,
definitivamente tendría que asistir e
incluso lo mejor de todo, le daba tiempo para organizarse, ya que faltaba
todavía una semana según la fecha que ponía la nota.
La señorita Pony se sintió muy contenta porque la
noticia puso feliz a su niña, ya que ni a ella, ni a la hermana María, le
gustaba ver a su hija triste.
El reloj avanzaba y aun con la buena nueva que había
recibido Candy, no podía sacarse de su cabeza a Neil y no pasaron ni veinte
minutos que habló con la señorita Pony en su oficina, había entrado
precipitada, encontrándose también con la hermana María, quien siempre estaba
al lado de la administradora de la casa para apoyarla en todo.
Candice les informó que iría a visitar a los Leagan,
sin embargo ninguna de las dos estuvo de acuerdo en que su niña se fuera así de
buenas a primeras, siempre que llegaba a esa casa algo malo le ocurría, pero no
pudieron evitar sus intenciones, cuando a la rubia se le metía algo en la
cabeza era muy difícil hacerla entrar en razón y se notaba a leguas que la
pecosa estaba interesada en el señorito Leagan más allá de un simple gusto a
aprecio, así ella no se hubiera dado cuenta todavía y después de todo aun con
sus quince primaveras, ella ya había vivido el doble de lo que hubiera podido
vivir un adulto.
Mientras tanto, en la mansión de Los Leagan, Sarah
había recibido una invitación de parte de la tía abuela igual a la de Candice,
en donde todos los miembros de esa familia eran esperados para asistir y celebrar
el compromiso de Archie con Annie. Finalmente el muchacho se había decidido a
formalizar su noviazgo, después de todo y aunque jamás se le declaró a Candy,
le había lanzado un montón de indirectas cuando la joven rubia asistía al
colegio San Pablo y luego cuando la fue a visitar a la escuela de enfermería
dónde estudiaba, pero parecía que Candice no captaba sus verdaderos
sentimientos o de por sí, quiso
simplemente dejarlo en la zona de amistad como a tantos otros, él que pensó que
después que Terry la dejara por otra chica, Candy dejaría de amarlo y saltaría
a sus brazos; demasiado iluso, el propio Cornwell Ardley lo admitió molesto
porque la rubia solo lo vio como un amigo más, odiaba a Grandchester, después
de lo que le hizo a Candy ya no eran más amigos y le reventaba de celos, el
saber que Candy todavía sentía algo por ese bastardo.
Archie seguía con sus conflictos mentales, seguía
amándola estúpidamente, tal como la primera vez que la conoció, cuando la
galanteó cerca del lago; la chica que
solía actuar como un muchachito, muy diferente a las que él estaba acostumbrado
a tratar, las cuales eran delicadas y femeninas.
Esa chica que estaba siempre con los caballos, que
trepaba árboles, que hacía bromas y era ruda cuando tenía que serlo, la
encantadora niña pecosa buena y de noble corazón, terminó despertando un
sentimiento en él, que en reducido tiempo se convirtió en amor.
Archibald esperó y seguía esperando; en algún
momento quizás ser un poco, solo un poco correspondido, momento que
lamentablemente para él, todavía no había llegado. Ahora sin saber que más hacer para conseguir
que Candice le diera la hora, se había resignado a compartir el tiempo con una
chica que ni siquiera le gustaba, se sentía mal porque la joven Brighton se
desvivía por él, lo amaba con locura y el muy cobarde solo la estaba utilizando
para sacarse a la pecosa de la cabeza.
Y mientras Archie repensaba en sus apresuradas,
mejor dicho absurdas decisiones, la señora Leagan seguía emocionada con la idea
de la fiesta, por lo que no demoró en
informarle a Eliza de los acontecimientos, la chica se puso igual de contenta
que su madre; las celebraciones eran
algo que siempre la ponían de buen humor, así
que se pondría el mejor de sus
vestidos; ella era una presumida en toda la regla y tenía que hacer sí o sí
alarde de ello, y como solía hacer cada vez que anunciaban un evento
importante, abrió su armario, y le hizo saber a su mamá que ya todos los trajes
que tenía a su disposición se los había puesto. Sarah solo rodó los ojos y
sonrió irónica; tenía claro lo caprichosa que era su hijita, que siempre ponía
la misma excusa para salir de compras, era notable; había un montón de vestidos
ahí que ni siquiera había estrenado, pero Eliza era Eliza y como siempre Sarah
la complació y le dio permiso de ir con uno de los choferes de la familia.
Eliza brincaba de la alegría, iba a comprar el
vestido más bonito y lujoso que encontrara en la primera tienda que visitara,
uno maravilloso, tejido en seda y brillante para lucir en ese gran día, no era
como sí ella y la mustia de Annie fueran grandes amigas y Archie no le caía
nada bien; el imbécil seguía babeándose por Candy; como sí tuviera tantas
esperanzas; pobre iluso, es que la verdad nunca entendió porque todos la
preferían a ella; que de interesante tenía esa pordiosera salvaje; se quejaba
Eliza, su madre le dio la razón. A pesar de algunas disconformidades, Eliza
deseaba asistir, ya que contaba con la presencia de algún chico guapo, tal vez
un príncipe inglés; se acordó de Terry enseguida, imaginándose bailando el vals
con él, en lo que pensaba algo así como: “a lo mejor, la tía abuela lo invite, después de todo es
el hijo de un Duque inglés” Y sí su
fantasía se volvía realidad, que a su Terry
no se ocurriera traer a esa estúpida de Susana porque era capaz de
arrancarle los ojos por ofrecida y lanzada; jamás le perdonaría que embrujara a
Terry de esa manera para conseguir que la ame; Terry era de ella y de nadie
más, solo estaba con esa idiota por trucos chuecos; se decía para sí Eliza; no
encontrando otra explicación para que Terry escogiera a esa, siendo ella más
hermosa, educada y pudiente; se llenó de cólera, cerrando los puños con fuerza.
Su madre le sugirió que se tranquilizara y Eliza hizo caso, después de todo
para que amargarse, eso le afeaba su lindo rostro, ahora sonreía al tiempo que
daba vueltas alrededor de su recámara danzando al compás de un vals imaginario,
olvidándose por completo de su actual prometido, ante la mirada de sorpresa de
su madre, su hija era tan voluble, se parecía tanto a ella. Sarah también
sonrió.
Ambas mujeres salieron de casa, cada uno a hacer lo
suyo. Eliza al centro de la ciudad y su madre a casa de la tía Elroy para
pedirle que invitara a la novia de Neil, la tal Samanta junto a sus padres, la
doña estuvo de acuerdo mientras le hacía un comentario; que ojalá Neil
comprometido sentara cabeza y se corrigiera de una vez por todas, a Sarah no le
gustó para nada ese comentario, pero sabía que la tía llevaba razón, así que
solo asintió, además quien podía contradecir a la tía abuela.
Candy por su parte ya había llegado a la mansión de
los Leagan gracias a que de nuevo se encontró en el camino a su hermano Tom,
que amablemente se ofreció a llevarla, está vez no tocó la puerta, como conocía
la habitación del moreno, simplemente aventó la cuerda a un punto específico,
luego escaló y alcanzó el balcón; solo ella podía hacer ver tales acrobacias
tan simples, pero el lugar estaba cerrado, tocó y toco, pero Neil no respondía,
el pobre estaba en el quinto sueño, después de llorar tanto y por tantas
cosas; se le cansaron los ojos y le
entraron muchas ganas de dormir, Candy insistió hasta que acabó despertándolo.
El señorito se llevó un gran susto, no esperaba a la chica, bueno era cierto
que la quería todo el tiempo con él, pero no esperaba que fuera tan impulsiva
para aparecerse así en el balcón como si fuera Romeo; ¿y quién sería él acaso,
Julieta? sonrió el muchachito imaginándose a su Candy conquistando su amor,
pero después reaccionó, se dio cuenta que estaba sin nada de la cintura para
abajo, tomó sus prendas que estaban regadas en el piso y rápidamente se colocó
todo, sintiendo lo que era bueno, cuando la ropa rozó sus lastimadas nalgas, se
sobó un poco antes de ir al encuentro con su Candy. Cuando llegó, apartó las
cortinas que recién habían colocado y seguidamente abrió el balcón para dar
paso a la muchacha.
- Vaya, hasta que me abres, pensé que ya no querías saber nada más
sobre mí, no has escrito una sola carta desde ese día ¿Pero qué clase de novio
se supone que eres? Un día me juras amor y al siguiente ya se te olvida todo – Neil mantenía la mirada fija en suelo mientras
escuchaba los reclamos de Candy, le encantaba eso porque significaba que le
importaba aunque solo fuera un poco, pero no tenía idea de cartas hablaba
Candy, no recordaba haber recibido ninguna – Y
mírame cuando te hablo que…
- Candy mi amor lo siento, no se dé cuáles cartas me hablas, además mi mamá me tiene castigado, pero te prometo que buscaré la forma de salir de esta situación y estaremos juntos nena, ¡enserio lo prometo! – Neil la había interrumpido y a medida que avanzaba la voz se le quebraba, la rubia lo miró preocupada, no se esperaba esa reacción de él, ya que a pesar de todo siempre estaba bromeando, discutiendo o bien molestándola, pero su semblante ahora era muy distinto, completamente desencajado.
- ¡¿Neil que te paso?! ¡¿Por qué estás llorando?! ¡¿Acaso estás
enfermo?! – interrogaba Candy
olvidándose de las cartas y buscando una razón lógica al comportamiento del
moreno, cuando vivía en esa casa, ya su madre lo había retado alguna vez y
nunca se puso de esa manera, volvía a hacer sus maldades tanto a ella como a la
tía Elroy e incluso a los sirvientes, pero ahora lo veía quebrarse como un
pequeño de cinco años, algo muy extraño le estaba pasando. Ella había sido
testigo de todos sus estados de ánimo, pero este no le gustaba nada.
- Candy yo… – Era como si la lengua se le congelara en su intento
por hablar mientras más lágrimas llenaban sus ojos.
- ¿Neil que te ocurre? Sí no hablas, no puedo ayudarte…
- Candy es que… bueno me da pena decirlo, pero… mi madre me
castigó muy duro – se soltó por
fin y se confesó – ¡Me pegó!
Los ojos de la rubia se abrieron como plato, e
inmediatamente supo a lo que se refería Neil, ya que
su exnovio fue corregido de la misma manera por su
padre, una vez que llegó a casa borracho, lo supo porque escuchó un comentario
de un chico que vivía próximo a él y
ella lo pudo comprobar cuando Terry regresó al colegio San Pablo, en la hora
del recreo, vio lo incómodo que le resultaba sentarse en las bancas del patio.
En ese momento ella sintió mucho pesar
por él, de la misma forma que ahora lo estaba sintiendo por el señorito Leagan,
pero la diferencia fue que esa vez no se atrevió a preguntarle a su ex sobre el tema para ahorrarle la vergüenza, ya
que él
siempre tuvo ese aire y aspecto de chico rebelde que odiaba seguir
reglas, mejor era que él pensara que ella lo recordará así y no como a un niño que tenía que ser
corregido por sus malas acciones.
Pero con Neil se sentía con más confianza de
preguntarle ese tipo de cosas por muy vergonzosas que pudieran resultarle tanto
a él como a ella, se sentía muy cercana al moreno, quizás porque lo conocía más
que a cualquier otro chico con quien haya tratado, después de todo ambos
compartieron mucho tiempo, aunque no hubiese sido en el mejor de los términos, ella
vivió con él, quien fue parte de su primera familia. Todo era tan distinto,
pero más simple con él, más ahora que su vínculo era más fuerte.
- ¿Cómo puede ser eso posible? ¿Qué hiciste para que ella llegara
a esos extremos? ¿Cómo y con qué te pegó? – Ella quiso saber más de la cuenta, a cómo era la
señora Leagan tuvo que ser un castigo muy duro pobrecillo Neil, pensaba la
rubia y el moreno se debatía entre contarle o no, un asunto tan personal e
íntimo como ese a Candy, y no porque fuera una chismosa, pero de igual
manera le daba mucha vergüenza admitir esa verdad, nadie fuera de la familia y
algunos sirvientes, sabían de ese tema, además él ya tenía quince años, era
demasiado penoso hablarlo, sí tuviera la edad de los niños de hogar de Pony las
cosas serían más fáciles.
Pero como Neil no tenía más opciones ni con quien
desahogarse, ya que Witman había salido hace tres días, la señora Leagan le
había dado un par de días para que pasara en familia, una de sus hermanas tenía
una situación personal, requiriendo de su ayuda y no había ningún sirviente en
esa casa a quien Neil le tuviera la confianza que había aprendido a tenerle al
jardinero, así que no le quedaba más nadie en que confiar que en su novia, de
manera que con Candy sentada en su cama y él de pie frente a ella; le explicó
como lo había castigado su madre; con la cara colorada por completo, pero con
el consuelo que Candy no solo lo escuchó, además le prometió guardarle el
secreto.
- ¡¿Cuántas veces te ha castigado tu madre de esa manera?!
- Con esta ya van tres veces, mi padre lo hizo en dos ocasiones – Vaya cinco tundas en tan poco tiempo; porque estamos
de vacaciones y mi pobre Neil la estaba
pasando muy mal; volvió a pensar ella – me
dolió, no lo niego, pero creo que cuando
se trata de mi madre, ella definitivamente no tiene piedad con mis nalgas – Candy
sonrió porque más claro que Neil no había nadie, y definitivamente ese era el
Neil que le gustaba, el que no tenía pelos en la lengua, pero luego tuvo que explicarle que no se estaba burlando del
castigo que había recibido, sino de la última frase que dijo, ya que la carita
que le puso; lo decía todo. Pobrecillo estaba sensible el niño.
- ¿Y dices que todavía estas marcado y se te dificulta sentarte? –
indagó un poco más, después de
todo le importaba mucho ese chico cada vez lo quería más y por lo tanto también
se preocupaba más por él y lo bueno es que Neil siempre había sido muy franco
con ella, de hecho, ni a sus amigos más íntimos, ni siquiera a quien había sido
su cómplice en todas sus fechorías; Eliza, ni a ella se atrevería a contarles
ese tipo de cosas, pero Candy no solo era su novia, era su todo.
- ¡Sí así es! Pero mi madre me ha dicho, que el dolor me enseñara a recordar las faltas graves que he cometido y que cometo generalmente, pero sabes yo creo que la tía abuela tiene que ver en todo esto, ella le da consejos a mi madre para que sea dura conmigo, la escuché un día. ¡Ella me odia, Candy!
- No digas eso cariño – a la rubia se le escapó esa palabra tan bonita y se tapó la boca involuntariamente,
ruborizada por completo, Neil sonrió maliciosamente olvidándose de sus sin
sabores.
- ¿Cómo fue que me llamaste? – Candy negó con la cabeza en lo que el muchacho se
acercaba a ella.
- De ninguna manera, yo solo… – Neil la tomó de ambos brazos y la hizo levantar – yo solo quería… bueno… – no le dio tiempo de decir algo; la
atrajo hacía él para luego plantarle un beso que la pecosa no tardo en
corresponder.
Y así estuvieron un ratito hasta que se quedaron sin
respiración.
- ¡¿Parece que no estabas tan triste como pensé eh Neil?! – mencionó ella una vez ambos labios se separaron.
- Tu sola presencia me quita cualquier dolor que pueda sentir, te
amo Candy – le dijo él sin
soltarla mientras sus ojos se encontraban con los de ella.
- Yo también te quiero mucho Neil y no sabes cuánto te he
extrañado – Ahora era ella
quien tomaba la iniciativa y se apropiaba de esa boca y mientras lo hacía
hundía sus dedos en el cabello de su chico hasta su cuello.
El beso fue tan profundo y pasional como las
caricias que la rubia le regalaba, que Neil no se aguantó más y la pegó más a
él, ambos adolescentes temblaban y se erizaban de placer, que rico se sentía
estar así; juntos, solos ellos dos.
Y en lo que los chicos se comían a besos la tía
Elroy conversaba largo y tendido con Sarah sobre la conducta de Neil…
- Yo te lo había dicho desde un principio, que ese muchacho necesitaba mano dura, pero lo tenías
muy consentido…, bueno lo importante ahora, es que finalmente te atreviste, y te felicito por eso porque todavía estás a tiempo de enderezarlo – Sarah solo asentía, pues que más podía hacer, la tía
abuela difícilmente se equivocaba.
- Sí, y espero que con la última azotaina que le di, no me dé más
dolores de cabeza – La
doña mayor le dio la razón y le dio otro voto a favor por escarmentar a
Neil luego de haberle faltado el
respeto, repitiéndole claramente, que si alguno de sus sobrinos se hubiera
atrevido alguna vez a contestarle con ese vocabulario tan soez, juraba que no
se sentaban por una buena temporada y Sarah sabía que lo que la tía decía no
era para tomárselo a la ligera, Stear, Archie y el difunto Anthony siempre la
respetaron, aunque el rubio se le revelaba jamás le habló con groserías, por
eso no pasaba a Neil, él no tenía educación, ni escrúpulos, ni nada, y a los
chicos como él había que domarlos a punta látigo para que se le bajaran los
humos y quedara más blando que un guante, no había otras opciones, no para
Neil.
- Y sí vuelve a portarse como lo lleva haciendo, no te queda más
que usar la vara de la corrección y el látigo, que han sido hechos para el
trasero del necio – aseguró la tía abriendo una Biblia que tenía frente
a su escritorio, leyó ese versículo y se acercó dónde estaba Sarah y se lo
mostró para que no le quedaran dudas.
- Pero tía hace cinco días le pegue con una correa ancha de cuero,
lo castigué muy duro, creo que me ganó el enojo y lo dejé marcado y con algunos
moretones, que todavía no se le han borrado, tampoco se puede sentar bien,
además no le he permitido salir de su recámara – trató de explicarse ante la mirada atenta de la tía,
creyendo que esos dos objetos que ella
le proponía, no eran necesarios.
- ¡¿Acaso estás contradiciendo lo que dicen las Sagradas
Escrituras?! – frunció el
ceño y miró seriamente a Sarah que negó inmediatamente con la cabeza, lo que
menos quería era llevarle la contraría – Sarah
tienes que educar a tu hijo, Neil es díscolo, no entiende con palabras y ya
tiene quince años, unos cuantos azotes no son suficientes, tienes que
asegurarte que quede bien castigado, sí no lo haces ahora, tal como te dijeron
la familia Smith, se irá por el camino de la perdición, y es comprensible que
estuvieras enojada después de lo que me cuentas, quien no lo estaría; ese niño
es… – – se abstuvo a decir que era el
mismísimo demonio por respeto a su sobrina, pero se dio a entender muy bien – Sí comete una
falta grave, no te debe temblar la mano para darle una azotaina con el
instrumento que corresponda, póngasele el culo como se le ponga, es la única
forma de que aprenda, ya después podrás curárselo con alcohol y una pomada, sí
la zurra es muy severa.
- Comprendo… así lo haré, muchas gracias por sus consejos tía Elroy…
Dijo ella levantándose de su silla para despedirse y
regresar a casa, esperando encontrar todo en orden, pero su sexto sentido le
decía que más problemas era lo que iba a recibir, en fin ya fuera de la
residencia de los Ardley aceleró el paso hasta el carruaje para regresar a su
residencia.
N/A Inicio: N/A: Hola chiquillos (@) espero que disfruten del capi. <3<3<3
ResponderEliminarN/A Final: Chicas y chicos, no saben lo mucho que amo esta historia, y vaya me atrase un montón; cinco meses JAJAJAJA, lo siento, pero es que la inspiración me falla, va y viene; prueba este capi que iban a ser treinta páginas y solo me alcanzó para 21 o 23 XD. Aparte como lo he dicho en algunos comentarios ahora me he vuelto más narrativa que dialogal por lo menos en esta historia, que no quiero escribir por escribir, es que saben aún tengo muchas cosas que contarles sobre está parejita <3<3<3 y algunos otros personajes aparecerán en escena muy pronto, pero poco a poco, no quiero liarme mucho.
Pronto se viene lo bueno entre Candy x Neil; <3<3<3 tendrán sus momentos no se preocupen, pero es que tenía que escribir esto primero, ya que era parte de la secuencia jejeje. Y tardaré para el próximo, así que les pido paciencia eh, he estado algo ocupada, pero aunque tarde muuuuucho la continuaré. Besos y sin más que decir, me quedo complacida y re feliz con saber que les gustó y que no en sus comentarios.
Excelente capi tiene de todo. La historia está cada vez más interesante me gusta Neil x Candy ship. Hay muy pocos fics de esta pareja.
ResponderEliminarSiempre me gusta ti estilo, no es lo tipico que se lee en los blogs.
Pero que lectura tan exquisita, en una noche me la termine, eres muy buena escritora.
ResponderEliminarMe alegro que te guste, actualmente no he actualizado esta historia, pero en cuanto tenga tiempo e inspiración la continuaré porque es de mis favoritas.
EliminarEspero con ansias, de paso desearte un hemosa navidad y fin de año.
EliminarMuchas gracias amiga, te deseo lo mismo, y disculpa que te responda tarde.
EliminarI needdddddddddddddddddd la continuación, espero con ansias tu actualización.
ResponderEliminarAmiga que enserio odio a esa señora te lo juro no la soporto!!
ResponderEliminarOk nos hiciste trampa y no escribiste el castigo pero no entiendo porque odia tanto a su hijo.. digo porque pegarle así como lo describes es horrible.. y todavía ir con esa tía loca que da pésimos consejos!!
La verdad me caen mal todas las mujeres de esta historia jajaja
La hermana también me cae muy mal por metida y no es justo que a ella no le toque un castigo como si se portara muy bien!!
Y la otra la Candy me cae también mal porque siempre se hace la interesante ora donde se ha visto que se haga un desmadre deje todo regado y todavía le digan deja así y vete a descansar mm y todavía que dejó sin ensalada al resto.. también le hubiera tocado una shinga..
Enserio amiga te pasas con el pobre chico!! Ya hasta siento feo cuando encuentro un capítulo de estos jajaja..
Y amiga te pasas de narrativa.. jaja
Ay amiga, sabía que Sarah te iba a sacar el enojo, pero no creí que tanto O-O y pues sí aquí sí que se pasó y se zurró duro al pobre de Neil, le ganó el enojo y la tía abuela y el chico no se llevan, así que ella irá siempre en contra de él y viceversa, y es que también ni ella es una santa paloma, y el muchacho se creo mala fama, créeme no es un angelito precisamente XD.
EliminarAhora no entiendo a que te refieres con eso de que "hize trampa y no escribí el castigo" Está más que narrado amiga, demasiado explícito diría yo Lol
Si me hablas de los zas zas zas, ya te dije en privado que no siempre me gusta ponerlo, sí lo leíste en el anterior fue Marambra que lo edito así, el original no va así, digo sí me gusta hacerlo, pero depende de la escena y también me gusta variar para que los castigos no se lean monótonos.
Y siii, Eliza cae muy mal es de los personajes más odiados de la serie junto con Neil.
Jajajaja que risa con lo que dices de Candy y no puedo negar que tienes razón jajajaja.
Y sí estoy más narrativa con está historia, es que tengo mucho que contar. Un abrazo amiga y mil gracias por tu comentario!