Covid – 19
Una de fiaca
Autora: Marambra
Dedicado a Pablo y Mark
Eran las seis de
la madrugada y la luz de la lámpara de noche de Lautaro se prendió iluminando
de lleno el rostro de Gilbert quien automáticamente parpadeo y se froto los
ojos antes de medio sentarse en la cama confundido de ver a Lautaro acercarse al
enorme lecho que compartían noche a noche, luciendo su espectacular cuerpo
tonificado en su total gloria mientras se secaba vigorosamente el moreno
cabello con una toalla roja antes de vestirse, ¿qué diablos?, se preguntó… apenas
eran las seis de la mañana.
- ¿A dónde vas tan temprano si estamos en cuarentena? – su voz sonó rasposa y medio adormilada mientras
entrecerraba nuevamente los ojos para evitar el resplandor de la luz principal
que ahora sí, Lautaro prendió para buscar su ropa en vista que Gilbert había
despertado
- A la oficina ¿dónde más? – y se acercó desnudo como estaba hasta alcanzar a Gilbert
depositando un tierno beso en la boca de su adormilado amante, llevándose una
sorpresa – Ey noooo, ¡soltá boludo! – ordeno
medio en broma y medio en serio al sentir la delicada mano de su amante apretar
su falo con algo de posesividad y fuerza en contraste con las caricias que
desplegaba sobre sus testículos, excitando a Lautaro
- No, quiero montarte – respondió en cambio en un susurro sobre el oído de Lautaro sorprendiéndolo,
mientras Gilbert estiro como pudo el beso en medio de su risa, es que no solo
habían sido las palabras lo que le tomaron por sorpresa, sino lo que se atrevió
a hacer… meter un dedo en el culo de su pareja, es que el chico tenía la loca
fantasía de montarse al morocho como si fuera un jinete de carreras sobre un
potro salvaje, pero era solo eso… una fantasía, Lautaro no se dejaba o por lo
menos nunca con él
- Sueña pibe, sueña – contesto Lautaro sosteniendo las manos de su chico antes de darle un beso
en la frente; las picardías del muchacho lo estaban poniendo caliente, pero no
era momento para distracciones de ese calibre, tenía un buen lio entre manos en
la oficina y si no quería que su empresa se vaya al tacho, debía hacerse cargo
personalmente
- ¿Y un rapidito? – pregunto Gilberth poniéndose boca abajo destapando todo el trasero,
moviéndolo provocativamente, era parte de su encanto, solía volver loco a
Lautaro con cosas disparatadas como esa, pero ahora no, ahora Lautaro
necesitaba ocuparse de unos asuntos muy importantes así que declino la
tentadora invitación
- NO mi amor, tu sabés que sho no soy de bocaditos, me gusta
morfar a lo grande – y
dicho esto le cubrió el trasero, que si seguía en esos afanes lo más probable
era que se deje llevar por el diablo
- Entonces a lo grande – exclamo Gilbert destapándose todo y poniéndose boca
arriba cogiendo su pene con total descaro y abriendo las piernas ampliamente
- Y bueno… ¿me podés decir que te pasa? – en serio, la actitud de Gilbert iba un poco más allá
de lo habitual, y no era que no le gustase, sino que no era el momento
- Que tengo ganas de sexo, ¿eso es tan raro?, que quiera tener
sexo con mi marido – Gilbert
contesto medio enojado y medio cohibido, a veces se sentía que hacía
estupideces que a la larga creía, aburrirían a su pareja
- NO, para nada, solo que ahora te la tenés que bancar sin mí
chabón – respondió Lautaro
haciendo un gesto con la mano, como si se masturbara, la sugerencia era clara
pero no se paró a decir nada más, estaba apurado en terminar de arreglarse y de
pronto el penetrante aroma a su colonia inundo el ambiente sacando a Gilbert de
sus pensamientos, a Lautaro le gustaba poner un poco de su perfume a nivel de
su ombligo y axilas antes de vestirse y hoy no fue la excepción
- ¿Me estás diciendo que me busque un sustituto?, porque si es así,
llamo a Lucio y Pau y monto un trío – aquella siempre fue una amenaza vacía, pero ahora en
vez de arrancar una risotada a Lautaro lo hizo enojar, quizás fue la mención
del famoso Pau que a diferencia de Lucio si estaba interesado en su pareja y
dejo muy en claro que de darse la oportunidad se lo llevaría a su cama
- Pará, pará, pará – Lautaro se giró para mirar de frente a Gilbert mientras ponía un mano en
señal de parada – ¿me estas troleando cierto? – y en un pestañeo se acercó a él cogiéndole el
mentón con firmeza sin ser violento, pero con un claro signo de autoridad – ¿Gilbert?, te hice
una pregunta, no te hagás el gil y decime – insistió – decime que no te vas a mandar una cagada como esa en
mi ausencia – y lo miro fijamente como si quisiera taladrar su alma
con aquel par de ojos grandes y expresivos
- Yaaaa… No voy a hacer nada – respondió por fin Gilbert tras una tensa pausa
- Y bueno pibe, sho tampoco te dejaría hacer lo que te venga en
gana ¿sabes?, antes te cago a palos – agrego robándole un beso profundo que obligo a su
joven marido dejar de lado su enojo y su inseguridad encendiéndolo nuevamente
- Quédate conmigo – le rogo de nuevo con voz quejumbrosa
- No puedo peque – y
un mordisco cariñoso atrapo los carnosos labios de Gilbert – no te estoy mintiendo, tengo un día re complicado por
delante
- Mentiroso – lo acuso Gilbert dándose la vuelta, ya conocía ese “día
re complicado” de Lautaro
- No pongás cara de culo che, que la guita no cae del cielo
- Como sea, igual estamos en cuarentena y quizás es hora de tomar
distancia entre los dos – contesto,
de pronto sintiéndose muy expuesto así que tomo su viejo pijama y se apuró en
vestirse – usare la habitación de invitados – declaro
cogiendo su almohada dejando en shock a Lautaro quien salto a la puerta del
dormitorio impidiendo su salida
- ¡La CONCHA de tu madre!, ¿me estas hinchando las pelotas?...
¡decime! – exigió energúmeno, ¿qué
era eso de tomar distancia?, ¿y cuál distancia?
- Quería tocártelas más bien, pero ahora no – respondió el chico dejando a Lautaro con la boca
abierta, no se esperó esa respuesta tan infantil, pero nada podía hacer, su
joven esposo a veces parecía un crio – así que
no me molestes, no quiero hablar contigo
Y cerró la puerta de la habitación de invitados en
las narices de Lautaro, quien maldecía no haberse levantado más temprano y
bañarse en el baño del pasillo y simplemente dejar una nota sobre el velador, ahora
tenía que si o si arreglar las cosas con su pequeño tormento porque el
diablillo cuando tenía pajaritos en la cabeza, podía ser un verdadero dolor en
el culo.
- Gilbert, ¿querés abrir la puerta por favor? – en un inicio rogo dando pequeños golpecitos, pero cuando
solo el silencio respondió, Lautaro exasperado empezó a forcejear la puerta además
de gritar – ¡Te estoy HABLANDO CHE! – mierda ya perdió más
de media hora discutiendo sin sentido, pero sabía que no podía irse a su oficina
dejando a Gilbert descontento porque el mocoso era capaz de cualquier cosa
- PERO YO NO – se
oyó desde adentro
- ¡MALDITA SEA!... ABRÍ ¡SHA!... O ROMPO LA PUTA PUERTA – para eso, Lautaro subió la voz dos octavas mientras
golpeaba con la mano abierta la madera asustando por primera vez a su joven
amante
- Yaaaa deja – gimoteo
– no golpees así que me pones nervioso – contesto
un asustado Gilbert, sabía que Lautaro era de arrebatos a veces, pero ahora
parecía muy zafado
- Y a mí me ponés del orto cuando te portás así – lo acuso Lautaro bajando la voz cuando vio los ojos
de Gilbert cargado de lágrimas a punto de caer –
no sé lo que hice – agrego cogiéndolo de la nuca y
acercándolo a su pecho para darle un beso en la frente – no fue mi intención asustarte
- Es que hace un rato que no quieres tener sexo conmigo – se quejo
- Pará, pará, pará… ¿me querés decir de donde sacás eso?, si te la puse hace dos noches, tampoco podemos estar garchando como conejos o ¿sí? – no podía estar hablando en serio, ¿cierto?, pensó el
morocho
- No lo sé, solo… mejor no digo nada y ya está – respondió mordiéndose los labios y alzando los hombros en signo de
desdén, mientras Lautaro gemía de impotencia, Gilbert no podía ser más
dramático que ahora
- Che, no me boludees ¿si? – y en vez de gritar
como solía cuando estaba enojado, deposito un casto beso sobre los labios de su
amor – ¿querés ir al grano? Anda
dale – lo insto mirándolo fijamente,
pero acariciando su rostro con cariño
- Es que te vas a ir a la oficina
- ¿Yyy?
- Que seguro vas a estar todo el día con ese maldito de Mario y sé
que él quiere tener algo contigo – y fue decir eso y chispear los
ojos de celos, y Lautaro exhalo un hondo suspiro y jalo de la mano a Gilbert
para sentarlo sobre sus rodillas en la cama
- Y bueno, eso no debería importarte porque a mí me gusta garchar
solo contigo hasta que se me caiga la pija o tú te partás en dos – y Gilbert se tiño todo de rojo imaginando aquello
- ¿No podías ser un poco menos grafico? – preguntó tocándose la cara sintiéndola caliente
- No, porque si a vos no te digo las cosas como son, ¡te montás en
una nube de pedos flaco! y no hay quien te baje, pero igual te quiero – y le robo un beso apasionado para evitar que
proteste – ahora sí, me voy al laburo, que sino
no tendremos ni un mango en el bolsillo
- Y a ¿qué hora vas a volver? – quiso saber el chico, caminando junto a Lautaro
hacia el dormitorio principal
- Y yo que sé, cuando termine, pero no será antes de la cena,
tengo una reunión con unos clientes japoneses – declaro Lautaro mientras terminaba de vestirse y
Gilbert volvía a arroparse en la cama, el sueño volvió a adormilando
- Aggg que lata, me voy a morir de aburrimiento – bostezo
- Y bueno, podés usar tu tiempo libre en algo productivo como
inscribirte a un curso de inglés – sugirió Lautaro, recordando de pronto que ya habían empezado las clases
en muchas de las universidades – o hacer tus
tareas, imagino que sha se regularizo eso de los docentes
- Algo, algo – murmuro
pensando en la cantidad de docentes que enfermaron y los muchos que perdieron
la vida y habían sido reemplazados
- ¿Seguro? – pregunto
Lautaro, es que el imperceptible temblor de su voz levanto sus sospechas – no me estas mintiendo ¿cierto?
- ¡Qué fastidio!… ¿Por qué siempre estas desconfiando de mí? – respondió Gilbert cruzándose de brazos y poniendo
cara de enojo y Lautaro pensó ¿qué tal por tus antecedentes?, pero callo y
prefirió responder otra cosa
- Bueno sha, perdonáme che, a veces soy un pelotudo que se olvida que sos grande y que sabés lo que hacés
- ¡Exacto!, se lo que estoy haciendo
- Y lo sé, ahora me voy… chau… ¡muach!
Y diciendo eso se despidió de él con un beso robado
a la fuerza, una estrategia claro está, porque sabía muy bien que a Gilbert le
gustaba el drama y hacerse el difícil cuando creía tener la razón y él había
dejado hace mucho tiempo de luchar con palabras para no terminar con un dolor
de cabeza innecesario, en cambio volcó su lucha a robetearle besos o abrazos
que sabían calentaban el corazón de su amado.
Y con eso en mente se marchó a la oficina mirando su
reloj, estaba a tiempo para esa reunión virtual concertada con dos de su
mejores clientes japoneses en una hora más y no en la noche como le hizo creer
a Gilbert, reunión que bien podía hacerla desde casa como muchas de las cosas
de la oficina en realidad, incluido el papeleo cotidiano que también pudo
relegar a su secretaria o su asistente pero que prefirió hacerlo personalmente solo
para tener una excusa para cambiar de ambiente y salir de casa; no es que no
quiera estar con Gilbert y se fastidiase de él, era que Lautaro al ser un hombre
con mucha energía acumulada y muy vital, no gustaba del encierro prolongado, lo
suyo era salir de casa y conocer nuevos lugares, cenar en un buen restaurante,
practicar deporte con preferencia competitivo como el tenis o la
natación y la cuarentena casi lo enloqueció, así que apenas fueron levantado
las restricciones, él decidió inventarse un cúmulo de trabajo que requería su
total atención para tener un tiempo a solas en su santuario… su oficina, su
mesa de trabajo donde se concentraba y olvidaba de sus problemas domésticos y
del que muchas veces salieron brillantes ideas para triunfo de su negocio.
Obviamente nunca le mencionó a Gilbert el agobio que
sentía encerrado en el departamento
porque aun cuando disfrutaba mucho de la juventud y las locuras de su joven
pareja, él apreciaba por sobre todo su espacio personal y su momento de soledad
que la más de las veces fue fuente de inspiración para sus grandes proyectos
laborales y creía sinceramente que Gilbert estaría agradecido de estar solo
también y hacer sus cosas con tranquilidad, pero nunca se paró a preguntarse y
menos preguntar a Gilbert si estaba bien con eso, de haberlo hecho se hubiera
ahorrado el disgusto que estaba fermentando encima.
Gilbert odiaba la soledad y el silencio, y el
encierro lo estaba deprimiendo porque a diferencia de Lautaro que se mandaba
solo y tenía un pretexto para salir de casa cada día, él no, desde que empezó
la cuarentena no tuvo oportunidad de salir a ninguna parte, ni siquiera al
supermercado porque Lautaro insistía en hacer la compra robándole la
oportunidad de distraer su mente, por lo que Gilbert al verse encerrado en 4
paredes hacia lo que mejor le daba, dormirse para matar el tiempo.
Y aunque esta no fue la excepción, hubo un pequeño
desliz a raíz de la tensión acumulada a lo largo de los días, del sueño
interrumpido a media noche sin sentido aparente, los celos que acababan de
despertar imaginariamente, la imagen de Lautaro desnudo y húmedo de salir de la
ducha esa misma mañana, el discutir con él sin razón válida, el saber que no
estaba cumpliendo con las clases como debía y mentirle a Lautaro descaradamente,
lo estaba agobiando generando sentimientos de culpa y tensión así que se
acomodó lo mejor que pudo para dormir un poco más pero no pudo, llevaba consigo
demasiada energía acumulada, energía que se liberaba de una sola manera…
teniendo sexo y se le cruzo por la cabeza hacer realidad su fantasía y amenaza,
esa de montar un trio y alzo el móvil para marcar a Lucio y Pau, pero el amor
que le tenía a Lautaro lo freno y cambio esa gran fantasía que prometía
sensaciones jamás vividas por el asegurado placer de tocarse a sí mismo,
repitiéndose a sí mismo aquel viejo refrán que ahora le llegaba como anillo al
dedo… “más vale pájaro en mano que
cientos volando” y se rio maliciosamente del nuevo significado que cobraba
aquel dicho justo cuando tras encender una peli porno y acomodarse empezó a tocar
su pene.
Y tras varias rondas en solitario, con el cuerpo
agotado y la mente cansada, Gilbert apago la televisión y el reproductor, cerro
todas las cortinas, desenchufo el despertador y el teléfono fijo además de
apagar su móvil, acomodó su almohada y se tapó con las suaves sábanas repitiéndose
a sí mismo que solo dormiría una hora porque esta vez no iba a saltarse sus
clases, desgraciadamente aquello quedo solo en una tibia intención porque su
cuerpo y su mente esta vez de mutuo acuerdo,
se entregaron en conjunto y al mismo tiempo a los brazos de Morfeo olvidándose
de todo, sobre todo de sus clases.
Mientras tanto en la oficina Lautaro acababa de
despedirse con una gran sonrisa de sus clientes de oro, que así consideraba a
ese par de empresarios nipones con los que ya llevaba años trabajando y ¿cómo
no estarlo?, si terminaron de cerrar un millonario contrato que obviamente
beneficiaba a su empresa y le quitaba la preocupación que tenía encima a causa
de las pérdidas que sufrió por la pandemia; a tal punto llegaba su felicidad
que decidió dejar por hoy su trabajo y festejar con Gilbert y que mejor que ir
a almorzar juntos al restaurante de un amigo que si garantizaba seguridad, es
más hizo su reserva y con eso en mente lo llamo de inmediato para que se
arregle que pasaría a recogerlo, pero por mucho que llamo a fijo y al móvil en
varias oportunidades no tuvo respuesta, preocupándolo a tal punto que prefirió
volver de inmediato, es que ese comportamiento no era habitual en Gilbert, por
lo que fue lógico pensar que tal vez algo malo le paso, tan preocupado estaba
que cuando llego a casa aparco en la calle por si acaso necesitara sacar a
Gilbert al hospital; claro pensando todo el tiempo en una tragedia.
- ¿Gilbert? – contesto
apurado cuando al ingresar a casa su teléfono empezó a sonar, creyendo que su
media naranja por fin cogió el móvil
- No, no… Lautaro, soy Xesc – aclaro; Xesc era
un ingeniero industrial, docente de la universidad a la que Gilbert había
ingresado y daba la casualidad que el muchacho había tomado sus clases a primera
hora
- Hola Xesc, ¿en qué puedo ayudarte? – pregunto extrañado de recibir aquella llamada, desde
que empezó la pandemia la vida social de muchos se había reducido a la mínima
expresión, y él como todos perdió contacto con algunos amigos, entre ellos Xesc
- Iré directo al grano porque tengo una clase a puertas – contesto y Lautaro frunció el ceño, realmente
confundido, ignoraba que era docente de su joven marido – Gilbert se ha perdido un parcial importante esta mañana
y no ha asistido a clases desde hace 10 días y si no entrega un justificativo
creíble me temo que perderá el curso
- ¿Gilbert y vos pasan clases juntos? – pregunto sin pararse a pensar en lo ridículo
que aquello sonaba
- No, no pasamos clases juntos, soy su docente no su compañero de curso, ¿no lo sabías?
- No tenía ni idea che…
Y tras un breve suspiro de parte de Xesc, Lautaro se
fue enterando de cómo era la nueva rutina universitaria de clases virtuales y del
nuevo sistema de calificaciones, lo que lo llevo primero de la preocupación, al
enojo y finalmente más enojo, no podía creer que Gilbert le haya mentido
diciendo que aún estaban con las clases irregulares por ausencia de muchos
docentes a causa del Covid, pero debía ser sincero consigo mismo, él más que
nadie sabía muy bien como era Gilbert, un crío en muchos otros aspectos pese a
haber cumplido recientemente… 22 años.
Después de eso, se despidió de Xesc prometiendo que
Gilbert estaría en sus clases al día siguiente a primera hora y que rendiría el
examen el mismo lunes si le daba esa oportunidad, algo que obtuvo gracias a la
amistad que los unía; tras eso subió por fin a la segunda planta con una sola
cosa en mente, en darle una buena paliza a Gilbert apenas ponga sus manos
encima y así lo hizo, le dio una reverenda tunda como a un crio antes de
sonarle 5 con el rebenque que guardaba para memorables ocasiones como esta,
sobre todo tras encontrarlo durmiendo como un lirón a semejante hora del día.
- ¡¿Pero qué mierda?!
Murmuró Lautaro cuando después de abrir la puerta y
hacer una rápida inspección a la casa intrigado por el silencio sepulcral de la
vivienda, entro a su dormitorio que ese momento parecía una cueva de oso por
estar todo oscuro, maloliente por el dióxido de carbono concentrado en el
ambiente, la ropa de dormir de tirada en el suelo y los ronquidos de Gilbert
que dormía a pierna suelta todo extendido boca arriba desnudo como Dios lo
trajo al mundo y las sabanas manchadas de algo viscoso que era mejor no averiguar,
pensó Lautaro pero sin éxito porque a un lado en el velador estaba nada menos
que el cuerpo del delito, una pila de videos pornográficos que delataban lo que
el muchacho estuvo haciendo y como si el diablo se apoderara de él sobre todo
de sus manos, arranco a Gilbert de la cama y lo puso sobre sus rodillas como si
fuera un muñeco de trapo y empezó a sonarlo con bastante maldad en realidad,
repitiéndose a sí mismo que la situación lo ameritaba, mientas el flacucho de
Gilbert paso de un buen sueño a una horrible pesadilla.
- PERO, PERO, PERO – empezó a gritar preso del pánico sin comprender lo que estaba sucediendo,
solo recordaba haber estado inquieto, una inquietud que solo se calma con una
buena sesión de sexo y ante la ausencia de su pareja prefirió acudir a los
clásicos videos, volviendo a dormir una vez satisfechos sus instintos confiado
de que Lautaro no volvería hasta la noche, por lo que su presencia lo
desconcertó totalmente
- CON PLAF QUE PLAF NO PLAF HABÍA PLAF PLAF DOCENTES PLAF PLAF PLAF ¿NO? PLAF PLAF PLAF
PLAF PLAF – y el cerebro de Gilbert
hizo click al mismo tiempo que procesaba el ardor que empezaba a sentir como
pequeñas picaduras que luego se sumaban en un gran fogón – PLAF PLAF plaf plaf plaf PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF plaf plaf
plaf
- DEJA QUE TE EXPLIIIQUE, POR FAVOOR POR FAVOR AUUUU – chillo tratando de librar sus manos y cubrirse,
lográndolo parcialmente cuando Lautaro por acomodarse mejor sobre la cama
aflojo el agarre, pero duro muy poco porque Lautaro era un hombre grande, bien
entrenado y con alta resistencia a diferencia de Gilbert que era flojo incluso
para trotar, aunque así amaba a su pequeño gorrion
- PLAF PLAF PLAF NO HAY NADA,
¿ME ENTENDÉS? NADA QUE EXPLICAR PELOTUDO, PORQUE SHA LO SE TODO – y sin nada más que agregar empezó a sonarlo a
conciencia – PLAF
plaf plaf plaf PLAF PLAF PLAF plaf plaf plaf plaf PLAF PLAF PLAF PLAF plaf plaf
plaf PLAF PLAF PLAF PLAF plaf plaf plaf PLAF PLAF PLAF plaf plaf plaf – dejándole
el culete tan rojo como el de un mandril
- Auuu AUUU AHHHH AGGG AGG YAAA LAUTAAARO, YAAA AYY AYYY – la paliza no tardó en hacer efecto, que Gilbert
empezó a gritar como si lo estuvieran matando, pero nada conmovió a Lautaro que
decidió que esta vez iría hasta el final
- DIEZ DÍAS DE FIACA PELOTUDO PLAF PLAF plaf plaf plaf PLAF PLAF PLAF ¡DIEZ DIAS! PLAF PLAF plaf plaf plaf PLAF PLAF PLAF
- AYYYY AUUU AUU YAA LAUU YAAA, LO SIEENTO, LO JURO NO AUUU AUU NO
LO AUUU NO LO VUELVO A HACER – gritaba
procurando zafar del agarre de Lautaro
- QUE SENTÍS NI QUE MAMADAS, SORETE, ¿SABES DEL GARRON DE MIL
FLAUTAS QUE TUVE QUE TRAGARME POR TU CULPA CUANDO ME LLAMO XESCO? – y Gilbert recordó el examen que tenía que rendir y que,
pese a haberse faltado de clases había estudiado, vamos que tampoco eran taaaan
irresponsable – PLAF PLAF plaf plaf plaf PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF plaf plaf plaf PLAF
PLAF PLAF – PERO NI PENSES QUE CON ESTO SE
ACABA, QUE AHORA SI TE VOY A REVENTAR CON EL TALERO – PLAF PLAF plaf plaf plaf PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF plaf PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF plaf plaf plaf PLAF
PLAF PLAF – y diciendo eso lo soltó de golpe
tras una buena tanda de palmetazos en las nalgas y piernas – AHORA ANDA Y TRAERLO – ordeno muy enojado
poniendo a Gilbert sobre sus pies cuyas piernas parecían de gelatina
- Nooo – gimoteo
Gilbert, esa era una negativa más por temor que por desafío, menos mal Lautaro
lo comprendió de esa manera, aunque no por eso dejo de ser áspero
- Si sos un hombre y no un pibe cagón O PEOR UN NABO lo harás,
porque si voy sho.. TE VOY A CAGAR A PALOS HASTA QUE TE TIRES PEDOS DE COLOR
ROJO… ¿me entendés? Y ¡NO TE QUEJES! – advirtió Lautaro cogiendo el mentón de Gilbert,
esperando que baste esa advertencia para hacer lo que debía, pero Gilbert
estaba demasiado conmocionado como para obedecer, aunque siendo sinceros,
Gilbert no se acercaba a esa cosa ni de broma, peor ahora sabiendo para que lo
quería Lautaro, así que se quedó quieto gimoteando, impacientando a Lautaro – ¡última advertencia! – agrego muy serio sin
dejar de mirar su reloj como si estuviera contando mentalmente los minutos para
ver cuál de los dos ganaba esta pulseta y al ver que Gilbert no se movía para
nada y en cambio le pareció que alzaba los hombros con desdén (que no era otra
cosa que hipo de tanto llorar) él decidió terminar con este asunto – tres… dos… yyy… uno – conto antes de darse
la vuelta mientras murmuraba – listo, doble
entonces – murmuro y fue él que se acercó al vestidor donde estaba
guardada esa cosa
- No no no no no – chillo
Gilbert al darse cuenta de lo que aquello implicaba, y corrió tras Lautaro
queriendo retenerlo, pero era demasiado tarde, Lautaro ya tenía el talero en la
mano, pero en un giro de los acontecimientos, Gilbert logro quitarle esa
monstruosidad y corrió al baño del dormitorio desde donde lo tiro por la
ventana hacia la piscina para asombro de Lautaro
- ¡LA CONCHA DE TU MADRE! – grito Lautaro cuando vio aquella magnifica pieza en
el agua – ¿ME ESTAS JODIENDO?... ¿EN SERIO? – agrego
pero sacándose el cinturón ya no más, mientras Gilbert procesando lo que
acababa de hacer… ¡despertar al diablo!, quiso regresar al dormitorio y salir
de allí, pero como siempre sin éxito; Lautaro lo atrapo agarrando una de sus
muñecas y ahí mismo en el baño y tras lograr a duras penas doblar su cinto en
dos para mejor comodidad por el forcejeo de Gilbert, empezó a sonarlo como si
fuera un crío, sin soltarlo ni una sola vez – ZAS ZAS
ZAAAS ZAS ZAS ZAAS – y cayeron de lleno sobre el pico de las
nalgas reviviendo el ardor de las nalgadas previas, haciendo que Gilbert arquee
las cadera como si quisiera esconderlas
- AUUUU AU AU AUU AUUU – y obvio aulló de dolor cuando uno de esos besó los
pliegues, pero casi no tuvo tiempo para procesar aquello cuando los siguientes
seis volvieron a arder en seis crestas esponjosas entre las nalgas y las
piernas que quiso disipar entre pequeños brincos, tensando y relajando los
músculos o quitoneando las caderas, pero en vano
- ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- Aaaggg AAGGGG AG AG a aahh – era como si Gilbert se hubiera quedado sin aire por
lo que Lautaro tiro su cinturón también por la ventana sin importarle donde
caiga
- ¡Me sacás de quicio pelotudo! – dijo enojado caminando a la puerta para salir lo más
pronto de aquel lugar, dejando a Gilbert temblando por un millón de emociones
encontradas, sobre todo una que no le gustaba para nada, el vacío y la
inseguridad que le hacía sentir el enojo de Lautaro, así que sin pensarlo dos
veces corrió hacia él abrazándolo por la espalda, pegando su rostro mojado de
lágrimas y mocos a la cara camisa de su amor sin importarle ensuciar la
delicada prenda, pero necesitaba su perdón, porque una cosa era segura, peor
que la soledad de cuatro paredes era estar con Lautaro enojado y que no le
dirija la palabra y esta era una de esas memorables ocasiones, así que si,
tenía que hacer algo al respecto y pronto
- ¡Daaady!... no me dejes por favor aggs aggas soy un estúpido que
todo lo jode – y se largó a
llorar con todo el dolor que sentía, pero no el dolor físico de una paliza sino
el emocional de saber que lo había cagado como se suele decir
Y basto eso para conmover el duro corazón de Lautaro.
Me encanta historia le podrías dar continuidad plisssssss
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias por el regalo Marambra, ya extrañaba a estos dos, menos mal que Lautaro no fue a levantar el talero de la piscina xq mojado seguro le dolia mas.
ResponderEliminarComo siempre un gusto leerte y este regalito es el que más me gusta aunque tenga que compartirlo con Mark...
Que buen corto, ya extrañaba a está historia, es una pareja divertida.
ResponderEliminarBravo Marambra, volviste.
Sofi