Sorpresas de la vida
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Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 27 de Abril del 2020.
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Capítulo 6
Capítulo 6
Coescrita: Terry y Kateri
Cuando Leonardo salió del baño, Facundo se dio cuenta que no
había otra cama en su habitación; había un sofá, sí, pero era un poco chico y
sus pies saldrían y estaría incómodo. Miró al niño y vio que la cama era grande
y cabían los dos, así que hizo que se acostarás para ver un poco de tele y él
fue a darse una ducha. Cuando salió, Leonardo se había dormido ya, así que, muy
sigilosamente, se acostó a su lado, apagó la televisión y se durmió enseguida.
Al día siguiente, su alarma sonó muy temprano, pues tenía
una convención programada para dentro de unas horas, pero al mirar hacia la
cama, se dio cuenta que no podía dejar al niño solo en el hotel, por lo que
hizo que se levantara y bajaran a desayunar. Por fortuna, despertarse temprano
era un hábito adquirido a la fuerza en Leo, ya que en el orfanato servían la
leche a las 7:00.
Al llegar al restaurante, Facundo eligió una mesa cerca
de la puerta y, fiel a su estilo, pidió un café con leche y sándwiches
tostados, mientras que el niño se sirvió leche y croissant con jamón y queso.
Las cosas iban bien entre ellos, estaban disfrutando de sus desayunos y una
charla amena, hasta que la camarera se acercó a darle el cambio a Facundo.
- Gracias por su visita – Le dijo la muchacha sonriéndole con amabilidad, tras
recibir la propina que Facundo le extendió.
- ¿Le cogiste? – Preguntó
Leo, una vez que la mujer se retiró lo suficiente, causando que las mejillas de
Facundo se tiñeran de un rojo intenso.
- ¡Leonardo! – Amonestó
el artista, algo avergonzado, mirando hacia todos lados para ver si alguien más
había escuchado.
- ¡¿Quéeeeee?! – Exclamó
molesto. Él sólo le preguntó si cogió la moneda que le dio de cambio cuando la
camarera se retiró. Facundo, sin poderse contener, le dio un tirón de orejas – Auuuuu – Se quejó el menor – ¿Pero qué dijeee? – Gimoteó, sobándose
la orejita agredida, haciendo un tierno puchero que hizo sentir culpable al
hombre. Facundo suspiró. Él podía ser rebelde y de mente abierta, pero que los
niños usaran lenguaje soez no lo consentía.
- Esa palabra, jovencito – Explicó brevemente, dejando confundido y enojado al
pequeño que estaba a su lado.
Leo abrió la boca y la volvió a cerrar un par de veces,
sin saber qué decir. Facundo lo había retado por nada. Encima le había agarrado
fuerte de su orejita. Quería gritarle y exigirle una explicación, pero se quedó
callado, dejando que sus lágrimas empezaran a caer por sus mejillas.
- Leo… hijo – Murmuró
Facundo, conmovido al ver el llanto silencioso de la criatura. Con serenidad,
se acercó hasta él para abrazarlo – No podés hablar así, tenés que
ser más respetuoso y todavía más cuando hay una mujer de por medio – Le
dijo suavemente, pero Leo se separó del abrazo y se limpió las lágrimas con la
manga con algo de agresividad.
- No dije nada malo – Casi gritó. Facundo se frotó la cara con sus manos no llevaba ni un día y
ya tenían éstas peleas. A él no le gustaba retarlo pero tampoco podía dejar que
fuera diciendo esas cosas por ahí como si nada.
- Ah, no?! y entonces lo que dijiste hace un ratito qué
fue, eh?! – Leo, otra vez, puso un
puchero.
- Sólo pregunté si le cogisteis el c… – Empezó
el chico, pero no pudo terminar porque Facundo lo mandó a callar con un
molesto:
- Shhhhh Leonardo, ¡basta ya! – Le dijo, tratando de calmarse con un suspiro profundo. No
quería seguir renegando con Leo – Que no se vuelva a repetir.
Ahora, vamos que se hace tarde – Y a modo de querer dar por zanjado
el asunto, lo rodeó con un brazo por los hombros, pero Leonardo se soltó
bruscamente.
- No voy a ir a ningún lado contigo – Exclamó enojado, apretándose fuertemente en la silla como
un niño empacado. Facundo, que ya
tenía la hora encima, le tomó de la mano e intentó ponerlo de pie, jalándolo.
- Ya basta, jovencito. Te estoy diciendo que tenemos que irnos y vos te ponés a hacer un berrinche.
- No es berrincheee, es que yo no hice ¡nadaaa!! – Repitió, ésta vez elevando la voz, causando que el resto
de las personas dejaran sus desayunos y dirigieran su atención al hombre que
lidiaba con la "malcriadez" de su hijo.
- Bajá la voz, Leonardo. O volvemos a la habitación – Dijo Facundo,
arrugando el entrecejo.
- Vete tú, yo me voy para la calle – Respondió, todo hecho un gallito, poniéndose de pie para
tomar de la mesa dos croissants con jamón y queso que se metió en el bolsillo. El artista no supo si reír o rabiar en ése momento, pues
la situación le había resultado tierna, pero ver el enojo en la carita de Leo
lo volvió a la realidad.
- Vos venís conmigo, Leonardo. ¿Ya terminaste tu desayuno?!
– Consultó, suavizando su voz.
- ¡¿A ti qué te importa?! – grito
Y Facundo ahora sí se puso molesto, el crío no dejaba de
gritar y hacer berrinche, por lo que, antes siquiera de salir a la calle y
tener un espectáculo, decidió subir con Leo, lo cogió por debajo de la axila y
lo llevó medio arrastrando, ya que el chico hacía peso muerto. En cuanto
salieron de la cafetería del hotel, se lo echó al hombro como costal de papas. Leonardo
empezó a darle con los puños cerrados en la espalda del mayor.
- Déjame, bájame. Eres tonto, ¡que me bajes! – Facundo no dijo nada pero al entrar en el ascensor y ver
que no había nadie, con la mano que tenía libre, le propinó tres nalgadas en el
trasero del niño.
- Plas
plas plas Ya basta, Leonardo, ¡basta!
de tanto berrinche – Le dijo bajándolo al
suelo para que lo mirara – ¿Creés que ése es el
comportamiento de un niño de tu edad?! – Facundo se quedó callado ya
que se abrieron las puertas del ascensor,
salió y llevó a Leo sostenido del brazo adentro de la habitación – ¡Decime si esa es una palabra que se puede decir delante de todos!
No sabés el bochorno que sentí cuando lo dijiste delante de esa muchacha y
luego no estás satisfecho que montás todo un espectáculo.
- Pero yo ¡no hice nada! ¿Qué dije? – Le gritó Leo a Facundo ya también enojado.
El mayor caminó hasta la cama, se sentó y puso a Leonardo
boca abajo en sus piernas a pesar de la resistencia que él ofrecía. Sin ningún
reparo de vergüenza, le dio un tirón al pantalón, ya que era de elástico,
dejándole con sus bóxer de la patrulla canina al descubierto. Facundo suspiró y
dio la primera palmada.
- PLAS
- Ayyyy! – Se
quejó Leo, pero Facu no hizo caso y siguió estrellando toda la palma de su mano
contra la inocente colita.
- Plas
plas plas Vas a comportarte plas
plas plas y cuidar ésa boquita
plas plas de no decir MALAS palabras
plas plas ni plas más plas groserías .
- ¡¡¡Buaaaaa!!! yo no dije nada groseeeroo – Insistió entre sollozos, Facundo, al oírle llorar así, le
dio la vuelta, dejándolo sentado en su regazo
- Sí dijiste, mi Leoncito – Le habló con calma, tratando de acurrucarlo entre sus
brazos, pero Leonardo estaba tan enfadado que se zafó como pudo y se echó a
llorar boca abajo en la cama.
Al final, Facundo era más estricto que Etel. Y hacía lo
mismo que ella, pegarle sin razón pensó resentido y traicionado
El llanto de Leonardo comenzó a ser más estremecedor y
Facundo sólo atinó a poner su mano sobre su espalda. Se sentía la peor persona
del mundo por causar ése dolor en el niño, pero tampoco podía dejarlo hablar
tan vulgarmente. Era un chico todavía.
- Shshshhh shhhhh shhh, yaa, mi niño. No llorés, shhhhh!! –
Intentaba
consolarlo, pero lo cierto es que sus caricias y palabras suaves parecían
aumentar el dolor en el corazoncito del adolescente.
¿Por qué lo había defendido y sacado del hogar sólo para
tratarlo peor?! Él no había hecho nada malo y Facundo lo regañó, le jaló la
orejita que aún sentía caliente y encima le había dado azotes en el trasero. ¡Era
peor que Etel!.
- Tesoro, ya no llorés. Para otra vez, ya no te comportás
así de grosero y ya – dijo calmadamente
queriendo limpiarle la cara, que para eso Leo se había sentado procurando
alejarse de Facundo a quien miro con miedo, quizás era mejor estar en el
orfanato, por lo menos ahí tenia a Cinthia
– Vamos, cariño, si no fui
tan duro – Quiso abrazarlo pero Leo se volvió a separar. Facundo ya
no sabía que más hacer, pero una pregunta lo sacó de sus pensamientos.
- ¿Por qué me sacaste de la casa hogar? – Facundo se quedó sin saber qué decir. Por qué le hacía
esa pregunta.
- Pues, para cuidarte… para ser tu papá y que Etel no vuelva a castigarte sin motivos
y sin escucharte – Esas últimas
palabras parecieron amargar aún más a Leo, que se limpió los mocos en su manga y
miró a Facundo herido y traicionado, fijamnete para soltarle la bomba.
- Pues tú has hecho lo mismo, shijjss – Y se puso a llorar muy amargado
- No, no, no, no! Alto ahí, jovencito – Facundo se sintió ofendido al ser comparado con esa
horrible mujer – Vos has cometido un montón de errores, desde decirme
que si la había “cogido” – Intentó defenderse el adulto, pero Leo lo
cortó.
- Pero yo no te falté el respeto por preguntar si habías
cogido el vuelto shijjss!... Me regañaste y me tiraste de la oreja shijjss y me
pegaste sin yo hacer nada – Terminó diciendo, con la carita arrugada del llanto.
Facundo se quedó en silencio avergonzado al darse cuenta
no solo de su error sino de lo mal pensado que fue, debió darse cuenta, las
palabras no siempre tiene el mismo significado de un país a otro y peor para un
niño de la edad de Leo que seguro ignoraba un montón de cosas.
- Entonces vos no lo dijiste en ese sentido – murmuro Facundo más para sí mismo que para Leo, quien
arrugó el entrecejo, sin entender a qué se refería el mayor. ¿Qué otra
intención podía tener “coger”?!
- ¿Sentido? – Preguntó
el niño, mirándolo desconcertado y si a Facundo le quedaba alguna duda sobre la
inocencia de su pequeño se esfumo y se preguntó ¿cómo pudo cometer semejante
estupidez?
- Cariño, lo siento – Le dijo, envolviéndolo en un abrazo que esta vez no fue rechazado – En Argentina “coger” eso significa otra cosa – Se
justificó – Cuánto lo siento, tesoro – Se disculpó,
desparramando caricias en la espaldita de su hijo.
- ¿Qué significa?! – Quiso saber, apenas el mayor aflojó sus brazos, mirando interesado a
Facundo como si la pena se fuera esfumado por arte de magia. Siempre había sido
un niño muy curioso y ahora mismo el gusanillo de la curiosidad acababa de
morderle el coco.
- Mmmm… Nada, es una grosería muy gorda – le sonrió acomodándole el pelo
- ¿Coger es una grosería en tu país?! – Facundo cerró los ojos al escuchar a Leo después los volvió abrir.
- Sí, cariño, y mejor que cuando lleguemos a mi país no la
pronunciés – sin darse cuenta,
Facundo ya estaba plantando llevar al niño a su país – Ahora vamos que
no voy a llegar si no nos apuramos. Andá al baño y te lavás la cara, nos
tenemos que ir rápido – Leo lo miró triste.
- Mira, espachurraste mis croissants – Murmuró, sacándolos del bolsillo. Facundo ésta vez no
pudo evitar reír, acordándose cómo Leo había cogido los croissants y los había
metido en el bolsillo.
- ¿Y por qué los guardaste? ¿Tenías más hambre? – Preguntó esta vez preocupado por si el niño no había
terminado de desayunar.
- No, ya había terminado – Respondió, a lo que Facundo alzó una ceja.
- ¿Entonces?
- Es que en la casa hogar desayunábamos y ya cerraban la
cocina hasta la comida y a mí a veces me daba hambre, entonces me llevaba lo
que me sobraba del desayuno – Contó
la criatura, viéndose envuelto rápidamente entre los brazos de Facundo, quién
lo apretó más junto a él.
- Pues eso no va a pasar más – Le afirmó, tratando de contener sus lágrimas – Vamos, cambiate de camisa, que si te da hambre yo te compro algo por
el camino.
Leo asintió y fue sonriente a buscar una remera de entre
la ropa que habían comprado el día anterior, se vistió y sacó los croissants de
su bolsillo para ponerlos en una bolsa plástica y volverlos a guardar en el
mismo sitio, pensando en que tal vez en el camino podría alimentar a algún
perrito.
- Dale, pibe, que se nos hace tarde – Apuró Facu, tomando sus cosas para salir lo antes
posible.
- ¿Es lejos? – Preguntó
Leo mientras bajaban por el ascensor.
- No lo sé. – Contestó
Facu, revolviéndole los cabellitos.
- ¿Vamos a ir caminando? – Continuó Leo, tratando de distraer su mente del lugar
donde estaban, ya que los encierros le traían malos recuerdos.
- Claro que no, nene. Vamos a tomar un taxi – Explicó el mayor, dándole un golpecito flojo en la
cabeza, finalizando la conversación, ya que habían llegado a la planta baja.
Saliendo del ascensor, Facundo se giró para dejar la
llave en el mostrador y, pronto, ambos estuvieron frente al hotel, parando un
taxi para llegar al lugar donde darían la conferencia.
- Espera – Le
dijo Leo a Facundo, antes de subir al taxi, día de antes vio un perrito
abandonado, vagando por esa calle. Así que abrió la bolsa y la dejó en el suelo
para que el perrito pudiera comérselo cuando regresara. A Facundo le pareció un
gesto muy noble por parte de su pequeño travieso, pero ya debían apresurarse.
- Vamos, Leo, cariño que llego tarde – Lo apuró, haciendo que el niño diera un saltito y
corriera a meterse al vehículo.
😂😂😂😂 que malo ese Facundo como se pone a pegar sin sentido y sin saber el significado de la palabra!!!
ResponderEliminarAdemás coger no es ninguna grosería en ningún país 🙄
Ya la había leído, pero tenía maluca la señal para comentarte, pobrecito el chico, que sabía el que en Argentina eso era una palabra, le pego por gusto y de acuerdo con Estrella eso de coger no es ninguna grosería, allá los malpensados que lo ven así.
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