Palabra empeñada
Coescrita: Little Hoshi y
Marambra
Ya hacía
cuatro meses que Bruce se había cruzado con
un pequeño ladronzuelo que intentaba robar las llantas al batimóvil. Ese
pequeño ladronzuelo era Jason y desde el mismo instante en que se vieron hubo
una especie de conexión cósmica entre ellos… ese encuentro, en realidad, fue
fuera de serie.
Aquel
día Bruce había salido como de costumbre a patrullar por la ciudad pero por
alguna razón la puerta mecánica de la baticueva no se abrió. Así que Bruce tuvo
que bajar a ver el inconveniente y aunque no tardó ni 15 segundos en darse
cuenta de que era lo que había sucedido, se demoró como 10 minutos en
solucionar el problema… alguien, demasiado ocioso, había colado chicle en el
láser de la entrada por lo que el mando a distancia no funcionaba. Esos precisos 10 minutos fueron los que Jason
aprovechó para tratar de retirar las llantas del batimóvil con un
desatornillador de puertas que quedó totalmente doblado; vamos hombre que era
el batimovil, no cualquier automóvil de por ahí.
Ahora
que Bruce lo recordaba, ni se había percatado de ese detalle, simplemente se
acercó al automóvil para poder ingresar a la casa y menuda fue su sorpresa, al
ver al mocoso aquel de rodillas, con la lengua afuera, que iba de un lado a
otro, mientras que con el dorso de su mano derecha limpiaba su frente del
sudor. Al parecer a Jason le estaba costando muelas aquel trabajito. Bruce,
inocentemente, creyó que el mocoso se estaba atando las cuerdas del calzado
hasta que vio la herramienta en la mano. Soberana estupidez, se recriminó
luego, dándose un golpecito en la frente, ¿Cómo era posible siquiera imaginar
que un niño de ese tamaño esté caminando fuera del radio de protección de su
hogar?. Además, ningún padre, en su sano
juicio, llevaría a un hijo suyo a pasear a esa hora de la noche… ERAN LAS ONCE,
demasiado tarde para que un crío esté fuera de la cama, y estuvo tentado a
preguntarle dónde estaban sus padres, pero la forma en que se movía y los
gruñidos que soltaban le hicieron desistir de la idea y prefirió observarlo un
poco más, sin hacer el menor ruido para no asustarlo y tras un breve, pero
sustancial momento, decidió poner fin a aquello. ¡¡¡VAYA!!! Era el delincuente
de menor edad que atrapaba con las manos en la masa, todo un récord… ¿Cuántos
años tendría?... ¿Once?, ¿Doce?... no podía adivinarlo, aún conservaba rasgos
de niño pequeño; con los incisivos ligeramente separados y los colmillos
chicos. Pero ahora mismo Bruce no podía darse el lujo de perderse en
elucubraciones sin sentido. Ya habría tiempo para averiguarlo, ahora su
prioridad era poner en resguardo la integridad de aquel pequeño, ladronzuelo o
no era un niño que corría demasiados riesgos en una ciudad como esa y a esa
hora de la noche. Así que decidió intervenir a su modo: sentando presencia.
- Y… ¿Se puede saber qué estás haciendo? –
inquirió Bruce a la vez que lo suspendía del piso y lo miraba fijamente. Fue en
ese momento en que sus ojos se cruzaron y algo sucedió. Tras un breve segundo
de duda y sorpresa, el pequeño delincuente decidió hacer frente a ese desafío
- ¿No es obvio, pajarraco? –
contestó de forma insolente, sin inmutarse siquiera de su presencia, ni un solo
sobresalto, que hubiera sido lo habitual en cualquier otra persona, pero no en
Jason, que estaba más concentrado en conservar la pose de matón a sueldo
mientras arreglaba su ropa
- ¿Pajarraco? –
aquello sí que era nuevo, pensó Bruce
- Oh, vamos, hombre ¡Suelta ya! Estás arrugando mi ropa y tengo
una importante cita a la que no puedo faltar – le indicó Jason, tratando de soltarse, pero sin
hacer realmente mucho esfuerzo. Si aquel pajarraco le jalaba
demasiado, se quedaba sin camisa, y era la única que tenía en buen estado
- Sí, me lo imagino – dijo Bruco sonriendo bajo la máscara por la insolencia y las agallas
del pequeño sinvergüenza – ¿A ver si lo adivino? La cita que
seguro tendrá tu trasero con la mano de tu padre… mínimo –
indicó viendo con satisfacción el conflicto generado en el rostro de aquel
ladronzuelo
- Pues te equivocas, pajarraco – contestó una vez readquirida la compostura – yo, no tengo
padre – declaró con una mueca triunfal en la
boca, dejando momentáneamente perplejo a su contrincante
- En ese caso –
respondió Bruce, recuperándose de la impresión, mientras lo volteaba, atrapando
su cintura y sin mayor esfuerzo, le soltó tres dolorosos palmetazos
que a Jason le picaron en lo más hondo de sus gastados pantalones – PLAF PLAF PLAF ¡AHORA,
ADENTRO! – tronó en una orden inconfundible que ningún mafioso
hubiera osado desobedecer, pero vamos, aquel pequeño mafiosillo era otra cosa
- Auuu, ¿Qué te pasa idiota? – se
frotó el trasero, sin disimulo, y sin soltar el destornillador. Pero que tonto
pensó, si podía defenderse con eso. Un solo plaf más y lo entornillaba, si
señor
- He dicho ¡ADENTRO! – y esta vez lo cogió de la nuca a manera de gancho y empezó a
meterlo en la casa, en ese instante Alfred apareció por la puerta al darse
cuenta que Bruce no entraba a la vivienda por alguna razón
- YO NO VOY A NINGUNA PARTE – le espetó, obstinado, el muchacho – FALTABA MÁS –
agregó ofendido
- ¿Sucede algo, señor? –
inquirió Alfred con un levantamiento de ceja, mientras miraba de reojo al
pequeño que trataba de huir del firme agarre de Bruce, mmm esto se ponía
interesante, pensó el pequeño ladronzuelo al fijarse en ese hombre de rostro
adusto y porte elegante ¿Sería el padre del pajarraco? Se preguntó a sí mismo.
No ¿De dónde? se respondió. No le diría “señor” a su propio hijo. Aunque estos
millonarios tienen algunas cosas excéntricas para ponerse a la moda, pensaba
Jason mirándolos interactuar
- Si, Alfred, sucede que tenemos una visita de última hora para
cenar – anunció, sacudiendo un poco a Jason para que
permanezca quieto
- Estoy seguro que a la visita le agradará muchísimo el pastel de
chocolate y el helado de vainilla – sugirió astutamente, distrayendo al crio que
automáticamente dejó de moverse como una culebrilla
- ¡Haberlo dicho antes! – Jason le contestó a Alfred y se apresuró a
sujetarse de él del brazo, como si fuera su lazarillo, dejando a Bruce con la
palabra en la boca apenas éste lo soltó de su mano – pero que conste, me quedo solo por
insistencia suya – si pues, era un as con las palabras, de
eso no había la menor duda…
Y
fue ese descaro, esa bravuconería y la total ausencia de miedo al peligro que
hizo que Bruce decidiera en ese instante el futuro de aquel niño. Alguien tenía
que hacerse cargo de él, alguien que lo metiera en vereda. Alguien que le
enseñe lo que un niño debe aprender para ser un hombre de bien. Alguien que
sepa pulir aquella joya; en fin, alguien como él… Bruce se quedó
momentáneamente perplejo aquel día, por el curso de sus pensamientos, pero no
se había equivocado, Jason era un diamante en bruto y le haría mucho bien a
Dick.
Y
esto porque Bruce había pensado muchas veces que Dick echaba de menos a su
hermano, si bien había sido su figura paterna desde que sus padres murieran,
Dick estaba solo en esa gran mansión y él no quería eso para su hijo, sabía a
ciencia cierta lo que era la soledad,
Bruce había crecido solo en esa misma gran mansión y conocía de antemano
lo solitario que se podía sentir uno en
una casa de esas dimensiones, con solo la compañía de tus propios pensamientos,
sin alma que haga el menor ruido. Por ejemplo, a la hora de acostarse, ¿cuántas
veces, él mismo, tras mandarlo Alfred a la cama, se habría sentado en el lecho
esperando a oír algo o a alguien que viniera a por él? Pero nunca sucedió,
nunca vino nadie a echarse de menos a excepción de Alfred y eso solo cuando
estaba enfermo, porque después solo reinaba el silencio.
Así
que Bruce pensó que adoptando a Jason mataría dos pájaros de un tiro. Lo que no
contaba es que en el proceso de adopción de Jason conocería al pequeño Tim, el
niño con su curiosidad casi enfermiza le recordaba mucho a él
mismo...bueno...como le gustaría haber sido a su edad...Bruce no fue
precisamente un niño dulce y de fácil trato a su edad...a ninguna edad en
realidad y de eso podían dar fe hombre y mujeres que pasaron por su vida, en
plan fríos negocios o amoríos de una sola noche…
¿Cuánto
tiempo había pasado del encuentro con aquel ladronzuelo? Se preguntaba ahora
Bruce frunciendo el ceño. Apenas cuatro meses, cuatro meses en que su vida, de
pronto, se vio interrumpida con la presencia de aquel niño que le robó el
corazón en el mismo instante en que lo llamó PAJARRACO. Y tardó solo dos meses
más, para tenerlo consigo, a su lado, y para siempre. Y no solo eso, sino que
en el proceso se dejó primero convencer por Jason y luego se dejó robar el
corazón nuevamente (por una tercera vez) al conocer a Tim. Justo en el mismo
hogar de acogida al que Bruce tuvo que devolver a Jason, al día siguiente que
intentó atracar el batimóvil con aquel desatornillador medio oxidado. El mismo
destornillador que guardaba como un tesoro en el gavetero de su escritorio.
Como recordatorio de que uno no siempre tiene llaves para abrir puertas o
ventanas. Y que a veces hay que usar otras armas para conquistar y defenderse
del mundo y sus alrededores.
Y
ahora estaba, ahí, contemplando a sus tres niños, Richard o Dick como solía
llamarlo por cariño a quien adoptó hacía ya más de 3 años. Tras la trágica
muerte de sus padres y hermano. Jason, de 12 valientes años, y el más pequeño…
Tim de 10. De no haber sido por Jason nunca hubiera adoptado a Tim, fue la
condición que el niñito le puso para irse con él.
¿Quién
hubiera imaginado que un chicle cambiaría su vida tan radicalmente? Nadie, se
dijo a si mismo Bruce. Tras una primera cena compartida en casa, vio como
interactuaban Dick con Jason y eso aceleró su decisión de adoptarlo. Después de
muchos meses vio a Dick reír a carcajadas por algo que no fuera una tonta
película, sino porque conversaba con otro niño, lo vio tan animado en la cena y
en el desayuno que incluso lo llamó papá y no “Bruce” como comúnmente lo
llamaba. Y eso se sintió tan bien, que quería fuera siempre así.
Pero
por otra lado estaba la sensación de tener la casa llena, como un verdadero
hogar, la presencia de ambos muchachos se hizo palpable. Vio a Dick correr por
el patio jugando con una pelota, saltar, revolcarse, chapotear en el agua de la
fuente, lo vio ser lo que era, un niño feliz y no unos pasos livianos caminando
en pocas direcciones, el comedor, su dormitorio, el estudio cuando lo llamaba y
ahí acababa el recorrido.
Esa
vitalidad, esa energía era lo que necesitaba Dick, y Bruce iba a entregárselo.
Le regalaría la alegría de un hogar como en el que se crió, con hermanos para
disfrutar. Por eso consultó con sus abogados para poner en marcha la adopción
de Jason, quería ponerse en contacto de inmediato con el centro de menores de
donde el pequeño había huido. Aunque según Jason no huyó, técnicamente, salió
con permiso no confirmado. Bruce quería que su abogados contactasen con el
director o el encargado de Jason y decirle que pedía la guarda custodia desde
ese momento, y que Jason se quedaba en casa. Pero sus abogados le sugirieron
que era mejor llevarlo de regreso al centro de donde se escapó Jason y conocer
un poco más a fondo el historial de vida de aquel muchachito. En su momento
aquel consejo le causó enojo a Bruce, pero con el tiempo agradeció la oportuna
intervención. Gracias a eso, tenía a Tim a su lado. Porque fue ahí y ese día
que vio a Tim por primera vez y algo le llamó la atención… la charla de Jason
con Tim.
- ¿Lo lograste? –
preguntó el pequeño a Jason, corriendo hacia él,
dando saltos de alegría, como si fuera un canguro. Bruce creyó que Jason se
incomodaría de la presencia de un niño tan activo como aquel. Seguramente le
preguntaría sobre su frustrada huida, pero se equivocó, Jason abrió sus brazos
como un mini padre y Tim se dejó abrazar, aplastando su pequeña cara en el
pecho de Jason, quien además le besó la cabeza sin ningún reparo – ¿Lo lograste?
– le volvió a preguntar, comiendo ansias con los ojos abiertos como
luceros de lo brillantes que eran
- No, no lo logré –
contestó abatido, Bruce podría jurar que la mirada de
Jason se cargó de enorme tristeza, seguro era un plan mucho tiempo fermentado y
que ahora se vio frustrado por encontrarse con él en medio de su corta carrera
delictiva
- Otra vez será –
le contestó Tim, con una amplia sonrisa, que mostraba unos
dientes relativamente nuevos, arrugando su nariz salpicada de pequitas
marrones, con el pelo lacio despeinado que ocultaba su frente y se confundía
con sus cejas ralas
Mucho
tiempo después se enteraría de que iba aquella charla. Bruce supo la razón de
esa charla justo cuando le anunció a Jason que estaba tramitando sus papeles de
adopción y que lo más probable era que se lo llevase a casa en unos dos meses.
Bruce creyó que Jason se alegraría con la noticia, porque siempre que iba a
verlo, cada día en realidad, Jason lo recibía con verdadero beneplácito. Pero
aquel día que le dio la noticia de la adopción Jason se puso a la defensiva y
se negó a recibirlo de ahí en adelante, Bruce no entendió ese cambio repentino,
hasta que la trabajadora social le contó lo que realmente sucedía con Jason y
lo mucho que ese cambio tenía que ver con Tim.
Aquella
tarde no solo Bruce sino todo el personal se asombró de la forma tan violenta y
explosiva con la cual Jason abandonó la sala de visitas corriendo como un
torbellino enojado. Al ver correr a Jason llorando tras la visita de Bruce, la
trabajadora social decidió averiguar la razón de ese estallido… Jason no se
quería irse de ahí, sin Tim… Tim ingresó en el centro de menores cuando solo
contaba con 5 años, Jason llevaba toda su vida allí, y por alguna extraña razón
Jason puso bajo su protección a Tim. Volviéndose inseparables.
El
día en que Jason escapó del hogar, en realidad, no era escapar; huir y no
volver. Sino que fue a buscar un regalo para Tim que iba a cumplir 10 años. De
eso se enteraron por la propia boca de Tim que se negó a acostarse a dormir por
esperar a su guardián. Lo que le valió cinco manotazos en el trasero de parte
de la celadora para que se acostase de una vez por todas; también se enteró que
Tim adoraba las historias heroicas del caballero de la noche, el anónimo héroe
de la cuidad. Así que a Jason se le ocurrió prometerle un tornillo del
batimóvil.
Los
servidores sociales de aquel hogar para menores, estaban acostumbrados a que
Jason se “diese su vueltita por la ciudad” como solía decir Jason pero que a la
mañana siguiente estuviese de regreso. Jason no tenía problemas para burlar la
seguridad o traspasar la tapia saltando (sin el menor miedo a romperse el
cuello) cuando no le permitían salir por las buenas (excursiones para los
chicos que se portaron bien en la semana o que hicieron los deberes escolares
sin errores o sacaron buenas notas); los servidores sociales sabían
perfectamente que Jason no dejaría a Tim solo por mucho tiempo.
Jason,
que probablemente él era el único ser en el mundo que sabía dónde vivía Batman,
decidió regalar a Tim por su décimo cumpleaños un presente de su mayor héroe,
de ahí su plan de que colocar el chicle en el láser y afanarse con el
desatornillador; tras enterarse de eso, Bruce exigió hablar con él y con Tim y
fue cuando les prometió que no los separaría y que se los llevaría a ambos a
vivir con él como hijos suyos.
Una
decisión que hasta el día de hoy agradecía haber tomado, su hogar estaba
completo, sus hijos estaban con él, la mansión ya no era un triste mausoleo,
sino un verdadero hogar.
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