domingo, 15 de mayo de 2016

El Jefe "1": Primera Temporada: Cap. 1; Autora Little Hoshi

El Jefe
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Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.
Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 15 de Mayo del 2016.
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Capítulo 1
¿Y si nos ponemos en antecedentes?
Autora: Little Hoshi


Simón nunca pidió ser padre, se había pasado toda la vida centrándose en su carrera profesional. Había llegado muy lejos, era un hombre respetado en los negocios y se sentía orgulloso de sus logros. Simón era un hombre que se sentía completo. O al menos eso creía él hasta el día en que Lucía se cruzó en su vida. 
Lucía era la nueva vecina de su hermana y al tener los hijos de la misma edad que su hermana habían hecho migas en seguida y parecían ser inseparables. Simón que guardaba los domingos para pasarlos con su hermana, su cuñado y sus sobrinos pronto empezó a disfrutar de la compañía dominical de Lucia. Y sin darse cuenta estaban planeando fines de semanas e incluso vacaciones.
No fue ninguna sorpresa para nadie, quizás exceptuando para los propios Lucia y Simón, que al cabo de dos años estuvieran saliendo juntos de los juzgados con una licencia matrimonial en la mano. Simón vivía en un gran y lujoso apartamento en el centro de la ciudad y Lucia vivía en un adosado a las afueras. Por lo que fue cuestión de lógica que Lucia y sus hijos se mudaran a casa de Simón.
Simón no se dio cuenta de que ahora tenía una familia hasta pasado casi tres meses des de que Lucia y los chicos se mudaron. Y fue cuando llegaron las vacaciones de Navidad. Hasta aquel día Simón solo paraba el día 24 y el 25 para pasarlo con su familia. El resto de días iba a la oficina y trabajaba como siempre, hacía un poco ejercicio, regresaba a su casa y disfrutaba de una buena cena y se acostaba hasta el siguiente día.
Pero a los niños se les da vacaciones dos semanas en Navidad, no dos días. Y des de la misma tarde en que salieron de la escuela con el boletín de las notas en las manos hasta el día que se subieron de nuevo al autocar escolar aquella casa se llenó de gritos, risas, peleas y canciones. Se podría decir que desde que Simón dejó de ser niño que no había vivido unas Navidades tan movidas.
Cuando el lunes después de Reyes regresó todo a la normalidad, Simón se dio cuenta que su vida había cambiado. Ya no estaba él solo, ya no era todo trabajo, reconocimiento, logros y pequeños caprichos. Ahora estaban Lucía y los chicos. Y lo más curioso es que tanto Lucia y los chicos habían pasado directamente a lo alto del todo de sus prioridades, dejando lo que había sido toda su vida, a un segundo plano.
Simón estaba sorprendido del cambio que había dado su vida, sorprendido pero no disgustado. Como le había hecho ver un amigo de la infancia; había llevado la vida que había querido y ahora, a sus  más de cincuenta años, tenía una familia y sin haber tenido que pasar por el duro triángulo de los pañales, escoger colegios y preguntándose a cada rato ¿lo estaré haciendo bien? Como siempre la vida era generosa con él. Y así se sentía hasta que recibió la llamada del hospital.
Lucia, su amada y espontanea Lucia, había tenido un accidente de coche, estaban operándola y su vida pendía de un hilo. Aquellos días fueron largos y duros, la incertidumbre, el dolor y el miedo se apoderaron de la vida de Simón. Simón se sintió desvalido e indefenso como cuando era pequeño y había tormenta y sus padres estaban fuera cenando en al casa de alguno de sus amigos.
Cuando Lucia regresó a casa por fin, ese miedo se aligeró pero no acabó de desaparecer del todo, era el medio de perder algo que no podría vivir sin ello, no podría vivir sin el amor de Lucia. Y ahora no era una frase romántica, ahora sabía que era así. Lucia quedó parapléjica a raíz del accidente, y eso cambio la vida de todos. Lucia dejó el trabajo (temporalmente) una enfermera se instaló en la casa para ayudarla y Simón decidió que solo iría a la oficina por las mañanas. Deseaba pasar todo el tiempo que disponía al lado de su mujer. Y sinceramente, se lo podía permitir.
Otra cosa que cambió en la vida de Simón es que tuvo que tomar un rol más participativo en la educación de los chicos. Se encargaba de llevarlos a la escuela y recogerlos, llevarlos a los entrenamientos y partidos, acompañar a Lucia en a las reuniones de la escuela, llevarlos de compras o al médico. Y fue este cambio el que mayor vuelco dio a su vida y a la manera de entenderla.
Cuando Lucía tuvo el accidente sus tres hijos, ya no eran unos bebés. Ernesto y Olga tenía ya 14 años y el pequeño Victor cumpliría 9 años en unos meses. Además ya hacía dos años que vivían juntos, y Victor solo había conocido a Simón como padre. Aunque durante todo aquel tiempo siempre se había mantenido en un segundo plano, dejando todo lo referente a la educación de los niños a su madre. Para Victor, Simón era lo más parecido a un padre que jamás había tenido y lo quería y admiraba con devoción.
Simón podía decir sin titubear que a pesar de la desgracia, eran felices. Y no le costó mucho adoptar el papel de padre, era algo que llevaba años viendo hacer a sus amigos y empleados, digamos que tenía una idea bastante clara de que se debía hacer y que no. Además estaba Lucia que siempre estaba encima de todo lo que se refería a los chicos. Pero no fue hasta un día en que tuvo la primera auténtica pelea con Ernesto que se dio cuenta que se había convertido en padre.
Como decíamos Ernesto tenía ya más de 14 años y a esa edad ya se cree uno que no necesita a los mayores para nada y es más estos estorban más que otra cosa. Ernesto no era un chico muy comunicativo, algo normal a su edad, pero aún así se podía decir que se llevaba bien con Simón. Ernesto seguía viendo a Simón como el marido de su madre y no como su padre. Aunque ahora Simón participara más en cosas “de padres” como las reuniones con los profesores o ir a todos los partido y llevarle a los entrenamientos. 
Ernesto no se lo pensó dos veces cuando acepto la invitación a una fiesta en casa de un amigo, sus padres se iban de fin de semana e iban a liarla grande en lo que prometía ser su primera gran fiesta. Al llegar a casa Ernesto como siempre fue  a pedirle permiso a su madre, omitiendo lo de que no habría ningún adulto en aquella fiesta, para Lucia era tan solo una fiesta de cumpleaños de un amiguito de la escuela. Como para todas las madres los hijos siempre son sus bebés y es difícil darse cuenta que empiezan a hacerse mayores. Lucia por supuesto le dio permiso y Ernesto se sintió el chico más listo y afortunado del mundo.
Pero aquella vez no sería su madre quien lo llevara hasta la fiesta sino Simón. Simón lo tomó como si fuera un entreno, o llevarlo a la escuela, no hizo preguntas, simplemente lo anotó en su agenda para no olvidarse. La semana pasó volando y al fin llegó el esperado viernes. Sobre las ocho Ernesto empezó a  arreglarse, Simón sonrió porque normalmente el chico iba como un andrajoso (malditas modas) y al oír el agua de la ducha correr pensó que al fin el chico estaba poniendo algo de madurez en la sesera. Pero se llevó una sorpresa cuando Ernesto apareció no solo más o menos arreglado sino que extremadamente perfumado y le dijo ansioso que “moviera el culo” que no quería llegar tarde.

  • ¿Y el regalo? – preguntó suspicazmente Simón alzando una ceja, de repente tenía una mala sensación
  • Le hemos comprado un regalo entre todos, lo lleva Tino – Ernesto dio una respuesta rápida y firme tal y como había ensayado varias veces por si le preguntaban, demasiado ensayada quizás
  • Aaaaaaaah – dijo Simón pero aquella sensación de que había algo que no olía bien se hizo más fuerte – Vaya, ¿eso qué huelo es mi perfume?
  • Sí – respondió secamente, mientras se colocaba la cazadora. Ernesto se acercó a su madre y le dio un beso en la mejilla – hasta mañana, mamá – dijo forzando serenidad
  • Pásalo bien – le respondió Lucia devolviéndole el beso en la otra mejilla – Anda, no te hagas más el remolón – le dijo a su marido – que después regresas muy tarde – Simón se metió las zapatillas y se levantó del sofá pero se notaba que no estaba muy conforme
  • Nos vemos en un rato – Simón también besó a su esposa en la mejilla y tras una especie de suspiro salió del salón – ¿y la fiesta de cumpleaños esa, de quién dijiste que era? – dijo aún en el recibidor mientras se ponía la chaqueta
  • De Agustín, ya sabes, el 7 – refiriéndose al número de camiseta del equipo de futbol del muchacho. Simón lo miró sin entender – moreno, cuadrado no muy alto
  • Ahhhhh si, el de las zapatillas cantonas – exclamó entendiendo por fin la referencia al número
  • Si, ese – dijo alargándole las llaves, para salir ya y acabar con el interrogatorio
  • No sabía que fuerais tan amigos – dijo Simón tomando las llaves
  • Y no lo somos, pero me ha invitado, va a estar todo el equipo, y sería feo que no fuera – dijo de una tirada Ernesto, Simón supo entonces sin ninguna duda que aquel mocoso mentía más que hablaba. Había visto decenas de comerciantes hablar así de deprisa para ocultar desconocimiento, exageración o falsedad del producto que intentaban venderle.
  • Ya veo – y ambos salieron por la puerta, Ernesto para evitar que Simón siguiera con el interrogatorio nada más subir al coche se puso los cascos. Simón puso la dirección en el Gps y siguió las indicaciones, puesto que no conocía muy bien esa zona. Al cabo de un buen rato Simón le hizo un gesto para que se quitara los auriculares y Ernesto con mala cara se los quitó
  • ¿Habías estado alguna vez antes en casa de ese chico?
  • No, ya te he dicho que no somos muy íntimos – dijo molesto y fue a colocarse de nuevo los auriculares pero Simón fue rápido y le hizo otra pregunta antes
  • Lo preguntaba porque hace años que no paso por aquí, está muy cambiado, ahora es otra ciudad, ante solo era una pequeña urbanización…
  • Blah blah blah y hasta donde ves esto eran campos – se mofó Ernesto, porque su abuelo siempre decía lo mismo cuando iba a la ciudad a verlos y pasaban cerca de alguna calle donde él en su juventud había trabajado – jajaja Simón ya hablas como el abuelo.
  • Vete a mofar de tu madre, majo – le respondió Simón retorciendo el hocico – Solo intentaba dar conversación.
  • Pues no te molestes – le enseñó los auriculares – no es necesario.
  • No seas impertinente, que aún estoy a tiempo de dar media vuelta.
  • Valeeee – dijo Ernesto con mucha actitud, pero guardando los auriculares en el bolsillo de la cazadora –  ¿Qué tal tu día? – le preguntó muy descarado demostrando que le importaba tres cominos como le había ido su día pero que si quería conversar le daría conversación de ascensor
  • Muy bien, gracias – le respondió Simón  intentando no dejarse picar por un mocoso de 14 años – ¿y el tuyo?
  • Muy bien también – dijo Ernesto con una sonrisita burlona – parece que el invierno se está marchando al fin, hoy hacía un día realmente agradable ¿no crees?
  • Muy bien, tu ganas Ernesto, no tienes ganas de hablar con el chófer, ya veo – Simón no era mucho de reñir a los chicos, él usaba otras tácticas para hacerles notar que no estaba contento con lo que hacían
  • Lo sientooooo – se disculpó reticente – Es que no sé de qué quieres hablar, nos vemos todos los días – Ernesto rodó los ojos y aquello hizo que Simón se tensara más
  • ¿Porqué no hablamos de la fiesta? – fue ahora el turno de Ernesto de ponerse tenso
  • Es una fiesta de cumpleaños, habrá pastel, regalos, comida basura y seguramente juguemos a la play o algo.
  • Ya veo.
  • Sí, no tiene ningún misterio, vista una, vistas todas – dijo haciéndose el mil hombres
  • Mira ya hemos llegado – dijo indicándole con el dedo el número de la casa y fue a quitarse le cinturón de seguridad
  • Espera, he de buscar donde estacionar – le dijo poniendo su mano sobre el cierre del cinturón de seguridad para que no se lo quitara
  • No hace falta, paras aquí y ya entro yo – pero no le dejó acabar
  • Ernesto, no te equivoques no soy un taxista, te acompañaré hasta la casa de tu amigo y saludaré a sus padres y les daré las gracias  por….
  • ¡QUE! ¡No! Eso me avergonzaría, tengo 14 años no 4, me dejas…– saltó en pánico
  • Mira, Ernesto, le he dicho a tu madre que te llevaba a esa fiesta y te pienso llevar, te dejaré en la misma fiesta, no te preocupes, no te pondré en evidencia con tus amigos – y Simón usó un tono de vos que aún no había usado nunca con Lucia o los chicos. El tono “yo soy el jefe”
  • Ni de broma, a nadie le llevan hasta la puertecita agarradito de la mano – Ernesto protesto dando un golpe en la guantera
  • Pues si no te gusta, es lo que hay, siempre podemos regresar a casa
  • No es justo, a nadie le…
  • Ya lo has dicho Ernesto a ninguno de tus compañeros les llevan hasta la puertecita, pero es mi coche son mis normas. Lo tomas o lo dejas – Ernesto se sentía entre la espada y la pared. Si Simón lo acompañaba se daría cuenta que aquello no era una fiesta de cumpleaños y que además no había ningún adulto en casa y entonces se lo diría  asu madre y ella le daría una monumental bronca y seguramente estaría castigado todo el mes – ¿Qué va a ser Ernesto? ¿Estaciono y te acompaño o doy media vuelta? – dijo triunfante Simón estaba claro que lo había pillado, lo que no esperaba es que el muchacho se quitará el cinturón, saliera del coche casi en marcha y saliera corriendo hacía la casa donde se iba a celebrar la fiesta

Tras salir del shock, Simón utilizó la cabeza fría que le había hecho llegar tan lejos en los negocios, estacionó bien el coche, llamó a su esposa y le explicó lo que había pasado, estuvieron casi 20 minutos la teléfono hablando y cuando finalmente colgó. Fue hacía la casa de aquel chico y llamó al timbre. No se llevó ninguna sorpresa que al abrirle la puerta se encontrara con una especie de fiesta de fraternidad pero con mocosos de 14 y 15 años. Llevaba un buen rato imaginándose que era eso. Antes que cura uno fue monaguillo se decía para si mismo. Sin mediar ni media palabra cruzó el recibidor, cruzó el salón y fue hasta la cocina donde estaba Ernesto con una cerveza en la mano. Aquello fue la gota que colmó el vaso.
A Ernesto s ele iba a salir los ojos de las órbitas, ni en mil años se imaginó que Simón fuera a seguirle, se había hecho a la idea que al volver a casa le esperaría una señora bronca de su madre por el desplante a Simón pero para nada esperaba que Simón hiciera algo.
En aquel momento Simón se transformó de un aburrido hombre de negocios al increíble Hulk. Le quitó de muy malos modos la cerveza de la mano, lo agarró por el brazo y tiró de él hasta el coche. Ernesto seguía en shock, aquello era irreal. Pero salió el shock de golpe cuando al llegar donde Simón había estacionado el coche Simón en vez de montarlo en el coche abrió la puerta del pasajero puso un píe sobre el suelo del coche, tiró de él y lo colocó sobre su rodilla y empezó a zurrarlo. Allí mismo. A zurrarlo, como a un niño pequeño en medio de una pataleta en un supermercado. Ernesto debió de dar gracias que fuera ya tarde y no hubiera nadie por la calle y que Simón hubiera estacionado lejos de las miradas de sus amigos. Pero no estaba en situación de agradecer nada. Cuando al fin reaccionó no fue de la mejor forma posible.

  • Pero qué crees que haces, imbécil – gritó Ernesto intentando levantarse, pero Simón no dejó que se incorporara y encima le dio una nalgada aún más dura que las que le había dado antes
  • ¡Una cerveza! Estabas bebiendo, te recuerdo que tienes 14 no 18 – escupió Simón rojo de rabia y las siguientes 6 nalgadas que cayeron dolieron a rabiar. No es que las otras 5 o 6 que ya le había dado no le hubieran dolido, pero es que de alguna parte Simón había sacado una fuerza sobre humana
  • ¡Suéltame, imbécil! Tu no puedes grrrrr – tuvo que detener su discurso al recibir una nalgada tan fuerte que casi le corta la respiración
  • ¡Nos has mentido! nos has mentido a la cara, me has utilizado, saliste del coche corriendo y sin mirar como si fueras un maldito mocoso en plena pataleta ¡Y sino era suficiente te pillo con una cerveza en la mano! – Simón le dio tres nalgadas más y ahora sí que lo metió en el coche, le puso el mismo el cinturón de seguridad, le cerró la puerta, esta vez con llave, y dio media vuelta al coche y se subió al coche y puso rumbo a casa
  • ¡Te odio! – dijo entre llantos Ernesto, Simón no dijo nada, debía centrarse en la carretera y sobre todo no debía dejar que su temperamento se enfureciera con los reproches de un niño que ha sido amonestado por hacer algo que clamaba al cielo que estaba muy mal. Cuando llevaban casi la mitad del camino recorrido Ernesto dejó de llorar – Le diré a mamá que me golpeaste
  • No olvides decirle lo de la cerveza.
  • No tienes derecho ninguno a…a…a tratarme así
  • Te equivocas, cuando me casé con tu madre y os vinisteis todos a vivir a mi casa, adquirí el pack completo. Cualquier abogaducho de tres al cuarto te lo dirá. Además te informo que ya hablé con ella y tengo su bendición para hacer lo que voy a hacer – Simón hizo una pequeña pausa para que Ernesto pensara bien lo que le acababa de decir – igualmente cuando lleguemos a casa si quieres le preguntas tú mismo.
  • ¿Qué? – la cabeza de Ernesto le iba a mil por hora – ¡Te chivaste a mamá! – dijo intentando obviar la parte que no quería ni pensar
  • Es tu madre si haces algo mal o tan irresponsable como lo que has hecho hoy es la primera que debe de saberlo. Además necesitaba hablar con ella para saber si estaba de acuerdo conmigo de que hacer. No me lo has puesto nada fácil, Ernesto, si simplemente te hubieras quedado en el coche todo iría mejor – esto último lo dijo más bien para si mismo
  • ¡Me has pegado! – protestó ofendido
  • Sí – le dijo muy seco – y cuando lleguemos a casa acabaremos lo que empezamos en el aparcamiento.
  • ¿Qué? ¡Ni hablar! ¡No te lo permitiré!
  • Ya veremos quién permite a quien. Para empezar tu madre ya me ha dicho que te dijera que te despidieras de salir a ninguna parte en un mes y no creas que te vas a quedar en casa holgazaneando, te voy a poner a hacer trabajo de archivo en la oficina. Y créeme que es un trabajo aburrido y poco agradecido.
  • Me da igual – dijo Ernesto altaneramente y cruzándose de brazos
  • Muy bien, mejor para ti – tras decir eso Simón se dio cuenta que se estaba poniendo al nivel de Ernesto y se volvió a concentrar en la carretera.

Necesitaba volver a recuperar el control de sus emociones. Ninguno de los dos volvió a abrir la boca hasta llegar a casa. Al llegar a casa Lucia, Víctor y Olga estaban en el sofá viendo una película. En cuanto escuchó la puerta Lucia le pidió a Olga y a la enfermera que le ayudaran a subirse a la silla de ruedas y salió del salón para dejar a Olga y Víctor ver la película tranquilos, ella, Simón y Ernesto iban a tener una pequeña reunión y no iba  a ser una reunión agradable.

  • ¡Ernesto José Soto! Cómo te atreves a engañarnos de esa manera, cómo te atreves a comportarte como un mocoso ingrato y malcriado – empezó Lucia con las acusaciones sin tan siquiera esperar a que entraran en el dormitorio de los chicos. Ernesto se apresuró a entrar en su habitación y en sentarse en la cama y poner su mejor cara de perro molesto
  • ¡Me golpeó! – no tardó ni una milésima de segundo en acusar a Simón
  • Lo sé, no es para menos, salir de esa manera del coche…y toda esa retahíla de mentiras…una fiesta sin padres ¿Pero en que narices estabas tú pensando? – Ernesto se dio cuenta que su madre no iba a jugar el papel de madrecita amorosa, estaba incluso más furiosa que Simón
  • Pfff – Ernesto resopló y rodó los ojos – Olvídame – dijo apartando la mirada con desprecio. Simón iba a dejar a Lucia que le diera una buena bronca y después él acabaría de tener “esa conversación” que había empezado en el estacionamiento, pero ver como Ernesto le hablaba a su propia madre le pudo
  • ¡Ni se te pase por la cabeza volver a usar ese tono con tu madre!
  • ¡Tú no te metas, imbécil! – dijo poniéndose de píe y plantándole cara. De repente con su madre ahí, Ernesto se sentía capaz de enfrentarse a Simón sin ningún problema
  • ¡ERNESTO! – Lucía le riñó muy enfadada, se hacía cruces que se pequeño hooligan fuera su pequeñín
  • ¡QUÉ! Él no es mi padre, no pinta nada aquí.
  • No, él no es Andrés – refiriéndose al padre biológico de sus hijos por el nombre de pila como siempre hacía – pero Andrés no está, no está aquí, no te ha dado nada en toda la vida, y Simón siempre ha estado pendiente de vosotros, os ha dado todo lo que habéis necesitado y le habéis pedido. Está aquí cada día. ¡Cosa que tu padre no! Grábate esto en la cabecita para mi, Simón es mucho más padre vuestro que jamás lo ha sido Andrés. Y como te dije cuando venimos aquí, esta es su casa y ahora somos todos una familia.
  • ¡Precioso, mamá! ¿Lo sacaste de alguna de esas mierdas novelas que ves ahora que estás parapléjica? – dijo burlándose de su madre y aquello fue suficiente, Simón sin decir nada ni pegar ningún grito salió de detrás de su esposa lo agarró como había hecho en el estacionamiento y tiró de él. Esta vez, Ernesto sabía muy bien que iba a pasar así que forcejó con todas sus fuerzas con Simón. Pero Simón era un hombre fuerte y no estaba dispuesto a retroceder. Simón esta vez aparte de agarrarlo por el brazo con la otra mano intentó desabrocharle los jeans, tarea que no fue nada fácil porque Ernesto peleaba con uñas y dientes, pero finalmente los pantalones cayeron hasta las rodillas – ¡Noooooooooooooo, suéltame! ¡Suelta! – Ernesto gritaba pleno pulmón, Simón dio gracias de que el apartamento fuera insonorizados hacía ya años –  ¡Suéltame, hijo de puta! – y fue oír eso y de inmediato Simón dejó caer la mano 4 veces sobre los calzoncillos del chico
  • Plass plass plass plass ERNESTO, NO estás en posición de insultar – y Simón le bajó también el calzoncillo y se sentó en la silla del escritorio, colocando a Ernesto sobre su regazo. No es que tuviera alguna experiencia en eso, pero no hay que trabajar en la NASA para saber cómo dar unas buenas nalgadas
  • ¡Suéltame! ¡Mamá haz algo! – Ernesto gritó lleno de furia
  • Hijo, no. Esto te lo has ganado a pulso. Yo misma lo haría pero…esta parapléjica no tiene la suficiente fuerza para lidiar contigo – dijo con amargura en la voz, Simón se hubiera sentido mal por lo que le había llamado a su madre pero en ese momento lo único que sentía era rabia
  • Empecemos con lo de mentirnos para ir a una estúpida fiesta sin adultos – dijo Simón alzando un poco una pierna para tener mejor acceso al trasero de Simón – Plass Plass plass plass Plass –  Simón empezó a castigar el trasero de Ernesto con minuciosidad no iba  a dejar ni un milímetro sin castigar – Plass Plass plass plass Plass Plass Plass plass plass Plass Plass Plass plass plass Plass Plass Plass plass plass Plass  Que sea la última vez que nos mientes, somos tus padres y nos merecemos un poco de respeto, y mentir no es la mejor manera de demostrar ese respeto Plass Plass plass plass Plass Plass Plass plass plass Plass
  • Aaaaaaaaaaaah NOOOOOOOO NO AAAAAAAAAHH
  • ¿HAS ESCUCHADO LO QUE TE ACABO DE DECIR, ERNESTO? – y dejó caer un poco más fuerte la mano pero ahora sobre los muslos de Ernesto – PLASS PLASS PLASS PLASSS  ¿Me has escuchado? – repitió esta vez tras hacer una pausa
  • ¡Muérete!
  • Respuesta equivocada – y Simón empezó a castigar sin orden ni cadencia tanto los muslos como las nalgas del chico – PLASS PLASS PLASS PLASSSPLASS PLASS PLASS PLASSSPLASS PLASS PLASS PLASSS
  • ¡Aaaaaaaaau ya ya ya para ya No más mentiras, dijiste no más mentiras! – Ernesto gritó con todas sus fuerzas porque realmente aquello le estaba doliendo horrores. Nunca pensó que unas nalgadas podrían doler tanto. ¿De qué tendría hecha la mano Simón?
  • Eso es. Ahora hablemos de salir del coche como un loco sin tan siquiera mirar ni esperar a que parase el coche
  • Nooo, no por favor, ya entendí, ya entendí, lo siento, lo siento mucho, no lo volveré a hacer jamás – Ernesto lloraba y suplicaba con el corazón en un puño. Lucia estuvo a punto de decirle a Simón que lo dejara estar, pero no lo hizo. Era la primera vez que Simón castigaba a uno de los chicos y necesitaba que tanto Ernesto como el mismo Simón supieran que estaba él al mando
  • Más vale que no, Ernesto, porque si después de esta zurra vuelves a hacerlo, créeme que esto comparado con lo que te esperará son caricias – Simón solo exageraba, pero sabía que en ese momento Ernesto se creería cualquier amenaza. Simón empezó de nuevo a castigar el trasero del chico, pero  esta vez no tuvo que poner tanto ahínco porque la zona ya estaba adolorida – Plass Plass plass plass PlassPlass Plass plass plass Plass Plass Plass plass plass Plass Plass Plass plass plass Plass Plass Plass plass plass Plass Plass Plass plass plass Plass Plass Plass plass plass PlassPlass Plass plass plass Plass
  • Bwuaaaaaaaaaaaaaaa bwuaaaaaaaaaaaaaaa lo siento, perdón, perdón, de verdad, de verdad lo siento. Nunca más lo juro, lo prometo, nunca Bwuaaaaaaaaaaaa – Ernesto lloraba a pleno pulmón mientras repetía como un mantra todo tipo de disculpas. Simón se detuvo un momento y dejó que el chico recuperara el aliento
  • ¿Qué es lo que acabas de prometernos? – dijo tras un largo suspiro
  • Que nunca más os mentiré y que nunca más saldré corriendo del coche.
  • Nunca más saldrás corriendo cuando tu madre y yo te estemos hablando ¿ok?
  • Si, si ,si  NUNCA – Ernesto hubiera prometido cualquier cosa
  • Muy bien, eso espero – y en ese momento Simón se movió para levantarse. Ernesto enseguida se incorporó para salir de aquella posición tan vergonzosa, pero cuando fue a subirse el calzoncillo, Simón lo detuvo – Nooo, espera, aún queda pendiente lo de esa cervecita
  • ¿Qué cervecita? – saltó de repente Lucía mirando a su hijo como si se le fueran a salir los ojos de las orbitas, Ernesto tragó saliva en ese instante le dio más miedo su madre que le tipo grandote que le estaba rustiendo el trasero – Te he preguntado Qué cerveza Ernesto José – el tono de voz de Lucia dejaba muy claro que estaba furiosa, Lucia odiaba a los borrachos, su ex marido había sido uno y casi les arruina la vida, y el tipo que la envió a esa silla de ruedas también conducía bajo los efectos del alcohol, así que no era descabellado decir que Lucia tenía tolerancia cero al alcohol
  • Eeehh mmmm esto, verás – Ernesto empezó a titubear cosa que molestó aún más a su madre – los chicos, estaban todos y ellos bueno, yo solo la probé, pero ni me gustó, solo un sorbo, pero… – Ernesto no podía mirar a su madre a los ojos sabía perfectamente la opinión de su madre sobre el alcohol
  • No puedo creer que tú, precisamente tú, fuera a emborracharte a una fiesta.
  • No iba a emborracharme, solo le di un sorbo para probarla, para saber a que sabía – dijo a la defensiva ya que tal como lo decía su madre parecía que esa era su única intención y para nada, solo quería ir a una fiesta sin padres
  • ¿Probar? Has probado alguna vez la lejía, Hijo? No, verdad, porque? Porque es mala, no necesitas saber el sabor que tiene ¿verdad? – Lucía sacaba fuego por la boca
  • No es lo mismo, mamá – protestó aún sabiendo que eso enfadaría más a su madre, pero en eso no llevaba razón
  • Sabes perfectamente lo que opino del alcohol, sabes perfectamente lo que hace el alcohol a la gente  y sabes perfectamente que tienes 14 años y que no puedes beber alcohol – levantando cada vez un dedo de la mano – ¡Así que dime hijo, dime, que narices hacías bebiendo cerveza! –  Ernesto no supo que decir, nada de lo que se le ocurría le iba a salvar de la bronca – ¿Callas, no? – Ernesto bajó aún más la cabeza y empezaron a brotar de nuevo las lágrimas. Si hubiera lazado la mirada se había percatado del intercambio de miradas y de gestos que su madre y Simón estaban teniendo. Pero quizás casi mejor que no los hubiera visto. Lo siguiente fue escuchar el ruido que hace un cinturón cuando pasa a gran velocidad por las trabillas de un pantalón. Cuando al fin reconoció el sonido ya era demasiado tarde. Simón tenía doblado en dos su cinturón en la mano y se disponía a descargar el primer cuerazo
  • ZWASSSSS – silbó como lo haría una serpiente de acero. Y de repente un dolor intenso fue desde el muslo hasta el mismísimo cerebro de Ernesto
  • Aaaaaaaaaaaaaaaaaah bwuaaaaaaaaa coff coff Nooooooooooooooo – gritó al ver que Simón se disponía a repetir la acción y puso la mano que al fin tenía libre como defensa de su pobre retaguardia
  • Aparta esa mano Ernesto, porque si duele en el trasero en la mano ni te cuento – le advirtió Simón pero Ernesto solo lloraba y no oía nada ni a nadie – ¡Ernesto, la mano! – alzó más la voz – aparta la mano o te haré daño de verdad
  • Me estás haciendo daño de verdad bwuaaaaaaaaa – dijo entre sollozos. Simón rodó los ojos pero no perdió la paciencia
  • Ernesto, si no quitas la mano, te vuelvo a poner sobre mis rodillas y empezamos des del principio – Simón pensó que si no era por las buenas sería por las malas. Solo intentaba no lastimar al chico y él muy cabezón no hacía ni caso, así que decidió utilizar el miedo para que el chico obedeciera. Y funcionó porque Ernesto lentamente apartó la mano. Simón aprovecho y dejó caer el cinto dos veces más
  • Zwass Zwass
  • Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah – Ernesto daba saltitos pero se concentraba en no poner la mano en la trayectoria del cinturón
  • Grábate bien esto, hijo, mientras vivas en nuestra casa obedecerás nuestras normas ZWASS ZWASS
  • Nooooooooooooooo aabwuaaaaaaaaaaa no más duele aaaaaaaa y lo siento aaaah
  • Y en esta casa el alcohol está rotundamente prohibido. Y eso funciona dentro y fuera de ella. ZWASS ZWASS ¿Me expresé con claridad?
  • Sí, si, si pero ya no más – Ernesto lloraba como si la vida le fuera en ello
  • ¿En que hemos quedado, Ernesto? – preguntó muy serio Simón, pero Ernesto estaba demasiado centrado en su dolor que ni lo escuchó – ZWASS
  • Aaaaaaaaaaaaaaaaaaahh – el aullido salió de lo más profundo de Ernesto
  • Te he preguntado… ¿en qué es lo que hemos quedado hoy? – repitió una vez más con el ceño fruncido
  • Que no puedo beber alcohol
  • ¿y? – dijo levantando el cinto pero dejando la mano alzada en el aire
  • Y que no más mentiras, no más fiestas sin padres y no salir corriendo cuando me habléis – se apresuró a decir temeroso de un nuevo chirlo. Simón miró a Lucia y ella asintió con la cabeza. Simón soltó el brazo de Ernesto y volvió a colocar el cinturón en su pantalón. Miró a Ernesto fijamente un rato y respiró hondo
  • Ponte el pijama y a la cama, mañana será otro día – dijo Simón con la voz cansada. Ernesto miró el reloj del despertador eran a penas las 9:30 estaba a punto de protestar pero algo de sentido común le convenció que mejor se callaba y se acostaba
  • Buenas noches hijo dijo Lucía y ella no sonaba cansada ella sonaba triste. Ernesto no le gustaba ver a su madre triste, demasiado tiempo la había visto ya así y aquello le reconcomía por dentro
  • Buenas noches, mamá y siento haberte dicho eso antes, de verdad mamá, yo, yo no quería
  • Ya, ya, hijo, ya lo entiendo, a veces decimos cosas que no sentimos, no pasas nada, nada de lo que me digas o hagas hará cambiar lo mucho que te quiero – y alzó un poco el cuello para darle un beso, Ernesto se inclinó y abrazó a su madre y las lágrimas volvieron a aflorar. Lucía y Ernesto se quedaron abrazados unos segundos más – shhhhh que ya eres todo un hombrecito, venga a la cama, que ha sido un día muy duro.
  • Sí – dijo respirando hondo y secándose las lágrimas con la palma de la mano. Lucía salió de la habitación para dejar que el chico descansara y Simón salió tras de ella. Pero al llegar a la puerta se espero un rato. Ernesto no se dio cuenta que Simón aún estaba ahí hasta que fue a apagar la luz – ¿Qué? – no fue arrogante, solo que no sabía qué más podía querer de él
  • Por favor no vuelvas a ponerme en una posición así. No espero que seáis perfectos, todos la cagamos, pero hay cosas que no se pueden excusar con un simple “nadie es perfecto” y ahora yo soy las manos y piernas de vuestra madre, no puedo quedarme simplemente al margen como hacía hasta ahora – Ernesto escuchaba atentamente a Simón, posiblemente aquella era la primera vez que hablaran de algo que no fuera deportes o demás banalidades – Así que te lo pido por tu madre y por mí, espera a ser mayor para hacer las cosas de mayor, ¿vale? – esta vez no sonaba como una amenaza más bien sonaba como una súplica
  • Vale – dijo Ernesto con un hilito de voz
  • Gracias, que descanses, hijo 
Y Simón cerró la luz y la puerta dejando algo de intimidad al muchacho. Ernesto se dio cuenta que ya hacía algún tiempo que Simón de vez en cuando lo llamaba hijo, era más como una forma de hablar que otra cosa, pero aquella noche le estuvo dando vueltas. ¿Realmente Simón sentía que él era su hijo?...



5 comentarios:

  1. Muy, pero muuuuuy contenta de tenerte de nuevo en el blog Mi querida Little, sobre todo cuando esta historia pinta un horizonte de agradables momentos relajada disfrutando de tu imaginación.

    Es una historia preciosa pero creo que el Increíble HUlk la hará más amena sobre todo lidiando con ese diminuto Goliat de travesuras, de ansias de rebelarse y descubrir el mundo que tiene ahora en sus manos.
    Espero que tu inspiración no se escape y nos deje a medias, jejejej
    Pero como siempre digo, ella llega, se posesiona de uno y no hay nada que hacer más que escribir cuando toca hacerlo y esperar su voluntad cuando de pronto vuela por otros rumbos.

    Un abrazo Little y GRACIAS

    Marambra

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  2. Little como cada relato tuyo que leí este es maravilloso, espero que lo continues y nos sigas regalando más historias de esta interesante familia y de este hombre al que ya se la estaban haciendo muy fácil con la paternidad light.
    Ya le tocaba cambiar la camisa de jefe se oficina por ropa de papá, aunque si así empieza a estrenarse en la adolescencia el querubin de hijo que le tocó, más que ropa cómoda le vamos a recomendar un chaleco anti balas jajaja

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  3. Me encanto esta nueva historia, pero yo soy muy lastimosa con los personajes me gustaría que lucia pudiera caminar

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  4. Hola Little,igual que las chicas anteriormente,me siento muy feliz de leerte"nuevamante",me encanta que también estés en esta casita y así poder disfrutar de tu gran imaginación y talento,muchas gracias por esta nueva entrega,se perfila de lo mas entretenida,¡nada como estrenarse como papá al mando con un crío adolescente!"
    Keny

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  5. Que pena por lo que le paso a la madre del chico, espero pueda caminar pronto. Y el chico tiene que admitir que metió la pata fue grosero y se puso en riesgo. buena historia.

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