El Jefe
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Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 29 de Mayo del 2016.
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Capítulo 3
Donde comen dos, comen tres
Autora: Little Hoshi
A diferencia de Olga, Ernesto machacó a Olga con el
asunto de la zurra. Para Ernesto por primera vez en la vida el mundo era justo
y la doña perfecta había sido bajada de su reluciente trono y ahora era una
más.
A
Simón no le gusto nada que Ernesto fuera tan inmaduro y sobre todo que no le
devolviera la cortesía que sus hermanos le brindaron cuando él lo castigó hacía
ya más de un mes. Así que al tercer comentario malicioso sobre azotes o
castigos Simón se levantó, tomó a Ernesto por la oreja y le plantó 3 fuertes
nalgadas delante de todos, incluso de Cristina, la enfermera de Lucia. De esa
forma cortaba de cuajo toda burla y comentario de forma inmediata sobre los
castigos que pudieran recibir desde ese
mismo instante para siempre (al menos delante de él).
Ernesto
efectivamente cortó la mofa pero no del todo, solo delante de sus padres y
cambió su objetivo, dejó a Olga para empezar a martirizar a Victor, que siempre
era más divertido. Empezó a meterle miedo, a decirle que Simón cuando castigaba
se volvía una bestia sádica y que no se detenía hasta que sangrabas y perdías
el conocimiento. Victor tenía 9 años y se creía todo lo que su hermano decía a
pies juntillas. Ernesto no contento con la cara de terror de Victor, decidió
dar una vuelta más de tuerca y decirle que sabía que él sería el siguiente.
Olga y él ya habían pasado por “la mano correctora” de Simón así que solo
quedaba él y seguro que Simón estaría super furioso cuando le tocara a él
porque no habría aprendido de los errores de sus hermanos. Sí, Ernesto era un
poco cabroncete, pero eso forma parte del encanto del hermano mayor.
Tanto
Lucia como Simón se dieron cuenta del cambio de comportamiento de Victor,
parecía siempre nervioso y asustadizo, como si una bomba estuviera a punto de
estallar. Además se comportaba inusualmente complaciente. Normalmente había que
pedirle las cosas varias veces y ahora no solo no había que repetírselo sino
que la mayoría de veces lo hacía sin tan siquiera pedírselo. Aunque el artífice
de todo ese miedo era Ernesto, Olga también se lo pasaba bien, viendo como el
mocoso se sentía protagonista de una novela de Charles Dickens.
Pasada
una semana de este extraño comportamiento, Lucia empezó a preocuparse y
concertó una cita con la maestra de Victor. Quizás tuviera problemas en la
escuela. Cuando su madre le dijo que ese jueves Simón y ella irían a hablar con
su maestra se puso a llorar como un niño de pañales. Y aunque Lucia intentó
sonsacar que era lo que tanto le angustiaba no logró que el niño dijera ni mu.
Ernesto aprovechó para hacerle creer que tras hablar con su maestra Simón
encontraría alguna excusa para darle una buena paliza. Victor no era mal
estudiante, pero tampoco era de cuadro de honor, y su maestra tenía que
llamarle varias veces la atención por hablar en clase. Cosa de lo más normal
pero que Ernesto se encargó de hacerle creer que Simón lo vería como una falta
grave.
Aquella
noche cuando Lucia entró en la habitación de los chicos para darle el beso de
buenas noches, vio como las mejillas de Victor estaban llenas de churretes por
haberse quedado dormido llorando. Aquello le rompió el corazón, su pequeño
sufría y ella no sabía porque. La preocupación de Lucia se extendió a Simón que
los siguientes días no estuvo muy centrado en el trabajo, pero lo achacó más al
cansancio que a la preocupación. Simón aún no estaba acostumbrado a eso que las
preocupaciones de casa te pudieran perseguir todo el día allá donde fueras.
Por
desgracia la chara con la profesora no aportó ni una migaja de luz a la
preocupación de Lucia, y ahora también, de Simón. El chico en clase se mostraba
como siempre, igual de participativo y alegre que siempre, y sus últimos test
no indicaban que hubiera desatendido sus tareas. El camino de vuelta a casa
Simón y Lucia no pararon de darle vueltas sobre qué demonios podría pasarle a
Victor, un montón de conjeturas pero todas muy alejadas de la realidad. Incluso
Lucia dejó caer eso de llevarlo a un psicólogo. Al mismo que fueron después del
accidente, al doctor Hernández ya le tenía confianza y quizás con él se abriera
más y le contara que era lo que le angustiaba.
Pero
no hizo falta, porque Ernesto se le había ido la mano en eso de asustar a su
hermano y ahora Victor estaba tan convencido que Simón iba a darle tremenda
paliza que no podría sentarse el resto de su vida que llamó a su mejor amigo y
ahora nuevo primo Andrés y le pidió asilo político. Andrés que era de la misma
edad que Victor se creyó que realmente su primo corría grave peligro y puso el
grito en el cielo. Quería que llamaran a la policía, a los bomberos, a las
autoridades, ¡al ejercito! Había que rescatar a Victor de inmediato, antes que
su propio tío matara a su mejor amigo. Por supuesto tras el pánico inicial la
madre de André, hermana de Simón, le hizo ver que era imposible que su tío
matara a su amigo. No muy conforme Andrés dejó que su madre fuera a hablar con
el tío Simón y lo solucionara todo.
Simón
se llevó una sorpresa al llegar a casa y ver el coche de su hermana estacionado
en la plaza de aparcamiento anexa a la suya.
- ¿María? – le preguntó sorprendida Lucia – ¿Habías quedado con ella?
- No, que yo sepa – y salió para ayudarla a bajar del coche y subirse a la silla de ruedas
- Pues no estoy yo para muchas visitas – dijo arrugando la nariz, María era una gran amiga pero ahora mismo no quería tomar el té con nadie
- No creo que se quede mucho – mirando la hora que era en el reloj – Seguro que aún tiene que hacer la cena a los niños, habrá venido a traer algo.
- Ok, en cuanto se haya ido, vamos a llamar a la consulta del doctor Hernández, a ver si mañana mismo nos puede recibir – Lucia seguía dándole vueltas a la cabeza
Cuando
llegaron María y Victor estaban sentados en la cocina merendando tartaletas de
crema y chocolate. Simón inconscientemente sonrió, su hermana siempre estaba
horneando dulces, desde muy pequeña la repostería le había servido para ocupar
su mente cuando estaba preocupada. Y el olor a tartaletas recién horneadas le
hizo pensar que aquella quizás no fuera una visita relámpago como había
pensado.
- ¿María? Qué bueno verte ¿Qué haces aquí?
- He venido a salvar a Víctor – dijo guiñándole un ojo a su hermano cuando Victor no miró
- ¿A Victor? – preguntó alarmada Lucia, que no había visto el guiño – Cielo, ¿Estás bien? – dijo mirando asustada su hijo, pero Victor solo bajó la cabeza y se ocultó tras María
- Sí, no pienso permitir que mi hermano le haga daño a este pequeño – dijo de una forma bastante sobreactuada, fue entonces que Lucia se dio cuenta que María no hablaba en serio
- ¿YO? – exclamó atónito Simón
- Sí, tu mala bestia, mira que querer golpear hasta la extenuación a este pobre pequeñín!
- ¿Qué? – exclamaron a la vez Lucía y Simón
- Sí, Victor me lo ha contado todo, me ha dicho que ibas a golpearlo. Por lo visto es a lo que te dedicas ahora. Golpeas a estos pobres chicos hasta dejarlos sin conocimiento. Golpeaste a Ernesto, incluso a la pobre y santa de Olga y hoy ibas a mandar al hospital al pequeño Victor – Simón respiró hondo y miró a su hermana, vale lo había pillado, ya podía dejar toda la charada
- ¿Victor, hijo? – dijo Lucia con cara de preocupación – ¿De dónde has sacado eso de que Simón iba a hacerte daño? – Victor que no había dejado de llorar no se atrevía a contestar
- Victor, jamás te haría daño, no sé de dónde has sacado esa idea pero… – Simón no acabó esa frase porque Lucia gritó el nombre de Ernesto a todo pulmón
- ¡ERNESTO! – Simón la miró como si se hubiera vuelto loca, pero Lucia conocía muy bien a sus hijos y eso llevaba la firma de su hijo mayor. Ernesto apareció de inmediato por la puerta ya la ver el panorama vio que se había liado gorda
- ¿Sí, mamá? – dijo poniendo la mejor cara de niño bueno que pudo
- Cuéntamelo tú – dijo furiosa – cuéntame porque tu hermano está muerto de miedo, convencidísimo que Simón va a matarlo
- Yo que sé, ese niño está medio chalado – dijo Ernesto simulando no saber nada
- Nooooooooooo – gritó Victor furioso, saliendo de detrás de María – Tu dijiste que yo sería el próximo, que solo quedaba yo y que él – apuntando con el dedo a Simón – me iba a dar la paliza de mi vida por ser el último – Victor gritaba rojo de rabia
- Victor, yo jamás te haré daño... a ninguno de vosotros, no sé que te habrá contado tu hermano pero antes me pego un tiro que haceros daño.
- Pero a él le pegaste y a Olga también
- Y siguen vivos, ni siquiera les dejé marcas, jamás lo haría. Tus hermanos hicieron algo que está muy mal y me tocó castigarlos, sí, les di una zurra, pero nada que en un ratito ya no esté superado – Simón se puso a la altura de Victor para explicarle que no iba a hacerle daño nunca
- Hijo – dijo Lucia – no tienes que tener miedo de Simón, él os quiere, os quiere mucho y si algún día tiene que castigarte lo hará por algo que lo tengas bien merecido y jamás será desproporcionado
- ¿desproporcio que?
- Quiere decir que no te va a matar ni a enviar al hospital ni dejar marcas, ni nada de esas cosas que tanto te preocupaban – dijo María para que Victor entendiera
- ¿Lo juras? – dijo Victor levantado el meñique para hacer una promesa solemne y Simón enlazó su meñique con el del niño
- Lo juro – Victor se dio por satisfecho
- Aunque me porte muy muy muy mal
- Aun así… para esos casos existen los internados – dijo Simón y Victor lo miró en pánico – era broma Victor, te necesitamos en casa, sino esto sería muy aburrido – y le removió el pelo cariñosamente. Victor se sintió aliviado por primera vez en días
- Anda, despídete de tu tía salvadora María y ves a acabar con las tareas de la escuela.
- Gracias, tía – le dio un abrazo muy fuerte
- Siempre que me necesites, pequeño – y le dio un beso en la frente. Victor salió corriendo hacia su habitación y Ernesto disimuladamente lo siguió
- No tan rápido, señorito – le dijo su madre fulminándolo con la mirada
- Estooo, mamá, tengo un montón de deberes y…
- Ya los acabarás, no te preocupes. ¿En qué narices estabas pensando? Es que no tienes nada ahí arriba ¡asustar de esa manera a tu hermano! ¿lo encuentras gracioso, o qué? – Lucia empezó a gritarle
- Mejor, me voy ya que aún tengo que preparar la cena y dejado a Andrés con Juan Carlos y esos dos solos… – dijo rodando los ojos
- ¿Quieres que te acompañe? – le preguntó Simón
- ¡No seas ridículo, Simón! Eso si, os espero a todos el próximo domingo, que des de que os mudasteis – dijo mirando a Lucia – ya a penas nos vemos. Y eso que ahora somos familia.
- Este domingo, sin falta, lo juro – dijo Lucia – traeremos la comida, tú esmérate con el postre jejeje
- Jejeje perfecto porque tengo una receta que llevo tiempo que quiero probar – y maría tomó su bolso y su chaqueta y dejó a aquellos tres que hablaran a solas
- Estoy demasiado furiosa contigo como para hablarte ahora, vete a tu cuarto, ya hablaremos después de cenar – dijo Lucia dándose cuenta que necesitaba calmarse sino quería decir algo de lo que después se arrepintiera – Voy a tomarme un baño – le dijo a Simón en cuanto Ernesto salió de la cocina
- Ok, ahora le digo a Cristina que vaya – le dijo perdido en sus pensamientos. Lucia salió de la cocina y Simón fue a buscar a Cristina y le dijo que ayudara Lucia con el baño
Simón
salió a la terraza y mirando al horizonte se puso a pensar en lo que había pasado.
Victor estaba aterrado por la idea de que él pudiera golpearlo brutalmente
hasta acabar con él. ¿Qué imagen tenía el niño de él? Por mucho que Ernesto le
hubiera comido la cabeza el niño debería de saber que él jamás le haría daño.
En parte tenía lago de culpa, nunca se habían sentado y habían hablado de cómo
iban air las cosas entre ellos. Simón había descuidado algo tan básico como la
comunicación. Establecer las bases. Como en los negocios hay que dejar claro
des de un principio las líneas de actuación. No es que simón no estuviera
enfadado, en parte lo estaba pero era un hombre que intentaba analizar todos los problemas hasta reducirlos a la más
mínima expresión. En este caso todo había sido por un problema de confianza y
esa falta de confianza era porque no hubo una buena comunicación.
Simón
se quedó un rato más allí fuera hasta que empezó a coger frío, entonces entró y
fue a la habitación de los chicos, no iba a dejar que volviera a repetirse la
historia. Tenía que hablar a los chicos, a los tres. Simón picó a la puerta de
Olga y le pidió que le acompañara un momento a la habitación de Victor y
Ernesto (Olga que sabía que al no parar los píes a Ernesto y seguirle el juego
tampoco se había comportado muy bien) accedió sin quejas.
- ¿Y mamá? – preguntó Olga recelosa
- Dándose un baño, ha sido una semana dura para vuestra madre – dijo entre dientes – Quiero aprovechar y hablar con vosotros tres a solas – los tres se miraron mutuamente – Debí tener esta conversación cuando os mudasteis a casa, pero pensé, equivocadamente, que no era necesaria. Lo cierto es que me daba pereza y confié en que no tendría que hacerlo. Os pido disculpas, sobre todo a ti Victor. Te has preocupado tanto estos días y si hubiéramos tenido esta charla al principio nada de esto hubiera pasado.
- ¿Te disculpas conmigo? – Victor estaba atónito, nunca antes un adulto se había disculpado con él
- Sí, claro, tú eres el principal afectado. Mirad chicos, puede que no os haga gracia la idea, pero ahora estoy casado con vuestra madre, la quiero y pienso seguir con ella el resto de mis días. Así que hay que hacerse a la idea – dijo eso mirando a Ernesto y a Olga – Y la quiero a ella y por extensión os quiero a vosotros también, porque sois sus hijos, porque me caéis bien, a pesar de vuestras cosillas y de mis cosillas y porque los sentimientos son así no se puede explicar porque se sienten pero se sienten – Victor sonrió al oír eso, él también quería mucho a Simón
- Simón, gracias, pero no es… – empezó condescendiente Olga
- Sí, sí que es necesario – dijo alzando un dedo para dejarle claro que quería que lo interrumpieran – Soy un hombre, soy un adulto, soy el marido de vuestra madre y eso hace que el papel que me toca jugar aquí es el de padre. Lo sé, no lo soy. No soy vuestro padre, pero a mí eso me da igual. Os quiero y así os trataré, para mis ahora sois mis hijos y así es como va a funcionar. Os dejaré a vuestro aire siempre que os comportéis pero cuando os portéis mal no esperéis que mire hacia otro lado, tampoco esperéis que saque un látigo y os arranque la piel a tiras. Pensad lo que haría vuestra madre, si ella se enfadara lo más seguro es que yo también me enfade y si ella solo os diera una regañina yo solo haré eso
- Mamá jamás me pegó – protestó Ernesto
- ¿En serio? Entonces tu madre me mintió – Ernesto se puso rojo de vergüenza
- Bueno…pero eso era distinta era muy pequeño – intentando salvar algo de su hombría ante sus hermanos
- Para mí los tres sois aún muy pequeños ¿mejor así? – dijo cruzándose de brazos
- No – dijo enfurruñado Ernesto
- Todos sabéis que no soy de mano ligera, si lo fuera ya os habría puesto sobre mis rodillas hace mucho tiempo – Olga y Ernesto lo miraron incrédulos – el primer día que desayunamos juntos y os pusisteis a pelear en la mesa. Hablaros de esa manera, sois hermanos, y en la mesa, ¡Por dios, son simples buenos modales! – Simón se dio cuenta que se alejaba del tema – Lo que quiero decir es que a menos que hagáis algo serio de verdad todo va a continuar como hasta ahora…castigados sin salir, o ver tele, o sin paga o haciendo tareas. Puede que los castigue vuestra madre o lo haga yo, supongo que el que esté en ese momento, pero todo seguirá igual.
- Igual no – dijeron a la vez Olga y Ernesto
- Vale, igual no, porque ahora somos dos, ya no está vuestra madre sola. Pero vosotros tampoco tenéis a vuestra madre solo, ahora también podéis contar conmigo. Y me refiero a cualquier cosa, desde que os lleve algún sitio, como hasta ahora, hasta que os ayude con algo o simplemente hablar. Lo que sea.
- ¿Jugar a la play? – preguntó Victor
- Si me enseñas, por supuesto que si – dijo alegremente Simón, mientras Olga y Ernesto retorcían el hocico
- ¿Y cuando tengo que preocuparme por mi trasero? Has dicho que solo cuando seamos muy muy muy malos. Yo nunca lo soy, entonces no me pegarás nunca ¿Verdad? – dijo Victor muy curioso y Simón se rió
- Jejeje pues me parece que tu mismo te has respondido. Pero por ejemplo si nos mientes en algo importante, nos desobedeces después de que te hayamos prohibido algo expresamente o haces algo a pesar de que sabes que está muy mal y que ni mamá ni yo lo aprobamos entonces, entonces estaríamos hablando de algo más que una regañina ¿entiendes Victor?
- Creo que si
- Y vosotros dos – dijo poniéndose un poco más serio
- Si, vale – dijeron sin pizca de emoción
- ¿Alguna pregunta más? – dijo Simón y los tres callaron – en ese caso, Olga puedes volver a lo que estabas haciendo – y la chica se apresuró a salir de allí. Simón esperó a oír la puerta de la habitación cerrarse y se quedó mirando fijamente a Ernesto – Victor, jamás te heriré, ni a ti ni a tus hermanos. Tienes mi palabra – Victor sonrió y asintió con la cabeza – Y ahora quiero que te quedes ahí, voy a castigar a tu hermano – Ernesto abrió la boca para protestar pero Simón alzó un dedo para mandarlo a callar – y quiero que juzgues tu mismo si tenías motivos para estar tan asustado o no.
- ¿Vas a zurrarme delante de él? – dijo ofendidísimo, no por ser castigado sino por serlo delante de su hermano pequeño
- Si, es lo mínimo ¿no crees? Ya que te has dedicado todo este tiempo a atormentarlo, lo mejor es que vea con sus propios ojos lo que pasa cuando uno se porta muy muy muy mal – dijo y lo agarró por el brazo
- Para, Simón, no tiene puñetera gracia – Ernesto protestó
- Opino lo mismo, no tiene puñetera gracia atormentar de esa manera a tu hermanito de 9 años. Ya no me gusta que os habléis como os habláis, ni que estéis todo el día como gato y perro, pero que atormentes a tu hermano, eso si que no lo paso – y Simón sin soltarlo tiró para abajo del pantalón
- Simón, por favor no – intentó suplicarle, pero sabía que a Simón le había sentado fatal que lo utilizara para asustar a Victor
- Victor – ignorando las suplicas de Ernesto – cuando hagas algo tan feo como lo que ha hecho Ernesto, te pondré sobre mis rodillas – y Simón se sentó en la cama de Ernesto y puso a Ernesto sobre sus rodilla – y sobre tu trasero – dijo bajándole los calzoncillos hasta debajo de los muslos – te daré unas buenas nalgadas PLASS – Simón solo tenía intención de darle unos cuantos azotes a Ernesto lo justo para dejar patente su desagrado
- Aaaaaaaau ya, ya, ya quedó claro, vale ya déjalo – protestó Ernesto mientras Victor ni parpadeaba
- Y no serán las que tú digas, serán las que te merezcas, ni una más ni una menos PLASS PLASSPLASS PLASSPLASS PLASSPLASS PLASSPLASS PLASSPLASS PLASS PLASS PLASS – y dejó caer diez duras nalgadas, haciendo que Ernesto brincara sobre sus rodillas a cada palmada – Y cuando vea que has aprendido la lección PLASS PLASSPLASS PLASS PLASS PLASS – dejó caer 6 palmadas más – daré por acabado el castigo – dijo ayudando a levantarse a Ernesto y ayudándolo a subirse los pantalones – y todo estará perdonado – Ernesto rápidamente se limpió las lágrimas – ¿Te parece tan terrible como te lo habías imaginado?
- No – dijo Victor tímidamente, no es que le hiciera ni pizca de gracia eso de que le zurraran en el culo, pero después de todo el tipo de torturas que se había imaginado podía vivir con la idea de recibir unas nalgadas si se portaba muy muy muy mal. Además él no tenía intención de portarse tan mal como para que Simón tuviera que pegarle
- Aclarado todo, creo que ya no hay nada más que hablar aquí – Victor se mordió el labio pero asintió con la cabeza. Simón miró a Ernesto que le apartó la mirada. Respiró hondo y contó hasta 10 – ¿Ernesto? Creo que le debes una disculpa a tu hermano ¿no? – Ernesto lo fulminó con la mirada pero se disculpó con Victor
- Siento haberte tomado el pelo y haberte hecho creer que Simón quería golpearte bien duro – Ernesto sabía que se había pasado pero que le obligaran a disculparse le hacía sentirse como si tuviera 4 años. Victor aceptó las disculpas, pocas veces recibía disculpas de sus hermanos
- Y estoy seguro que tu hermano está tan arrepentido que va a hacer todas tus tareas en la casa esta semana – dijo con malicia Simón y Ernesto apretó fuerte la mandíbula para frenar todos los insultos que se le estaban cruzando por la cabeza en esos momentos – ¿verdad Ernesto?
- Sí, señor – dijo enfadado Ernesto, Simón le dio una palmadita en la espalda, a modo de “bien hecho”
- Bueno, pues entonces ya os dejo que acabéis los deberes de la escuela – dijo Simón con una sonrisita socarrona y salió de la habitación
Simón
le explicó a Lucia lo que había hablado con los chicos y ella le comentó que
estaba muy orgullosa de él, en poco tiempo había pillado perfectamente el
tranquillo a eso de ser padre. Ahora se sentía más tranquila sabiendo que los
chicos tenían a alguien que realmente se preocupaba por ellos si ella faltaba.
Antes del accidente Lucia siempre creyó que ella sola se bastaba para criar a
sus hijos, pero desde aquel día lo que le atormentaba era que sus hijos se
quedasen solos. Ahora sabía al 100 x 100 que no solo si a ella le pasaba algo
Simón estaría allí para sus hijos, sino que incluso estando ella, él también estaría.
Ernesto
en cuanto escuchó la puerta del dormitorio de Simón y su madre cerrarse se
acercó a su hermano y le dio una colleja por hacer que le zurrasen. Si el muy
idiota no hubiera llamado a Andrés y hubiera montado todo aquel drama Simón no
la habría tomado con él. Victor en vez devolverle el golpe como hacía siempre
se limitó a decirle que seguro que “papá” pensaba que pegarle era portarse muy
muy muy mal. Ernesto lo miró sin acabárselo de creer, su hermanito acababa de
amenazarlo con chivarse a papá. Era demasiada novedad para asimilar, Ernesto
solo se quedó boquiabierto parpadeando como un estúpido. Victor ahora no solo
estaba más tranquilo sino que sabía que ahora no solo podía contar con mamá para defenderse de sus
hermanos, ahora también tenía a un papá que le ayudaría.
Victor
creía que había encontrado un filón, sabía que si él se quejaba a Simón, Simón
castigaría a Ernesto sin cuestionarse mucho si era o no cierto. Porque Ernesto
siempre estaba buscándole las cosquillas a todo el mundo. Así que Victor tuvo a
Ernesto como sirviente un poco más de la semana que Simón le había castigado.
Con un simple “le diré a papá que” Ernesto apretaba la mandíbula y puños pero
hacía lo que Victor quería. En algún momento Se lo diré a Simón pasó a ser se
lo diré a papá y en algún momento pasó a ser “si se lo dices a Simón, te mato,
enano” a “si se lo dices a papá, te mato, enano”. Los chicos con el tiempo y
entre ellos ya no se referían a Simón como “Simón” sino como a papá. Y Victor
ya hacía tiempo que incluso lo llamaba a él directamente papá. Olga no tenía
problemas con llamarlo papá, cuando necesitaba algo de él. Y Ernesto solo le
llamaba papá con un tono irónico cuando le tocaba obedecer algo que no quería
hacer “sí, papá” y ese papá sabía a puro veneno. Pero aunque no quisiera
reconocerlo Ernesto ya hacía tiempo que veía a Simón como un padre y no solo
como la pareja de su madre.
- Venga, Victor, no seas capullo, no va a haber ningún crio de tu edad – Ernesto llevaba más de 10 minutos diciéndole a su hermano que no podía llevarlo esa tarde al cine
- Me da igual, yo quiero ir a verla
- Victor, te llevo la semana que viene, palabra
- No, quiero ir esta, la semana que viene ya la habrán visto todos los de mi clase
- Púes dile a papá que te lleve
- No puede, tiene que ir con Olga a no sé donde, ya le pregunté
- Púes pregúntale a la tía María
- Andrés sigue castigado – el niño tenía respuestas para todo
- Victor que solo vamos a estar mis amigos y yo, no puedo llevarte, hablaremos cosas de chicos mayores
- Si vais a hablar de las tetas de Marta Cergana, me da igual – Ernesto abrió mucho los ojos ese mocoso lo oía todo
- Pídeme otra cosa, anda – dijo ya Ernesto desesperado – te dejaré jugar tu primero a la play toda la semana
- No – dijo cruzándose de brazos – llévame al cine, estaré calladito, lo prometo. Ni te darás cuenta que estoy
- ¿Y si te llevo mañana? – ya no sabía que más decirle
- No
- ¿Pero porque no?
- Porque mañana dan la peli de la patrulla basura en la tele
- Oh, venga – dijo Ernesto rodando los ojos, era tan obvio que a Victor le importaba poco la película que solo quería ir con los chicos mayores al cine y así presumir ante sus amigos
- Si no me llevas le diré a papá que me pegaste
- ¡Pero no te he pegado! – protestó enfadado Ernesto porque sabía que creerían a su hermano
- Pero eso papá no lo sabe. Si no quieres que papá te pegue y te castigue sin cine me llevarás con vosotros – dijo muy gallito Victor pero Ernesto no dijo nada solo se quedo mirándolo fijamente – ¿Me llevarás? – preguntó de nuevo poniendo unos morros kilométricos, pero Ernesto no decía nada solo lo miraba fijamente – papá a la una, papá a las dos
- Y papá a la tres – dijo Simón justo detrás de Victor, haciendo que Victor diera un bote del susto
- ¿Papá? Me asustaste – dijo fingiendo inocencia
- ¿En serio? ¿Y qué hacíais para que te asustara?
- Nada – poniendo la cara de no haber roto un plato en su vida
- ¿Nada? – le preguntó a Ernesto y Ernesto puso cara de circunstancias pero no contestó. Ernesto sabía que su padre llevaba un buen rato en el salón y que había oído gran parte de la conversación
- Nada, solo hablábamos, Ernesto me va a llevar al cine esta tarde ¿Verdad Ernesto? – dijo clavándole la mirada a su hermano. Pero Ernesto no contestó, sabía que su hermano estaba cavando su propia tumba y no quería acompañarle en ese viaje
- No sé Victor, no veo yo a tu hermano muy entusiasmado con esa idea
- Eso es porque hoy le ha regañado la señorita en la escuela, pero si que… – la cara de Ernesto se transformó, el muy mocoso se estaba chivando de lo del cole en su propia cara
- Victor ¿Te acuerdas la conversación que tuvimos hace unas semanas? – Victor se hizo el despistado
- Sobre lo de ir a ese apartam…
- Corta el rollo Victor, ya llevo un buen rato aquí – le dijo Simón y Victor tragó saliva y dio una paso hacia atrás viendo que Simon le indicó con el dedo que se acercara. Victor negó con la cabeza, algo le decía que si iba no era para que lo felicitara – ¿Victor? – dijo alzando una ceja pero Victor ni se movió un milímetro. Simón respiró hondo y fue hacia Victor lo volteó rápidamente y encima del pantalón le dio 5 palmadas bastante duras – PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS la primera y la última vez que te pille chantajeando a uno de tus hermanos – le amonestó muy serio Simón, Victor sabía perfectamente que aquello no había sido una zurra sino solo una advertencia así que optó por mostrarse lo más arrepentido posible no fuera que su padre se lo pensara dos veces
- Snif snif lo siento papá, nunca más snif snif – le picaba un montón pero nada que en 10 minutos no se le hubiera pasado – lo juro
- ¡Ve a tu cuarto y no salgas a hasta que te llamemos para cenar !Ah!, y – le advirtió antes que saliera corriendo – jovencito, no hay nada de tele ni juegos para usted este fin de semana
- Peroooo, eso no es justo – Victor se enfurruñó con Simón
- Plass – Simón le dio una palmada pero esta vez en el muslo que fue lo primero que pudo alcanzar
- Ayyyyy ¿y esa porque? – Protestó Victor lloriqueando
- Por protestar aún sabiendo que te estás salido airosamente de esta. No solo estabas chantajeando a tu hermano con una mentira – remarco lo de mentira – sino que encima me ibas a mentir a mí en la cara ¿Aún crees que te estoy tratando injustamente, hijo?
- No – dijo rápidamente cubriéndose la retaguardia
- Pues a tu cuarto y no quiero oír ni una mosca en toda la tarde – Victor salió corriendo en ese instante lo más sabio era poner distancia entre su padre y su trasero. En cuanto Victor salió corriendo Ernesto empezó a caminar hacia la cocina – No tan rápido, hijo – le dijo Simón – ¿Qué es eso que la señorita te riñó? – Ernesto iba a matar a su hermano
- Nada, se lo ha inventado para meterme en líos – contestó rápidamente pero sin detener el paso
- Ernesto, no me des la espalada cuando te esté hablando, es de mala educación – Ernesto se dio la vuelta y miró a Simón incómodamente – te preguntaba que qué era eso de que te riñó la profesora – repitió una vez más Simón. Ernesto respiró hondo
- Me pilló pasándole una nota a un amigo, pero no fue nada, solo se la quedó y ya nos quedamos sin recreo – Ernesto se apresuró a informar a su padre que ya había sido condenado por ese delito
- Por favor Ernesto que ya tienes casi 15 años, para que te vayan riñendo por pasar notitas – dijo Simón negando con la cabeza – ¿Te he de dar ahora también unas palmaditas en el culete como a tu hermano? – dijo con un tono infantil
- No, señor – dijo un poco asustado
- Pues deja de comportarte como un párvulo ¿eh? ¿Tienes dinero para el cine? – Ernesto se sorprendió un poco que Simón lo dejara pasar con un simple reproche. Pero les había dicho que solo les zurraría si la cosa era grave, y pasar una nota no era un delito capital
- Sí, pero si me das, seguiré teniendo – dijo estudiando de reojo la reacción de Simón
- Jajaja pero que sinvergüenza estás hecho – Simón se llevó la mano a la billetera y le alargó un billete – ¿A qué sesión vais?
- Tranqui, vamos a la de las cinco, no necesito servicio de chofer.
- Muy bien, a las nueve en casa
- ¿Las nueve? Hoy es viernes, mañana ni pasado hay cole.
- Las diez y voy a recogerte yo – Ernesto se quedó un rato sopesando las opciones. Quería quedarse hasta más tarde pero no quería que su papá fuera a recogerlo eso posiblemente sería motivo de mofa
- ¿Nueve y media? – dijo Ernesto alargándole la mano como para cerrar un trato. Simón le sonrió y le estrechó la mano
- A las nueve – le repitió una vez más Simón elevando una ceja. Ese chico no se daba nunca por vencido y mira que sabía perfectamente que a las nueve como muy tarde debían estar en casa. Ernesto resopló pero no volvió a intentarlo. Sabía que si forzaba la cosa podía acabar castigado en casa en vez de ir al cine con sus amigos
- A las nueve – dijo de mala gana y cerraron en trato – No me extraña que seas rico a cagar, no pasas ni una.
- Jajajaja lo dice el tipo que lleva 20 pavos míos en el bolsillo – dijo Simón despeinándolo y tirando de él para achucharlo. Ernesto por primera vez en vez de zafarse se dejó achuchar un poco antes de salir corriendo hacia su habitación
Bueno Little, como siempre me tienes acostumbrada a una gran lectura, y este Jefecito es todo un Jefesote, jajajja.
ResponderEliminarPero que te digo, que Enrique se merecía esa paliza si, pero me dio cosita que fuera publica, no hay derecho... creo que el Jefe se paso un poco, jajajjaja.
Pero bueno.... igual me encanta
Un abrazo
Marambra
Me encanta esta familia.
ResponderEliminarEsta vez no estoy de acuerdo con marambra, se lo merecía, una pequeña victoria para quienes tenemos hermanos mayores, lo digo yo que me pase todo primero de primaria dando una terrible vuelta al patio cuando quería ir a comprar al kiosco todo para evitar la puerta del sótano de la escuela donde según mi hermano mayor había un esqueleto que las de limpieza escondían y alimentaban con niños, una historia totalmente incoherente pero yo tenia seis años y el doce, así que reafirmo se la tenia merecida y un Plasil para el jefe que ahora también es el papá con quien cuidarse jajaja, claro sin mentir que ya nos quedo claro el mensaje.
ResponderEliminarExcelente capi little
Gracias Little,entretenido como siempre .Me gusta enterarme el como los chicos cada vez van viendo mas naturalmente a Simón como su padre.
ResponderEliminarY sobra decir que me encanta la mentalidad de justicia y tino para tratar a los chicos que ha adquirido el "jefe" como padre primerizo.
Saludos y me encantará el leer mas de esta buenísima historia.
Keny.
Me encanta y concuerdo con Chani, Eernesto se lo merecia, confien en mi que tengo 8 hermanos mayores y no fue facil sobrevivir a eso jajajaja
ResponderEliminarTambién creo que Ernesto se mereciera el castigo publico... aun no tan publico en este caso, pero el mas pequeño tenia que saber de que iba todo eso de los castigos.
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