El Jefe “2”
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Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 30 de Enero del 2017.
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Segunda Temporada
Capítulo 4
Autora: Little Hoshi
Sobre las doce de la noche Simón se
desveló, el ruido en la cocina lo había despertado, se levantó para ver qué
narices trasteaba Eusebio en la cocina, pero recordó que apenas había cenado y
el chico era de comer, de comer mucho. Justo antes de ponerse las zapatillas
para salir de la habitación de Silvia donde el día anterior ella misma lo había
acomodado se detuvo. ¿Qué iba a hacer? ¿Prohibirle comer hasta el desayuno?
¿Decirle te lo dije? ¿Prepararle él mismo un emparedado? Todas aquellas
opciones eran ridículas e inmaduras.
Simón
se volvió a meter en la cama y comenzó a enviarle mensajitos a Lucia. No le
sorprendió que Lucia le contestara casi al instante, a ambos les costaba dormir
si él otro no estaba a su lado. Hablar con Lucia le ayudaba a poner las cosas
en su sitio. Ernesto llevaba algo de razón cuando decía que su padre a veces
podía resultar un poquito intenso. Y eso
que con los años se había relajado mucho. Pero ahora recordaba los primeros
años con los chicos, si que fueron duros, les costó a todos lo suyo adaptarse
los unos a los otros, pero ahora Simón no podía estar más feliz de tener la
familia que tenía y rezaba porque en un futuro no muy lejano Eusebio lo reconociera como a su padre y
poder pasar más tiempo con él.
Eusebio
se levantó sobre las doce, estaba muerto de hambre, apenas había cenado y por
la tarde no había merendado solo había comido pura comida basura y aquello no
lo saciaba lo más mínimo. Rebuscó en su mochila y en los cajones de su
escritorio para ver si encontraba algo para hincarle el diente. Pero tras la
sesión de limpieza del Sargento Pijeras no había quedado nada comestible en su
habitación, Eusebio se puso de muy mal
humor al recordar lo humitos con los que le había tratado aquella noche Simón.
¡Y en su propia casa! “De fuera vendrán
que de tu casa te echarán”, decía la abuela y ahora empezaba a entender la
frasecita de marras.
Eusebio
estaba enfadado y cuando se enfadaba le entraba hambre, bueno cuando se
enfadaba, cuando estaba triste, cuando se aburría… Eusebio disfrutaba comiendo
y no era para menos, toda su vida había vivido en casa de unos pasteleros… aparte
de tener acceso a todo tipo de dulces siempre comió platos bien ricos. Pero
desde que dejó la escuela de educación primaria que sus compañeros habían
empezado a meterse con sus kilitos de más. Así que en la escuela no hacía
alarde de su voraz apetito, solía devorar sus bocadillos a prisa y a
escondidas, como si fuera un delincuente perseguido por los Marshall. Y esa
costumbre de comer a escondidas la había trasladado a casa también, aún y
cuando ni sus abuelos ni su madre jamás le habían dicho nada sobre su peso o
sobre cuanto o lo que comía. Pero ahora su pequeña reserva de comida se había
esfumado, así que le tocaba ir a la cocina y ver que podía apañarse. Otra razón
para estar enfadado con Simón… Eusebio se preguntaba que carajos vio su madre
en aquel tipo tan estirado.
Eusebio
abrió la nevera y gustosamente la habría vaciado, pero era muy consciente que
si la vaciaba acababa en urgencias y lo último que quería es que ese tipo le
reprochara haber tenido que llevarlo a
urgencias, sobre todo porque unas horas antes le había dicho que no tenía más
hambre, asi que agarró un paquete de Frankfurt, una cuñita de queso holandés
que había pan y la misma lata de refresco que Simón le había quitado y había devuelto
a la nevera, de no ser porque Simón se la había
quitado no la habría agarrado, pero era como una especie de venganza o
desquite.
Eusebio
regresó a su habitación y después de acabarse su pequeño ágapes volvió a la
cama, pero entre que tenía el estomago lleno y que había tomado mucha cafeína
aquel día, no lograba volverse a quedar dormido. Así que tomó su teléfono le
puso los auriculares y se puso a jugar al jueguecito que llevaba locos a todos
los chicos de su escuela. No fue hasta que se quedó sin batería en el teléfono
que se dio cuenta de la hora que era, 06:23 minutos marcaba el maldito reloj.
Se había pasado la noche en blanco y era miércoles y los miércoles eran días
pesados porque no había ninguna asignatura que le gustara, además aún estaba Simón
allí y cuando llegara seguro que no le dejaba hacerse una siesta. No sin
hacerle un millón de preguntas.
Eusebio
resopló y se empezó a vestir, ni que
decir que Simón que se llevó una grata sorpresa cuando al ir a despertar al
niño lo encontró, lavado, vestido y preparado para la escuela. Quizás fuera un
poco “plasta” como decía Victor pero los resultados hablaban por él. Los niños
necesitan de rutinas, sino como las malas hiervas en los jardines se
descontrolan y arruinan todo.
Aquella
mañana si no le llamaron la atención 7 veces no se la llamaron ninguna. Pero es
que a Eusebio le era imposible mantener los ojos abiertos, en la clase de
matemáticas incluso llegó a roncar. Justo antes del recreo el profesor ya
molesto por la “falta de atención” de Eusebio lo mandó a la enfermería. Quizás
el chico estuviera incubando algo malo, pero conociendo a los chicos de esa
edad, lo más probable es que el niño se hubiera pasado la noche viendo la tele
o jugando algún jueguecito de la consola. El profesor de Eusebio no iba muy
desencaminado, Eusebio ni se quejó, solo
agarró su mochila y se arrastró hasta la enfermería, allí sin esperar a que el médico
llegara, se tumbó en una de las camillas y se durmió. Sobre la hora del
almuerzo el Doctor Cobos se cansó que la bella durmiente ocupara una de sus
camillas y lo despertó y lo echó de la enfermería, no sin antes amonestarle y
recordarle lo importante que era para el crecimiento dormir las horas
suficientes. Por su puesto, Eusebio siguió echándole la culpa a Simón de su mal
día.
- ¿Qué tal el día? – preguntó Simón tras abrirle la puerta del coche para que subiera
- Bien – musito Eusebio, se sentó, se puso el cinturón de seguridad y acto seguido se puso los auriculares para ignorar a Simón, Simón respiró hondo y contó muy lentamente hasta diez antes de ser un poco brusco y tirar del cable del auricular – Eyyyyyyy – protestó indignado Eusebio
- No soy un taxista, quítate eso – ordeno muy serio Simón, Eusebio le sostuvo la mirada un rato pero finalmente guardó los auriculares – Conversemos un poco – dijo y puso en marcha el coche
- ¿De qué? – le preguntó molesto Eusebio cruzándose de brazos
- Pues de lo que quieras
- No quiero hablar de nada
- Eusebio, por favor – casi le suplicaba – Al menos dime porque estás tan enfadado conmigo ¿Es porque ayer te pedí que adecentaras tu cuarto? – Eusebio debía reconocer que dicho así, en voz alta, sonaba estúpido
- No – dijo enfurruñado
- ¿Entonces?
- No sé. Porque si – dijo indeciso a pesar que le hubiera gustado sonar como un “1000 machos”
- ¿En serio, Eusebio? – apartó un segundo la mirada de la carretera para mira con incredulidad a su hijo – tu mismo. Pero estar enfadado con alguien conlleva mucho esfuerzo y consume mucha energía
- ¿Y yo no soy del tipo que se esfuerce, no? ¿Es eso? Yo solo soy un bueno para nada ¿no? – el había visto que Simon y Victor eran competitivos en cuando a deporte y el no estaba ni en la esquina de la plaza para dar una vuelta
- Eyyyyy ey, alto ahí, no he dicho nada de eso
- Da igual, no me importa lo que tú opines de mí
- Eusebio, hijo, no entendiste lo que quería decir, quería decir que estar enfadado con alguien es agotador, sin importar si eres un medallista olímpico o una ancianita – Simón respiró hondo de nuevo, como se parecía ese mocoso a Olga y eso que ni eran hermanos de sangre ni apenas se conocían – Pero si quieres estar enfadado conmigo, perfecto, ya te desenfadarás
- Estaré bien en cuanto te vayas – Eusebio no pudo evitar hacer ese comentario, en realidad era lo que venia sintiendo desde que lo conociera y volvió a agarrar los auriculares para ponerse, estaba harto
- Ni se te ocurra ponerte eso – le advirtió Simón muy serio y Eusebio vio de reojo como a Simón se le hinchaba la yugular como si estuviera a punto de reventar – Mira, Eusebio quizás estés enfadado conmigo, me encantaría que me dijeras porque para poder hablarlo y quizás así solucionarlo, pero si no quieres, pues vale, lo respeto. Pero lo que no voy a consentirte es que me trates así. Así que ya estás comportándote o voy a ser yo el que se enfade – Eusebio lo miró con desdén y puso una mueca de asco – Hijo, si yo me enfado te aseguro que vas a ver una faceta de tu padre que no te va a gustar ni mijita
- Como si hubiera alguna que me gustara – dijo sintiéndose muy orgulloso por su respuesta tan mordaz
- ¡Se acabó! Cuando lleguemos a casa directo a tu cuarto. Hoy nada de tele, juegos, ordenador, teléfonos o tebeos, ni nada… merendarás, harás los deberes, sacarás la basura, te ducharás, cenarás y a la cama
- ¡No puedes castigarme! – protestó ofendido
- O si que puedo jovencito.
- Se lo diré a mamá – dijo aunque no tenía intención alguna de decírselo a su madre
- Perfecto, yo mismo te marcaré el numero cuando lleguemos – ningún mocoso de 14 años no iba a marcarle un farol)
- Te odio – le gritó y se enfurruñó aún más. Ahí estaba el famoso “te odio” que había oído tantas veces cuando los chicos eran más pequeños; para el resto del viaje ambos prefirieron quedarse calladitos
El resto del viaje ambos prefirieron quedarse calladitos… Simón era muy consciente que apretar a Eusebio en ese momento no traería nada bueno y Eusebio solo quería que la tierra se abriera y se tragara a Simón y en cuanto llegaron a casa Eusebio saltó del coche, no esperó ni que Simón apagara el motor, era como si le fuera la vida en ello. Simón cerró los ojos y se quedó en el coche un rato… lo que duró el cigarrillo. Si iba en ese momento tras Eusebio iba a matarlo. Así que se tomó su tiempo. Eusebio entró en casa dando portazos, fue a la cocina agarró la bolsa de pan de molde, un sobre con chorizo loncheado, una bolsa grande de fritos unos alfajores de chocolate y una botella de Pepsi y subió a su habitación donde cerró la puerta de un portazo. Guardó su “merienda” en el armario con la ropa y se tiró a la cama a llorar. En ese momento se sentía la persona más desgraciada del mundo.
Simón
llamó a la puerta al cabo de 20 minutos. Pero no esperó a recibir respuesta
simplemente a continuación abrió la puerta. Lo que no se esperaba era
encontrase un cojinazo a modo de recibimiento. Simón no se lo esperaba y se lo
comió de pleno.
- Pero que…– tuvo que morderse la lengua para no decir ninguna palabrota delante del niño
- ¡Lárgate! ¡Vete! – gritó todo rojo de furia Eusebio – ¡Vuélvete a tu casa, yo no te quiero aquí! – eso estaba muy claro
- ¡Eusebio! – dijo Simón en un tono de voz que Eusebio no había oído en su vida, Simón no estaba chillando pero aún así sonaba aterrador y recogió las gafas del suelo que habían sufrido la peor parte del impacto y comprobó que el vidrio se había salido, gruñó enojado, eso ya era el colmo no solo tenía que aguantar esos malos modos y que le lanzaran cosas a la cara sino que ahora también tenía que ir a una óptica a que le arreglasen las gafas – ¿Qué narices pasa contigo? ¿Qué es eso de lanzar cosas a la gente? ¡No tienes tres años, tienes catorce! ¡Si estás enfadado, lo hablamos pero no se lanzan cosas!
- ¡Muérete! – le volvió a gritar y después se volvió a ocultar sobre la única almohada que aún le quedaba, porque el hecho que lo riñera como si fuera un niño pequeño lo enfurecía aún más
- Oh no jovencito, eso si que no, no soy de los que le gusten los dramas. Ahora mismo te lavas la cara y vamos al comedor a hablar como personitas sobre lo que – pero Simón no acabó la frase Eusebio le lanzó la almohada, esta vez pudo esquivarla, pero eso no fue algo que contara a favor de Eusebio – ¡Se acabó! – dijo Simón y se remangó las mangas. Cosa que Eusebio no vio porque seguía llorando con la cara hundida en la cama. Simón lo agarró del brazo y tiró de él para levantarlo. El chico pesaba lo suyo y él ya no era tan joven así que en cuanto estuvo de píe lo llevó hasta el escritorio, lo inclinó y empezó a descargar su mano en el trasero del chico – PLASS PLASS PLASS HE dicho que no se lanzan cosas a la gente PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS que si tienes un problema lo hablamos PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS
- Aaaaaaaaaaau aaaaah suéltame, suéltame, me estás pegando, se lo diré a mamá
- Oh no jovencito, no te estoy pegando, esto solo es el calentamiento – anuncio y buscó el botón del pantalón de Eusebio lo desabrochó y tiró de pantalones y calzoncillos a la vez hacia abajo
- Nooooooo ¿qué haces? ¡noooo! Suéltame, te voy a matar suéltame – Eusebio empezó a luchar con toda sus fuerzas por liberarse de Simón. No sabía porque narices le había desnudado pero había oído demasiado cosas en la tele y estaba en pánico
- PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS – Simón reanudó el castigo pero esta vez reprochando su actitud – Jovencito tu comportamiento de hoy es totalmente inaceptable PLASS PLASS PLASS Estoy seguro que tu madre te ha educado mejor
- Aaaaaaaaaaaau nooo no suelta auuuuuu tu no puedes Aauuuuuu – gritaba como loco, esto era totalmente extraterrestre para él
- ¿No? ¿Qué creías que me iba a quedar de brazos cruzados mientras el señorito se comporta como un animalito? – le reñía sin dejar de castigarlo – ¿Que iba a dejar que siguieras lanzándome cosas? ¡Rompiste mis lentes y me hiciste mucho daño!... Podías haberme hecho mucho más, podrías incluso haberme dejado ciego – si un poco de exageración no estaba tan mal, vamos que era un cojín no ena roca – ¡Y solo porque el señor estaba enfadado! PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS – dejó caer las siguientes palmadas sobre los muslos de su hijo, Eusebio que lo máximo que se había llevado eran 2 o 3 nalgadas en su vida. No sabía ni que sepudiera pegar en las piernas y por supuesto ni idea que dolía tanto
- Auuuuuuuuuuuuu noooo dueleeeeeeee – empezo a quejarse y querer meter la mano
- PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS Se acabaron las pataletas Eusebio. Y ya que estamos se acabaron las malas contestaciones PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS He sido muy paciente te he dado la oportunidad de arreglar sea lo que sea que te molesta de una forma pacífica y Madura – le dijo apartando las manos del chico que se habían soltado para volar al trasero – Y en vez de comportarte como un chico de 14 años has preferido comportarte como un mocoso de 4 años consentido y mal educado – y reanudo la paliza – PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS púes conmigo eso NO… PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS
- Aaaaaaaaaaaaaaau bwuaaaaaaaaaaaa bwuaaaaaaaaaa – Eusebio empezó a llorar desconsoladamente, aquella era la primera vez que le daban una zurra de verdad y pensaba que Simón iba a matarlo – nooo para, para, lo siento, lo siento bwuaaaaaaa, seré Bueno, lo juro bwuaaaaaaaaaaaaaaaa
- PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS – Simón rodó los ojos aquel chico era puro melodramatismo. ¿Sería por haber crecido solo con su madre y sus abuelos?, ¿o sería como Olga y estaría solo manipulándolo para que dejara de zurrarlo?... No podía saberlo y debía de reconocer muy a su pesar que apenas conocía a su hijo – ¿Te vas a comportar? PLASS
- Siiiiii bwuaaaaaaaaa
- ¿Vas a contarme que te pasa? ¿Porque estás así conmigo? PLASS PLASS
- Síii bwuaaa lo haré lo haré – decía desesperado brincando
- ¿Te disculparás como es debido? PLASS
- Sí, lo siento, snif lo siento mucho, snif lo siento de verdad
- ¿No más tirar cosas, ni dar portazos, ni salidas de tono? – preguntó una vez más Simón atento a la respuesta del niño que empezaba a tranquilizarse – PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS – y le dio 5 nalgadas más justo donde más duele, donde las nalgas se juntan con los muslos, Eusebio dio un brinquito y aun aullidito a cada palmada – Muy bien, te voy a dejar, cuando te hayas calmado vas y te lavas la cara y vas al salón y hablamos – Eusebio lo miró con horror
- ¡He dicho hablar, hijo! – lo tranquilizo, tampoco queria le tuviera miedo, eso era peor a que lo aborreciera, cerraría cualquier posibilidad de un acercamiento cariñoso – Y eso es lo que haremos, siempre que te comportes – aun así amenazo –Eusebio, si hubieras accedido a hablar cuando te lo pedí la primera vez, no te hubieras llevado ni este disgusto ni esta zurra – le reflexiono arreglándole el pelo – ¿ves ahora lo que quería decir con que estar enfadado no llevaba a nada Bueno?
- Me pegaste – fue lo primero que le salió de la boca ahora que ya había pasado todo
- Sí y tú me lanzaste no una, sino dos veces cosas a la cabeza, rompiste mis lentes y me hiciste daño. Por no mencionar que llevas desde ayer comportándote como un mocoso maleducado. Y todo porque te obligué a ordenar tu propia habitación ¿te das cuenta de lo estúpido que es todo? – Eusebio se volvió a enfurruñar al oír como Simón le decía que era un inmaduro y malcriado, pero no dijo nada porque le dolía demasiado el trasero como para replicar y porque todo lo que había dicho Simón era cierto– Pfffff – resopló Simón al ver que le niño volvía a poner cara de perro rabioso – Ve a lavarte la cara, tomate tu tiempo, porque cuando nos sentemos a hablar quiero tu mejor actitud ¿eh? – dijo Simón y se fue hacía la cocina a prepararse un café y algo que picar. Y ya de paso buscar por el teléfono la óptica más cercana
Cuando
Eusebio entró en el salón no es que fuera otro chico. Seguía con esa actitud de
desconfianza pero al menos ya no se le veía como si estuviera a punto de
saltarle al cuello en cualquier momento, fue Simón sobre todo quien habló.
Quería dejarle claro, que no estaba enfadado con él, solo que no podía dejar
que se comportara de aquella manera, eran sus actos lo que le disgustaba no él.
Eusebio
no estaba muy receptivo, Simón había llegado a SU casa creyéndose el jefe y
había empezado a mangonearlo desde el mismo instante que había puesto el píe en
casa. Y ahora encima le había zurrado, a él, a sus 14 años. ¿Pero quién narices
se creía que era?, solo porque hacía 14 años dejara embarazada a su madre no le
daba derecho a tratarlo así, nadie le había pedido su opinión cuando su madre
decidió criarlo solo y ahora que ya tenía 14 años y era mayor tampoco le habían
consultado cuando Simón decidió reaparecer en sus vidas y jugar a las casitas.
Además escuchar como Simón hablaba como si estuviera sacado de alguna de esas
series ñoñas del canal Disney le repateaba aún más. Aquella semana estaba
siendo una de las peores semanas de su vida. Eusebio deseó que no le dieran el
puesto de trabajo a su madre porque así no tendrían que irse y no tendría que
ver más de lo que ya veía a aquel
imbécil.
Simón,
era perro viejo, y sabía que el chico solo estaba sentado y escuchándolo porque
no quería ganarse otra zurra, pero en el fondo no estaba escuchando ni una
palabra de lo que le estaba diciendo. Y cuando fue el turno de Eusebio de
hablar, a penas dijo 4 frases y después se lo quedó mirando con cara de besugo.
Simón sintió algo de pena porque había puesto tantas expectativas en aquella
semana, esperaba realmente que sirviera para acercarse más a su hijo, y lo
único que se había acercado era aquel cojín a su cara y su mano al trasero del
chico.
- ¡Eusebio a cenar! – Simón abrió la puerta de la habitación de Eusebio para decirle que la cena estaba preparada, ya se había dado cuenta que el niño no solía ir cuando se le llamaba a menos que fuera personalmente a buscarlo
- No tengo hambre – dijo examinando con cuidado la reacción de Simón
- Eusebiooooo, tienes hambre, anda, levanta y vamos – Simón decidió no enfadarse y prefirió poner una sonrisa en la cara
- No, en serio. No tengo hambre – Eusebio le dijo esta vez sonando más firme, no quería estar con él
- ¿Cómo ayer? dijo tras respirar hondo y contar hasta diez – ¿como cuando a media noche te levantaste a comer?... Venga, mueve el culo
- ¡No sabía que no podía comer ni en mi casa! – dijo molesto de verdad
- Eusebio – lo miró muy fijamente – ¿Qué hemos hablado de esa actitud?, ¿tan pronto he de volver a tener que recordarte como se porta un chico de tu edad? – le dijo serio pero sin estar enfadado y Eusebio tragó saliva
- Pero es queeeee… no tengo hambre, de verdad, lo juro – dijo esta vez sin esa mala actitud que a Simón le crispaba los nervios, sino con desespero y Simón echó un vistazo a la papelera y vio todos los envoltorios de comida y la botella de 2 litros de Pepsi vacía. Simón gruñó y cerró los ojos, no quería volver a enfadarse con el niño, ya había habido demasiada acción aquella tarde, pero es que el chico parecía que lo buscaba
- Grrrr – gruñó de nuevo pero se pudo controlar las ganas de darle dos buenas nalgadas – Eusebio. No más bebidas con cafeína.
- Vale – dijo mirándolo sin entender nada, lo que sea por librarse
- Ni hoy ni mañana ni mientras haya escuela…
- ¿QUÉ? ¿PERO PORQUE? ¡SI YA ME CASTIGASTE! – alzó la voz olvidando momentáneamente que hacía una hora estaba recibiendo unas buenas nalgadas por perder los estribos
- Eusebio, baja la voz no tengo problemas de audición – le advirtió su padre – no te estoy castigando, pero no es bueno que bebas refrescos con cafeína, porque después no duermes por la noche y después pasa como hoy y te tienen que enviar a la enfermería porque te caes, literalmente, de sueño – Eusebio abrió mucho los ojos y la boca ¿lo sabía? – si, hijo, llamaron de la escuela, es lo que suelen hacer cuando uno de sus alumnos tiene que pasarse dos horas en la enfermería – Simón dio otro de sus largos suspiros. Eusebio se dio cuenta que su padre sabía que se perdió un par de clases y no había dicho nada, hasta ese momento… Su madre ya lo habría castigado y le habría caído una bronca del copón, pero Simón no había dicho nada hasta ese instante
- ¿Estás enfadado? – preguntó sin atreverse a mirarle a los ojos
- Contento no estoy. Pero una mala noche la hemos pasado todos – dijo en un tono más paternal que antes – ¿Pero entiendes porque no quiero que tomes más cafeína? Tienes que estar al 100 x 100 en la escuela, vas ahí a aprender ¿eh? – dijo y sonrió lo más dulcemente que pudo, quería dejar de jugar el papel de padre gruñón y ser el padre cariñoso que había intentado ser hasta entonces
- Supongo – dijo no muy seguro si estaba fuera de peligro del todo
- ¿Seguro que no tienes hambre? – y Simón sonrió de nuevo
- No mucha, pero supongo que algo comeré – dijo levantándose de la silla
- Ese es mi chico – dijo sonriéndole y pasándole el brazo por encima con cariño Eusebio se dio cuenta que aquella era la primera vez que su padre lo abrazaba y aunque seguía enfadado porque era un mandón y le había zurrado, tuvo que reconocer que estaba bien esa sensación que sentía en ese momento. Seguramente era lo que sentían sus compañeros cuando sus padres los felicitaban y los abrazaban al acabar el partido – Y no más comida basura entre horas ¿eh? – dijo despeinándolo, Eusebio resopló que poco había tardado en volver a ser un marimandón
- Pffff – resopló Eusebio)
- No resoples y tira para la cocina jajaja
- Pero si tu te pasas la vida resoplando – dijo Eusebio mirándolo aluciando porque también le regañara por eso
- Pero solo porque me dais motivos Jajajaja…
Y Simón se dio cuenta que eso era algo en que Eusebio y él se parecían, no era lo que le hubiera gustado, pero era la primera cosa en que se veía reflejado en su hijo. Y aquello de alguna manera le hizo sentirse orgulloso, aunque lo de resoplar no fuera para estar muy orgulloso precisamente.
Little........ EL JEFE CON LUCES DE NEON, no puede ser menos claro viniendo de ti, no sabes lo mucho que disfrute leyendote aun cuando me haya desvelado, pero es que leerte es sinonimo de relax mental aun cuando los ojos se cierren, estoy mas que dichosa de tenerte de vuelta y tener a Simon de nuevo mostrando las garras, jajajja
ResponderEliminarY ahora con un nuevo cachorro, y de paso sangre de su sangre, genial.
En espera de tu proxima entrega.
Marambra
Me encantó, me encantó. Quiero más capítulos!! Y quiero alguno donde Eusebio y Víctor se metan en problemas juntos. Y una cosa más, extraño mucho a Ernesto, es una pena que haya crecido
ResponderEliminarQue bueno que ya estes de vuelta y sobretodo que nos traigas la segunda temporada del jefe. Además de que la esperaba desde que termino la anterior xq la dejaste en un suspenso terrible, la malvada de marambra tiró la bomba del regreso en el grupo de whats ap y nos dejo comiéndonos las uñas.
ResponderEliminarMe encantó como se vino la historia!
Se las va a ver verde el jefe chocando en penca con el jefecito jauja
Me gustó mucho que sigas la historia
ResponderEliminarTERRY
Un placer volver a leerte Little Hoshi!
ResponderEliminar¡Que grato poder disfrutar de la continuación de tan buena historia!
Keny
Hermoso Little, Simon se merecia un hijo biologico
ResponderEliminarLittle que bien que volvieras yo soy una de tus mega fans!!!
ResponderEliminarY el jefe me gustó desde la primera temporada que bueno que ya esté de regreso ya con una segunda temporada y con chico nuevo!!
jajaja yo también extraño a Ernesto pero pues ya creció!!
Te quedaron increíbles los capis!!
Pero yo tengo una duda, dijiste que Simón ya tiene 70 AÑOS??
LittleHoshi:! En esta segunda temporada Simón tendrá unos 67 o 68 años... Hay que recordar que lo de la paternidad ya le pilló ya tarde con los chicos de Lucia y en esta temporada ya estàn creciditos. Ernesto, Olga ya no viven en casa y Víctor está a punto de acabar el instituto jajaja
ResponderEliminarLittle me encanta tu historia desde el primer capitulo o primer temporada me encanto tu familia, este padre no Biologico la supo hacer de padre en todo sentido con estos chicos y hoy que encuentra a un hijo propio creo que la sabrá llevar bastante bien :) espero la continuación pronto ;)
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