Los Th, una estirpe donde el amor es la medicina
Capítulo 18
Los caminos del Señor son
guiados por la Fe
Autora: Marambra
El corazón
le saltaba las sienes y no sabía ya donde buscar, era ya franca noche la que
pintaba el cielo y minuto que pasaba pesaba en el corazón, Miranda estaba con
el alma hecha jirones mirando la ventana de la sala clavada la vista a la calle
sorteando los pasos de regreso de su hijo menor, Lothar a su lado suspiraba
confundido y con los ojos hinchados y rojos, su padre y su hermano estaban en
el hospital, no tenía idea de lo que era lo que en realidad tenían ambos, y
ahora su tío no daba señales de vida, se sentía desamparado, no debió empujarlo,
por su culpa se marchó.
- ¿Dónde estás
hijo, dónde estás?… por Dios donde te metiste muchacho y porra – Mikel
golpeo con fuerza el volante de la movilidad, frustrado de haber pasado por
novena vez aquella calle buscando a su hijo
DONDE
ESTAS, DONDE ESTAS murmuraba Mikel manejando en las calles mojadas, la lluvia
seguía cayendo a cántaros, vaya día que se le dio por llover pensaba, pero eso
no lo detuvo… más bien lo empujo para salir en busca de Nathan a quien no
encontraba desde hace tres horas ya y empezaba a imaginarse lo peor, tres horas
que estuvo sentado en esa movilidad dando vueltas y vueltas, primero a la
Universidad, a casa de los amigos más cercanos, algunos parientes que no veía
hace mucho incluso, hospitales, policía, tránsito y no había respuesta, era demasiado
pronto para todo el mundo decir que algo le paso, al único lugar que NO fue a
buscarlo fue a la morgue de la ciudad, su corazón se negó en redondo solo
imaginar aquello, “bueno tuvo un
problema; es grande ya volverá, aún es pronto para imaginarse lo peor señor”
le había dicho una enfermera y luego un policía, pero para papá, era tarde, muy
tarde, ¡demasiado tarde!; inicialmente creyó que regresaría solo, que tenía que
enfriar la cabeza, pero habían pasado como 9 horas de lo sucedido y en ese
temporal y conociendo a su hijo temía que llegara a hacer una tontería mayor, y
al ver perdidas sus esperanzas, su fe lo rescato, esa fe que a veces los
varones pierden por alguna razón y sin darse cuenta empezó a rezar, a su modo
aquello era una oración cuajada de fervor.
- Por favor
Señor, que nada malo le haya pasado a mi muchacho – empezó
con el rostro adusto – es solo eso, un muchacho asustado, cuídamelo hasta que
yo lo encuentre, por favor; te prometo confesar todos mis pecados, los
cometidos y los por cometer, incluso los de pensamiento pero devuélvemelo sano
y salvo, por favor Dios, tú que eres padre como yo, y me los diste de regalo,
no me quites a ninguno todavía, no sin antes llegar a verlos tallados como
hombres de bien, tu sabes en tu gran sapiencia porque ocurren las cosas como
ocurren, no te cuestiono nada ni te reclamo, sé que nada en tus manos es azar,
nada en tus manos es coincidencia, pero por favor, por favor, te pido con toda mi pena y mi dolor más grande,
dame un señal de que me oyes y no me abandonas, ¿es acaso una lección de
humildad esta que me das?, yo creo que sí, si voy por ahí creyéndome la mayor
parte del tiempo un padre modelo sin saber del todo las inquietudes, los
miedos, los logros o las penas de mis hijos, que por más edad que tengan son
solo niños para mí, son mis niños, ponte en mi lugar SEÑOR, MI DIOS, en mi
lugar, en mi dolor, por favor, has que regresen ambos a mí, sobre todo mi Nat,
que estará ahí afuera asustado, aturdido o quizás algo malo le haya pasado ya y
yo sin saber, por favor te lo ruego, te lo ruego, te lo ruego con todo mi
corazón… TE PROMETO NO OLVIDARME DE TI… – apago el motor y apoyo su
cabeza al volante empezando a sollozar, un bocinazo lo hizo salir de sus
pensamientos y se obligó a alzar la miraba y avanzar, era Dios que lo empujaba
Sus
rezos fueron oídos, al girar la calle para esquivar la trancadera de autos que
regresaban a sus destinos originales, ahí, debajo del puente estaba Nathan,
temblando de frio sentado en una piedra, con el cuerpo húmedo y el pelo
revuelto, mirando la nada, Mikel apago el motor tras estacionar, se había
prestado la movilidad de su vecino… ¿la razón?, simple, creía que si iba a
buscarlo con el propio automóvil, el chico podría asustarse y volver a huir,
porque aquello era una huida, desorganizada pero huida al fin, sin un plan, sin
un fin, sin un destino fijo más que el que marcaba el miedo y el pánico
original.
Camino
despacio sin hacer sonar la nada como caminando para subir las gradas del
puente aquel, observando a su hijo cuyo rostro pálido daba más miedo que pena,
tenía la mirada perdida clavada en un punto fijo ajeno a la realidad, la ropa
chorreaba agua, estaba con tan delgada camisita de manga corta, los calzados
llenos de barro como los botapies del chango, inexpresivo, lo único que movía
de rato en rato era su mano para pasarla sobre la mata de su pelo mojado; y
Nathan no se percató de nada hasta que papá lo sujeto del hombro y acerco el
rostro mojado del chico a su pecho para abrazarlo con asfixia y desesperación
murmurando en voz alta sin sentir vergüenza alguna de que lo oigan pero con la
liviandad de alguien que sabe que sus ruegos fueron escuchados.
- Gracias SEÑOR,
gracias – aquello era un bálsamo para él, su suplica
acababa de ser escuchada
- Papá… papá, ¡soy
un asesino! – empezó a llorar sobre el pecho de su
padre queriendo escapar, soltarse de ese gran abrazo reconfortante que había
estado anhelando tanto, el abrazo mullido de papá, de ese papá agobiado que no
lo dejo pararse de aquella grada, no quería que vuelva a huir, lo mantuvo
sentado, y lo apretó hacia sí, mientras besaba su cabeza mojada, mientras el
calor de su cuerpo confortaba la frialdad de la piel de su niño grande
- Shuuuu,
shuuuu, que dices Nathan, estás hablando tonterías, Ethan está fuera de peligro
cariño, no ha pasado nada a más de un susto, cálmate – siguió
con él ahí, se quitó la ropa abrigada que llevaba y le quito la delgada camisa
a su hijo para que entre en calor con sus prendas de vestir, y fue acariciando
su espalda, y su nuca, besando su rostro hoy mojado de llanto y lluvia como
cuando era un niño pequeño y hacia alguna travesura y por escapar de la mano de
mamá o de papá se escondía debajo de la lavandería del caserón donde vivían y
ahí siempre, siempre lo pillaban sea su padre o su hermano, el hermano que hoy
está en el hospital en coma ajeno a lo que sucedía a su alrededor
Nathan
empezó a estornudar con fuerza varias veces, rompiendo el delgado hilo de aquel
sublime momento, el hechizo del reencuentro; papá no hubiese querido nunca
desprenderlo de su pecho ni dejar de abrazarlo, ¿en qué momento creció?, amaba
tanto a su pequeño ahora no tan pequeño, pero sin tan vulnerable o más de lo
habitual… se esforzó en sonreír para dar peso a sus palabras, fue titánico el
esfuerzo, ¿cómo decirle la verdad?, ¿cómo puede un padre decir que uno de sus
hijos está en grave peligro por las acciones erradas de otro sin que eso pese
como una mole y aplaste lo poco que queda de ese ser amado que sufre de por si
al saberse autor de aquello que aqueja?, era imposible hacer aquello, Mikel no
podía simplemente decirle la verdad, ahora tenía que ser padre con todas sus
letras para Nathan, el hijo que estaba consciente de sus actos.
- Ya te pesco el resfrío cariño, vamos a casa, mamá estará esperándonos
Y
sin decir más y sin poder mirarle a los ojos de la pena que llevaba encima,
empujo suavemente a su hijo hacia el interior de la movilidad y emprendieron
camino a casa acompañados del silencio tan asfixiante que los envolvía.
Nathan
divagaba en sus pensamientos, ahí estaba ahora sentado al lado de su padre,
Mikel tenía el rostro sufrido, no podía ser ciego ante eso, ¿cómo estaría
realmente Ethan?, no pudo preguntar nada, quería hacerlo, cerciorarse que su
padre no mentía, si hablaba el detectaría la voz, pero no se atrevió a
interrumpir el mar de pensamientos y emociones que cruzaban la frente de su
progenitor, no quiso hacerlo porque en el fondo sabía que papá le dijo una
pequeña gran mentira para que él no sufriera más y se lo agradeció y como si su
padre adivinara sus conflictos se dio la vuelta en un semáforo, aparco la
movilidad y agarrando el rostro de Nat del mentón y cerrando la puerta de la
movilidad por dentro desde el mando a control central y regalándole una sonrisa
con fondo triste pero resuelto y suspirando hondamente le dijo.
- Sabes que te amo ¿verdad?, lo sabes ¿no es cierto?
- Si papá – contesto
en un susurro removiéndose en el asiento
- Bien – murmuro
papá callándose unos segundos antes de continuar como ordenando sus ideas – confía en mi
entonces hijo, si yo te digo que no pasó nada, aun cuando tu creas que es lo
contrario solo hazlo ¿sí?, tu hermano está bien, está fuera de peligro
- ¿Cómo lo sabes exactamente?
- No lo sé, no
lo sé con certeza, no voy a mentirte Nathan, es algo que simplemente lo sé por
instinto, es mi corazón de padre, ya te dije, cuando tú seas papá lo
entenderás, ahora quita esa cara fúnebre, ¿sí? y prepara una buena excusa hijo
para tu madre, que está con el corazón hecho un puñete por ti – le
volvió a besar la frente mientras Nathan aplazaba aquel dolor momentáneamente,
se sentía bien estando con su padre, mejor creerle a él que a sus miedos, pero
otro temor lo asalto, ¡MAMÁ!... le había pegado un puñetazo a su madre
- Le di un
puñete a mi madre, le falte el respeto – se separó
del abrazo de su papá y lo miro fijamente aguantando la mirada con humildad,
pero con un temor terrible, el miedo de haber hecho lo que justamente hizo,
faltar el respeto de la peor manera a un padre –
no puedo ir a casa papá, no tengo el valor de mirarle a la cara, no
después de lo que paso – musito agarrando su cabeza entre las manos,
su actitud fue tan de niño chico, subió las piernas al asiento y apoyo ahí sus
codos, en sus rodillas, y miraba el suelo del auto y sin embargo su agobio y su
vergüenza eran de un adulto en sus cabales, como sus palabras expresadas en voz
alta
- Bueno, eso lo
deberás arreglar con ella hijo y sabes que lo mínimo es una disculpa para
empezar ¿verdad? – le acaricio el cabello y dio por zanjada
la conversación, contesto el teléfono pero no se oía nada desde el otro lado de
la línea, pero sabía que era Miranda – Mejor vámonos ya, mamá está desesperada
Condujo
el largo techo que aún quedaba, ambos sumidos en sus pensamientos, Mikel miraba
de rato en rato a Nathan; había estado tanto rato buscándolo en las calles,
inicialmente furioso con ganas de calcarle la mano en el poto por todo lo que
paso, pero al no tener señales de él empezó a temer por su hijo y sus
imprudentes actos, aún faltaba pulir algunas cosas en su carácter, y la
impulsividad era una de ellas pensó, y cuando lo vio desvalido en aquel puente,
perdido en sí, toda su rabia inicial y su miedo se esfumaron y solo deseo con
el corazón ampararlo y borrarle la pena que seguro tenia encima, pero otra cosa
era Miranda, minuto a minuto que pasaba sin saber de él, y pasando de la pena y
el miedo al enojo total, estaba más que decidida darle una buena paliza a su
hijo por huir, a ella no le importaba que hubiese saltado como un personaje de
lucha libre sobre su hermano mayor y lo mandara a la lona, ni que le hubiese a
ella dado aquel puñetazo apoteósico en la nariz casi fracturándosela cuando
ella se puso entre Ethan y él… había sido un accidente de todos modos, no era
un golpe dirigido a ella conscientemente, para ella esos eran detalles nimios,
lo que no le perdonaría es tenerlo fuera de su alcance, fuera de su abrazo y su
protección, negarles el derecho de confortarlo y limpiar sus miedos, los reales
y los imaginarios tras semejante actitud en el hospital, el dejarla a ella con
el teléfono en la mano y no darle la gana de contestar, huir de ellos,
preocuparlos más de la cuenta cuando sabía que ella no soportaba no saber de él.
Ya sabía que estaba viniendo con Mikel, aun cuando ellos no pudieron oírla, ella los oyó perfectamente y supo que su hijo estaba con su padre, y eso le lleno de una furia y amor entrelazados que le haría saber a su hijo cuanto de enojada estaba y cuanto amor le tenía pero a correazo limpio, de eso no se salvaría, ya luego en su lecho, podría mimarlo y confortarlo como siempre lo hacía, pero esta, era una deuda que se cobraría con caros intereses y lo hizo nada más el chico cruzar la puerta de la vivienda por dentro, Miranda prendió la luz y mando a Lothar a su habitación con la orden de no bajar pase lo que pase, oiga lo que oiga, Mikel abrió la puerta y empujo suavemente a su hijo, sabía que Nathan estaba ya no de los nervios a punto de quebrarse, estaba atormentado ahora de dar la cara a uno de los grandes conflictos que tenía, su MADRE…
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