El precio de una dulce infancia
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Dulce infancia o ¿no?
Autor: Arthur Maya
¡Atención!
Querido y estimado Lector (a), les
ruego de la manera más atenta recuerden y tomen muy en cuenta, que está es una
historia con contenido adulto y por ende como en este capítulo y en muchos
capítulos venideros se encontrarán con escenas de carácter bastante fuerte y
con temas de mucha discreción, por favor ten muy en cuenta que esto solo es
parte de la trama, jamás y hago gran énfasis en "jamás", será mi
intención alentar ni fomentar a nadie a que repita o se inspire en mi obra para
realizar cualquier acto fuera de lo legal y moral, para mi toda vida es valiosa
e inviolable, mi texto sólo está meramente para entretenerte y tal vez con gran
suerte, para que puedas tomar algo bueno de él. Sin más les brindó un afectuoso
saludo y una disculpa por interponerme en lo que espero sea una grata
lectura.
- Uff… carajo ca-casi me ven… perdón de-denme un mo-men-to… bien ya lo siento, necesitaba un poco de aire, Okey primero que nada ¿cómo han estado estos días?...
Sin
respuesta otra vez ¿eh? no importa supongo que tal vez con un poco más de
tiempo, bueno por mi parte debo pedirles una disculpa por ser tan cortante e
irme sin decir más nada, fue muy grosero no decirles adiós siquiera, pero es
que ando tan liado por tantas cosas que… umm no importa igual no me entenderían…
¿Saben?,
hoy que estaba dirigiendo a los chicos para hacer un par de cosas que eran
bastantes necesarias, de la nada Armando llegó a mis espaldas se hinco, me
abrazó fuerte y me dijo que aunque le encantaría tener de vuelta a su risueño
chiquitín, él siempre estaría para mí no importaba como fuera yo, o qué pasará; jamás dejaría de ser para él su chiquito, ni
lo más importante en su vida, y yo… yo no supe qué contestarle, de hecho no le
contesté nada aún, cuando le vi sollozar mientras me apartaba de él, no, no es
que no me gustará su abrazo se sintió rico, verdad de Dios que quería quedarme
allí para siempre pero no puedo, hay demasiado en qué pensar y aún más por
hacer, necesito priorizar las cosas y ser un nene mimado y chillón no está
entre ellas.
Cada
vez hay más niños en el campamento "Dulce
estrella" y los mayores no se dan abasto con tantos pequeños, sin
mencionar los problemas que tienen entre ellos y ¡carajo que mierda está todo
ésto!... perdón, perdón no le digan Armando que dije palabrotas por favor se va
a enojar conmigo y yo, yo ya no se ni que decir…
Lo
sé, estoy hecho un lío y no me aguanto ni yo sólo, pero descuiden estaré bien
asi me pongo siempre que me aguanto las ganas de llorar… mira tu cara seguro y
te sorprende ¿verdad?... aunque no lo creas cuando era pequeño, bueno más
pequeño que ahorita no lloraba... o vamos lo digo en serio desde lo que me
obligaron a hacerle a Santiago y hasta el "regaló de Padre" hacerme
llorar era como ver caer nieve en el desierto… lo sé, lo sé con lo chillón que
soy ahora parece de locos lo que te digo, pero es la verdad… ¿sigues sin
creerme?, no importa con lo que te contaré hoy tal vez me llegues a creer o por
lo menos a entenderme un poquito más.
Oh
por cierto hoy no pude traer a Dante conmigo, mi buen amigo se ha quedado para
despistar a Armando y a Jerry, ellos piensan que sin Dante yo no me atrevo a
salir a ningún lado y aunque en otras circunstancias sería justo como lo han
pensado tenía que venir a verlos de sí o sí… espero lo valoren pues escapar de
los chicos no es nada fácil, les juro que cada vez más me quieren tratar como
si fuera un bebé, sobre todo Armando que no me ha querido dejar solo ni para
hacer popo, literal no sé qué le pasa, bueno… sí sé, él está bastante
preocupado por cómo me he comportado desde que empezamos todo esto, pero no soy
un bebé puedo cuidarme solito, digo solo ¡ah como sea! ya fue mucha plática
mejor empecemos ¿va?
Aquél
día en que mi infancia volvió a mí lo hizo como un cubetazo de agua helada o
bueno más bien caliente y amarilla. Quería correr, gritar, destruir algo y en
cambio me estaba haciendo del baño frente a niños que apenas si conocía. Nunca
me dieron ganas de ir a orinar ni nada, solo sentí como mi calzoncillo
entrenador se hinchaba con pipí sin que yo lo pudiera detener.
Mi
mente rondaba en esa misma mañana en que Padre me mandó a hablar antes de
empezar la misión. Aquella mañana mi conciencia, la poca que se negaba a morir
pese a todo se había encargado de brindarme otra vez la misma pesadilla que me
atormentaba desde la muerte de Emilia y el pequeño Anthony.
Estaba
desnudo al filo de la cama jadeando por un poco de aire, tenía la piel erizada,
la boca amarga y en los oídos impreso los grotescos chillidos de aquellos
cerdos buscando su turnó con el pequeño Tonino que entre desgarradores gritos
pedía por su mami.
Me
levanté tambaleante con la mano en la boca y di un par de pasos presurosos
antes de caer en cuclillas y vomitar. Quería llorar por segunda vez en años,
pero me negaba hacerlo, él me creía su amigo, su hermanito y yo solo fui un
cobarde, un Judas que no merecía desahogar el peso de la culpa, del engaño… de
la muerte.
Me
levanté y seguí mi andar a trompicones. Aún me faltaba el aire, pero me las arregle
para llegar hasta el baño. La cabeza me punzaba de dolor, todo se veía borroso,
lejano, irreal… como si ese pedacito de mi vida fuera un mal sueño de esos de
los que uno siempre quiere despertar.
Abrí
la llave del agua caliente y el vapor no tardó mucho en llenar el lugar. Metí
la mano, luego el brazo y con un paso tambaleante todo el cuerpo sintiendo el
escozor en la piel. por una ducha caliente, tan caliente como para quemar la
piel. Me talle la cara, los brazos, las manos una y otra vez queriéndome quitar
la sensación de la sangre de Emilia escurriéndome por el cuerpo.
Salí
del baño, con la piel al rojo vivo y en algunas partes del cuerpo incluso sin
ella, lastimada por mis vanos esfuerzos de quitarme el peso de la sangre que
tanto le llegó a costar a mi vida.
Caminé
hasta la cama con una pequeña toalla que envolvía casi por completó mi cuerpo.
Al soltarla y quedar desnudo subí con cierta dificultad al filo de la cama,
donde observe todas las pertenencias que me habían acompañado a largo de mi vida,
no eran muchas, en realidad un par de muebles casi vacíos que a diferencia de
la cama estaban bien adecuados para mi corta estatura, un amplio espejo tapado
con un manto oscuro y un baúl de juguetes, lugar donde guardaba los trofeos que
le robe o arrebate a las víctimas de mis engaños.
Los
objetos eran diversos y variopintos, tenía desde un simple labial color carmín,
que siempre le gustaba usar a su antiguo dueño, un hombre travesti que dejaba
sus labios pintados en cada una de sus víctimas antes de torturarlas hasta la
muerte. De él recibí uno de los besos más repugnantes en mi vida antes de
rebanarle los labios de tajo sin los cuales me suplicó por su muerte mientras
yo me divertía con él y reía de sus lamentos.
También
tenía un exuberante cáliz hecho de oro y joyas preciosas. Perteneció a cierto
miembro importante de una religión conocida a lo largo del mundo. El muy cerdo
disfrutaba del aroma que desprendían niños inocentes, de los cuales abusaba
después de darles un pequeño sorbo de veneno en el mismo cáliz que le arrebate
después de hacerle beber una copiosa cantidad de su preciado brebaje.
Una
daga consagrada de símbolos desconocidos que en mi vida pude descifrar, ésta
perteneció a un líder de culto que con gran fervor abría el vientre de las
madres por dar a luz antes de ofrecer el fruto arrebatado entre lágrimas y
sangre a un antiguo demonio llamado Moloch, casi fue un placer arrancarle pieza
a pieza cada extremidad con su propio cuchillo.
De
allí le seguían una vara, una biblia, fotografías, una pipa y un vestido de
novia entre otras cosas, cada una de ellas había pertenecido a un monstruo
diferente todos muertos por la mordida de la Bestia en que Padre me había
convertido.
Pero
los objetos que más atesoraba y me avergonzaba tener en ese triste baúl, eran
los juguetes que niños como el pequeño Martin o Antony me obsequiaron con una
cálida sonrisa. Una pistola de juguete y un pequeño cohete eran los preciosos
tesoros que traían a mi memoria, la dulce voz infantil de aquellas inocentes
criaturas que en un simple regalo me confiaron su infinita bondad, solo para
que yo les apuñalara por la espalda.
Fatigado
por la inquietante forma que mi conciencia tenía para hacerme saber que aún
guardaba rastros de humanidad, volteé por inercia a ver el reloj esperando
tener un poco de tiempo para descansar, cuatro treinta y siete de la mañana, ya
casi hora de empezar con la misión, pero aún podía dormir dos horas más y con
suerte no sentirme peor que con una terrible resaca, o por lo menos eso pensé.
El
alba aún no llegaba a ese día y Lucía ya estaba queriendo derribar la puerta
con sus irascibles golpeteos.
- ¡Demian!, ¡¡Demian!! maldito adefesio, sé que me escuchas,
responde – gritaba furiosa entre otras tantas cosas que
decidí ignorar por completo tras la puerta de mi habitación – ¡Abre la puerta asqueroso animal!, tengo órdenes del amo
y si… – su voz se detuvo al escuchar cómo le abría la
puerta. Ella volteó hacía abajo para encontrarse con mi pequeña figura. Me miró
como quien viera mierda en su plato antes de dejar caer un paquete perfumado – El
amo quiere verte – hizo saber las intenciones de Padre con su
mano en la cintura y una mirada que mi actual yo lloraría de solo mirar – en el paquete encontrarás lo necesario para tu misión,
vístete con ello antes de verlo, él así lo ha ordenado – puntualizó la encomienda con marcado disgusto
en su voz antes de darme la espalda y llevarse de la mano al pequeño Leo que
inocente me deseó buena suerte en mi misión antes de seguir en una pequeña
carrera a su madre.
Abrí
el oloroso paquete a Colonia infantil y tomé la ridícula ropa que se me había
asignado para la misión no sin evitar verla con total desagrado. Una playera y
un short con horribles dibujos de cachorros, un par de tenis con luces brillantes
a los lados y un pequeño calzoncillo entrenador eran mi nuevo conjunto para la
misión, uno tan ridículo e infantil que estaba seguro que hasta un nene menor a
mí sentiría cierta vergüenza de utilizarlo.
Vestirme
con eso fue por completo humillante, sobre todo el pequeño pañal que aunque se
colocaba como un simple calzoncillo, tenerlo pegado a mi culo y a mis partes me
pareció de lo más desagradable aún, cuando podía notar lo suave y cómodo del
material.
Humillado
y derrotado, abandoné la habitación con el estómago revuelto y empecé a caminar
por el amplio pasillo. Sus silenciosas paredes de rojo cobrizo apenas bañadas
en luz por pequeñas farolas, junto a su piso de negro marfil gritaban mis
cortos pasos en un andar condenado a la miseria. Tenía la espalda tensada, las
manos sudadas y una enorme incertidumbre alojada en el pecho: pues con Padre,
lo único seguro eran esos momentos erráticos en los que podía pasar cualquier
cosa.
A
casi nada de llegar a la oficina de Padre me tope con el mismo espejo en que él
se contemplaba bebiendo su primera copa cada mañana, y aunque estuve a punto de
pasar de largo cómo siempre había hecho con cualquier otra superficie que me
reflejará, no pude evitar voltear a ver en apenas un parpadeo lo miserable que
me veía: El ligero abultado bajo mi atuendo infantil, sumado a lo pequeño que
era mi cuerpo y su carita triste no era otra imagen que la de un pobre nene de
kinder haciendo pucheros a nada de llorar.
¿Por qué tenía que hacer todo esto
siendo tan pequeño? ¿Por qué habiendo tantos otros niños? ¿Por qué precisamente
yo?, me cuestioné por primera vez en mi vida. Y una lágrima
rodó por mí rostro. Por qué ese es tu destino, me respondieron las tajantes palabras de
Padre haciendo eco en mi cabeza.
Limpié
aquella lágrima fugitiva y seguí mi andar como poseso sintiéndome preso de mi
propio cuerpo. Llegué hasta una gruesa puerta de ébano oscuro que yacía con los
infantiles rostros de niños anteriores a mí, congestionados de dolor y locura
ardiendo impotentes en un mar de llamas oscuras y sobre ellos se alzaba la
regia figura de Padre con su quijada extendida devorando sus lamentos.
Con
un gran suspiro y las enormes ganas de salir corriendo lejos, muy lejos de allí
me paré de puntitas y con el brazo estirado toqué el interruptor que abrió
ambas puertas al pedacito de infierno que tenía Padre por oficina. Aún no
entraba siquiera y mi nariz ya notaba ese peculiar aroma a rosas, madera y
cenizas, que siempre acompañaba a Padre.
¿Alguna
vez han caminado directo a un profundo precipicio aún, sabiendo que van a
caer?... ¿No? Pues yo sí y les puedo asegurar que gustoso caería otra vez
abrazado del pequeño Martín y su madre, con tal de no dar ese paso vacilante,
que junto a un temor indescriptible me separaban de cruzar el umbral a la
habitación en la que Padre pasó cada una de las mañanas desde que llegamos a
ese país.
Estaba
por entrar con la persona que más amaba y odiaba en el mundo y… yo… yo… perdón,
es que aún me cuesta mucho ¿saben?, pensar en él me hace sentir tantas cosas
que no sé ni cómo explicarme y menos aún cuál fue la razón que me orillo a
entrar aquel lugar.
Los
deformes muebles de piel y hueso, las pequeñas manos agarrados a los cráneos
que le servían de tarros, tazas y jarras junto a los muchos cuadros que me
había hecho pintar Padre, de aquel hombre de alta estatura, mirada profunda y
cabellera oscura, siempre eran la primera vista hacia el amplio escritorio que
no era sino una grotesca pieza de madera y acero adornada con los esqueletos de
sus enemigos, amigos, amantes, coronado
por el cráneo de su madre bañado en oró blanco y engastado a los extremos de
cada lado con todos los ojos de aquellos a quienes Padre había llamado alguna
vez hijo.
Padre
estaba de espaldas sentado a su sillón, un antiguo mueble que alguna vez sirvió
de trono para un reino… un reino ya perdido. Se levantó y su profunda voz
entonó el inicio de mi martirio.
- Demian ven a mí
– ordenó
con voz tranquila pero imponente y yo marché cómo quien camina directo a su
muerte. Me acerqué hasta la distancia que a él le gustaba mantener lejos de mí.
- Padre tu hijo se postra ante ti – me
hinque mirando al suelo, con la mano hecha puño en el pecho y con la voz más
solemne que me permito mi vocecita infantil recite de memoria – con su corazón y su alma a tus pies – declare seguidamente, ante lo más importante
e imponente que estuvo en mi vida, escondiendo mi miedo en lo más recóndito de
mi ser, seguido de un silencio mutuo de apenas unos segundos que cayeron sobre
mí con un peso desquiciante.
- Párate hijo mío y acércate a mí, mírame a los ojos y dime que me
amas – ordenó
con voz tranquila, mientras a mí se me derrumba el mundo. Era la primera vez
que me encomendaba algo igual, jamás había tenido permitido verle, mucho menos
mirarle a la cara, cuanto menos escuchar de él nada que tuviera que ver con el
amor. Mi corazón se contrajo por el miedo, sabía con certeza que algo horrible
iba a pasar y aun así mi cuerpo siguió su orden nada más escucharle.
Levante
la mirada más allá de los zapatos recorriendo por primera vez el cuerpo entero
de Padre, estaba vestido con un traje de corte italiano hecho a la medida y
rematado con pequeños metales preciosos. En su izquierda llevaba un inusual
anillo negro en forma de demonio símbolo absoluto de la familia Vurietry y en
la derecha su usual copa medio vacía de aquellos líquidos vitales y creadores
de nueva vida que le gustaba arrebatarle a niños pequeños y jovencitos
vírgenes.
Subí
más la mirada, seguro de encontrar una cara con facciones tan abominables como
los actos atroces que había perpetuado a lo largo de mi vida, pero en cambio
encontré delicados labios color durazno acentuados en un ligero rojo carmesí
idéntico a la gruesa gota de sangre infantil mezclada con la simiente que
escapaba de la comisura de su boca, donde cada parte de mi ser imploraba dejar
de lado mi cometido por ver la cara de mi propio Padre.
Grande
fue mi sorpresa al no ver, los enormes colmillos en su boca con los que hacía
sangrar mi carne, al no encontrar los retorcidos cuernos con los que imaginaba
me perforaba las entrañas en medio de gritos, golpes y caricias, ni ver los
ojos de carbón al rojo vivo que me había prohibido mirar y muy seguramente
olvidar.
No…
Padre no tenía nada de eso, su cara no era el diabólico rostro que mi miedo le
había dado a raíz de tanto tormento, en cambio puede apreciar el hermoso rostro
de un joven hombre de rasgos agraciados no mayor a los veinte años.
Su
piel color del durazno, de mentón afilado boca pequeña y labios carnosos pero
refinados, junto a su respingada nariz y pómulos de un cálido rosado acentuaba
cierto porte griego bajó los ojos de un azul profundo y brillante coronado por
largas pestañas y tupida ceja color del alba a juego con la frondosa melena
ondulada que descansaba sobre gruesos hombros en un porte que de alguna forma
me recordó a los antiguos héroes de homero.
A
mis ojos Padre era hermoso… ¡casi divino!
Y
aquello me arrebató el aliento y todo atisbo de valor, me aterró tanto que el
pañal en mis nalgas dejó de ser un simple adorno. En ese momento caí en la
certeza que sólo un verdadero Demonio podía mantener esa figura con los años
que gritaban su vileza.
¡Debía huir!, ni siquiera la Bestia que
guardaba mi sangre se podía enfrentar a ese hermoso Demonio, pero no pude
moverme. Dios sabe que en verdad lo intente, pero Padre… su voz… sus ojos me
tenían preso, condenado a seguir cada locura que él hiciera audible a mis
oídos, por ello mi boca ajena a mi voluntad dijo justo lo que él quería oír.
- Te amó Padre y seré tuyo hasta que tu voz me dicte lo contrario – el frío silencio se hizo presente.
- Y aun así me has traicionado
– manifestó sus palabras con alto repudio a mis
actos en contra de su absoluta voluntad.
Mi sobrehumana y bien entrenada percepción
apenas si pudo divisar, como Padre dejó su copa antes de tomarme por el brazo y
someterme contra el mueble, despojarme de un tirón el short y romper el
ridículo pañal que tenía puesto y con aquella misma vertiginosa velocidad tomó
una pequeña caja cuyo contenido marcaría mi destino.
- Ya que en la última misión dejaste de lado mis órdenes por un
simple berrinche, te voy a regalar algo que sin duda te recordará cada día lo
que pasa por comportarte como un maldito crío – sentenció Padre
antes de tomar de aquella caja un artilugio con el cual perforó la plisada piel
de mi entrepierna, he inyectarme una sustancia tan dolorosa que tuvo que
detenerme para que no pataleara mientras él me decía – Bienvenido a tu nueva infancia...
Mi mente volvió a la realidad justo en el
momento en que mi vejiga terminó su cometido. Manuel me veía preocupado, Toby
no dejaba de ver mi entrepierna desconcertado, fue allí que bajé mi vista a mi
entrepierna y me di cuenta que mi ropa no solo estaba abultada por lo hinchado
de mi pañal entrenador también estaba húmeda por mi propia orina.
El salón estaba en un silencio sepulcral, la
clase entera tenía su mirada clavada en mí, mientras que yo me quería morir de
la vergüenza por haberme hecho pipí frente a todos.
- Genial otro moja camas – escuche el susurro de un niño pero no
supe identificar quién había dicho eso, pues yo solo estaba viendo hacía el
piso sin poder parar de llorar y como si eso no fuera ya vergüenza suficiente,
de pronto sentí como la maestra me ponía una mano en mi hombro antes de
agacharse a mi altura para verme a los ojos.
- ¡Oh! tranquilo Demi, esto solo fue un accidente pequeño, ¿pero porque nunca pediste permiso para ir al baño hee?
- No... no... no sé snif,
perdón snif – conteste en un lastimero he infructuoso intentó por no caer tan bajo
como para comenzar a llorar tallando mis ojos sin poder parar de sollozar.
- Tranquilo pequeño no estoy
enojada contigo solo que yo no tengo ropa para ti – contestó apenada.
"Maldita
sea" pensé enojado conmigo
mismo por hacer enojar a Padre. Esa mañana no sólo me había orinado frente a
todos los críos del salón convirtiéndome en objeto de burlas, sino que también
tendría que estar así hasta la salida y el solo imaginármelo me apenaba aún más.
Mientras yo seguía sollozando, miss Antelo se
levantó y caminó hacia Toby preguntándole algo al oído, algo que por mis
propios sollozos no pude escuchar. Toby se le quedó viendo un momento a su
madre antes de negar misteriosamente con la cabeza.
- Toby cariño es tu decisión
y la respeto, pero sabes que eso está mal – contestó decepcionada.
- Perdón mami – respondió Toby agachando la cabeza.
La maestra suspiro resignada antes de mandar
a los curiosos al recreó. Todos los niños empezaron a salir al patio seguidos
de Toby que por alguna razón que no entendí sino tiempo después se acercó a mí
y apenado me dijo "lo siento Demi" y sin más salió quedándonos como
únicos presentes Manu, la maestra y yo en el salón, en eso vi que el nene moja
pañales se acercó hacia la maestra, tiró de su manga para llamar su atención y
jugueteando con su playera abrió un par de veces la boca sin pronunciar palabra
antes de decir inseguro.
- Maestra yo traigo un
cambio de ropa extra por si me ocurre un accidente – el nene carita de ángel callo un
momento, volteó a ver a todos lados corroborando que fuéramos los únicos
presentes, respiro hondo, como dándose valor y continuó – también
traigo dos pañales en mi mochila, creo que le pueden servir para Demian
– al nene se le notaba la vergüenza en
el rostro que lo tenía de un color tan rojo que por un momento pude imaginarlo
con humitos saliendo de sus orejas.
Miss Antelo lo miró un tanto desconcertada
antes de sonreír orgullosa y revolverle el cabello, ganándose la risita
infantil del pequeño.
- Está bien Manuelito dame
tu cambió de ropita y uno de tus pañales – accedió la mayor y apunto al bolso que descansaba cerca
de su escritorio – yo tengo en mi bolsa unas toallas húmedas puedes
traerlas por favor – pidió la dama con voz alegre.
La joven mujer se volteó hacia mí y
sosteniendo el inicio de mi revoltoso destino, exclamó contenta y más
emocionada de lo que uno podría creer por cambiar un asqueroso pañal y ropita
empapada de pipí.
- Mira Demi, Manuelito me ha
regalado este lindo pañalito para ti, vamos a quitarte esa ropita húmeda y
cambiar esa carita triste por una linda sonrisa ¿te parece chiquitín? – me habló como quien le hablara a un
bebé antes de quitarle su sucio pañal; todo iba de mal en peor: me había
orinado y puesto a llorar como un nene y ¡me iban a cambiar el pañal como a uno
¿pueden creerlo?! Les aseguro que si el objetivo de aquel día hubiera sido que
yo me muriera de vergüenza estaba haciendo un excelente trabajo, pues desde ese
momento caí en cuenta que iba a ser otro moja pañales como Manuel.
Pero uaahh… creó que ya fue mucho por hoy ¿no
crees?, aún tengo ocho años, bueno casi... uawm hay que sueño, ya me quiero
mimir, digo dormir uaahh… además seguro que si no llego pronto, Armando no me
querrá dar a Dante ni ponerme un pañalito limpio… ¡Pero qué rayos estoy
diciendo, maldito sueño, maldita hambre ups no le digan a Armando que dije dos
veces la palabrota con la letra "M" por qué a si me va porfis… bueno
ahora si ya me tengo que ir, que descansen y hasta la próxima.
Que te puedo decir Arthur, me tienes intrigada con este misterioso padre de duro corazón, pero tengo fe que su corazón de roca guarde en el fondo una magma de amor por este chiquitin, jajajajja
ResponderEliminarHola Maramba, antes que nada gracias por publicar, el siguiente capítulo de mi historia. Esperando te encuentres de lo mejor y tú día este llendo de maravilla, permíteme decirte que el amor tal vez sea la parte más icónica de toda la historia, solo puedo adelantarte que el amor de Leonardo Vurietry es tan grande que duele literal y metafóricamente...
EliminarVaya! Que buena esecena restrospectiva leí, que bien narrado y detallado. No pude parar de leer te lo juro, además todo lo tétrico y misterioso se me hizo muy real.
ResponderEliminarAcá pudimos conocer un poquito del amo de Demián o Padre como él lo llama y lo salvaje que ha estado siendo con su niño, diré así aunque no sea la palabra, ya que por lo que nos cuenta Demi, me suena más al esclavo que está sometido a todos sus caprichos.
Y sí, ya sé que te dije que no me gustan las historias en primera,las empiezo y me terminan aburriendo, pero esta tuya esta muy bien escrita, y me encanta Demi, es decir su personalidad y su manera de describir las cosas y a las personas que están a su alrededor.
Y que verguenza pasó el pobre chico, orinándose frente a terceros, en espera de más. Un abrazo!
Hola Nicole no sabes que gusto me dio leer tu comentario, de verdad lo agradezco. Padre es un ser tan enigmático como severo más aún pues todo lo que hace, queda fuera del entendimiento del nene que si bien es un genio también es poco más que un niño pequeño. Y bueno si al pobre Demi ese "accidente" no fue para nada dignó la vergüenza y la impotencia de ver su orgullo tan sucio como sus pantalones fue sin duda un golpe muy fuerte para el nene. Los otros capítulos ya fueron enviados estan en las confiables manos de Maramba. Saludos cordiales y un fuerte abrazo.
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