miércoles, 20 de abril de 2016

Formando una pequeña Manada: Cap. 1; Autora Marambra

Formando una pequeña manada

Capitulo 1
Autora: Marambra

El juvenil corazón de aquel muchachito latía a mil por hora ya no de acelerado sino de perdido en los sentimientos encontrados que se hicieron una chipazón (enredo) en su cerebro; Sebastián había enterado aquella mañana los 14 años,  él, que era todo risas y gritos, saltos y hurras, con el pelo revuelto y la ropa medio sucia de jugar futbol en el patio y demostrar su talento aquel con heriditas que adornaban sus codos, sus rodillas negras de tierra o algunos hematomas en la canilla de las patadas durante el juego, ahora mismo con la tristeza a cuestas encajaba recién con aquel lúgubre pasillo por el que caminaba a paso lento, parco e indeciso hacia el ala oeste de esa residencia que parecía a esas horas un inmenso sepulcro donde se podía oír incluso a las moscas respirar, la temida ala oeste área de las oficinas del director, los aposentos de los frailes de celda y de la sala disciplinaria a la que se enviaba sobre todo a los alumnos mayores de 14 años o a algún tremendo revoltoso cuya falta amerite un soberbio escarmiento como si se tratara de una carta de amenaza previa a la expulsión, y aquella tarde Sebastián fue confinado justamente ese lugar.
Y a medida que avanzaba a cada paso que daba su cerebro le reprochaba la visceral previa reacción y se arrepentía de haber abierto la boca como lo hizo… ahora solo quedaba cumplir la tácita orden dada, seguramente soportar estoicamente y luego regresar a su habitación o al aula de castigos para recibir la penitencia de tareas extras y continuar su vida limpiándose la cara y sonriendo para disimular el mal trago… porque claro, una cosa era imaginar y fantasear con aquello y otra vivirlo en carne propia, y ahora pensaba cuantas noches en la soledad de su habitáculo había él, acariciado en su mente la negra hora de ser castigado, había imaginado que su padre se hacía cargo de sus malos modos, imaginaba a papá blandiendo el cinturón y descargando aquellos dolorosos cintazos en su trasero y no en el de su hermano mayor y los lloros no serían de aquel sino suyos, lo mismo que el consuelo; sí, parecía raro pero el fantaseaba con la idea aquella de ser azotado, nunca vio a su padre en tal tarea, solo oyó una vez tras la puerta el peculiar ruido que hace el cuero al chocar con la carne desnuda y los sollozos apagados de su hermano que mordía la almohada, nada más, nunca vio su piel, nunca vio el castigo, solo oyó dos cintazos y se marcho al  patio a jugar, sin entender hasta ahora de que se trababa aquello, pues aquel entonces Sebastián tenía apenas 4 años de edad.
Y cuando se quedo a vivir para siempre bajo la protección de las gruesas paredes de piedra de este colegio monástico donde todos son iguales, empezó a imaginar que su padre estaba vivo y se hacía cargo de su persona, y que lo amaba incondicionalmente pese a las patrañas, y el recuerdo de aquel peculiar ruido en la habitación de su hermano hoy fallecido empezó a hacerse recurrente y empezó a poner atención en los detalles del cotidiano vivir de sus compañeros de aula y colegio que se quedaban bajo la tutela de los frailes de la orden Calixtina, detalles que iban más allá del uniforme, más allá de los cuadernos limpios, de formarse en filas impecablemente vestidos con el austero azul y blanco, detalles como los ojos rojos, los pasos solitarios de muchachos que iban  cabizbajos al ala oeste de aquel edificio, detalles como los murmullos susurrantes cuando ese alguien volvía después de una hora y se recluía a sus habitaciones, sin salir para nada mas… todo eso empezó a despertar su curiosidad y al mismo tiempo le generaba un conflicto interior, sentimientos encontrados entre el morbo, la curiosidad, el miedo, el ansia e incluso la excitación… pero bueno, ahora estaba frente a una escena poco peculiar donde el protagonista seria su pobre trasero; tendría la atención, sí, la atención de alguien que se ocupa de corregir, sin necesariamente amar y por ende entendería y aprendería en carne propia lo que era ser castigado, pero solo viviría el dolor y nada más; era lo que había y con lo que tenía que luchar.
Era una tarde cualquiera en aquel internado del prestigiosos colegio de San Calixto, la orden Calixtina tenía en aquel pueblito una monstruosa construcción estilo barroca a la que asistían como internos alumnos cuyos padres no tenían la posibilidad de cuidarlos por el trabajo o les era difícil mandarlos a diario al colegio por las largas trayectorias a recorrer, pero para Sebastián, el colegio aquel era su único hogar, había perdido a sus padres y hermanos hacia como 4 años y ahora con 14 estaba bajo el cuidado de dicha orden religiosa, jamás plantearon entregarlo a los servicios sociales, así que el padre Andrés director del colegio y el médico de aquella institución el doctor Joaquín Torrente se ocupaban de cubrir sus necesidades…… sobre todo este último.
Aquella peculiar mañana Sebastián despertó como siempre con la sonrisa más hermosa dibujada en los labios, el Dr. Torrente ingreso a su habitación temprano, el tenía una habitación minúscula pero privada que no tenía que compartir con otros muchachos, los monjes y el médico habían convenido darle un espacio no importaba reducido pero que lo considere totalmente suyo donde poder tener las pocas pertenencias de sus padres que se pudieron salvar del incendio donde fallecieron.
Apenas abrió los ojos Joaquín, el doctor y amigo suyo le entrego una cajita, era su regalo de cumpleaños, le había comprado un móvil que tenia juegos incorporados para que se distraiga ya que solía quedarse completamente solo en las tardes, además que Sebastián le agradaba mucho y sentía un infinito cariño por él.

  • Feliz cumpleaños gorrión, toda promesa es deuda y yo te acabo de pagar – le dijo dando un beso en la cabeza azabache y lisa del crio, le había prometido que si sacaba encima de 7 en biología le compraría el juego aquel – diviértete pero no saques esto al patio, es para ti en tus ratos de ocio espero que hagas un buen uso de él, no se te ocurra llevarlo a clases bueno? Podemos tener problemas tu y yo por este juego

Sebastián no contesto nada, simplemente sonrió de oreja a oreja y se tiro a los brazos protectores de aquel hombre que sin querer empezó a velar por sus sueños, y se ocupaba de ver sus notas, ayudarle en el recreo o en la tarde con sus tareas, fijarse si necesitaba ropa… casi siempre había ropa a medio uso para él, pero Joaquín sin hacer mucho caso a los frailes se declaro proveedor del chico y le compraba ropa no de marca ni ostentosa pero digna, no quería que se hicieran la burla, y ni que decir cuando enfermaba, estaba siempre allá para él sea la hora que sea…
Pero como todo niño empujado por la alegría, por el ego y la vanidad Sebastián llevo el móvil al curso sacándolo s la hora del recreo e hizo gala de él en el patio donde uno de sus compañeros se lo arrebato y no lo devolvió ni en las clases siguientes, y viendo que el teléfono iba de mano en mano y traspaso las fronteras del aula para ir parar a un curso superior y no pudiendo encontrar su regalo, se vio enredado en una enorme trifulca de proporciones épicas, enfadado, frustrado y abrumado repartió puñete tras puñete y patada tras patada a su compañero de aula logrando que sangre la nariz; la bulla, los vitoreos y demás alertaron a los maestros y en un no muy escueto interrogatorio Sebastián fue señalado por todos y cada uno de los 25 dedos acusadores de su aula que lo apuntaron como el que trajo el juego en horas de clase y el que rompió la nariz de su compañero.
El estado de nervios fue tal que al pobre le vino un ataque de vomito incontrolado, lo mandaron a la enfermería para ser tratado y apaciguar su temor antes de devolverle a la realidad con un severo castigo, y allá en la enfermería  lo atendió la señora Ninfa, una mujer mayor bastante seria y muy metida en lo suyo, Sebastián de buena fe creyó que encontraría a Joaquín en el consultorio, y no solo eso sino su apoyo moral, pero el destino cruel le jugó una mala pasada, Joaquín no estaba, estaba en una reunión poco convencional con un abogado de litigio familiar apurando unos papeles que tenían que ver con la de adopción de nada menos que Sebastián;  es que el destino quiso que aquella mañana de recibir regalos no solo fuera para el niño sino también para él, un destino empujado por el padre Andrés que hace algún tiempo contemplaba la relación y el interés que este buen hombre tenía hacía Sebastián, y unas 2 semanas previas lo había sorprendido con la interrogante de porque en vez de mimarlo a escondidas y velar a medias, no lo adoptaba.

  • Anda Joaquín… si se nota que quieres al niño, ¿por qué no nos haces un favor a todos, y lo adoptas? – le pregunto con una sincera sonrisa – así el tendrá un padre ejemplar, tu un hijo que te adora y nosotros tendremos paz por saber que alguien velara por este niño – hablo con voz suave y pausada como todo en él – tu sabes que nosotros somos aves de paso, si la orden me lleva a otro destino, no me quedara más remedio que dar parte a las autoridades y Sebastián pasara a manos del estado – y Joaquín sintió un nudo en la garganta – si eso pasa, no sabremos nunca qué rumbo tomara aquello, se lo llevaran y no tendremos oportunidad de saber más de él – agrego triste, pues llevaba días pensando en esa posibilidad hasta que hoy por fin se había fijado en lo que muchos frailes  ya comentaban – si tú te animas yo puedo hablar con la abogada que trabaja junto a nosotros en casos como estos y tendrías los papeles legalmente establecidos y él pasaría a tu entero cuidado como tu hijo y tu serias su padre ante los ojos acusadores de los hombres, que ante los amorosos de Dios ya lo eres…

Aquella frase fue más que suficiente, en su corazón sabía que era su papá, el no era casado pese a tener ya 34 años, no tenía intención de ello aún, se pasaba larguísimas horas en el colegio durante las mañanas y 2 tardes porque luego trabajaba en un centro médico particular, vivía sin muchos gastos pero tampoco para decir a las justas en un pequeño piso alquilado, pese a que él tenía una pequeña casa con un patio y jardín herencia de su abuelo en una pequeña ciudad cercana, por eso acepto trabajar allá, la localización le facilitaba el poder viajar cada fin de semana si quisiera, fue en ese ínterin que conoció a Sebastián cuando éste perdió a sus padres; y se encariño prácticamente desde un inicio y ahora estaba a punto de ser oficialmente el padre del crio aquel, ojala él niño lo acepte pensó, y el fraile calmo sus ansias diciendo que Sebastián era un niño cuyo corazón estaba justo en el límite de lo adaptable, y que además se veía que el rostro del muchacho se iluminaba nada más verlo.
Mientras todo esto pasaba, pensando en que quizás Sebastián a estas horas este jugando con el móvil alegre, el crio aquel que le robaba una sonrisa nada más pronunciar su nombre estaba ahora mismo en la camilla de su consultorio con vómitos y dolor en el estómago por calambres de lo nervioso que estaba, lo había llevado el padre Albino regente del cole, bastante joven, era un cura recién ordenado pero muy estricto para ser tan joven, los chicos solían decirle fray limón por amargado, apenas entro los calambres en el vientre volvieron y se agarro la pancita afligido, buscando con la mirada a Joaquín.

  • ¿Y Joaquín? – pregunto con la más lastimera voz que podría tener, en su pequeño corazón pensó encontrar el consuelo de mirarlo y contarle lo que paso
  • El Dr. Torrente, no Joaquín que no es de tu edad chiquillo, no está en el colegio – contesto cortante Ninfa mientras acomodaba con el padre Albino al muchacho sobre la camilla y le iban desabrochando el cinturón y aflojando la bragueta, y tocando la frente, estaba caliente, parecía que tenía algo de fiebre – Abre la boca Sebastián sabes cómo es esto muchacho – agrego Ninfa sacando un termómetro oral, pero la verdad es que él no lo sabía – quédate quieto que solo serán unos minutos –  y lo ayudo a ponerse cómodo sobre la camilla y tras los 3 minutos de rigor apenas elevo décimas en contraste con su piel dónde te duele Sebastián – pregunto la enfermera mirando el termómetro que marcaba ocho decimas encima de lo normal
  • Es mi barriga – se quejo y ella tras examinarlo, la sintió bastante caliente y con ruidos raros
  • MMM no me gusta cómo suena quizás estas por agarrar una diarrea – murmuro – bien, date la vuelta y bájate el pantalón un poco Sebastián, voy a volver a tomarte la temperatura para estar más segura – le ordeno
  • ¿Pooor queee? – sus ojos se abrieron como platos al oír la orden de Ninfa, sabiendo de antemano lo que venía, la temperatura rectal
  • Tu vientre está muy caliente y está sonando raro – le explico empezando a empujar el muchacho sobre la camilla quitando el ruedo de la camisa que obstaculizaba, esperando que de verdad se baje un poco el pantalón cubriéndole con la sabanilla para resguardar su pudor
  • Pero yo no quiero – gimió en un casi imperceptible susurro sintiendo un nudo en el estómago, el odiaba todo, pero todo lo que se refería a medicina, todo menos a Joaquín
  • SILENCIO – declaro el padre Albino regalándole un sonado palmetazo sobre a ropa al ver que él crio estaba por hacer una pataleta que no le convenía y que además estaba por atajar sus ropas – no estás en condiciones de reclamar nada – le advirtió el monje, ayudándolo con la ropa – así que tu calladito a hacer caso y aguantar ¿entendido?

Y el silencio fue  la mejor respuesta, el sabía cómo era el código de los frailes y con los frailes, sumisión total, obediencia absoluta y mirada clavada al suelo, no eran malos con él ni con nadie en particular pero de haber oído por los pasillos susurros y ver en las esquinas o en los baños gemir a los muchachos mas grandes sabía que podían ser muy severos y se andaban sin contemplaciones cuando la razón lo ameritaba y la razón siempre era encausar a los críos en el buen camino de la disciplina  y la obediencia pero el consuelo era algo que allá no cabía y los sollozos se iban derritiendo en las esquinas o en las duchas donde nunca pasaba desapercibido un trasero marcado pero nadie osaba burla en los labios porque la suerte era ciega y bien podía ser hoy tu mortal enemigo y mañana tu mismo.
  • Auuu – se quejo suavecito al identificar al invasor ingresar y cerró los ojos de vergüenza, lo peor de todo era que ninguno de sus verdugos se movía de allá lo que provoco un sinfín de arcadas y ganas de vomitar y por ende se movía involuntariamente
  • Plaf, plaf, plaf quieto ahí

La voz de fray limón invadió sus oídos que se estaban adaptando al peculiar ruido del que fue protagonista su diminuto trasero, era la primera vez que le sobaban unas palmadas, él particularmente no había sido disciplinado por nadie y aunque a veces fantaseaba con la idea era por curiosidad, por querer saber que se sentía, si era para tanto como para llorar en los rincones o no poder sentarte cómodamente; es que muchas veces había visto a sus compañeros que ocasionalmente se frotaban vigorosamente el traste inconscientemente ajenos a las curiosas miradas que él solía echar pensando con que los azotaban como para que anden por ahí con los ojos rojos, pero todo eran muy raro, muy guardado….¡¡misterioso!!, todo era muy secreto, un secreto a voces entre los chicos de cursos superiores sobretodo.

  • Hay una pequeña febrícula, creo que más bien es su estado nervioso – dijo la enfermera tras retirar el termómetro de un crio que no dejaba de ver que todo le daba vueltas y su estómago era un nudo apretado y la boca se llenaba de saliva que no podía tragar y a su vez aumentaban sus arcadas
  • Y como no, si está metido en un buen lio, pero, ¿ahora qué? – interior del muchacho salvaguardando su virtud
  • Pues, habrá que darle un antiemético antes de que se ponga a arrojar – dijo Ninfa empezando a buscar los cajones – vaya, solo quedan los inyectables y supositorios que dejan de muestra los visitadores – dijo sacando ambos en la mano – no hay ni una sola tableta –  anuncio mirando a Sebastián que para ese rato le vino un horroroso mareo
  • Me duele la cabeza y mis manos están con hormigas – se quejaba más blanco que un papel y los ojos rojos, empezando vomitar menos mal en el cubo vacio que ahí había
  • Voy a tener que pincharte Sebastián – anuncio Ninfa – pero antes voy a pesarte para calcular bien – y dicho y hecho… lo peso, preparo el vial y le indico tumbarse de nuevo, mientras Sebastián sentía mil mariposas de nervios en el estómago y las manos adormecidas
  • MI estómago da vueeeltas, agg – se quejo con una franca arcada, pero sin vomitar nada, ya había vaciado su pobre estómago
  • Bueno ya se te quita en un rato Sebastián ahora arriba de nuevo y a bajar la ropa si, será un ratito nada mas – y volvieron a desvestirlo y ponerlo boca abajo – no te muevas va a doler un poco – dijo el padre Albino y Sebastián vio todo negro de la impresión…

A partir de ahí todo fue muy incomodo, vergonzoso y confuso para él, el padre le bajo la ropa hasta media asta y sujeto sus manos por detrás para que no se mueva inmovilizando con Ninfa además sus piernas, es que era de conocimiento previo no solo del personal de salud sino de los frailes, que Sebastián le tenía pánico a las agujas, y solía luchar uñas y dientes y Sebastián solo gemía y sentía que las lágrimas se le caían por el rostro, y fue entonces que noto un importante detalle: la soledad de aquel recinto; sin Joaquín en su escritorio, los olores se hicieron más profundos pero menos tolerables sin el dulce aroma a cedro que despedía su colonia que a él tanto le gustaba y que a veces el doctor le ponía en sus mejillas los lunes de izar la bandera y entonar el himno nacional como un saludo a toda la semana, ahora su nariz estaba irritada de llorar y de percibir los olores reales de un consultorio antiguo, era el olor a lo impoluto, de total limpieza, olor a Lavandina (legía), cloro, alcohol, yodo, olor a la estufa de esterilizar, era como que aquellos aromas peculiares hicieran además juego con el color, todo blanco que bañaba desde las paredes hasta la enfermera y el cura con su hábito del mismo tono, él y pocos objetos eran el detalle de color, se fijo en su traza con sus pantalones azules ahora bajo su rodilla junto con el calzoncillo rojo y las medias negras, se fijo en el piso gastado en las gradillas blancas, en la sabanilla blanca debajo de su cuerpo, de pronto solo oyó su respiración más acelerada, casi jadeante de miedo, y no solo él sino la enfermera y el padre Albino…

  • Respira hondo Sebastián – le ordeno Ninfa mientras el cura le dio su mano para que la apretara de ser necesario
  • AHHHHH AYYY – grito despavorido cuando se le clavo la aguja, aquello fue a traición
  • Ya Sebastián, no es para tanto 

Le dijo Ninfa como siempre, claro como no le dolió a ella que le importaba y Sebastián se quedo sobre la camilla sollozando mientras Fray Limón y Ninfa volvieron a sus actividades cotidianas, dejándolo solo para que se reponga, pasando buen rato antes de que Sebastián se percate que no había nadie, la enfermera y el fraile lo habían abandonado sobre la camilla tapándole con una manta sin siquiera subirle la ropa, al parecer se había quedado dormido gimiendo pues el reloj marcaba nada menos que las 4 de la tarde, se perdió toda la clase de música, es más era la hora de terminar las clases, indeciso no supo qué hacer si vestirse o quedarse ahí, al final aburrido y avergonzado de estar sin ropa se vistió rápidamente en eso ingreso el padre Albino.
…El padre con aquella orden que hizo de su pobre estómago otro nudo.

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Publicado originalmente en Blog: Travesuras de Cristal amor incondicional en fecha 20 de Abril del 2016.

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