Palabra Empeñada
Coescrita. Little Hoshi y Marambra
Dick ingresó a su alcoba como un torbellino, todo agitado sintiendo un sinfín de emociones y sentimientos, contradictorios y ambivalentes, dentro suyo. Era una mierda ser un adolescente, siempre gobernado por sus hormonas. Era agotador estar todo el tiempo entre el tira y el afloja. Dick se tiró sobre su cama tras cerrar la puerta. No solo la cerró con la aldaba y la chapa, sino que empujó su cama hasta ella para que nadie pudiera pasar. Pensando que Alfred o Bruce pudieran abrir su alcoba haciendo uso de alguna de las copias de su llave. Dick no tenía ánimos de ver a nadie, menos en ese estado de total abatimiento, acababa de darse cuenta del calibre de sus palabras y del tremendo daño que habrían causado a su padre. No tenía ese derecho se dijo a sí mismo, no tenía derecho de tratar a Bruce como lo hizo. Se acababa de comportar como un maldito mocoso consentido y mal educado además de ingrato y ruin.
Pero por otro lado estaba aquellas vocecillas malignas que le gritaban que hizo bien en poner en su lugar a Bruce ¿Quién se creía que era? ¿Acaso por darle un plato de comida ya tenía derecho de manejarlo a su antojo? Dick hacia todo lo que Bruce le pedía. Wally tenía razón, él no era más que la mascota de Bruce. ¡Y sí! sí que movía la colita esperando una nueva orden, siempre tan desesperado por complacer al amo y que le regalase una caricia en su sarnoso lomo. ¡Vaya mierda! ¡Vaya mismísima mierda! No podía seguir en ese plano, estaba harto de ser perfecto o buscar ser perfecto y raspar alguna concesión que Bruce quisiera concederle; ¿Qué de malo tenía ir a una fiesta?... Él no iba a drogarse, ni a emborrarse, a lo sumo se limitaría a invitar a Tara a dar una vuelta o dos en la pista de baile. ¿Pero qué pensaba de él Bruce? él a diferencia de sus amigos, reconocía que las chicas lo intimidaban, pero le gustaba verlas de cerca, saber más de cómo eran esos seres mágicos.
Las chicas para Dick eran esos seres maravillosos que solían robarle el sueño con una sonrisa. Para ser sinceros Tara hacia algo más que robarle una sonrisa, Dick pensaba a diario en ella, y fantaseaba con el instante de volver a verla, de volver a oír su voz, tocar su piel, oler la fragancia de manzanas verdes de su pelo mientras bailaban una lenta. Era todo muy bucólico. No aspiraba a nada más. Y si sus amigos y el resto se metían el líos era cosa de ellos no suya, él, tenía principios, y unos principios bien altos aprendidos de sus padres biológicos y reforzados y corregidos por Bruce. Pensar en eso lo enfadó de nuevo ¿Acaso Bruce desconfiaba de sus propias enseñanzas? ¿O era tan hipócrita y mentiroso que predicaba una cosa y hacia otra?.
Y toda esa amalgama de sentimientos acabó agotándolo, lloró tanto que se quedó dormido sobre su cama, sin siquiera cenar o taparse. A Bruce le esperaba una muy larga noche y más largo fin de semana por delante…
- ¿Alfred? – susurró Jason, sentado en el comedor junto a Tim, preocupado por la ausencia de su padre. Desde el estallido de Dick, su padre se había encerrado en su alcoba, tras un lapso de tiempo prudente mirando la puerta de Dick, cerrada en sus narices y escuchando el llanto convulso de su hijo tras la puerta. Era obvio que las cosas estaban demasiado agudas para ambos. Jason se sentía desconcertado por la actitud de ambos; para empezar Dick estalló por los aires haciendo pedazos años y años de obediencia pura y ciega. Eso dejó fuera de combate a Bruce aunque lo tratara de negar. ¿Sino cómo se explicaba que estuviera ahí encerrado en su habitación como si acabarán de atropellarlo? – ¿Alfred? – volvió a llamarlo, ahora si en voz alta, interrumpiendo a Alfred en sus pensamientos. El viejo mayordomo estaba algo preocupado con lo sucedido. Pero él estaba decidido a tomar cartas en el asunto, ya fuera con Dick o con Bruce, pero no iba a permitir que ninguno de los dos se hicieran más daño
- ¿Si, señorito Jason? – respondió recogiendo la mesa antes del postre, increíblemente tanto él como Tim se comieron sus verduras sin rechistar y eso que eran espárragos
- ¿Papá no bajará a cenar? – preguntó con algo de duda en la voz, lo que pasó era horrible, y descalabró los cimientos de todos
- Me temo que no, señorito, su padre se encuentra indispuesto – le contestó siguiendo la labor de recoger la mesa
- ¿Y podemos ir a verlo? – dijo Tim dejando su tenedor a un lado – para darle las buenas noches y decirle que nosotros sí sabemos que es nuestro papá – dijo con un hilo de voz a punto de llorar.
Tim tenía miedo que papá dejara a Dick en un orfanato porque le dijo que no era su padre… después de todo a él lo abandono su padrastro en aquel centro cuando su madre biológica murió, así que tenía miedo de la reacción que podría tener Bruce con ellos dos, ahora que uno de ellos lo negó. ¿Y si decidía devolverlos a los tres para no sufrir en un futuro un nuevo golpe como ese? Algo así como, mejor prevenir que lamentar, si ellos dos hacían algo del calibre de Dick.
- Yo sé que son mis hijos, Tim – respondió Bruce, que había bajado para buscar ayuda en el mejor padre que él pudo tener… Alfred
- Pero Dick dijo que tú no eres su papá – agregó Tim sintiendo por debajo de la mesa la patada que acababa de darle Jason para que se callara, aquello era según Jason tema tabú
- Soy su padre – le aseguró con la voz muy firme para que no quedase duda alguna – y el sigue siendo mi hijo y haga lo que haga o diga lo que diga no borrará eso, Tim. Y lo mismo sucederá con ustedes dos – agregó abrazándolo por detrás y besando su cabecita desde arriba – un padre no se esfuma por un par de palabras mal usadas – dijo resuelto y muy seguro, quería transmitir esa seguridad a sus hijos. Pues era obvio que estaban vulnerables y llenos de dudas y la patada que le dio Jason a Tim le confirmó aquello – y Jason… no es necesario que patees a tu hermano, para que se calle. Tu hermano tiene derecho como tú a preguntar. Niños mi respuesta seguirá siendo la misma, ayer hoy y mañana… ustedes son mis hijos, con todas sus virtudes y sus defectos, con todas sus mañas y malos modos, y me necesitan para corregirlos y haceros hombres de bien – dejó en claro eso, sus niños no merecían su silencio, tenían derecho a saber su posición al respecto de la actitud de su hijo mayor – y no solo para tener un techo sobre su cabeza o un plato de comida fresca – murmuro más para si que para el resto
- Pero Dick fue muy malo – musitó Tim con serias dudas al respecto
- Sobre Dick… no es malo, hijo. Ninguno de mis hijos lo es – le aseguró acariciando el rostro de Jason que ahí donde se lo veía calladito, estaba lleno de preguntas y muchas suposiciones de escenarios inventados a cual peor – tu hermano simplemente está pasando por una etapa difícil producto de la edad, que muchas veces hace que los niños buenos digan y hagan cosas malas, de las cuales se arrepienten luego – le explicó con simples palabras y Tim entendió lo de la “Memacortosis” de la que le habló Jason hacía una semana justamente
- ¿Pero y si no se arrepiente? – No era intención de Jason lanzar aquella pregunta tan puntillosa solo le puso eco a sus pensamientos. Bruce cambió el semblante, aquella era una suposición que también la pensó él
- Nada hijo, no pasará nada malo. Porque igual yo seguiré queriendo a Dick y trataré de mejorar para que algún día me vea como a su verdadero padre – respondió y con eso quiso dejar zanjado el tema y Alfred decidió intervenir. Bruce no estaba como para responder más preguntas y las caras de los chicos rebelaban que tenían un montón de dudas que querían saciar. Así que decidió poner punto final a la charla llamando su atención con el postre.
- ¿Si ya han terminado su ensalada, niños? Les sugiero que escojan dos sabores para el postre. Por haberse portado tan bien en la mesa y comido todas sus verduras voy a permitirles el gusto por dos helados
Y dicho eso fue suficiente para que los chicos olvidaron a Dick y su metamorfosis y se concentraran en tomar el helado con verdadero gusto. Una vez devorado los helados Bruce se ocupó de ayudarlos con la ducha, cepillar sus dientes y arroparlos en la cama. Bruce necesitaba tener su mente ocupada y tratar de ser lo más objetivo con Dick. Era la primera vez que veía a su hijo en aquel plan, con toda la mala vibra de los adolescentes. Tras salir de alcoba de los pequeños se quedó, una vez más, con la cabeza pegada a la puerta, oyendo a Dick dormir entre sollozos ahogados. Aún durmiendo Dick seguía llorando, pero por mucho que quiso, no pudo ingresar a su alcoba. En ese momento Bruce estuvo tentado a escalar el muro, haciendo uso de sus habilidades, para escurrirse en la alcoba del adolescente. Y así solucionar con su hijo aquel estúpido y tonto problema que derivó en tan mal final.
- No se atormente señor – murmuró Alfred, poniendo su mano sobre su hombro. Instándolo a retirarse del pasillo y dejar de atormentarse – mañana será otro día y ambos verán con diferentes ojos lo sucedido y le doy mi cabeza que el señorito Greyson habrá meditado sobre lo ocurrido y vendrá a disculparse por sus palabras, muy arrepentido de su arrebato adolescente – agregó adivinando los miedos de Bruce
- ¿Y si no se arrepiente? – fue Bruce el que preguntó como lo había hecho antes Jason. Bruce tenia temor a manifestar sus dudas en voz alta por si acaso el mal destino oyese y se regodease en su dolor
- Se arrepentirá – aseguró – se arrepentirá porque, al fin y al cabo, Dick es su hijo, como también lo son Jason y Tim. Y usted no debería dudar de sus propias palabras – lo amonestó
- Es que no puedo creer lo que ha pasado, no sé en qué me he equivocado, Alfred – se sinceró a medida en que ambos hombres caminaban por el pasillo con dirección a la baticueva, necesitaban un lugar más privado e íntimo para conversar de tan serio problema
- Si me lo permite señor – dijo Alfred – se ha equivocado en muchas cosas – agrego sin emoción, la cara a Bruce se destempló, eso no se lo esperaba, estaba acostumbrado a que Alfred le dijera que todo estaba bien. Que él no se equivocaba, que eran cosas de la edad, que los chicos son así, pero jamás eso. Alfred supo que Bruce quedó en shock con su respuesta, así que decidió ser muy sincero al respecto y para ello necesitaba comodidad – ¿Me permite sentarme y seguir hablando o prefiere que me retire y retire lo dicho? – dijo sosteniendo la mirada del hombre que tenía en frente, el hombre que él había creado
- Por favor Alfred – Bruce hizo un gesto con la mano para que tomara asiento y se pusiera cómodo junto a él, en el sofá, sirviéndole una copa de whisky. Había llegado la hora de hablar como un padre a un hijo, que era lo que necesitaba Bruce en ese momento. Si los de la liga lo vieran dudando, o lo que es peor, si el Acertijo o la Hiedra venenosa lo vieran… entrarían en shock de ver al hombre murciélago temblarle las rodillas por el berrinche de un mocoso quinceañero, al que se le sacude las neuronas sacudiéndole el culito con una buena paliza por mal educado y respondón… si hasta ellos sabían eso.
- Bueno si usted insiste señorito Bruce – Alfred volvió a la pose de flemático mayordomo inglés y le dio un sorbo a su copa antes de continuar – Creo que usted se equivocó al negarle el permiso a su hijo
- Pero Alfred, es muy niño
- Bruce – Alfred alzó una ceja, para que quitará la cara de bobo al oír su nombre de pila salir de su boca – Richard ya no es un niño, tiene 15 años y está en la edad de la curiosidad y de explorar su mundo más allá de las fronteras de su hogar. Eso es un hecho innegable. Señorito Bruce, hasta usted tuvo 15 años, acaso era usted un niño a esa edad – dijo recordándole a Bruce sus ansias por estar en la calle fastidiando con sus amigos y querer besar a todas las chicas de esa misma Academia
- Pero no es lo mismo
- No es lo mismo y es lo mismo – Bruce lo miró como si el viejo mayordomo acabara de volverse loco – Es lo mismo porque cualquier chico de la edad de Dick quiere hacer eso, estar a la par de sus pares, ampliar su frontera de libertad del radar de sus padres. Quieren averiguar dónde están sus propios límites y que transacciones puede hacer para gozar de mayor libertad. Es a los 15 y no a los 40 años en que un joven debe averiguar todas esas cosas, y encerrado en una preciosa torre de marfil no podrá hacerlo – con eso le dio a entender que por mucho que quiera cuidarlo y protegerlo, el niño tenía que aprender a defenderse en la vida – El señorito Grayson solo está buscando su sitio en la vida. Está dejando atrás al niño y empezando a buscar el hombre en que un día se convertirá. Y NO es lo mismo porque efectivamente Richard Grayson no es Bruce Wayne. Y esta vez lo digo con admiración por el señorito Grayson. Las cosas hubieran sido tan distintas por aquí si usted se hubiera parecido un poquito más a su hijo... ¿o quiere que le recuerde que a su edad usted era desagradecido, arrogante, desconsiderado… y un montón de cosas más? – y se dio por satisfecho ver el rostro desencajado de Bruce, había soñado que algún día le diría en su cara y mirándolo de frente lo terrible que fue de adolescente, y pensó, ¡oh! Vendita vida que te encargas de vengarte con los años, si de haber vivido el padre de Bruce y de conocer a su hijo adolescente y lidiar con él como lo hizo Alfred, seguro ahora estaría bailando en un pie diciendo que su nieto estaba haciéndole justicia
- Para, para, para, ya lo pillé, fui un grano en el culo.
- Yo no lo hubiera dicho mejor, señor. Pero volviendo al señorito Grayson. Usted se equivocó y aprendió de sus errores y eso lo ha convertido en el hombre que tengo ante mí, ahora mismo, un hombre digno de admiración – lo alabó inflando un poco el ego de Bruce, preparando el terreno para dar su estocada – …Señor, su hijo solo le pide que le deje tomar sus propias decisiones y que cuando se equivoque o cuando acierte en algo sea por sí mismo, por sus propios méritos – le dijo y todo eso le sonó a la actitud de su hijo, lo que hacia él, su esmero en el colegio, sus ansias de ser perfecto, su afán de agradarle en todo – ¿Sabe lo que ocurre si los padres insisten en retener el mando sobre sus hijos y se portan intransigentes? – le preguntó y Bruce no supo que contestar
- Yo, yo – musitaba sin entender, por primera vez en su vida se sentía que no tenia palabras para esto
- ¿Qué ocurrió con usted cuando yo le negué ir a ese "paseo" con sus amigos? – Alfred retorcía el hocico a la vez que decía paseo. Porque el paseo era nada más ni menos que marcharse un fin de semana a Tijuana.
Y la mente de Bruce voló a sus 15 años, recién descubierto que su nombre y su fortuna eran un imán para las chicas. Y lo fantástico que era gozar de sus cuerpos desnudos dejándose llevar por el frenesí. Bruce solo quería pasarse todo el día y toda la noche experimentando esa sensación tan deliciosa que lo confundía y lo quemaba. Porque sí, porque Bruce Wayne a sus 15 años ya disfrutaba de todo tipo de placeres sexuales y no tan sexuales. Era por ese previo conocimiento que no quería que Richard fuera a esa fiesta. Y según él, despertara y se dejara llevar por esa vorágine de experiencias sexuales, convirtiéndolo en el cínico que fue él mismo.
Bruce viajó mentalmente al pasado. Aquel fin de semana era largo, de tres días, y algunos "amigos" y él habían planeado unas excursincita mixta, con algunas chicas, sin la supervisión de un solo adulto. Pero de alguna forma Alfred se enteró de sus planes y le negó aquello considerando que Bruce solo tenía 15 años para salir del país en lo que tenía toda la pinta de una excursión de vicios y descontrol.
Antes que Alfred pudiera sugerirle que hicieran esa reunión en alguna de las propiedades de la familia Wayne y de una forma más civilizada. Bruce ante la negativa inicial del mayordomo se frustró tanto que salió de casa sin rumbo, dejando atrás unas horribles palabras hacía Alfred. Si señor… Bruce Wayne fue la pesadilla de todo padre.
Tras un par de días haciendo el loco, sus amigos lo dejaron, porque todos tenían una casa y unos padres que les estaban esperando. Una vez solo Bruce añoró su casa y a Alfred pero el miedo a la reacción de Alfred por la discusión previa hizo que retrasara su regreso. Atormentando así aún más a Alfred quien imaginó a su joven señor en todo tipo de escenarios habidos y por haber. Cuando por fin Alfred dio con él, le dio tal paliza que Bruce desayunó y almorzó parado al día siguiente y al siguiente del siguiente. Alfred se sintió muy mal luego, no solo al ver como su joven señor se retorcía cada vez que debía sentarse... sino porque Bruce lo miraba con temor y se escondía de él pese a tener 15 años y Alfred se maldijo por su dureza, aunque el castigo fue bien merecido, él debió administrarle ese castigo una vez el susto y el enfado se le hubieran pasado… y previamente haber hablado con él, haciéndole entender lo errado de sus actos y los peligros a los que se había expuesto. Y el paso de los años no suavizó para nada lo que sentía, por el contrario, con los años Alfred se había planteado más de una vez que si hubiera abordado el asunto de otra forma, de una más delicada, quizás Bruce no habría salido huyendo y nadie habría sufrido.
- ¿Qué ocurrió con usted cuando le negué ir a ese "paseo" con sus amigos? ¿Se acuerda o no se acuerda del evento, señorito Bruce? – la pregunta volvió a sonar en sus oídos pero aun así Bruce no se animaba a contestar, avergonzado de recordar aquella memorable paliza que se gano y aun hacía que su estómago se llene de murciélagos mordedores, y fue cuando Alfred decidió seguir hablando – se toman decisiones precipitadas y malas que empeoran las cosas para todos – no dejando claro si hablaba de la huida de Bruce o de la paliza que le dio él con la sangre aún hirviéndole – Ahora dígame, ¿Acaso vale la pena? En algún momento tiene que suceder, en algún momento tiene que admitir que Dick está creciendo. Como yo tuve que hacerlo Señor. Y parte de ese crecimiento es la vida social independiente a la de usted. Es ahora, donde se pone en tela de juicio todos los principios que le ha enseñado. Y solo dejándolo ir, se dará cuenta de que valores aún tienen que ser reforzados, cuales tienen que enmendarse y cuales merecen ser felicitados – y con aquello dio por terminada su conferencia dándole un último trago de golpe, al whisky que tenía en la mano. Bruce oyó a su viejo amigo, su padre en realidad, sin interrumpir. Pero aun con algunas dudas de hacerle caso: ¿Dudas de padre principiante? NO… sino de hombre cuyo cinismo se inició a la edad de Dick. Las dudas de un hombre que a esa edad empezó a dejar un legado de corazones rotos en el camino y mil féminas maldiciéndolo. Ganándose, en el proceso, una negra reputación en determinados círculos sociales. Fama que hasta ahora solía minar su confianza en los demás. Bruce no podía evitar pensar que aquellos que le rodeaban y decían respetarlo, decían la verdad porque efectivamente se ganó su cariño y el respeto de todos o solo porque Bruce Wayne tenía el poder y los recursos de apartarlos de su camino de un chasquido de sus dedos, así que Bruce estaba mucho más confundido y Alfred lo sabia – ¿Porqué duda? – le preguntó
- Es que tengo miedo Alfred, miedo que haga algo malo – respondió tirándose de espaldas al butacón de cuero, estaba molido emocionalmente
- Si así ha de ser, deje que se equivoque – sugirió Alfred con esa tranquilidad de siempre, vamos después de todo estaba hablando la voz de la experiencia – Eso también forma parte de educar a un hijo. A cada edad corresponde una forma de educar. No es lo mismo un bebé, un niño de kínder, un niño de la edad de Tim, un joven de la edad de Dick o todo un hombre hecho y derecho – ese último tiro iba directito a él – Bruce, el chico debe poder equivocarse y cuando eso suceda estarás ahí para darle la mano, ayudarlo a levantarse, consolarlo y si es necesario corregirlo y hacer reajustes – le dijo poniendo una mano sobre el hombro del hombre que tenia frente suyo que parecía tan abatido
- Entonces ¿Qué me sugieres, viejo zorro? – sonrió con melancolía
- Hable con él a primera hora mañana, y discúlpese con su hijo – sonrió con calidez en la mirada
- ¿Disculparme? – y Bruce casi se atora, quien debía disculparse por el exabrupto era Dick, no él, fue a él a quien el mocoso había ofendido
- ¿Sabe, señorito Bruce? – murmuró Alfred moviendo un poco el vaso para diluir el hielo de la bebida recargada – ...es más inteligente el que se disculpa primero – le dijo mirándolo a los ojos – porque el que se disculpa primero es el que sabe ver el error suyo y ajeno. Ponga en una balanza y averigüe lo que gana o pierde si sigue esa línea de enfado y tozudez – remarcando con eso uno de los más grandes defectos de Bruce Wayne – así podrá enmendar lo que está mal porque valorará mejor su relación con su hijo y los sentimientos hacía él. Esa es la diferencia entre los pensamientos de alguien con un mínimo de sabiduría y los de un ignorante. Y la diferencia entre los pensamientos de un hombre y los pensamientos de un niño – le dijo – Así que si usted se cree lo suficientemente maduro será inteligente y se disculpará con el señorito Grayson. Y comprobará que su desconfianza es fútil, aun cuando cree que tiene la razón. Porque importa más el amor que siente por ese niño que el dolor que hoy con sus palabras, pero no con sus hechos le hayan podido ocasionar – esa fue una estocada mortal en el ego de Bruce
- Alfred, no es que desconfíe de él, desconfío del resto
- Lo sé, es su hijo y lo conoce mejor que nadie. Pero el señorito Grayson no sabe eso, él cree que desconfía de él como persona – le hizo ver donde estaba su error – hable de eso con el señorito Richard, dígale que no desconfía de él, sino del resto que puede hacerle daño. Y que, aunque usted no estará cerca suyo para cuidarlo es porque quiere darle un voto de confianza – aconsejó – Negocie con él, póngale condiciones o mejor dicho que las ponga él y que se atenga a las consecuencias. Así le enseñará una valiosa lección de confianza mutua y reafirmará su palabra a la hora de premiar o a la hora de castigar – agregó.
- No lo sé, Alfred ¿Y si este cambio lo confunde aún más? – preguntó sin querer revelar el resto de dudas que tenía… ¿Sí me pierde el respeto?, ¿Si cree que soy blandengue?, ¿Si cree que habiendo un numerito de víctima como el de hoy puede manipularme?... Eran un millón de preguntas qué Alfred supo leer en su mirada
- Si su temor es que por dar su brazo a torcer hoy, él creerá que puede manipularlo, debe dejar bien claro que no es así. Y que por eso están negociando condiciones, que, si él falla o comete un desliz, no le flaquearán las piernas ni le temblará el pulso a la hora de castigar. No olvide que deberá recalcar, que, de errar, el castigo será severo, y si toca eso, ser consecuente – más claro agua, si Dick se porta mal tú le rompes el trasero a palo puro… y Bruce elevó la ceja dudoso de aquel consejo pero como de costumbre Alfred se adelantó a sus pensamientos – jamás se escribe las muestras con lápiz, se hacen con resaltador para marcar la diferencia…
- Tú nunca hiciste eso conmigo, Alfred. Lo dejaste bastante claro aquella vez, que si en casa se dice NO es NO – contestó Bruce ante la sugerencia de Alfred – ¿Porque debería cambiar eso ahora? – inquirió curioso
- Porque los tiempos han cambiado, y porque – respiró hondo – como ya he dicho, usted es usted y yo, soy yo. Y ante todo, que el señorito Grayson no es el Bruce Wayne de los 15 años… Afortunadamente para todos.
- ¡Oh venga, ya está bien de eso! Como si fue para tan... – Bruce no tuvo valor de acabar la frase al ver la mirada de Alfred.
Por supuesto que fue para tanto, fue de malo a terrible. A la edad de Dick, Bruce ya había hecho todo lo que un padre rezaría porque su hijo no hiciera jamás…a ninguna edad.
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